Tras "Cuentos de un Futuro Imperfecto", el próximo paso de Alfonso Font dentro de la ciencia-ficción sería la narración larga. Así, desde 1983, la revista Cimoc albergó en sus páginas la serialización de una historia en blanco y negro (recopilada en álbum en 1985) que obtendría una favorable acogida por parte del público: "El Prisionero de las Estrellas". Su éxito no se debió a la introducción de temas nuevos -todo lo contrario- sino porque se trataba de una obra que, recurriendo a lugares y situaciones comunes dentro del género, acertaba en mezclarlos de forma amena y dinámica gracias a la habilidad narrativa de su autor, su talento para los diálogos y un sólido dibujo que servía de vehículo perfecto para la historia.


En ese cuadro general y ya desde la primera página, la policía persigue encarnizadamente al Prisionero -su auténtico nombre carece de importancia-. Éste, amnésico, desconoce el motivo de la caza a la que es sometido. En el curso de su frenética huída, nos irá guiando por su derruido entorno (prisiones, superpobladas ciudades subterráneas, el letal desierto, pueblos abandonados, centros de procesamiento de ancianos, antiguos bunkers...) y presentando a algunos de sus habitantes, a menudo hostiles, egoístas, cínicos e intrigantes... Con una excepción: una joven exterior con una fuerte e indómita personalidad que se enamora del "inocente" Prisionero. Juntos, tratarán de resolver el misterio que se esconde tras el interés de las autoridades por aquél y llegar a la Ciudad de las Cúpulas, una especie de utopía urbana que según se rumorea, se encuentra en la Antártida.
El escenario que nos propone Font, como sucedía en “Cuentos de un Futuro Imperfecto”, es profundamente negativo. Apenas hay resquicio para la esperanza entre gobiernos totalitarios, opresivas fuerzas policiales, rebeldes tan maquiavélicos y despiadados como las autoridades a las que pretenden derrocar, una sociedad que combina la crueldad con la decadencia y una élite egoísta. Ni siquiera el personaje del Prisionero resulta particularmente agradable por su falta de carácter y la facilidad con la que es manipulado. La única excepción es la Exterior, una especie de "buen salvaje" sin contaminar por las corrupciones y mezquindades propias de la civilización. Font retrata muy bien esa distopia extrema, representada por una policía paramilitar de aspecto blindado y con cascos y gafas que ocultan sus rostros, lo que contribuye a despojarles de todo aspecto humano y aproximarlos a las máquinas, simbolizando de esta

Font se ajusta sin apenas desviaciones a uno de los cánones del relato de intriga: un personaje amnésico en posesión de un secreto que ha olvidado y que huye de un gobierno autoritario; encuentra rebeldes que le ayudan y una bella mujer que se convierte en su compañera de fatigas. Finalmente, desentraña la intriga y recupera su vida o inicia una nueva junto a su amada. Ni este esquema era nuevo en 1983 ni se ha dejado de utilizar desde entonces. Sobre este armazón, Font introduce ideas que remiten a obras muy conocidas del género: las distopias, el planeta de ecología arruinada, las ciudades subterráneas, la identidad equívoca, los problemas de superpoblación... temas e imágenes que habían jugado un papel

Font consigue dotar de personalidad y ritmo propios a todo ese batiburrillo de referencias -intencionadas o no- y aunque los personajes no son particularmente memorables (como he dicho, la Exterior es la única que, sin alejarse totalmente del arquetipo, despierta simpatías en el lector), el ritmo y desarrollo de la acción compensan la debilidad de aquéllos. Poco puedo añadir a lo que ya dije en otras entradas acerca de su dibujo: extraordinariamente detallado sin caer en el abigarramiento, composición clara y dinámica, con una acertada y variada secuencia de planos y encuadres.
El final de "El Prisionero de las Estrellas" quedaba abierto y preparado para una


"El Prisionero de las Estrellas" es una obra ya clásica dentro de la ciencia-ficción patria. Ha llovido mucho desde entonces, se han publicado multitud de obras de CF de gran calidad y su lectura puede que no resulte tan sorprendente como lo fue cuando salió originalmente. Pero treinta años después, todavía resulta entretenida y su dibujo no se ha visto envejecido por las modas y tendencias. Sólo los clásicos pueden alardear de ello.
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