17 oct 2017

2001- EL DECÁLOGO – Giroud y varios


La Historia del hombre es también la historia de los objetos que le rodean y que le acompañan a lo largo de su vida, individual y colectiva. A veces son objetos famosos, como fastuosas joyas propiedad de tal o cual familia; espadas blandidas por un guerrero, instrumentos musicales tocados por genios inmortales o vestidos exhibidos en ocasiones importantes. Pero en otras ocasiones, son pequeñas cosas que escapan del ojo examinador de los historiadores y biógrafos al no haber sido propiedad de nadie particularmente famoso o aparentemente decisivo en el devenir de la Historia. Son objetos íntimos que significaron mucho para un individuo, una familia o generaciones de la misma, y que quizá, a la postre, sí jugaron su papel en el gran tapiz de nuestro recorrido común. Y esa es precisamente la premisa básica de “El Decálogo”, una colección de once álbumes autoconclusivos pero interrelacionados entre sí –una relación, al fin y al cabo, que comparten los episodios históricos- con un elemento en común: un libro.



El germen de esta obra de carácter histórico, filosófico y religioso hay que buscarlo a finales de 1995, cuando el guionista francés Frank Giroud trataba de encontrar una solución narrativa intermedia entre una serie de comics y un álbum autoconclusivo, dos formatos con los que ya estaba familiarizado, cada uno con sus propias ventajas e inconvenientes. Poco a poco, va perfilando en su mente lo que será una serie de diez volúmenes, cada uno de ellos mayormente independiente del resto pero todos unidos por un nexo común: un libro de ficción titulado Nahik, escrito a principios del siglo XIX y en el que se menciona un decálogo supuestamente escrito en sus últimos días por Mahoma en la paletilla de un camello, unos mandamientos que arrojarían una nueva luz sobre el Islam. Además, los documentos y acuarelas que acompañan al libro, de excelente calidad, parecen ser auténticos.

El editor Jacques Glenat se involucró con pasión en el proyecto, sugiriendo nombres de dibujantes y ejerciendo su influencia para liberar la agenda de aquellos demasiado ocupados en principio para ocuparse de esta nueva serie que aparecería a intervalos regulares entre 2001 y 2003, rematándola con un decimoprimer volumen que
completa y cierra algunas de las historias narradas a lo largo de la saga. Un ritmo vertiginoso de publicación que sólo fue posible gracias a la intervención de una multiplicidad de dibujantes. Éstos, en orden de aparición en la saga son: Joseph Béhé, Giulio de Vita, Jean-François Charles, TBC, Bruno Rocco, Alain Mounier, Paul Gillon, Lucien Rollin, Michel Faure y Franz Drappier.

“El Decálogo” fue una obra novedosa en el mundo del comic, una nueva forma de explorar el potencial narrativo y estructural del noveno arte. Su originalidad radica en que la serie puede leerse tanto hacia adelante (del volumen 1 al 10) como hacia atrás (del 10 al 1) o incluso en completo desorden. El ficticio libro, Nahik, es, por una parte, una excusa para ir narrando historias ambientadas en distintos marcos temporales y geográficos: Inglaterra, Grecia, Yugoslavia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Turquía, Egipto …. La colección empieza en la actualidad y con cada volumen va retrocediendo en el tiempo, por lo que podemos seguir la trayectoria del libro y sus sucesivos dueños conforme va pasando de mano en mano y de familia en familia, una línea perfectamente hilada por su guionista y que obliga al lector a realizar una lectura atenta de la obra con el fin de conectar cada álbum con
los precedentes y siguientes. Por otra, el Nahik juega también un papel relevante en cada historia. A veces es el motor de la acción, el objeto de deseo de los personajes que arriesgan, ganan o pierden para conseguir acceso a él. En otras ocasiones es el catalizador del desenlace, habitualmente fatal para alguno de los personajes. Además, a lo largo de la saga, Giroud se sirve de los diferentes dramas humanos que en ella se desarrollan para mezclar Historia, Religión y Filosofía: denuncia el fundamentalismo islámico, la hipocresía vaticana o el genocidio armenio entre otros temas polémicos.

