Batman es uno de los personajes más icónicos de la cultura popular y es fácil ver por qué. Después de pasar por tantísimas interpretaciones artísticas y divagaciones sobre su naturaleza, espíritu y motivaciones, hoy sigue siendo una figura extrañamente inspiradora. Representa el ideal del hombre que marca la diferencia, que supera el trauma de su origen para transformarse en protector de los indefensos, que no cuenta con poderes especiales pero sí con una voluntad indomable. Puede que sea taciturno e incluso violento, pero aun así es uno de los superhéroes más queridos por fans y creadores y por eso estos últimos siempre han estado dispuestos a ofrecer su particular visión del mito del Murciélago, ya fueran practicantes habituales del género superheróico o artistas asentados en el mundo del comic alternativo. En este último caso se encuadra Paul Pope.
Desde sus primerizos y minoritarios trabajos, como “THB” o “Escapo” hasta sus producciones


La miniserie empieza con una larga escena de ritmo trepidante que nos muestra a un Batman herido y apaleado huyendo de la policía, una policía que utiliza vehículos voladores y perros de presa con cámaras implantadas en los ojos. Considerado hasta ese momento como una mera leyenda urbana de Gotham, Batman sale a la luz pública y se convierte en objetivo del gobierno nacional, que en el año 2038 es de tipo totalitario, ejerciendo un control absoluto sobre los ciudadanos. No solamente no pueden permitir que ande suelto alguien sin identidad conocida, sino que ha sido acusado de asesinar a un policía federal.
Mientras tanto, el inspector Jim Gordon es apartado de la investigación de ese asesinato a pesar

Quizá la raíz de las críticas vertidas por una parte de los fans resida en el pensamiento político de Pope. Como muchos de los profesionales que hicieron dinero siendo jóvenes, sus inclinaciones políticas tienden al neoliberalismo. Elementos de su filosofía política habían ido filtrándose en su obra con anterioridad, pero en “Batman: Año 100” aquéllos chocan con las bases sobre las que se construyó el héroe. Las películas que Christopher Nolan realizó sobre Batman, especialmente “El Caballero Oscuro”, se centraban en los sacrificios que realizaba Bruce Wayne para proteger a su ciudad, perdiendo en el proceso a la mujer que amaba e incluso asumiendo la responsabilidad por un asesinato que no cometió…todo por el bien de la

“Batman: Año 100”, como su anterior “Heavy Liquid” , tiene como fondo unos Estados Unidos distópicos ¿Y quién es el villano de la historia? Pues resulta que la Casa Blanca está dirigida en la sombra por un burócrata amante del té que, cuando se confirma la existencia de Batman, sufre un -poco explicado e histérico- ataque de angustia y decide acabar con él. No porque constituya un peligro para la sociedad, sino porque es libre y mantiene intacta su privacidad. Sus secretos son sólo suyos y su existencia y vida no están registradas y controladas por el gobierno, como sí sucede con las de todos los demás ciudadanos. Ese marco orwelliano se ajusta, por tanto, al estereotipado fantasma neoliberal del aparato gubernamental todopoderoso y omnisciente, y el tema de la narración, en el fondo, es el del Hombre contra el Estado.
“Batman: Año 100” comienza igual que termina “El Regreso del Caballero Oscuro”: con un Batman en la clandestinidad y huyendo de los policías. Pero el Batman que encontramos aquí no se va a dedicar a atrapar rateros o encarcelar gangsters; tan sólo hay una mención de pasada acerca de su papel de vigilante, pero nunca lo vemos ejercerlo. En realidad, ni siquiera sabemos si en un Estado controlador como el que se nos

