2 jul 2017

1982- LOS NUEVOS MUTANTES (y 4)


(Viene de la entrada anterior)

Sienkiewicz abandonó “Los Nuevos Mutantes” por la mejor de las razones: se aburría y sentía que había dado a la serie todo de lo que era capaz. Si se piensa bien, resulta sorprendente que aguantara tanto tiempo en la colección. De hecho, ya no volvería a involucrarse con una colección regular, prefiriendo la ilustración de portadas y los proyectos especiales. El formato en el que trabajaba, el comic-book mainstream, tenía sus limitaciones y, aunque le habían dejado mucha libertad, acabó topándose con ellas. Había experimentado mucho, pero quería ir todavía más allá y el editor, consciente de que demasiado vanguardismo haría mella en la comercialidad, se lo prohibió. Por tanto, Sienkiewicz decidió apearse y buscar pastos más verdes. Y, probablemente, fue una decisión que hizo respirar aliviada a la editorial porque de haber continuado en esa línea progresivamente más enloquecida, la colección no habría perdurado tanto como lo hizo. A la postre, resulta irónico que Sienkiewicz alcanzara su madurez artística –aunque posteriormente continuara evolucionando dentro de la misma- en un título tan del montón como acabaría siendo “Los Nuevos Mutantes”



A partir de su marcha, la trayectoria de la colección, aunque dilatada, fue escasamente destacable y, a partir de cierto punto, un largo languidecer con momentos puntuales de calidad. Uno de ellos apareció aquel mismo año 1985, el titulado “New Mutants Special Edition”.

Con personajes como Warlock y Magik siendo miembros relevantes de la formación mutante, la colección había ido inevitablemente derivando desde el tono ligero adolescente de sus comienzos hacia temas relacionados con la ciencia ficción y la fantasía. Así, este “Special Edition” (que originalmente iba a ser el segundo Anual, pero que fue retitulado al incluir páginas adicionales –sus 64 páginas lo convertían técnicamente en un número triple-) entraba de lleno en la fantasía épica al trasladar a los Nuevos Mutantes nada menos que a Asgard, donde interactuaban con trolls, enanos, elfos y otras criaturas míticas, dejando un considerable legado en la colección (Dani, por ejemplo, asumiría el rol de guerrera valkiria, obteniendo no sólo poderes adicionales, sino un caballo alado que permanecería con ella tras su regreso a la Tierra; Karma perdería su monstruoso peso y retomaría su antigua forma en un proceso de redención y purificación, etc.).

La historia que aquí nos presenta Claremont es en realidad una continuación de los hechos que se habían narrado en la miniserie “X-Men/Alpha Flight”, al término de la cual ambos equipos vencían al dios asgardiano Loki, suscitando inevitablemente sus deseos de venganza. Ésta se articula a través de un maquiavélico plan desarrollado tanto en este número de los Nuevos Mutantes como en un Anual de los X-Men publicado simultáneamente. Toda esta larga historia sería conocida como “Las Guerras Asgardianas” y constituye una las mejores sagas jamás publicadas en la línea mutante, una perfecta mezcla de fantasía, ciencia ficción y aventura superheroica ilustrada con maestría. Paul Smith dibujó con su elegancia habitual –si bien con interés decreciente- la primera miniserie. En cuanto a los números de X-Men y Nuevos Mutantes, el responsable fue un Arthur Adams en estado de gracia en su primera colaboración con Chris Claremont, entintado por Terry Austin.

Las páginas de Adams para “Las Guerras Asgardianas” son sencillamente magníficas, a mucha
distancia de lo que se había podido ver en su primer encargo profesional, “Longshot” (que estaba publicándose simultáneamente a estos números especiales), con guiones un tanto caóticos de Ann Nocenti. Sus figuras son dinámicas, sus expresiones faciales y corporales magníficas, su narrativa clara y sencilla de seguir y el nivel de detallismo vertido en cada viñeta es sencillamente asombroso.