1-El Manuscrito: Simon Broemecke es un editor escocés en horas bajas, desilusionado con su
trabajo y abandonado por la mujer que ama. Un día recibe un manuscrito francés del siglo XIX que contiene una novela con un enorme potencial. Creyendo que nadie va a reclamar la autoría o propiedad de los derechos de la obra, lo traduce y publica como propio, causando una gran sensación pública, obteniendo la fama y el dinero que tanto ansía y recuperando a su amor. Pero entonces, una mujer entrada en años aparece en escena con una copia del manuscrito y amenaza con chantajearle revelando su impostura. Simon, puesto contra las cuerdas y ante la perspectiva de perderlo todo excepto la vergüenza y la humillación, decide tomar medidas desesperadas.

Este primer volumen, centrado en el ansia de fama y reconocimiento y los extremos a los que puede llegarse para alcanzarla y conservarla, ya nos da el tono de la calidad que presidirá el resto de la serie. La narración es fluida, sin atajos ni linealidades fáciles. El lector queda atrapado por la intriga del tono de género negro que preside la historia y no tarda en entender e incluso simpatizar con el personaje protagonista. La segunda parte del álbum, que narra el descenso a los infiernos de Simon, es igualmente cautivadora en su tensión y asfixiante suspense. Por su parte, el dibujo de Behé (seudónimo de Joseph Griesmar) se ajusta perfectamente a la historia. Guionista y dibujante viajaron a Glasgow para buscar localizaciones y empaparse de la atmósfera de la ciudad. Además del tradicional recurso de tomar numerosas fotos como referencia, Behé utilizó programas informáticos 3D para diseñar edificios, interiores y fondos diversos. En lugar de deshumanizar el dibujo, la incorporación de esta tecnología a sus páginas aporta un mayor grado de detalle.


2-La Fatwa: Merwan es un joven musulmán parisino que frecuenta grupos extremistas y al que atormenta la inestable relación que mantiene con Aline, una muchacha mucho más liberal que él y que trabaja como bailarina contemporánea. Mientras persigue a su novia y discute con ella momentos antes de que salga de gira con su compañía en el Orient Express, se cruza con Halid Riza, un anciano y enfermo escritor turco contra el que se ha dictado una fatwa (un trasunto, pues, de Salman Rushdie). Merwan decide entonces subir clandestinamente al tren y asesinar a Riza. Con lo que no cuenta es con que éste le muestre un ejemplar de Nahik y le haga dudar de las convicciones que creía tan enraizadas en él.

El tema que se aborda en este álbum es, claro está, el del fundamentalismo, un asunto que desgraciadamente lleva años de plena actualidad y que aquí se expone con crudeza y valentía. En sólo 54 páginas se introducen con acierto múltiples aspectos de ese problema, como las redes extremistas, el desconcierto y alienación cultural de los jóvenes que se unen a ellas, el machismo inherente a esa religión, la discriminación racial o el abandono de la república francesa hacia los harkis (soldados reclutados por Francia para
luchar de su parte en la guerra de Argelia). La historia también muestra claramente la fractura existente entre los musulmanes que buscan la verdad y la coherencia teológica, y los fundamentalistas que utilizan los textos sagrados para sustentar su poder e imponer su voluntad. Es un álbum que suscita reflexiones acerca de las religiones y las contradicciones que éstas albergan; y sobre el carácter bárbaro de ciertos escritos sagrados. Sin duda, la cautivadora conversación que durante quince páginas mantienen Merwann y Halid en el confinado espacio de un compartimento del tren es uno de los puntos álgidos de la serie. Ese breve contacto del exaltado pero ignorante joven con un musulmán humanista y erudito que se aproxima a la religión de forma más generosa e inteligente, abre en aquél una brecha en sus creencias, un mayor grado de tolerancia y emoción.

