27 abr 2016

1983-THOR - Walter Simonson (y 4)



(Viene de la entrada anterior)

Thor sorprende a todos cuando renuncia al trono de Asgard a favor de Balder al final del número 366. Su coronación en el 367, no obstante, se verá empañada por la intervención de Kurse que, imparable, mata a Balder. En el 368 se descubre que el héroe asgardiano no era sino Malekith disfrazado. Sólo Kurse, que vivía para vengarse del elfo oscuro, había sido capaz de darse cuenta del engaño y había actuado sin piedad. De forma un tanto torpe, Simonson cortó de esta brusca manera un hilo argumental, el del usurpador en el trono de Asgard, que podría haber dado lugar a situaciones nuevas e interesantes.



Pero si el falso Balder era Malekith, ¿dónde estaba el auténtico? La respuesta podía encontrarse no en la colección de Thor, sino en una miniserie bimestral de cuatro números, “Balder The Brave” (noviembre 1985 a mayo 1986), también escrita por Simonson pero dibujada por Sal Buscema. Se trata de una historia ramplona e innecesariamente alargada en la que Balder acude en rescate de la reina Karnilla, que ha sido hecha prisionera por los Gigantes del Hielo tras ver su reino arrasado por éstos. Lo peor quizá sea el nuevo e inexplicable superpoder que desarrolla Balder en el último número y que Simonson justifica pobremente argumentando que, al fin y al cabo, aquél era el dios del sol nórdico.

A estas alturas, Simonson estaba cansado del esfuerzo de escribir y dibujar la serie, un cansancio que se reflejaría en la trayectoria de la colección a partir de ese momento. Casi todas las buenas ideas ya se habían agotado y cuando le ofrecieron encargarse de un nuevo proyecto, decidió aceptarlo. Se trataba del dibujo de “Factor X”, una colección reciente de la línea mutante que reunía a los héroes de la primera encarnación de los X-Men y que no había llegado a funcionar del todo desde su debut meses atrás. Dado que en ese momento la estaba escribiendo su esposa Louise Simonson, pensó que, aprovechando la circunstancia, sería una buena idea cambiar de aires. Así lo hizo, y su dibujo pasó a ilustrar las páginas de “Factor X” desde su número 10. Era necesario, por tanto, encontrar un sustituto, algo de lo que se encargó el propio Simonson pasándole el testigo a Sal Buscema. Aunque su
participación previa en la colección de Thor había sido muy puntual (tan solo un número y un Anual), a Simonson le había gustado su trabajo en la miniserie de Balder y, por alguna razón, le pareció que podría continuar adecuadamente su labor en la colección regular del dios del trueno. Buscema, por tanto, firmaría el dibujo de “Thor” a partir del número 368.

No creo que Buscema tenga un nutrido club de fans, pero lo cierto es que durante dos décadas fue uno de los pilares fundamentales de Marvel. Puede que sus páginas no tuvieran demasiada personalidad, que sus personajes se parecieran mucho unos a otros, que prescindiera mayormente de los fondos y que nunca arriesgara a la hora de componer o narrar. Pero era rápido –un valor muy importante para la editorial- y efectivo, y su dibujo dejaba muy claro lo que el guionista plasmaba en el argumento.
Con todo, y aunque como he dicho antes no creo que Simonson fuera un dibujante particularmente genial, su marcha sí hizo que el nivel artístico de la colección bajara varios enteros. Puede que Simonson descuidara los detalles y el acabado general de las viñetas, pero su estilo, tanto en el diseño como en las composiciones, tenía un aire grandioso, excesivo, enérgico, que le venía muy bien a unas historias que fusionaban la ciencia ficción, la épica superheroica y la mitología. Por el contrario, el dibujo funcional y desnudo de Buscema –aun cuando a veces trata de imitar al de Simonson- no era la mejor elección a la hora de plasmar reinos de fantasía de sofisticada belleza y criaturas mitológicas.