Lo que también convierte a este Special Edition en un momento memorable dentro de la serie es la atención que presta Claremont a la caracterización, utilizando el entorno de fantasía para explorar y profundizar en sus personajes. La extensión del relato le permite respirar, separar a los muchachos unos de otros y luego dedicar a cada uno en exclusiva varias páginas, detallando sus circunstancias y desafíos particulares antes de volver a reunirlos. Aunque este tipo de números especiales suelen
plantear tramas ajenas a la serie regular sin consecuencias para los argumentos desarrollados en la misma, éste no es el caso. Como he dicho más arriba, los personajes terminarán esta aventura transformados por las experiencias que han vivido, y esos cambios se mantendrán una vez reincorporados a su “vida habitual”.

Ya en la serie regular y tras la marcha de Sienkiewicz, las labores gráficas de la misma fueron asumidas durante dos años por una serie de dibujantes que oscilaron entre lo mediocre y lo simplemente correcto, como Steve Leialoha, Jackson Guice, Rick Leonardi o Keith Pollard. Mientras tanto, los acontecimientos narrados en “Uncanny X-Men” 200 (diciembre 85) tuvieron importantes consecuencias en los Nuevos Mutantes. Con el Profesor Xavier exiliado en el espacio, Magneto, durante tanto tiempo archienemigo de los X-Men y por entonces ya reformado, se convertía en el nuevo director de la escuela y mentor de los muchachos en el nº 35 (enero 86). Durante este periodo, el grupo fue temporalmente secuestrado por la Reina Blanca del Club Fuego Infernal, Emma Frost (que muchos años más tarde, dejada atrás su carrera criminal, se uniría a los X-Men) y volvería a
combatir a Legion.

Otro número destacable fue el 45 (noviembre 86), en el que el equipo acudía al baile que se celebraba en un instituto cercano. Allí traban amistad con Larry, un muchacho que también es mutante y que se suicida esa misma noche cuando sus compañeros de clase, gastándole una broma pesada, amenazan con descubrir su secreto y entregarlo a las autoridades. Es un episodio conmovedor que recupera el tema que más éxito ha tenido dentro del universo mutante: el miedo a lo diferente, el odio y los prejuicios. El número 50 (abril 87), de doble extensión, narraba, por fin, la batalla definitiva con el padre de Warlock, el poderoso Magus, cuya sombra había planeado sobre el equipo desde el nº 18; además, el profesor Xavier reaparece –aunque sólo temporalmente- , atestiguando lo lejos que han llegado aquellos niños asustados que recogió años atrás.

En 1987 aparece el Anual nº 3, una enloquecida historia en la que los Nuevos Mutantes reciben la visita de ese extravagante personaje que es el Hombre Imposible, quien les desafía a vencerle en un juego de ingenio. Nadie le hace caso…excepto Warlock. Ambos alienígenas se enzarzan en un duelo para determinar cuál de los dos es el mejor metamorfo. Los Nuevos Mutantes se verán obligados a utilizar los poderes de teleportación de Illyana para seguir a los dos combatientes por todo el mundo mientras adquieren formas cada vez más poderosas y potencialmente destructoras.

Como sucedió con el Anual nº 2 de “Web of Spiderman” (dibujado por Arthur Adams), este fue
otro número especial centrado en Warlock que se salva gracias al dibujo, en esta ocasión el de Alan Davis. La historia no es gran cosa y aunque se supone que toda esa extravagancia es muy divertida, su apreciación depende mucho del estado de ánimo del lector, su sentido del humor y la paciencia que tenga con este tipo de desarrollos. Al fin y al cabo, por muy hábil que fuera Claremont como guionista, la comedia no era uno de sus puntos fuertes. A pesar de ello, el conjunto se salva gracias a la versatilidad y elegante estilo de Alan Davis. No es éste ni mucho menos un episodio esencial, pero sólo por su dibujo ya puede recomendarse.