El dibujo de este álbum corre a cargo de Giuglio De Vita, un italiano que sugirió a Giroud su participación cuando éste aún buscaba artistas para los dos álbumes que le quedaban sin dibujante. A diferencia de Behé, De Vita es un artesano que sólo utiliza la informática para los efectos de tipografía, precisamente el único apartado que De Vita parece no dominar del todo bien. Dibujante de amplia trayectoria que ha trabajado en el campo de la publicidad, el diseño de storyboards y el comic, se desenvuelve perfectamente en la narrativa, la caracterización, la expresividad y la construcción de detallados escenarios.

3-Metéora: Grecia, 1958. Tras la guerra civil que azotó a ese país obligando a las comunidades
religiosas a ocultar sus tesoros culturales centenarios, un grupo de entusiastas bibliófilos recibe autorización de los monjes de uno de los monasterios de la fantástica región de Metéora para revisar su biblioteca en busca de Nahik. Sin embargo, la expedición, en pleno invierno, sufre percances y accidentes desde el primer momento. No saben que un peligroso psicópata escapado de un manicomio cercano se ha unido a sus filas. Se trata de una historia que bajo la forma de un tenso thriller explora la locura que puede insuflar la devoción religiosa y hasta qué extremos llega el ser humano por obtener lo que desea, ya sea la venganza o la belleza.

“Meteóra” es un thriller policiaco de corte muy clásico y, por tanto, bastante predecible. La trama incluye las consabidas pistas falsas y dramáticas revelaciones en el último acto. Con todo, Giroud se las arregla para despistar al lector durante bastante rato aun cuando utiliza la misma receta básica de Agatha Christie: seis personas…y entre ellas un asesino. Todos ellos pueden resultar sospechosos, puesto que todos se comportan de una forma excesivamente entusiasta o misteriosamente lúgubre. El tono general de la historia se aleja bastante de los dos álbumes anteriores, por cuanto en lugar de prestar atención a la caracterización de personajes y la relación entre los mismos, todo se centra en la progresión de la intriga policiaca y los diálogos sirven primordialmente para encauzar –correctamente o no- las sospechas del lector acerca de la identidad del asesino.

Por su parte, el dibujante, Jean-Francoise Charles, realiza un buen trabajo de ambientación aun cuando su estilo no sea particularmente bello. Como hizo Behé, viajó a Grecia para documentarse y plasmar en las páginas la atmósfera del lugar y sus paisajes (aunque la historia concluye en un monasterio, tres cuartas partes de la acción transcurren en la arisca naturaleza de la región de Tesalia).


4-El Juramento nos traslada a los días inmediatamente posteriores al fin de la Segunda Guerra
Mundial, con una Europa sumida en el caos humanitario. En el territorio que pronto pasaría a ser Yugoslavia, las heridas de un sangriento conflicto civil están lejos de cerrarse. Por una parte, los derrotados ustachi croatas, alineados con los nazis y que durante el conflicto desplegaron una brutalidad sobrecogedora; por otra, los partisanos comunistas. La guerra hizo que quienes un día fueran un grupo de jóvenes amigos bosnios, se hayan polarizado en ambos bandos…o aparentemente en ninguno, como es el caso de Davor Stimac, que optó por hacerse sacerdote tras sufrir una decepción amorosa. Tras la guerra e instalado en el Vaticano, ayuda a los ustachi a huir de la justicia aliada. Pero cuando salva a uno de sus antiguos amigos, se ve involuntariamente inmerso en un laberinto de mentiras y venganzas en el que Nahik acabará siendo su perdición.