Uno de los aspectos gráficos en los que más se notó la marcha de Simonson fue el de la rotulación. El dibujante había colaborado estrechamente con su antiguo amigo John Workman (se conocían desde mediados de los setenta, cuando ambos trabajaban para DC) para integrar rotulación y dibujo y crear efectos que enfatizaran el dramatismo de ciertos momentos o dotaran de atmósfera a las escenas. La fuente de letra se arcaizaba para simular el pomposo lenguaje de los dioses; se fusionaban los globos de texto ignorando los límites de las viñetas de una forma que se apartaba de la ortodoxia narrativa Marvel; o se utilizaban
onomatopeyas para fragmentar y separar los cuadros de texto. Este tipo de recursos gráficos ayudaron a que las páginas de Simonson tuvieran todavía más impacto y energía. Y, por supuesto, se inventaron nuevas onomatopeyas que cumplían el doble papel de representar un sonido y lanzar un mensaje asociado, como ese “DOOOOM” de los primeros números que, además de significar “Muerte” o “Maldición” en inglés, se utilizaba para representar el sonido del martillo del demonio Surtur cayendo sobre un yunque mientras forjaba la espada con la que destruiría Asgard. La sustitución de Simonson por Buscema en las labores gráficas de la colección conllevó la marginación de este aspecto a menudo tan olvidado por autores y lectores pero que, cuando se aborda con talento e imaginación, puede transformar las páginas.

Entre los números 367 y 369 se nos cuenta cómo, con el auténtico Balder en paradero desconocido, Thor y los Tres Guerreros viajan hasta Nornheim para encontrarlo. Una vez allí, se ven obligados a separarse para seguir diferentes caminos y, uno a uno, todos son seducidos por hermosas mujeres que viven en un castillo flotante. Thor descubre que las damas no son sino las hijas de una hembra troll y consigue
rescatar a sus compañeros y al propio Balder. Un par de episodios anodinos y perfectamente prescindibles que apuntaban ya a una decadencia en la etapa de Simonson al frente de la colección, que se caracterizó por el abandono de los argumentos ambientados en Asgard en favor de más peripecias en la Tierra, justo lo que el autor había tratado de evitar en sus comienzos.

El número 370 fue otro episodio de relleno realizado a cargo de otros autores (guión de James Owsley con dibujos de John Buscema y P.Craig Russell) y sin relación con la trama principal que Simonson estaba desarrollando. En los dos siguientes números, 371 y 372, Balder es coronado como rey de Asgard y Thor se encuentra inmerso en una aventura en la Tierra. Su antiguo amor, Jane Foster –ya mujer casada y con hijos- es asesinada por el villano Zaniac, un personaje muy secundario de la galería de “malos” de Thor que aquí comete una serie de violentos homicidios. Ayudando a Thor aparece un nuevo personaje, Justicia Paz, un mercenario procedente del futuro que ha venido a nuestro tiempo enviado por una organización conocida como Agencia de Variación Temporal –que, años más tarde, Simonson retomaría para su etapa en “Los Cuatro Fantásticos". Justicia
era un claro sosias del Juez Dredd británico, un personaje tremendamente popular en su país y que todavía era desconocido en tierras americanas. Simonson había entrado en contacto con sus violentas y satíricas aventuras durante un viaje a Inglaterra y decidió crear su propia versión como una suerte de homenaje –muy descafeinado en relación al genuino Dredd, eso sí-.

Thor y Justicia Paz viajan atrás en el tiempo para detener a Zaniac antes de que asesine a Jane Foster, pero no pueden evitar la muerte de otra mujer a consecuencia de uno de sus homicidios anteriores. Sus dos hijos pequeños, Mick y Kevin, ahora huérfanos, son llevados a Asgard para ser adoptados por Volstagg, padre ya de una numerosa prole.

Los siguientes dos episodios, 373 y 374, llevaron a la colección hasta su cruce con lo que fue el primer macroevento Marvel, “La Masacre Mutante”. Ésta, ideada por Chris Claremont, se desarrollaba en la familia de títulos mutantes de la casa (“X-Men”, “Nuevos Mutantes”, “Factor X”) y, a priori, Thor tenía muy poco que ver con lo que allí sucedía. Pero el caso es que, como hemos dicho, Simonson y su esposa Louise se encargaban ya por entonces de los guiones de “Factor X” y Louise, además, escribía “Power Pack”. Así que la cosa acabó convertida en un asunto familiar mezclando los personajes de esas tres series de una forma un tanto forzada. Thor rescata a los
niños de Power Pack y a Angel, miembro de Factor X, del ataque de los Merodeadores, responsables de la muerte de gran cantidad de Morlocks, los grotescos mutantes presentados en la colección de los “X-Men” que vivían en el sistema de alcantarillas neoyorquino. Lo cierto es que el dios del trueno no era más que una figura tangencial en la saga y para obtener una visión clara de lo que allí estaba sucediendo y la conclusión de la misma era necesario leer el resto de los números que la componían, dispersos por las colecciones de mutantes. Fueron, por tanto, números bastante prescindibles, aunque cabe destacar que el 373 formó parte de la celebración de Marvel por su 25º aniversario, adornando su portada una icónica ilustración de Thor firmada por Simonson.