Por fin, tras meses sufriendo un carrusel de dibujantes, Bret Blevins pasó a ser el artista regular de la colección. Permaneció en ella desde el número 55 (septiembre 87) al 83 (diciembre 89), proporcionándole a la colección la necesaria estabilidad y coherencia gráficas. Pero coincidiendo con su llegada, Claremont, hasta el momento único guionista y cocreador de la serie, se marchó. Fue reemplazado por Louise Simonson, quien, como dijimos, había sido durante mucho tiempo editora de los X-Men y de los Nuevos Mutantes en su primera etapa.

Simonson propició importantes cambios en la serie sin alterar, eso sí, la tendencia hacia las aventuras de ciencia ficción y fantasía. Presentó a nuevos miembros, como Bird-Brain, una
criatura alterada genéticamente, y Gosamyr, un alienígena. Otros cuatro mutantes se unieron también al grupo desde Factor X: Boom Boom, Rictor, Skids y Rusty Collins. Pero su movimiento más polémico fue el de matar a Doug Ramsey, alias Cifra, en el nº 60 (febrero 87). Éste era un muchacho tímido y muy inteligente con el original pero visualmente poco atractivo poder de comprender y expresarse en cualquier lenguaje imaginable. Cuando llegaba el momento del combate, en el mejor de los casos sus habilidades no servían para nada y, en el peor, se convertía en una carga para sus compañeros.

Simonson recibía muchas cartas de lectores quejándose de lo aburrido que resultaba Cifra en comparación con sus compañeros. No pocos opinaban que lo mejor era matarlo, así que la guionista decidió complacerlos, haciendo que el personaje diera la vida protegiendo de una bala a su amiga Rahne. Y entonces, la marea cambió, y la redacción de Marvel se vio inundada de cartas quejándose por esa muerte y asegurando que Cifra era su personaje favorito.

Aunque la muerte de Doug Ramsey fue fuente de controversias, la etapa Simonson también
ofreció otra de las más recordadas líneas argumentales de la colección, una secuela del “New Mutants Special Edition”, en la que los héroes regresaban a Asgard. Esta dilatada historia (78, agosto 89 – 89, enero 90) concluía con Dani Moonstar tomando la decisión de quedarse en el mítido reino mientras sus compañeros regresaban a casa.

A finales de la década, la colección se convirtió en heraldo de algunos de los desastres que se iban a abatir sobre la industria del comic-book en los noventa. El principal cambio tuvo lugar en el nº 86 (febrero 90), cuando el dibujante Rob Liefeld pasó a encargarse de las tareas gráficas. Su participación fue incrementándose hasta el cierre de la serie, en el nº 100 (abril 91) llegando a guionizar los tres últimos episodios. El trabajo de Liefeld en Los Nuevos Mutantes acabó siendo su plataforma de lanzamiento al estrellato. Su estilo, centrado en dibujar figuras musculadas hasta límites absurdos, armas de dimensiones igualmente inverosímiles y llenar las viñetas de líneas sin ton ni son, ha sido criticado hasta la saciedad por muchos de los aficionados más veteranos, pero lo cierto es que resulta difícil negar el éxito que registró a
comienzos de los noventa. De hecho, se convirtió en uno de los artistas más cotizados de la industria y contribuyó a introducir cambios radicales en la estructura de la misma.

En su segundo número como dibujante –aunque todavía con guiones de Louise Simonson-, el 87 (marzo 90), presentó a su personaje más longevo, Cable. Éste se convirtió en el nuevo líder del grupo y, a diferencia de Charles Xavier, modelado a partir de hombres de paz como Martin Luther King o Gandhi, Cable era un el prototipo de hombre de acción: duro, forrado de armamento, malhablado y violento que parecía hecho a medida para triunfar en la moda anti-heroica de los noventa. De hecho, la popularidad de Cable, junto con la del Castigador, Venom y otros personajes de moralidad cuando menos discutible, se convirtieron en el patrón de toda una época de los comics de superhéroes, una en la que la línea entre el bien y el mal era mucho más vaga que en las generaciones anteriores. A Cable siguieron otros personajes cortados por patrones similares (Domino, Copycat, Feral, Sendero de Guerra, Shatterstar) que engrosaron las filas de los Nuevos Mutantes.