Es este otro episodio con un guión excelente dibujado por TBC, un artista eslovaco. Su estilo, clásico, limpio e influido por la línea clara, mezcla la sencillez con la precisión, de tal forma que los personajes quedan perfectamente caracterizados gráficamente con un mínimo de detalles, tanto como las expresiones de sus
rostros. La composición, narrativa y montaje son igualmente de corte tradicional. Por su parte, el color es suave, con tonos pastel y marcando el contraste entre la luminosidad de las escenas iniciales, en las que la guerra aún no ha estallado y la vida transcurre en una relativa inocencia, y el cuerpo principal de la historia, dominado por los grises y los ocres.

Por su parte, el guión de Giroud mezcla la historia colectiva con la individual. Evita el maniqueísmo en el retrato de la relación entre los vencedores y vencidos y no olvida señalar las injusticias existentes en ambos bandos. En esta historia encontramos la tragedia de las poblaciones deportadas, la formación de los dos bloques geopolíticos a cada lado del Telón de Acero, la vista gorda de los Estados Unidos hacia los criminales de guerra para centrarse en la próxima contienda contra el comunismo, el papel del vaticano en la huida de esos criminales… Sobre ese telón de fondo evolucionan unos personajes cuyas vidas habrían seguido caminos totalmente diferentes de no haber sido por la tragedia de la guerra. La melancolía que impregna todo el relato está representada principalmente por Davor Stimac, con el corazón dividido por emociones encontradas.

5-El Vengador. En 1915, en Turquía, se perpetra el genocidio armenio. Miles de cristianos son
conducidos a la muerte por sus verdugos musulmanes pero dos de ellos, Misak y Aram Zakarian, solo unos muchachos, escapan y sobreviven…Pero no olvidan. Antes de morir, la madre de Misak le entrega Nahik como el objeto más valioso de su patrimonio familiar. Años después, en 1922, ambos amigos se reencuentran en Berlín formando parte de Némesis, una organización secreta que se encarga de ejecutar a los asesinos turcos que escaparon a la justicia y que ahora se encuentran dispersos por el mundo. Misak deberá seducir a Ayla, la hija de uno de ellos, Selim Gunnei, para averiguar dónde se esconde, una misión para la que utilizará a Nahik y que resultará más difícil de lo que había inicialmente pensado.

Mientras que los primeros tres volúmenes eran todos independientes entre sí, el cuarto y el quinto están muy relacionados. El nexo humano entre ambos episodios se hace evidente enseguida porque el origen de uno de los protagonistas del nº 4 sólo puede entenderse leyendo el 5º. “El Vengador” recupera un periodo muy delicado de la historia del siglo XX y que todavía levanta pasiones encontradas: el genocidio armenio y su reconocimiento como tal, una tragedia muy
raramente tratada en cualquier medio de entretenimiento, comic incluido. Tras habernos llevado a las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, Giroud da otro salto hacia lo que sucedía en Turquía durante la Primera, la matanza masiva y organizada de armenios por parte de los turcos –ayudados con gusto en la tarea por los kurdos-. Tras unas páginas introductorias, saltamos a 1922, a la Alemania de la posguerra, un país carcomido por la fractura social. Mientras que la aristocracia vive con esplendor, la gente ordinaria lucha para no ser arrollada por la miseria. En esa situación, los muros ya empiezan a exhibir carteles del Partido Nacional Socialista. A la postre, introduciendo el tema del perdón y el amor, este álbum subraya la ironía de que los hijos de quienes lucharon en la Primera Guerra Mundial serán los que morirán en la Segunda veinte años después.

El dibujante de esta entrega es Bruno Rocco, uno de los artistas “de plantilla” de Glenat que hasta ese momento había sido principalmente colaborador de Makyo en la serie “Le Jeu de Pourpre”. Sus páginas muestran un nivel más que aceptable, destacando –como por otra parte suele ser norma en los dibujantes francobelgas- la minuciosa labor de documentación a la hora de recrear el Berlín de los años veinte.