Uno de los problemas que venía arrastrando Thor desde su incursión en Hel para rescatar las almas de los humanos allí atrapados en el número 362, fue la maldición que le había lanzado Hela. Así, sus huesos habían adquirido la misma fragilidad que los de un humano, dejándolo prácticamente indefenso ante cualquier amenaza de tipo físico. Era una oportunidad que Loki no podía dejar pasar, por lo que entre los números 375 y 376, lanzará contra su hermano simulaciones de algunos de sus antiguos enemigos, como el Hombre Bestia o el Destructor, así como el auténtico Hombre Absorbente. Asimismo, el perseverante Loki
completaba su nuevo plan para destruir Asgard firmando sendas alianzas con los Gigantes de Hielo y Hela.

El hechizo de Hela sobre Thor era especialmente terrible porque si su cuerpo sufría heridas no podría curarlas, pero tampoco moriría, lo que le condena a un destino terrible. Quizá fue ésa la forma que tuvo Simonson de sortear el eterno problema del género superheroico: si el héroe no puede morir, ¿dónde está el suspense? Y aunque no creo que nadie creyera que Thor iba a desaparecer de la colección, al menos sí consiguió establecer de una forma efectiva que, incluso entre los inmortales, sus actos tienen consecuencias. En una época en la que los superhéroes empezaban a sufrir “deconstrucciones” y demostrar su falibilidad, Simonson aportó al personaje una serie de matices que, sin restarle nobleza ni talla épica, también le otorgaban humanidad. Así, ha de lidiar con problemas familiares, llorar a los seres queridos que han desaparecido y enfrentarse a dilemas amorosos.

También parte de ese proceso de “humanización” de Thor fue la modernización de su forma de
hablar –algo que se pierde mayormente en la traducción-. El florido estilo arcaizante creado por Stan Lee para la serie fue sustituido por otro algo igualmente extraño pero más verosímil. La pompa y dicción altisonante fue atenuada junto al heroísmo o villanía simplones que satisfacían a los primeros guionistas de la colección, pero que ya no eran suficiente para los lectores modernos. Así, todos los personajes que maneja Simonson cuentan con motivaciones para sus actos, ya sea el odio o el amor, el aburrimiento, la venganza, el ansia de redención, el orgullo, la lujuria, el honor, el egoísmo o el sentido de la responsabilidad…

El caso es que Thor se vio obligado a forjarse una armadura para proteger su ahora frágil cuerpo, una oportunidad para Simonson y Buscema de reformar la imagen del personaje. No tardó mucho en ponerla a prueba contra los Elfos Oscuros (episodio 377). En el último momento, Loki acude al rescate puesto que quiere ser él y sólo él quien acabe con la vida de su hermano. Con la involuntaria ayuda del Hombre de Hielo, Loki devuelve a los Gigantes de Hielo todo su poder. Éstos habían sido derrotados por Balder en la miniserie que ya comentamos, frustrando sus planes para invadir Asgard. Irónicamente, Loki es traicionado por los Gigantes y requiere de la ayuda de Thor para detenerlos. Éstos, sin embargo, demuestran ser unos adversarios particularmente persistentes y consiguen atraer a su causa a la serpiente de Jormungand (también conocida en los viejos comics Marvel como Fin Fang Foom), un colosal dragón inteligente al que Thor debe enfrentarse en una batalla épica narrada en el número 380, “La Canción de Mjolnir”.

Este número, uno de los más recordados y queridos de toda la colección, nace –como tantas otras ideas de esta etapa de Thor- del interés de Simonson por la mitología nórdica. Según ésta, al llegar el Ragnarok, el fin del mundo, la gran Serpiente Midgard mataría a Thor con su ardiente aliento. Para esta ocasión especial, Simonson no sólo quiso retomar los lápices (fue el último número de Thor que dibujó), sino que decidió narrar la batalla de una forma peculiar. Gráficamente, utilizó exclusivamente páginas-viñeta. Fue una solución que “copió” de la historia de Hulk que había realizado John Byrne hacía poco tiempo y que le permitió a Simonson realzar la diferencia de tamaño entre Thor y su colosal oponente, algo difícil de transmitir con viñetas más pequeñas. Literariamente, imitó la poesía vikinga para narrar el choque, todo lo cual realzaba el carácter legendario del episodio: "Brillante era el día bajo el sol, mientras volaban teñidos de dorado hacia el cielo alegre. Una canción entonada en el pecho de los enemigos, un coro que presagiaba el final del odio. El campo de batalla decidiría su destino. Antes de que cayera el sol, ninguno de los dos volvería a casa”.

