¿Cómo se produce un comic? ¿Los dibujantes y guionistas nacen o se hacen? ¿De dónde sacan sus ideas? ¿Su creatividad es fruto de la genialidad o del duro trabajo? ¿Cuánto de ellos mismos vierten en sus historias? Son preguntas que todo aficionado se ha hecho alguna vez y a las que cada creador responderá de una forma diferente. En el caso de Dupuy y Berberian, además, esas respuestas son más complejas porque ambos trabajan juntos en los principales aspectos creativos de cada uno de sus álbumes: escritura, planificación, montaje, dibujo, entintado...
De su principal obra conjunta, “El Señor Jean”, ya hablé en una entrada anterior, por lo que no me extenderé más sobre ello. Es, eso sí, una serie que –al menos hasta su tercer episodio- es necesario leer para entender el álbum que ahora voy a comentar; un álbum muy inusual, tanto en su formato y producción como en sus metas. Supone, también, una ruptura respecto al habitual sistema de creación de sus autores. En lugar de dibujar y escribir a cuatro manos, cada uno de ellos se ocupa aquí de sus propias historietas.
El contenido es asimismo heterodoxo, puesto que Dupuy y Berberian trataron aquí de documentar


“Confesiones de un eterno adolescente”, también escrito y dibujado por Berberian, nos lleva a París. Tras el interludio campestre de la primera parte, el autor trata de concentrarse en el trabajo, pero sucumbe continuamente a las tentaciones de salir de compras para satisfacer su bulimia de discos y libros, una manía que justifica por su ansia de retener de algún modo los recuerdos de una infancia que transcurrió en Irak y Líbano. Mediante sus ensoñaciones diurnas –muy parecidas a las que experimenta el señor Jean- en las que conversa con una versión infantil de sí mismo, nos revela rasgos no siempre positivos de su personalidad y carácter: se nos describe como disperso, impulsivo y dividido entre su obligación de comportarse como un adulto maduro y su deseo de aferrarse a la adolescencia.
Dupuy toma las riendas en el siguiente capítulo, “Lunes, 23 de agosto de 1993”. Angustiado por la

“El año pasado” nos cuenta el dilema de los autores acerca de si conceder la publicación de su Diario a Los Humanoides Asociados (que ya venían editando la serie de “El Señor Jean”) o a La Asociación, una pequeña editorial especializada en obras pequeñas y atípicas y con la que tenían una mayor sintonía artística y personal (esta última sería la que se llevaría el gato al agua. En España el comic fue editado por Planeta DeAgostini). Por otra parte, Dupuy trata de avanzar en su trabajo enfrentándose a todo tipo de problemas ajenos al creativo: una vecina trastornada que le impide dormir, los problemas

Berberian firma las siguientes catorce páginas, recogidas bajo el título de “Batman”, y donde se nos cuenta cómo los autores, con el álbum de El Señor Jean ya prácticamente terminado, se enteran de que la editorial, Humanoides Asociados, está experimentando serios problemas financieros que amenazan con paralizar la aparición de aquél. Berberian trata de recuperar la inspiración y el optimismo interiorizando el pasaje de un libro, reconciliando así su deseo íntimo de escribir y dibujar con la vertiente más comercial y más detestada por él pero que es la que le permite ganarse la vida. Las doce páginas finales de “Diario de un Álbum”, dibujadas por Dupuy, ilustran el desagradable frenesí que supuso para ambos autores la terminación y publicación de aquél álbum: la editorial

Es cierto que “Diario de un álbum” adolece de cierta dispersión, pero ello obedece a su propio planteamiento de base. Para empezar, se trata de una obra de metalenguaje, inclasificable y arriesgada en el que los autores dan un paso atrás y se contemplan a sí mismos, su trabajo y su entorno con mirada crítica, incluso burlona, mezclando realidad y fantasía. Es, también y al mismo tiempo, una autobiografía, un diario y una meditación sobre el proceso creativo.
Por otra parte, ambos autores, en lugar de trabajar juntos y compenetrados como es lo habitual en ellos, desarrollan según su propio criterio, con un estilo suelto, rápido y espontáneo, los episodios de sus respectivas vidas inmediatamente anteriores y simultáneos a la creación del álbum del señor Jean y que ellos creen han sido más relevantes. En este sentido y aunque


Los diálogos son verosímiles; las situaciones extraídas de la vida misma y pasadas por un filtro de ironía y aderezadas con una pizca de fantasía, hay humor pero también drama e incluso tragedia. A pesar de tratarse de un álbum con un alto contenido emocional en ningún momento se cae en el histrionismo o el sentimentalismo. Como sucede con “El Señor Jean”, ambos autores saben mantener sus confidencias y tono general dentro de los límites precisos para que el lector no se sienta un simple voyeur. No es fácil exponer ante una legión de desconocidos las intimidades sentimentales, las inseguridades y los defectos. Hay que reconocerlos, aceptarlos y luego elegir la mejor forma de exponerlos sin caer en la autocompasión o la vanidad.
En resumen un álbum modesto pero plenamente sincero y, por tanto, valiente, que nos da una nueva perspectiva acerca de lo que se esconde tras las viñetas que tanto disfrutamos y con el que se sentirán identificados todos aquellos que saben lo difícil que resulta la labor creativa.
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