6-El Intercambio narra una tragedia familiar que transcurre en la Nueva York de 1902 y en la
que una joven rebelde, Alicia, se encuentra atrapada en el laberinto de terribles secretos que esconden dos familias de inmigrantes egipcios que compartieron viaje años atrás hacia el Nuevo Mundo: la suya, acomodada y con perspectivas de emprender una exitosa carrera política; y otra sumida en la pobreza y la brutalidad. Alicia, buscando sus verdaderos orígenes, recibirá una dura lección acerca de la vida y cómo la afrontan los ricos y los pobres.

En línea con los anteriores álbumes, volvemos a encontrar aquí un meticuloso trabajo de documentación histórica que envuelve perfectamente una trama de dramas familiares punteado de crítica social. La Nueva York de principios del siglo XX, en plena efervescencia, está retratada con brillantez tanto en su arquitectura como en su ambiente y variopintos habitantes. Los barrios pobres, la miseria, la suciedad y el embrutecimiento que para una buena parte de los emigrantes ha supuesto ese Nuevo Mundo contrasta con los arrogantes aristócratas que
enarbolan el Sueño Americano y lo utilizan para esconderse de la auténtica realidad.

Dejando aparte la construcción de ambiente, este sexto volumen carece de la energía de las anteriores entregas. Su intriga es demasiado predecible y los personajes resultan algo acartonados y superficiales. De la misma forma, el dibujo de Mounier es correcto pero blando y sin personalidad. Lo único destacable es el contraste que establece entre la línea con la que dibuja el mundo burgués, más clara y refinada, y la que utiliza para retratar los bajos fondos, quebrada, oscura y saturada.


7-Los Conjurados: en el políticamente agitado París de 1822, una joven esposa y madre, Hortense Fleury, se arriesga a unirse a los carbonarios, una sociedad secreta -lo que hoy llamaríamos terroristas- que trata de derrocar por la fuerza (esto es, recurriendo a atentados, agitación y levantamientos populares) al rey, Luis XVIII, símbolo de la detestada restauración monárquica. Por una parte, Hortense se mezcla en las
intrigas y planes de un grupo estrechamente vigilado por la policía y duramente castigado por la justicia. Por otro, la atracción que siente hacia uno de sus miembros, un atractivo militar, pone en peligro la relación con su anciano esposo y su hijo pequeño.

Es este otro volumen fuertemente imbricado en la Historia europea, en concreto en el periodo en el que el continente se vio inflamado por el ardor nacionalista y liberal. Giroud consigue evitar la inclusión de aburridos pasajes descriptivos del complicado contexto político utilizando en cambio los diálogos de los personajes para poner en situación al lector no iniciado en la historia francesa. “Los Conjurados” es un álbum cuya trama se sustenta casi enteramente en una falsa pista. El argumento incluye un romance, intrigas familiares, ramalazos detectivescos y generosas dosis de Historia en forma del movimiento del Romanticismo, la egiptomanía y el naciente liberalismo. Por primera vez en la colección, encontramos una historia que empieza a clarificar
ciertos aspectos del origen de Nahik en lugar de seguir rodeándolo de misterio entrega tras entrega. Se explica aquí, por ejemplo, por qué sólo existe una copia del libro o qué papel jugaron los impresores en su gestación.

El dibujo de Paul Gillon es, sin embargo, decepcionante. A diferencia de sus antecesores gráficos en la colección, que prestaron una gran atención al detalle y la documentación, el dibujante de esta entrega se muestra perezoso con los fondos, las figuras (algunas viñetas no pasan de ser meros esbozos) y la composición. Una lástima, sobre todo teniendo en cuenta que el trabajo de la colorista, M.P.Alluard, es sobresaliente.