No, el enemigo de este Batman es el propio estado policial, un estado que le teme porque no figura en sus archivos; él es el único “ISC” o “Indocumentado y Sin Clasificar” del que tienen constancia, un verso suelto que se cuela por los resquicios del sistema. Publicada en 2005, “Año 100” es una historia claramente encuadrada en un escenario post-11 de septiembre. Ya no hay aquí villanos estrafalarios ni señores del crimen, sino bioterroristas y agencias gubernamentales que operan al margen de toda supervisión. Pope también introduce un tema que ya entonces empezaba a preocupar y que hoy, más de una década después de su publicación, sigue suscitando un encendido debate: la tensión entre la libertad en el flujo de información y la seguridad y los peligros –o no- de la filtración de documentos oficiales clasificados.
Para muchos fans acérrimos de Batman, este nuevo enfoque no fue una decisión acertada. En todas las versiones del héroe imaginadas previamente, éste ha tenido un origen similar: la pérdida

Aunque no es una historia, digamos, “oficial” de la línea “Otros Mundos”, la acción de “Batman:

¿Cómo es eso posible? ¿Cómo podría Batman haber empezado su carrera en 1939, estar todavía activo en 1966 y también–aunque anciano- en 1986 (año en que se publicó “El Regreso del Caballero Oscuro”) y regresar en el año 2039?. Es éste un misterio que se encuentra en el corazón mismo de “Batman: Año 100”, pero que Paul Pope, en vez de resolverlo, prefiere mantener en el terreno de la ambigüedad. Ni siquiera el rostro desenmascarado de Batman nos ofrece pista alguna porque Pope siempre se

Parece que lo que Pope hace en “Año 100” es tejer su propia continuidad independientemente del batiburrillo de Tierra 1, Tierra 2, Crisis en Tierras Infinitas o los Nuevos 52. Una continuidad que toma elementos de la oficial y algunas alternativas, pero que tiene su propio recorrido, estableciendo nexos con cada época de la historia de Batman como personaje de una forma novedosa.
Hace algún tiempo circuló por Hollywood un guión que reuniría en una sola película a Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore y Timothy Dalton bajo la premisa de que “James Bond” no era más que un nombre que adoptaba quienquiera que en ese momento fuese el principal agente “doble cero” británico, y que la amenaza que planteaba dicho guión era de tal envergadura que requería de todos ellos. Puede que esa misma idea sea la que subyace en “Batman: Año 100”, siendo el hombre murciélago una suerte de encarnación casi mística, una emanación de la propia ciudad de Gotham. Apuntando a

Al final, (ATENCIÓN: SPOILER) Gordon le revela a Batman que sabe que es Bruce Wayne, un truco forzado por parte de Pope para enfatizar su enfoque (que lo que importa es el icono, no el hombre tras él) pero que suscita más preguntas de las que responde. ¿Estamos ante el Wayne original, que de alguna forma ha conservado o recuperado su juventud? ¿Quizá un nieto suyo, de la misma forma que el comisario de la historia es el descendiente del Gordon que todos conocemos? ¿Es un clon de Bruce Wayne? ¿O es que la historia vuelve a repetirse y éste es algún otro Bruce que nada tiene que ver con el antiguo multimillonario que portó el emblema del murciélago? (FIN SPOILER).

Tras presentar Gotham y desarrollar una frenética escena inicial de persecución, Pope introduce junto al caso a resolver (el asesinato de un policía federal que oculta una conspiración en las altas esferas gubernamentales) varios elementos familiares, unos hitos de referencia que aseguren al lector que, aunque las cosas parezcan un poco extrañas, no se ha salido completamente del mito. Estos hitos son el entorno humano de Batman, aquellos personajes sin los cuales no podría llevar a cabo su misión. Tenemos una madre y una

Curiosamente sí que está ausente alguien a priori tan importante para el mito como es Alfred. Esa omisión probablemente se explique porque la historia pone el énfasis en la trama sobre la caracterización y prefiere centrarse más en la leyenda de Batman que en el alma torturada que se esconde tras ella. Para comprender el mundo interior y las motivaciones de Bruce Wayne (o quienquiera que se ponga la máscara del murciélago) es necesaria la figura de Alfred, ese personaje que actúa como nexo de unión de Batman no sólo con el mundo real sino con la vida que perdió cuando sus padres murieron. Pero “Batman: Año 100” no es esa clase de historia. El héroe se pasa buena parte de la trama corriendo, peleando y esquivando balas y explosiones, sin detenerse ni un momento para explicarnos en alguna escena por qué hace lo que hace. Ha vuelto y tiene un caso que resolver y una misión que cumplir. No hay tiempo para reflexionar sobre sus antecedentes o por qué las leyendas nunca pueden morir.

