Como todo el mundo sabe, Superman es un alienígena venido de otro mundo que protege del peligro a su planeta adoptivo con sus enormes poderes y su férrea voluntad y recta moral. Peligros que van desde catástrofes naturales a delincuentes de diferente rango pero normalmente del tipo extravagante o superletal: extraterrestres, robots, genios criminales…. ¿Pero qué pasaría si sus bienintencionados actos de heroísmo hubieran, de hecho, ralentizado e incluso detenido el progreso de la especie humana? ¿Qué ocurriría si cada una de sus hazañas nos situara un paso más cerca de la extinción global, simplemente porque ha impedido que nuestra civilización evolucione?
Esta es la cuestión central de “La Caída de Camelot”, un arco argumental que se desarrolló entre los episodios 654 y 658, 662 a 664 y 667 de la serie regular de “Superman” y su Anual nº 13; todo ello tras el reinicio en falso del Universo DC que supuso “52”, macroevento en el que cada colección mensual daba un salto de un año en el futuro, presentando a los personajes

“La Caída de Camelot” es una historia que en su recorrido inicial vino lastrada por el pecado capital de DC: los retrasos y los números de relleno que rompieron el flujo narrativo inicialmente establecido. La colección hermana, “Action Comics”, contaba paralelamente la historia “Último Hijo”, escrita por Geoff Johns y Richard Donner y dibujada por Adam Kubert. Cuando éste empezó a tener problemas de salud, comenzaron los retrasos y la serie “Superman” tuvo que cubrir sus huecos y, además, acoger los números de enlace con el evento de turno de aquel año, interrumpiendo su propia línea narrativa. Estas razones hicieron que la historia se cortara tantas veces que al final, habiéndose saltado todos los calendarios de publicación previstos, hubo de resolverse en un número especial independiente, el Anual nº 13 , que para cuando apareció fue ya ignorado por muchos

La historia arranca con Clark Kent tratando de celebrar un aniversario especial con su esposa, Lois Lane, continuamente pospuesto a lo largo de ese día debido a sus compromisos profesionales como periodista y obligaciones como Superman. Muchos creadores han afirmado que en el caso de Superman, Clark Kent es la personalidad dominante mientras que el superhéroe no es más que una fachada que le permite poner sus capacidades al servicio de los demás. La dificultad que entraña semejante compaginación es algo que Busiek entiende y plasma perfectamente: la vida de Superman es tan imprevisible y absorbente que su identidad como Clark Kent se resiente de ello (un tema, por cierto, que Busiek ya había tratado en el personaje del Samaritano en el número 1 de “Astro City”).
Clark/Superman recibe una petición de ayuda por parte de una antigua novia, la doctora Callie Llewellyn, que ha llegado a ser una reconocida arcanobióloga o experta en criaturas extrañas. Ha descubierto en Kazajstán unas instalaciones soviéticas abandonadas donde se custodiaba un alienígena que todavía sigue vivo. El extraterrestre, bautizado Sujeto 17, ha sobrevivido a décadas de incontables y crueles

Localizando el origen del problema, viaja en el tiempo y visita a Superman en el presente, compartiendo con él sus visiones de una Metrópolis postapocalíptica en la que un puñado de supervivientes se enfrentan a un invierno nuclear. Lois Lane y Jimmy Olsen exploran las ruinas a la búsqueda de provisiones cuando son atacados por unos asesinos cibernéticos y rescatados por un extraño dúo de antiguos villanos redimidos: Lex Luthor y el Parásito. Este último insiste en que Lois le llame Clark, pues absorbió los últimos restos del poder de Superman , asesinado años atrás por el responsable de esa devastación, Khyber, el mítico “Viejo de la Montaña” o Señor de los Asesinos, transformado en un supervillano a punto de conquistar el planeta.
A esa visión del futuro acceden también los Lois, Jimmy y Perry White del presente. Todos ellos

A menudo se critica a Superman por ser tan poderoso que resulta difícil creer que los enemigos que se le inventan puedan estar a su altura; que esa invencibilidad le hace aburrido y previsible. Pues bien, Busiek nos presenta una situación en la que, efectivamente, el propio Superman puede no correr peligro inmediato, pero sí su sueño y su autoimpuesta misión de hacer un mundo mejor. Fuerzas más allá de su comprensión operan contra él. Cada vez que salva a la humanidad, la empuja al mismo tiempo hacia la destrucción. ¿Cómo encarar semejante amenaza? ¿Se puede siquiera hacer algo? ¿No sería mejor apartarse y dejar morir a millones para que el resto pueda sobrevivir? ¿Cómo puede alguien como Superman aceptar esa solución?

Así, “La Caída de Camelot” es una aventura llena de acción y suspense al estilo superheroico

Los números en los que se cuentan los últimos días de los héroes supervivientes, su agónica derrota y muerte a manos de la coalición de villanos (con una Wonder Girl marcada por las cicatrices, un Flash paralítico y prematuramente envejecido, la hija de Hal Jordan..), el paso de los años y las décadas, la desaparición de la civilización y la especie humana narrados en el diario de Lois y luego de Jimmy Olsen, son auténticamente conmovedoras para quien conozca la mitología de Superman. Menos acertado me parece el soso ultravillano Khyber, sublimación del miedo al terrorismo internacional, del que no se nos cuenta prácticamente nada, no se explica cómo ha llegado a tener unos poderes que le permiten liquidar a Superman y cuyo único y anodino papel en la historia consiste en servir de catalizador del desastre. Como tantos villanos aspirantes a conquistadores del mundo, tampoco este explica qué gracia encuentra en gobernar un planeta devastado carente no ya de civilización sino siquiera de gobernados.

