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A la altura del nº 165 (julio 80), Miller ya figuraba en los créditos como coguionista junto a Roger McKenzie. Es este un número que en el futuro tendría mayor importancia de lo que en ese momento parecía y ello no por la inclusión del Doctor Octopus, una de las últimas intervenciones del resto del Universo Marvel en la colección, sino porque Heather Glenn, la conflictiva novia de Matt Murdock, descubre los sucios tejemanejes en los que está inmersa que la empresa que le legó su padre y cuyo consejo de administración está compuesto por corruptos hombres de negocios. Como toda buena novia de héroe, es secuestrada por Octopus –involucrado en los mencionados delitos empresariales- y rescatada in extremis. Ese trance reúne a Matt y Heather y desplaza a la Viuda Negra, con quien el primero había estado buscando “consuelo”, decidiendo ésta volver a su país. Miller se quitaba así de en medio un personaje que, por su carácter superheroico y adscripción a la continuidad Marvel, le molestaba a la hora de poner en pie su propio universo autocontenido para Daredevil. La próxima vez que veamos a la Viuda será un par de años después y para entonces, la serie se habrá transformado radicalmente, tanto como el aspecto de la espía rusa.
El nº 166 (septiembre 80), supone una nueva mirada a un antiguo personaje, el Gladiador,

La historia tiene toda la acción que puede esperarse en un comic de superhéroes –los golpes y patadas que dibuja Miller son mucho más violentos que los que habitualmente se veían en comics de este tipo-, pero lo que verdaderamente destaca aquí es la forma en que DD interactúa con su enemigo. Betsy fue la asistente social de Melvin mientras éste estaba en libertad condicional y, siendo alguien carente de amigos, interpretó erróneamente el apoyo profesional

Pero claro, además de compasión y humanidad, en el comic había una nueva dosis de realismo sucio y violencia que estaba destinado a generar problemas. Y así fue. Con su nuevo enfoque, McKenzie y Miller no tardaron en darse de bruces con una polémica. La historia que iba a aparecer en el nº 167 (noviembre 80) se titulaba “Juego de Niños” y en ella Daredevil “unía” fuerzas con el Castigador para enfrentarse a unos traficantes que vendían a los niños fenciclidina, un tipo de droga conocido como “Polvo de Ángel”. La historia se abría con una niña que, afectada por delirios provocados por esa

Inicialmente, Marvel pensó en publicar el número sin el sello de aprobación de ese organismo, un movimiento que ya habían realizado Stan Lee y su jefe Martin Goodman nueve años antes, en los números 96-98 de “Amazing Spider-Man” (mayo-julio 71), donde uno de los personajes secundarios de la serie se convertía en adicto. Pero entonces, en la misma semana en la que ese número 167 de Daredevil iba a ser distribuido, Jim Galton, presidente de Marvel en aquel momento, decidió archivarlo y sustituirlo por un número más convencional escrito por David Michelinie y dibujado por Miller, en el que el héroe se enfrentaba a un nuevo villano, Macero.

Con efecto inmediato, por tanto, McKenzie fue apartado de la colección y sustituido puntualmente por Michelinie. Pero éste, y así se dieron cuenta todos los implicados, no era ni mucho menos el más indicado para guionizar la serie; serie que, por otra parte, de haber estado al borde de la cancelación empezaba a mostrar claros signos de recuperación. Desde su debut en 1964, “Daredevil” nunca había sido un superventas de la editorial, ni siquiera en sus mejores etapas. En los setenta, el declive era patente y, como

Aunque el fenómeno de los guionistas-dibujantes no era nuevo y fue generalizándose a finales de los setenta y ya en los ochenta, esa figura había desaparecido casi totalmente durante la Edad de Plata, cuando la estructura corporativa y fuertemente compartimentada de DC se convirtió en la norma de la industria, industria de la cual Marvel había quedado arrinconada desde finales de los cincuenta. Tras dejar Marvel en 1970, Jack Kirby fue un pionero de esa tendencia cuando

