Año 3000 d.C. Inglaterra sufre una invasión alienígena que devasta el país y causa millones de refugiados. Uno de ellos, Tom Prentice, pierde a sus padres mientras huye del caos y se refugia en el túmulo de Glastonbury, donde descubre la tumba del rey Arturo. Éste, fiel a la leyenda, despierta al sentir el peligro que se cierne sobre su país y, acompañado por Prentice, se dirige a Stonehenge para liberar de su letargo a su maestro y aliado Merlín.
Juntos los tres, irán reuniendo una nueva Tabla Redonda: los antiguos caballeros -y la reina

Habría que comenzar diciendo que, a pesar de que Barr utiliza tres elementos propios del género de CF, los alienígenas, el escenario futurista y la tecnología avanzada, no se molestó mucho en trabajar ninguno de ellos. En general, el futuro que propone la serie está totalmente trasnochado. Nos dicen que es el año 3000, pero resulta inverosímil que tras una Tercera Guerra Mundial en el siglo XXVIII en la que murieron miles de millones de personas, Estados Unidos y la Unión Soviética sigan manteniendo su estatus de superpotencias enzarzadas en una Guerra Fría. Barr no invirtió sus esfuerzos en crear un futuro

Pero es que, además, esos elementos de CF son totalmente prescindibles, un mero adorno cosmético en lo que en su estructura y fondo es una historia perteneciente al género fantástico: la narración no experimentaría cambio sustancial alguno si se hubieran sustituido los extraterrestres por bárbaros o terroristas, y la localización temporal fuera el presente o cien años atrás. En cambio, no puede contarse sin los hechizos de Morgana, el milagroso Grial, la mística Excalibur, la brujería de Merlín o las sobrenaturales reencarnaciones de los personajes. En este sentido, Barr bebe en exceso de las leyendas artúricas (en las que él mismo admitió no estar muy versado). Obviamente, su intención era la de trasladar el mito al futuro, poniendo a personajes bien conocidos en un entorno distinto. El problema es que ese nuevo contexto no desencadena demasiados cambios respecto a las antiguas leyendas y los personajes acaban

Si se analiza la historia con un mínimo detalle enseguida se detectan serias incoherencias y divagaciones sin sentido. La invasión extraterrestre, que marca poderosamente el inicio, se relega pronto a un segundo plano sin que el resto del mundo parezca preocuparse demasiado por tal amenaza. Enseguida el foco de la narración se traslada a las intrigas y ataques que sufren los recién encarnados caballeros de Arturo, sin que nadie -aparte de los principales líderes políticos- parezca cuestionar su autonombrado liderazgo mundial contra una invasión que sólo parecen combatir cuando son sus caballeros el objetivo a batir. Los dirigentes (el presidente americano, el premier soviético, la presidenta china y el dictadorzuelo africano) son caricaturas histriónicas que parecen fuera de lugar y de los que se prescinde con ligereza. Por no hablar de la irrupción de los elementos más típicos e inverosímiles de los tebeos de superhéroes, como el rey Arturo partiendo en dos con su espada una nave atacante, los caballeros irrumpiendo

Todo está contado con un ritmo tan rápido que en demasiadas ocasiones se da un tratamiento excesivamente superficial a momentos de gran emotividad, como la muerte y resurrección de Ginebra, un momento climático de la aventura, que se resuelve en pocas páginas. Más tarde, Lanzarote y Ginebra son castigados con el exilio por traicionar a Arturo, pero en el siguiente episodio son perdonados y apenas se vuelve a mencionar de nuevo el "asunto". El subargumento en el que Perceval, el más puro de los caballeros, persigue y encuentra el Grial, tiene un gran potencial emocional, pero acaba siendo un callejón sin salida superfluo porque el guionista no dedica ni una página a profundizar en sus pensamientos y sentimientos.
Pero no todo son puntos negativos en el guión. Su mejor logro, más que en la trama, reside en la

A través de los diferentes personajes, Barr quiere dar carácter global a una leyenda que, aunque británica, ensalza valores universales. Cierto es que cae en una forzada corrección política: entre los caballeros se encuentran no sólo dos mujeres (aunque una de ellas tenga el alma de un hombre) sino las esperadas cuotas de un africano y un oriental, este último, para colmo, ataviado de samurai. Pero por lo demás, el enfoque de Barr es interesante: Arturo es un guerrero simple y con pocas luces, en parte porque ha despertado directamente desde la Edad Media y no comprende ni le interesa la política ni las intrigas que le rodean. Es valeroso y heroico, pero al mismo tiempo Morgana nos cuenta -y no se aclara si es la verdad o una de sus mentiras- cómo en el pasado trató de asesinar a su bebé

Pero el personaje más brillante y atractivo es Tristán, antaño un gallardo y varonil caballero que