En esa verosimilitud tiene mucho que ver la imperfección del propio personaje, algo que Pope retoma de “Batman Año Uno”. Demasiado a menudo, guionistas y dibujantes representan a

El de “Año 100” es un Batman que pega más fuerte que nadie, sí, pero que no se libra de recibir un fuerte castigo, un castigo dolorosamente representado por Pope. Sus movimientos son tan rápidos que las cámaras no pueden enfocarle con nitidez, pero no tanto como para esquivar las balas. Cuando huye de la policía y sus perros corriendo por las azoteas de la ciudad, suda, jadea y sangra. Es el hombre más peligroso del mundo, pero sigue siendo un hombre, un hombre que

El propio disfraz que lleva Batman enfatiza ese afán de verosimilitud: las mangas son demasiado cortas, dejando ver la carne que hay debajo y recordando de esta forma que no deja de ser un hombre disfrazado. Calza pesadas botas militares de caña alta y cordones, los calzones parecen un bañador y las costuras del traje resultan visibles. La máscara –que respeta el diseño original de Bob Kane- parece la que llevaría un luchador de wrestling mejicano. Todo ello apunta a un Batman recién estrenado y con poco soporte tecnológico. En este sentido, Pope dibuja meticulosamente el cinturón de utilidades, cuyos múltiples bolsillos y elementos están pensados para transportar y organizar un inventario concreto de gadgets que podría necesitar –y que pueden verse en los bocetos preparatorios- . En lugar de la Batcueva o una elegante mansión, sus escondrijos son pisos francos y en vez de un espectacular Batmovil monta una moto trucada. Pope ni siquiera respeta el tradicional carácter solitario del héroe: la suya es una misión que requiere de un equipo y sin el apoyo tecnológico y

Para inspirar miedo, a este Batman no le basta una máscara o una capucha y, además de sus cápsulas de ácido, gas y explosivos en miniatura, su arsenal de trucos incluye una prótesis dental de cerámica que le reviste de un aspecto más monstruoso. Este justiciero enmascarado, como dice Pope, “pretende ser Nosferatu”. De hecho, la iconografía vampírica inspira también el diseño y presentación del principal vehículo de Batman. La primera vez que se ve entera la Batmoto, está colgada boca abajo en una alcantarilla, envuelta en una lona que le hace parecer un gigantesco murciélago dormido. Las pocas y borrosas imágenes que las cámaras de la policía logran captar de Batman lo presentan como una especie de borrón amenazador, un rostro retorcido del que sobresalen unos grandes colmillos.

Pope introduce algún que otro guiño a “El Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller, sobre todo en lo que se refiere a la visceralidad física de sus personajes y un negro sentido del humor, mientras que el ritmo y la intensidad de la historia remiten a la televisiva “24”. Ciertos elementos y situaciones, como la bisoñez del héroe, su enfrentamiento con la policía, el énfasis en Gordon y su primer encuentro con el justiciero…están heredados de la otra gran obra que Frank Miller hizo sobre el personaje, “Batman Año Uno”.
“Batman: Año 100” es un comic realizado con extraordinaria atención por el detalle, auténtico

Como siempre, es un gozada leer tus reseñas. Y sí, lo que recuerdo de esta versión de Pope es la acción, pero ya me dieron ganas de leerlo otra vez. Y uno solo puede imaginar cómo habría quedado un Kamandi escrito por Pope. Saludos desde México.
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