24 feb 2016

1993- EL CICLO DE CYANN - François Bourgeon y Claude Lacroix


Desde 1979 y durante diez años, el historietista francés François Bourgeon se labró justificadamente la fama de ser uno de los mejores artistas de comic del mundo. Sus series históricas "Los Pasajeros del Viento" (ambientada en el mundo de la navegación del siglo XVIII) y "Los Compañeros del Crepúsculo" (cuya acción transcurría en la Baja Edad Media) fueron objeto de premios, alabanzas y apreciación universal por parte de lectores y críticos. Nadie antes que él había volcado en el dibujo de un cómic un detallismo y precisión histórica semejantes, producto de un proceso de documentación tan meticuloso que rayaba en la obsesión. Aun más, ambas sagas ofrecían personajes bien construidos, intensidad dramática y un sólido poso intelectual.



Pero a comienzos de los años noventa, el autor decidió apartarse del pasado para explorar el futuro. Hasta el momento, Bourgeon había manejado todo tipo de fuentes documentales (libros especializados, grabados, fotografías, archivos históricos, museos...) para trasladar con verismo la época que servía de fondo a sus dramas históricos. Era, sin duda, una tarea larga y agotadora que, con todo, abordaba con entusiasmo. Ahora bien, en la ciencia-ficción no existen modelos que copiar o fotografiar; todo debe salir de la imaginación del autor (o así debería ser), lo que supuso un giro radical en su carrera y en su método de trabajo. Sin embargo, la escrupulosidad forma parte de la personalidad artística más profunda de Bourgeon y si quería crear algo de la nada así lo haría, pero con el mismo amor por el detalle que había presidido sus series históricas. Así nació "El Ciclo de Cyann", una saga de seis álbumes con una historia editorial accidentada y punteada de malos tragos para quienes la crearon pero que, con todo, supieron no sólo mantener una excepcional calidad artística sino alumbrar una obra maestra del género.

La primera historia, "La Fontana y la Sonda", comenzó a serializarse en la revista "A Suivre" en 1992. En ella se nos presentaba al planeta Olh. Los humanos se han asentado en las partes más húmedas de ese mundo, desarrollando una cultura centrada en el agua, elemento al que contemplan como deidad. El panorama político está dominado por la lucha por el poder que mantienen la Sonda, un grupo de familias aristocráticas; y la Fontana, una jerarquía religiosa cuyos intereses van más allá de lo espiritual.

Años atrás, la familia más importante de la Sonda, los Olsimar, enviaron una expedición colonizadora a un planeta exterior, ilO. Sin embargo, una guerra interplanetaria que enfrentó a varios mundos -incluido Olh- contra el Imperio y que se saldó con una inestable paz, provocó la interrupción de comunicaciones con ilO. Desde hace décadas nadie sabe lo que ha sido de los colonos y los Olsimar han estado preparando una nueva expedición para averiguar el destino de la primera. Además, se espera encontrar entre la abundante vida natural de ilO alguna cura para una epidemia mortal que está diezmando la población masculina de Olh y, por pura desesperación, haciendo ganar fieles a la Fontana.

La expedición debía estar liderada por el primogénito del patriarca Olsimar, pero al morir víctima
de la epidemia, la responsabilidad recae en su bella hermana Cyann. Ésta tiene un carácter difícil que le lleva a continuos y amargos enfrentamientos con su estricto padre. Testaruda, soberbia, sensual, cínica, caprichosa, algo cruel y poco amante de asumir responsabilidades, su nombramiento como líder de la expedición la convierte en el centro de una serie de intrigas, conspiraciones y atentados. Sólo contará con el apoyo de la antigua novia de su difunto hermano y también miembro de la misión, Nácara, cuyo sentido común y templanza contrastan con los de Cyann.

"La Fontana y la Sonda" no es sólo una sofisticada historia de aventuras espaciales dentro del molde de la CF "dura", sino el comienzo del viaje de Cyann, un intenso y largo recorrido físico y espiritual: de los lujos de su vida aristocrática al lejano y hostil planeta de ilO, de una vida disipada, rebelde y dominada por la satisfacción de sus caprichos a la asunción de su papel de líder, responsable no sólo de la vida de su tripulación, sino quizá del destino de su pueblo.