El recorrido vital de Tristán está relacionado con el de Tom Prentice. Éste representa la conexión con el lector, los ojos a través de los cuales vemos a los héroes. Al haber perdido a sus seres queridos a resultas de la invasión, adopta a la Tabla Redonda como su nueva familia, luchando por ella. Descubre a Arturo y lo despierta, se enamora de Tristán, actúa de conciencia de Lanzarote cuando ve a éste flirtear con Ginebra poniendo en peligro la unidad del grupo, salva la vida de Arturo casi perdiendo la suya y durante toda la aventura, madura hasta convertirse en un adulto. Comienza huyendo aterrorizado de los aliens y termina convertido en uno de los principales promotores de la reconstrucción de Inglaterra. Barr tuvo un gran acierto al introducir a este

Lanzarote y Ginebra encuentran la felicidad juntos pero es que, al fin y al cabo, están predestinados a ello. El resto de los caballeros que sobreviven a la aventura encuentran sus propios caminos hacia la felicidad, pero realmente no maduran como personajes. Tristán y Tom son los únicos que evolucionan: al final de la historia son mejores personas que al principio.
Por supuesto, "Camelot 3000" no hubiera recibido ni la mitad de atención y alabanzas si no hubiera sido por el dibujo de Brian Bolland. Éste fue uno de los primeros dibujantes ingleses que desembarcaron a comienzos de los ochenta en el mercado norteamericano. En unos pocos años, junto a varios compatriotas guionistas, se convertirían en un auténtico revulsivo para la industria. Como suele suceder con estas cosas, aquella transferencia artística comenzó de la manera más sencilla y aparentemente insignificante. Por aquel entonces, el

Len Wein, a la sazón editor en jefe de DC, eligió a Bolland para "Camelot 3000". Fue una opción arriesgada. Ciertamente, se trataba de un dibujante de gran talento, pero hasta la fecha no se había tenido que enfrentar con una serie de cadencia mensual, lo que implicaba cumplir con fechas de entrega muy estrictas. Y aunque el entintado final corrió a cargo de otros profesionales (Bruce D. Patterson, Terry Austin y Dick Giordano), dado el detalle con el que Bolland trabajaba el lápiz, le supuso un esfuerzo considerable. De hecho, los números 8 al 11 no respetaron su fecha de salida prevista y el último llevó en portada una fecha de salida nueve meses posterior a la del anterior. Después de

En el aspecto gráfico, el dibujo de Bolland aún debería mejorar mucho en años posteriores aunque el nivel de su trabajo es muy superior al de la media de los dibujantes de entonces. Su diseño fisionómico de los personajes es excepcional (aunque sobran esos uniformes chillones y hasta horteras que pretenden identificar claramente a cada caballero). Su habilidad a la hora de poner emociones en los rostros y manejar a los personajes impresionaron desde el principio a Mike W.Barr hasta el punto de que modificó su forma de trabajar, ahorrando texto y dejando que el dibujo de Bolland hablara por sí solo. Sus composiciones de viñeta son sólidas y espectaculares cuando la historia lo requiere y su atención al detalle dota al dibujo de una precisión y riqueza nada habituales en el mercado norteamericano. Las portadas (bosquejadas, eso sí, por Ross Andru, para disgusto de Bolland),

La importancia de "Camelot 3000" reside no tanto en sus logros narrativos o gráficos como en su papel pionero en el mundo del comic-book norteamericano. DC, siendo una de las grandes empresas del sector, se atrevió a salirse de sus estrictos esquemas habituales para internarse en temas ciertamente escabrosos que jamás hubieran tenido cabida en sus colecciones regulares; y todo ello años antes de la explosión definitiva del comic "adulto": sátira hiriente contra instituciones políticas (desde un presidente norteamericano de opereta a unas Naciones Unidas al servicio de oscuros intereses), escenas explícitas de violencia y sexo (amor lésbico, cambio de sexo, adulterio, insinuaciones sexuales poco veladas)...
Era evidente que la maxiserie no pasaría el filtro de la censura y el sello del Comics Code


Han pasado más de treinta años desde la publicación original de "Camelot 3000" y, con todos sus

Este cómic lo empecé a leer de crío en la edición de Zinco pero tuvo que pasar años hasta que pude completarlo. Estoy totalmente de acuerdo contigo en todo. A mi tierna mente infantil le impactó tremendamente el tema de Tristán y el abracadabrante dibujo de Bolland, no había nada igual en aquella época, ni siquiera N. Adams. Por otro lado ese futuro es tan 80 que en aquella época no cantaba. Así, este cómic contribuyó a forjar mi vara de medir cómics. Que no haya miedo a ser rocambolesco y audaz es muy importante para mi. En fin, tu visión de la historia, choque pasado/presente-futuro, ha enriquecido mi lectura y todo lo que comentas, que ignoraba, de que fue muy innovadora ha hecho que la valore aún más. Es curioso que una obra con muchos cosas vulgares a la postre sea tremendamente rompedora aún hoy, el tema de Tristán sigue estando tan lejos del mainstream como entonces.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado la entrada y que te haya aportado algo nuevo. Coincido en que la historia de Tristan es magnífica incluso para los estándares de hoy y que los comics mainstream actuales siguen sin tocar estos temas con la misma libertad que disfrutó Barr. Un saludo
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