8-Nahik. Este es el volumen central de la colección y el que le da sentido, una importancia que ya denota su propio título. Descubrimos aquí la génesis de la novela y la identidad de su presunto autor, escondido tras el seudónimo de “Alan D”. En 1813, el imperio napoleónico se desmorona. Ninon Fleury se reúne con su hermano Hector, un famoso escritor, en su residencia
particular, donde también se halla encerrado otro hermano, Eugene, un antiguo capitán de los ejércitos del emperador que regresó de Egipto sumido en la locura.

El origen de toda la colección se halla aquí, y no sólo en lo que a la ficción se refiere. La idea primordial nació en la mente de Giroud a finales de 1995, cuando leyó acerca de un episodio poco conocido de la vida del famoso escritor Victor Hugo. Éste tuvo un hermano también novelista y que sufría de demencia. Esa relación filial entre un escritor famoso y un lunático anónimo le intrigó y a partir de allí nació lo que en principio iba a ser un álbum unitario, este “Nahik”. Sólo posteriormente, Giroud decidió ampliar el concepto original para construir un auténtico árbol genealógico que cubría doscientos cincuenta años y que se convertiría en “El Decálogo”.

El eficiente dibujo de Rollin (clásico y detallista, quizá no muy acertado en las expresiones de los personajes) y el color de Chagnaud ponen imágenes a un guión inquietante dominado por el suspense y construido al estilo tradicional, esto es, por acumulación de pistas contrapuestas y rematado por una impactante revelación final. Aún así, la historia resulta subyugante gracias a la asfixiante atmósfera de locura que la domina y la trágica incursión a los terroríficos manicomios de comienzos del siglo XIX. Tras leer el álbum, el lector comprenderá muchas más cosas acerca de Nahik, la novela, pero aún le queda por averiguar si hay algo de verdad histórica en la existencia de ese decálogo escrito por Mahoma.

9-El Papiro de Kom Ombo. En este volumen entramos de lleno en la ficción histórica, retrocediendo tan solo un poco respecto al álbum precedente. En 1798, el capitán Eugene Nadal, al servicio del emperador, conoce en Egipto al pintor y arqueólogo Fernand Desnouettes –autor de las acuarelas que acompañarían la posterior edición de Nahik-. Ambos se internan en el desierto a la búsqueda del misterioso santuario en el que se dice que se ocultan los seguidores de una rara desviación del Islam.

En esta entrega llama la atención el carácter de los dos personajes principales. Nadal es un soldado con pocas virtudes aparte de su valor, proclive a caer en estallidos de ira y violencia. Su compañero, Desnouettes, es homosexual, una condición a la que se alude con finura y cierta ambigüedad. Por lo demás, es un guión relativamente clásico de aventuras y descubrimiento de mundos perdidos. Aunque enraizado en una época muy concreta, el argumento está poco relacionado con la historia de un país o un movimiento social determinados. Lo que importa aquí es la peripecia de Nadal y
Desnouettes y sólo al final, con su regreso a la “civilización”, resurge la mentalidad de una era concreta: la de la Francia imperial.

Muy destacable es el dibujo y color de Michel Faure, quien además de la línea utiliza la laboriosa técnica del punteado para construir sombras y gradaciones de iluminación. Sus caras, sin ser caricaturescas, transmiten auténtica personalidad y sentimientos y sus primeros planos están tan trabajados como los generales, no limitándose a ser meros “descansos” narrativos para el artista. Asimismo, utiliza con habilidad el color para dotar a determinados pasajes de una atmósfera especial, ya sea un oasis, un ocaso o el interior de un templo egipcio.

10-La Última Sura. Por fin llegamos al origen del misterio del Decálogo. Año 652 d. C.. Veinte años después de la muerte de Mahoma, sus seguidores se dividen en facciones que sólo la religión puede unir…o separar. El califa Utman ordena a varios de sus seguidores más eruditos que recorran sus dominios y recojan los más fiables
testimonios sobre la palabra y hechos del Profeta. Al final de esa búsqueda, se escribirá el Corán.