Bourgeon es, desde luego, el nombre que figura en la cabecera y que sirve de gancho para los lectores que ya disfrutaron de sus series anteriores. Siendo el responsable último de la plasmación gráfica de la historia, es su estilo de dibujo y su capacidad narrativa los que en último término cautivarán o disgustarán a los lectores. Pero el papel que juega Claude Lacroix no es menos importante en el resultado final y dista mucho de ser un mero colaborador. Guionista de comics, dibujante, periodista y amigo de Bourgeon desde antes de que éste obtuviera fama y reconocimiento, Lacroix ha sido quien, en realidad, ha construido los fantásticos y al mismo tiempo muy verosímiles mundos de la Historia de Cyann.

Fue Lacroix quien diseñó los complejos decorados urbanos o naturales, ciudades o selvas,
cementerios o polos árticos, viviendas o desiertos... y todas las criaturas y objetos que los pueblan, desde aves a herramientas, de flores y plantas alienígenas a muebles y vestidos, de paisajes propios de ecosistemas de lo más variado a mercados o palacios. Lacroix se convirtió en el sustituto de los libros y museos que habían servido de documentación a Bourgeon en sus anteriores obras. Los bocetos, dibujos, pinturas y maquetas que aportó Lacroix -una de ellas, una ciudad para el cuarto álbum, ocupaba varios metros de superficie de su casa- fueron la auténtica base para que el colorido universo de Cyann resulte tan verosímil y riguroso como la Edad Media europea de "Los Compañeros del Crepúsculo". Por supuesto, como en la mayoría de procesos creativos, éste fue interactivo. Ambos autores discutían los diseños y el guión, perfilándolos y modificándolos antes de su traslación final a viñetas.

"La Fontana y la Sonda" es un banquete visual que enganchará a cualquier aficionado a la ciencia-ficción. Con un perfecto dominio del espacio y un trazo elegante y preciso, las viñetas de este cómic atrapan al lector por su belleza, riqueza de detalles gráficos y la avalancha de información que nos ofrecen respecto a ese mundo, imaginario pero tan meticulosamente descrito que se antoja real. Los autores no descuidan nada: la vegetación y la fauna; el estilo arquitectónico, la tecnología, los utensilios y el vestuario, todo ello adaptado a una vida que transcurre entre canales y lagunas; la decoración de las viviendas y objetos cotidianos -diferentes según la clase social a la que pertenezcan-; la comida, los vehículos, las armas, los ritos funerarios, los mercados, los barrios humildes, los salones de los ricos, los cementerios, los centros de investigación... quizá nunca antes en la historia del género, independientemente del medio de que se trate, se había invertido tanto esfuerzo y minuciosidad en la creación de un mundo ficticio.

Pero no sólo la creación de ese impresionante mundo alienígena-futurista es lo que merece la pena destacarse en este primer álbum. Bourgeon siempre ha sentido debilidad por las mujeres fuertes, independientes, decididas e inteligentes y sus dos sagas anteriores venían protagonizadas por sendas féminas cortadas con ese patrón aunque ajustadas a la época histórica en que transcurría la narración. Cyann Olsimar comienza siendo una muchacha malcriada y conflictiva que no puede sino caer antipática al lector. Poco a poco, conforme transcurren las 110 páginas del volumen, se opera una transformación en virtud de la cual aprende a asumir su responsabilidad, ejercer de líder y suavizar la relación con su no menos conflictivo padre.

En cualquier caso y como en sus sagas históricas, Bourgeon convierte esta obra en una aventura coral poblada de multitud de personajes. Nácara es, a todos los efectos, la coprotagonista y responde al ya mencionado patrón de “mujer Bourgeon”. Pero a diferencia de Cyann, sus orígenes están en los estratos más humildes de Olh, y aunque es inteligente, capaz y sueña con ascender en el escalafón social, no deja que su ambición se sobreponga al sentido común y la templanza. Es por esas virtudes por lo que Cyann busca su compañía –además de porque Nácara no se sienta intimidada por el origen aristocrático de su amiga-. Al menos una docena de otros personajes con más o menos peso en la historia ayudan a construir el mundo y la sociedad de Olh y la intriga que se teje alrededor de la plaga y la expedición a Ilo, una expedición que ayudaría a consolidar la posición de la Sonda pero que, por la misma razón, socavaría la de la Fontana.