La década de los setenta, sin embargo, vio el florecimiento del artista completo, que escribía y dibujaba sus propias historias. Jim Starlin había abierto camino con su Warlock y Capitán Marvel, pero la tendencia se consolidó aquí, cuando Frank Miller obtuvo total control creativo sobre “Daredevil” una vez Roger McKenzie fue apartado de la colección. La conquista de Miller pronto fue igualada por el otro gigante creativo de Marvel en esos años, John Byrne quien, como su colega, había empezado en Marvel dibujando diversos títulos antes de alcanzar una enorme popularidad en “Uncanny X-Men”, donde coescribía los guiones junto a Chris Claremont. No mucho después, Byrne saltaría a otra de las grandes cabeceras de la casa, “Los Cuatro Fantásticos”, ocupándose tanto de las labores de guionista como las de dibujante.
Juntos, Miller y Byrne, dominarían la industria en la siguiente década , influyendo en

En dos años, Miller haría de “Daredevil” el título más vendido de Marvel, sólo superado por “Uncanny X-Men”. ¿Cómo fue eso posible? La mayoría de lectores y críticos reconocieron que “Daredevil” se había convertido en una colección “de

El estilo de Miller, muy influido por el género negro, aportó una aproximación totalmente nueva a la línea de comics de Marvel al presentar un paisaje urbano mucho menos escapista que el de otros títulos y con personalidad propia. Miller dio largos paseos por la ciudad tomando notas y garabateando bocetos. Luego, fusionó esas impresiones con la estética de su idolatrado “Spirit” de Will Eisner y el resultado fue una urbe que poco tenía que ver con la idealizada y luminosa metrópolis en la que evolucionaban otros héroes. La ciudad en la que se movía Daredevil era

Pero, además de más realista, también era la de Daredevil una ciudad más en sintonía con el sentimiento de inseguridad ciudadana que tantos neoyorquinos experimentaban en aquellos años. En este sentido, conviene recordar que Nueva York en los años setenta tenía un aspecto y atmósfera muy diferentes de los actuales. Barrios que hoy han sido conquistados por apartamentos de lujo eran entonces descarados

Lo que se veía mes a mes en “Daredevil” no eran tanto enfrentamientos con supervillanos megalómanos, científicos locos o estrambóticos alienígenas como crímenes y delitos cotidianos que los habitantes de las ciudades conocían muy bien a su pesar. A diferencia de Batman, que se enfrentaba a sus excéntricos villanos de manera individual, metiéndolos en la cárcel un mes para luchar contra otro distinto el mes siguiente, en Daredevil los matones, estafadores,

Miller, por tanto, redujo el componente fantástico a la mínima expresión. Mantuvo los sentidos incrementados y el radar de Daredevil así como ciertos toques sobrenaturales aquí y allá –como las habilidades de Stick o los ninjas de La Mano- pero en lo básico, ancló la serie en el mundo real.
La visión oscura y pesimista de la sociedad que Miller traería a “Daredevil” coincidió, por tanto, con la aparente deriva del país hacia el caos social. Aunque esta tendencia ya puede atribuírsele a personajes como el Deathlok de Rich Buckler o el Castigador de Gerry Conway, estos autores nunca llegaron a desarrollar completamente el potencial violento de sus creaciones. Hubo que esperar a Miller para que el comic book de superhéroes arremetiera contra las barreras impuestas por el Comics Code en historias ambientadas en el mundo “real” y que incluían unos bajos fondos rebosantes de camellos, yonquis, niños maltratados y violaciones. Muy poco después, el británico Alan Moore haría el mismo trabajo de zapa en DC Comics y pronto ese nuevo halo oscuro y desmitificador se extendería como un virus en todas direcciones hasta el punto de que en los noventa había degenerado en la forma de cientos de colecciones ilegibles que alejaron a incontables lectores del género.
(Continúa en la siguiente entrada)
Buen artículo, enhorabuena. Sólo un matiz: si no recuerdo mal, Ditko sí era acreditado como argumentista en Spiderman, mientras que Lee lo era como dialoguista, al menos en la segunda mitad de su estancia en la serie
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