Una vez más, Giroud arroja algo de luz en una parte de la Historia poco tratada en los libros de texto occidentales, aquella que transcurre en el mundo árabe antiguo. La trama histórica sigue estando al alcance del lego en la materia, pero sí se puede decir que es mucho más compleja que en los álbumes anteriores. Las primeras nueve entregas se circunscribían a los dos últimos siglos de nuestra Historia. Aquí, en cambio, viajamos hasta el siglo VII y, además, a una parte del mundo con la que el lector occidental está poco familiarizado. Para evitar confusiones, Giroud multiplica los diálogos explicativos y las primeras quince páginas sirven básicamente para establecer el contexto histórico y político sobre el que transcurrirá el resto de la trama, básicamente una búsqueda que llevará a los protagonistas a encontrar el Decálogo. Su sorprendente origen será por fin revelado al lector quien, al término de este último volumen, será el único que habrá penetrado en la verdad.

No es este el mejor de los guiones de Giroud. Como ya hizo en la segunda entrega, relaciona la
religión con la lucha política, pero el tratamiento es tan clásico, tan repetido, que resulta predecible. No puede sino respetarse y alabar el trabajo de investigación y documentación del guionista a la hora de ambientar la trama –la solidez de los diálogos sobre religión así lo demuestra- pero ello no es condición suficiente para que la historia sorprenda o emocione.

Llegados a este punto, entendemos que aunque la lectura de la saga en orden cronológico e inverso al de su publicación –esto es, del décimo volumen al primero- es perfectamente posible, no es sin embargo aconsejable. Sería una forma más fácil de leer la colección, claro, pero también arruinaría su encanto: el misterio de bucear en el tiempo en busca del origen último del libro e hilar los lazos familiares que lo han acompañado a lo largo de los siglos.

Franz Drappier, el dibujante de este álbum, murió pocos días después de la publicación de las dos últimas entregas de la colección. Su trabajo es simplemente correcto, muy clásico pero poco personal. El coloreado es más problemático, con errores de bulto y escasamente trabajado. Muchos fondos están coloreados de forma totalmente uniforme, sin matices, e incluso los primeros planos de caras y vestuario carecen del menor detalle de iluminación.

11-El Undécimo Mandamiento. Este último álbum es en realidad un epílogo de un centenar de páginas en el que Giroud y varios de los dibujantes que colaboraron con él en la saga, completan y cierran algunas de las historias de la misma, añadiendo un grado extra de coherencia global. Además de profusa documentación histórica y explicaciones acerca de tal o cual evento, época, movimiento social o personaje, se incluyen cinco historias cortas que amplían lo ya narrado en otras tantas entregas: el destino de Missak y Ayla, la fratricida relación entre Eugene y Hector o el encuentro entre Smina y Benjamin Fleury. “El Undécimo Mandamiento” se publicó diez meses después de la aparición del hasta entonces último número de la saga, cuando ya era patente el éxito comercial de la misma. Nos encontramos, por tanto, ante un trabajo puramente lucrativo que se aprovecha de la popularidad lograda sin aportar realmente ideas nuevas. Eso sí, quien haya disfrutado de la colección encontrará aquí una agradable adición con la que engrosar el trasfondo histórico de todos los volúmenes.

Cada álbum de los que forman “El Decálogo” es un trabajo serio y bien documentado. Es
cierto, no obstante, que aunque guión y dibujo siempre exhiben una notable solidez, no todas las historias son igualmente emocionantes, algo comprensible dado que resulta muy difícil mantener al mismo nivel el interés de los lectores durante diez volúmenes. A ello se suma, claro está, el gusto personal de cada lector, dado que el tema y el tono difiere mucho de una entrega a la siguiente. Los álbumes que suelen ser mejor valorados, sin embargo, son los nº 1, 2 y 4, aquellos que tocan asuntos de actualidad, como la vida de un escritor a comienzos del siglo XXI, el fundamentalismo islámico o las consecuencias humanitarias y políticas de la Segunda Guerra Mundial. Son todos ellos temas más cercanos a nosotros que las agitaciones revolucionarias de comienzos del XIX, por ejemplo.