Tras cerrar la serie en el número 100, Liefeld y el guionista Fabian Nicieza lanzaron en agosto
de 1991 un nuevo equipo llamado X-Force en su propia colección, equipo integrado por muchos de los personajes presentados en el último año de Los Nuevos Mutantes. “X-Force” fue un éxito rotundo, convirtiéndose instantáneamente en uno de los comics más vendidos de Marvel.

Por una parte y hasta cierto punto, los Nuevos Mutantes pueden ser considerados como un fracaso. Se pretendió que cubrieran un vacío concreto en el universo de los X-Men y se lanzó con el claro mandato de narrar historias sobre adolescentes con poderes más que aventuras superheroicas al uso. Sin embargo, era un encargo destinado a no cumplirse debido a las exigencias del género y su papel de serie derivada de otra inmensamente popular y cuyas directrices ya habían demostrado su validez. Independientemente de lo nobles que fueran las intenciones iniciales de sus creadores, Chris Claremont y Bob McLeod, no pasó mucho tiempo antes de que los Nuevos Mutantes invirtieran casi todo su tiempo no en las aulas escolares o los centros comerciales, sino combatiendo superamenazas y participando en aventuras épicas.

Cuando Louise Simonson relevó a Claremont al frente de la colección, tanto ella como su dibujante, Bret Blevins, intentaron reconducir a los protagonistas para que se comportaran más como adolescentes y, de esta forma, regresar al concepto original. De vez en cuando lo lograban, -en otras ocasiones se pasaban de la raya, retratando a los muchachos como niños petulantes de ocho años- pero en su mayor parte siguieron siendo, sobre todo lo demás, superhéroes. Cuando la colección fue cancelada, la mayor parte de los miembros originales se habían marchado y los que ahora conformaban el equipo se ajustaban al patrón de “héroe” villanesco, arrogante y violento.

Por otra parte, los Nuevos Mutantes fueron un enorme éxito comercial desde el principio.
Demostraron que el universo mutante de Marvel podía albergar otras colecciones derivadas de los X-Men, una posibilidad que se explotó hasta el cansancio en años posteriores. La colaboración de Claremont y Bill Sienkiewicz, además, le proporcionó a la serie los halagos de la crítica y los números que produjeron siguen estando considerados como de lo mejor de la Marvel de los ochenta. Y aunque fue técnicamente cancelada en su número cien, ello no se debió al descenso de ventas, tal y como demostró que su sucesora, “X-Force” perdurara otros 129 números y que su primer episodio durante un tiempo ostentara la marca de ser el comic book más vendido de todos los tiempos. En lo que se refiere a Rob Liefeld, lanzó su carrera como uno de los dibujantes más cotizados –y denostados- de la industria; en cuanto a Cable, presentó a un personaje que ha protagonizado numerosas series desde su creación; y con Deadpool introdujo a uno de los héroes más singulares y exitosos de las últimas dos décadas.

Y más allá de Cable, Deadpool y Liefeld –todo un personaje en sí mismo-, la colección ofreció otros héroes que han demostrado su capacidad de supervivencia bajo una u otra forma en varias colecciones dentro y fuera del universo mutante. Bala de Cañón se unió a los X-Men y tanto él como Mancha Solar son también Vengadores. Loba Venenosa pasó a Factor X (y a Excalibur durante un tiempo). También Illyana ha mantenido su presencia en el Universo Marvel incluso tras sufrir una de las más emotivas muertes del género víctima del Virus del Legado (en “Uncanny X-Men” 303”).

En resumen, Los Nuevos Mutantes no consiguieron su propósito original, pero sí expandieron el mundo de los X-Men y crearon nuevos y memorables personajes. Su relativamente breve andadura (al menos para los parámetros de aquella época) y su papel como incubadora del fenómeno Rob Liefeld tiende a ensombrecer sus legítimos éxitos, sobre todo y en primer lugar, ser la primera serie en nacer en el seno de los X-Men.


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