Los dos números finales de Simonson al frente de los guiones de la colección, el 381 y 382 –este último doble-, sirvieron para cerrar los diferentes subargumentos pendientes. Al fundirse con la indestructible armadura del Destructor, Thor pudo abrirse camino en Hel y exigir a su reina, Hela, que deshiciera la maldición que había lanzado contra él. Tras conseguir su propósito, Thor fue tras Loki quien en este punto ya había acumulado un gran número de villanías por las que responder. Como recordatorio de lo que podría sucederle si continuaba con esa actitud, Thor le rompió el brazo con su martillo antes de volar en busca de nuevas aventuras.

Por cierto, que ese número final de Simonson, el 382 (agosto 1987), fue en realidad el 300 de la serie, ya que el personaje había sido presentado en el número 83 de una cabecera anterior, “Journey into Mystery”, que cambiaría años después su nombre a la de “The Mighty Thor”.

La marcha de Simonson obedecía a su insatisfacción con la situación de los autores en Marvel. La férrea dirección de Shooter permitió ordenar la editorial y fijar claras directrices (unas acertadas, otras no tanto y otras fracasos estrepitosos) que le permitirían llegar aún más alto, pero ello se cobró su precio en términos de autonomía de los autores. Fueron muchos los que acabaron marchándose a otras editoriales hartos de interferencias e intrigas corporativas. Simonson fue uno de ellos y, tras tres años y medio, decidió que había llegado el momento de abandonar “Thor”.

En lo que a argumentos se refiere, Simonson entró en la colección pletórico de ideas y energía, un vigor que mantuvo durante el año que pasó narrando la preparación de la Guerra de Surtur, su clímax y posteriores consecuencias. Después, se produce un punto de inflexión a la altura de la
incursión de Thor y sus guerreros en Hel: a partir de ese momento, la colección perdió algo el rumbo. La historia del “Thor-rana”, por ejemplo, me parece fallida; igualmente flojos fueron los crossovers con “Secret Wars” y “Masacre Mutante”, obligaciones editoriales que afectaron negativamente a la serie aun cuando Simonson pudo salir medianamente airoso de ellas. Después, las historias recobraron cierta solidez pero, aunque entretenidas, nunca llegaron a la altura épica y la carga emocional de la Guerra de Surtur. Sorprendió –como ya hiciera Frank Miller en su “Daredevil”- el matiz oscuro de alguna de sus historias. Si bien la mayoría de los episodios distaban de ser lo que podríamos calificar “adultos”, los personajes morían (a veces de maneras horrendas) y los romances eran complicados y sin garantías de final feliz.

En cualquier caso, Simonson hizo un buen trabajo, tal y como demostró su larga permanencia en la serie. Muchos autores modernos siguen alabando hoy, más de treinta años después, su labor al frente de “Thor” y es fácil ver por qué. No sólo rescató a la serie de la cancelación, sino que su etapa al frente de la misma ha acabado siendo una de las más celebradas, sólo por detrás de la de
sus creadores Stan Lee y Jack Kirby en los sesenta. De la misma forma que Daredevil se convirtió en sinónimo de Frank Miller y Los Cuatro Fantásticos de John Byrne, Thor pasó a estar íntimamente relacionado con Walter Simonson. Pero, sobre todo, dejó establecido para el futuro el camino que deberían seguir aquellos autores que se enfrentaran al desafío, si ello fuera necesario, de revitalizar otra vez al dios del Trueno nórdico.

Por otra parte, son unos comics que han envejecido bastante bien. Hay poco en ellos que parezca caduco, en buena medida gracias a que Simonson se esforzó en pulir aquellos aspectos que habitualmente provocan esa sensación en el lector, como las viñetas-resumen de episodios anteriores. Estos números se publicaron en una época en la que no existían todavía los tomos recopilatorios y era necesario recordar al lector cada mes lo sucedido hasta el momento. En lugar de tomarse esa imposición editorial como una molesta y monótona obligación, Simonson la aprovechó para ejercitar su capacidad literaria.

Walt Simonson devolvió al dios del trueno marvelita toda la grandeza de sus épicos orígenes, enriqueció el mundo asgardiano con nuevos personajes y matices diferentes en los antiguos, llevó el diseño original de Jack Kirby a un terreno más realista gracias a su investigación del mundo vikingo… Eso sí, dadas las características del autor, su “Thor” es un gusto adquirido, un personaje cuyas historias, siempre excesivas, oscilaban entre lo ridículo y lo asombroso, entre lo torpe y lo épico, entre lo cómico y lo trágico…En cualquier caso, guste más o menos, “Thor”, de Walter Simonson, forma ya parte de la Historia del Comic Book.



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