En cuanto al tono gráfico, es bastante uniforme. Los números 1, 2 y 4 son los más destacables gráficamente. A partir del número 5, el dibujo, aunque con un buen nivel, ya no presenta ninguna sorpresa y, de hecho, es tal la homogeneidad de estilos que puede que incluso el lector no aprecie el cambio de nombre en los créditos. Son
todos ellos artistas de la escuela francesa y, más concretamente, de la línea del comic histórico galo. Quizá un vistazo superficial a cualquiera de los volúmenes nos deje algo indiferentes, pero si prestamos atención nos daremos cuenta de que se trata de profesionales a los que, si dejamos aparte su falta de personalidad, resulta difícil encontrarles auténticas pegas. Todos ellos narran bien, sitúan perfectamente la acción, diferencian correctamente a los personajes, se documentan meticulosamente en todos los aspectos que rodean la historia (ambientes, objetos, vestuario, vehículos, edificios…) y combinan la elegancia en el trazo con la sobriedad. No se entregan al efectismo vacío pero tampoco arriesgan (hay alguna excepción sorprendente, como el pobre trabajo que realiza el ya mencionado Paul Gillon). Podríamos decir que se sacrifica la personalidad gráfica en aras de la coherencia global de la obra.

De la misma forma que a partir del nº 5 el dibujo se uniformiza, los guiones se encasillan en una estructura clásica. Aunque el desenlace sea a veces difícil de predecir, cada álbum está más o menos construido sobre el mismo esquema:
exposición-dudas y pistas falsas-revelaciones sorpresa. Aunque los personajes viven y mueren en épocas diversas y experimentan acontecimientos distintos, no difieren demasiado unos de otros. Sus personalidades resultan casi siempre esquemáticas no tanto por torpeza de Giroud como por los objetivos de la colección: narrar grandes historias en un número limitado de páginas. El lector, por tanto, debe clara y rápidamente identificar a los intervinientes en las mismas y el lugar que ocupan. Otra consecuencia es que bastantes giros del guión resultan precipitados o incluso inverosímiles. Así, en el nº 2, en el espacio de un par de semanas, un joven inquieto y extremista se transforma en un equilibrado pacifista. Para apreciar las virtudes de “El Decálogo” –que, como he ido apuntando, son numerosas- es necesario ser consciente de esas limitaciones y aceptarlas.

En buena medida, “El Decálogo” es una obra amarga y poco optimista respecto a nuestra naturaleza. Nahik es un libro que gira alrededor del supuesto último mensaje del Profeta, uno que llama a la paz, la reconciliación y la caridad, unos mandamientos inscritos en un omóplato de animal y luego traspasados al papel en forma
de novela. Y, sin embargo y como si de una amarga ironía se tratara, todos los que entran en contacto con él acaban engullidos por una marea de violencia, envidia, codicia, fanatismo religioso o político, odio o locura.

Leer esta obra es adentrarse en algunos aspectos poco conocidos de la Historia del mundo mediterráneo, algo que, de por sí, ya es motivo de interés. Pero también supone una reflexión acerca del hecho religioso, la fe y las bases de las creencias espirituales, preguntándose por la claridad, coherencia y legitimidad de los textos fundacionales. “El Decálogo” es algo más que la repetición o ilustración de una decena de mandamientos. Giroud pone a prueba esas directivas divinas que constituyen el armazón de la fe cuando las enfrenta al corazón humano. La conclusión es que nada es totalmente blanco ni totalmente negro, no se pueden reducir las grandes cuestiones vitales a una simple frase altisonante ni a una verdad inquebrantable.

1 comentario:

  1. Muy interesante todo lo que cuenta este cómic y lo que cuentas tu. Espero que un día caiga en mis manos.
    Un saludo

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