La primera parte de la saga, desde la aparición de Sujeto 17 a las visiones del futuro apocalíptico, tiene buen ritmo y se centra sobre todo en ir construyendo la atmósfera de catástrofe inminente al tiempo que plantea las bases de la disyuntiva a la que Superman deberá enfrentarse. Especialmente en el primer capítulo, Busiek escribe unos perfectos Clark y Lois con los que es fácil simpatizar y cuya relación se siente afectuosa y verosímil. La segunda parte del arco argumental, en cambio, aborda los aspectos más cerebrales del problema, enzarzando a Superman y Arión en debates

Y es que en buena medida, “La Caída de Camelot” parece una colección de episodios independientes vagamente unidos entre sí mediante la intervención de Arión y su enfrentamiento con Superman. Así, el primer capítulo, el del aniversario de Clark y Lois, puede leerse de forma prácticamente independiente del resto, como también el choque del Hombre de Acero y el Sujeto 17, interrumpido bruscamente por la aparición del hechicero. En otro episodio, Superman debe poner orden en el caos desatado por una “salida escolar” de los Nuevos Dioses a Metrópolis; en otro, lucha contra el Escuadrón K, creado para detenerlo en caso de que alguna vez perdiera el control de sí mismo. Son todas ellas aventuras que bien podrían haber funcionado independientemente de la trama de Arión. Ninguno de los personajes secundarios, villanos o no, tiene un papel verdaderamente memorable (el Bromista, Zatanna, Lightray, la Liga de la Justicia, Siroco, Power Girl…) y, al final, el dilema de Superman no es tal, puesto que todos los lectores saben cuál será su respuesta.

Pero no todo son pegas a “La Caída de Camelot”, ni mucho menos. En general la aventura tiene buen ritmo y salvo algunos pasajes un poco recargados de texto se lee con agrado. Busiek introduce elementos interesantes. Su Superman es la versión inmensamente poderosa del personaje. Es capaz de escuchar a Lois desde la otra punta del planeta, lo que crea entre ambos una conexión íntima muy especial; su memoria es tal que mientras viaja en avión como Clark Kent lee novelas en cuyas páginas ha insertado micropuntos que contienen libros científicos enteros, absorbiendo toda esa información simultáneamente. Asimismo, y esto es una

También resulta acertado el paralelismo entre el Hombre de Acero y el Sujeto 17, un alien tremendamente poderoso como él, pero que tuvo el infortunio de caer en malas manos. De alguna forma, es una versión oscura y torturada de sí mismo. De la misma manera que Superman ama a toda la Humanidad, él la odia a causa de los crueles experimentos que sufrió en sus carnes, pero el lector no puede sino sentir pena y cierta

El villano principal, Arión, tiene una presencia imponente, un hechicero de tal poder gracias a su milenaria vida que incluso el Fantasma Errante no puede localizarlo. Y ello aun cuando su magia, pasada su época de máxima gloria, depende del uso de amuletos y objetos de poder. Lejos del histrionismo y los excesos que han caracterizado a tantos enemigos de Superman, Arión resulta ser un gran rival; y no sólo porque el kriptoniano sea vulnerable a la magia, sino por su inteligencia, su habilidad para la manipulación, su inquebrantable disposición a sacrificar a una minoría (aunque ésta sea de miles de millones) para garantizar la supervivencia de la mayoría y su absoluto convencimiento de que la razón está de su parte.
Desde su irrupción en el mercado norteamericano, Carlos Pacheco ha venido siendo uno de los mejores dibujantes de comics de superhéroes, un artista que no sólo sabe dibujar sino narrar, que aprovecha las enseñanzas de los clásicos (desde Alex Raymond a Neal Adams, de Jack Kirby a Gil Kane) y las integra en un dibujo elegante que se desenvuelve igual de bien en el movimiento que en la reflexión.
Pacheco es el colaborador perfecto para Busiek por cuanto es capaz de tomar la estética propia del género superheroico, rebajar su inherente inverosimilitud y barnizarla con una pátina de realismo. Su Superman es todavía joven y su musculatura está perfectamente definida. El vuelo y sus movimientos están retratados con elegancia y sin histrionismos, huyendo de las poses tópicas aunque sí recuperando como homenajes momentos clásicos de sus comics o películas.

Su capacidad para introducir multitud de detalles sin perjudicar la claridad compositiva y narrativa de la viñeta se extiende a los fondos, aspecto este en el que el comic europeo suele sobrepasar con creces al norteamericano. La profundidad de campo de sus viñetas y la elaboración de sus decorados, ya sean realistas o imaginarios, es extraordinaria.
En resumen, “La Caída de Camelot” es un comic entretenido pero que no entra ni mucho menos en la categoría de obra de referencia, ni siquiera en lo que se refiere a la mitología de Superman. Aunque el argumento es menos denso de lo que podría haber sido, que hay tramas desaprovechadas, personajes desdibujados y cierta sensación de dispersión, la saga contiene suficientes puntos de interés como para hacerse merecedora de al menos una lectura, sobre todo por esa fusión que Busiek sabe hacer tan bien entre el ideal superheroico y la verosimilitud, los puntuales momentos de gran emotividad y, desde luego, el sobresaliente dibujo de Carlos Pacheco.
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