Bourgeon y Lacroix retratan de forma exquisita las relaciones entre los poderes dominantes de
Olh y la tensión creciente entre ellos: los diálogos cargados de veneno entre el viejo Olsimar y los dirigentes de la Fontana, el sabotaje del simulador en el CercadO y de las naves adscritas a la expedición, los grafitti callejeros –que, aunque están en otro alfabeto, resultan claramente contrarios a los Olsimar-, la presencia cada vez más opresiva de predicadores en los funerales por muertos de la plaga, los atentados contra la vida de Cyann, los irritados comentarios de la gente de la calle… Y aunque toda la historia transcurre en Olh, Bourgeon nos hace saber que ese planeta es sólo una hebra de un tapiz mucho mayor al mencionar la existencia de un Imperio –que tiene representantes en Olh por los que nadie siente mucho aprecio- con el que varios planetas exteriores libraron una guerra y que el viejo Olsimar, para desconcierto de todos y con el fin de proteger a su hija, se ve obligado a incluir como pieza de la lucha que mantiene contra la Fontana.

La cuidadosa preparación que exige cada álbum hace que los lectores deban armarse de paciencia para ver publicada la siguiente entrega de la aventura. Así, no fue hasta cuatro años después, en 1997, que "Las seis estaciones de ilO" nos desvelaría la siguiente etapa en la vida de Cyann y las peripecias de los expedicionarios.

Es este álbum un relato de viajes, una larga travesía por un planeta alienígena descrito con la minuciosidad y colorido de la primera parte. Tratando de encontrar el rastro de los colonos en ilO y sobrevivir a los peligros que les acechan, Cyann y su tripulación deberán atravesar llanuras heladas, ríos, desiertos, pantanos y espesas junglas, enfrentándose a todo tipo de amenazas meteorológicas, animales, vegetales y, en último término, humanas. Cyann ya se ha convertido en una experimentada líder. Sabe que debe ser inflexible y estricta porque de ello depende su supervivencia. Al fin y al cabo ella es la única que, gracias a los archivos de su familia, conoce los secretos del planeta.

Pero su difícil carácter no le hará precisamente popular entre varios miembros de la tripulación.
Así, además de salvar las dificultades propias de la misión, deberá lidiar con desobediencias e intrigas dentro de su propio grupo. La última parte del largo álbum revelará la siniestra conspiración que durante años ha venido manipulando no sólo la vida y el destino de su propio mundo, sino de otros muchos planetas. Aunque Cyann consigue desbaratar el plan de los intrigantes, se siente vacía. Su misión en ilO ha finalizado con éxito, pero ha visto morir al hombre con el que podría haber comenzado una auténtica relación y a muchos de sus camaradas de expedición; su padre también ha fallecido en Olh y no tiene motivos para regresar a casa. Comienza entonces un vagabundeo por otros mundos que abre una nueva etapa en la serie.

La última parte del álbum acusa un cierto bajón gráfico que pudo ser producto del cansancio, la premura de los plazos de entrega o el deterioro de las relaciones con la editorial. Sobre esto último, he comentado más arriba que los aficionados a los comics de Bourgeon siempre hemos sufrido dilatadas esperas entre un álbum y otro debido a la minuciosidad con que los elaboraba. Sin
embargo, la aparición del tercer volumen iba a experimentar un retraso aún mayor, y esta vez por causas ajenas a lo meramente artístico.

Bourgeon había forjado unos sólidos lazos con la editorial familiar Casterman, que le había apoyado incondicionalmente desde el comienzo de su carrera. Pero cuando esta compañía fue adquirida por el grupo empresarial Flammarion comenzaron las desavenencias. Bourgeon y Lacroix llevaron a la editorial a los tribunales acusándola de haber manipulado las cifras de ventas con el fin de escamotearles royalties. Por su parte, la empresa los denunció por no haber entregado un nuevo álbum de Cyann en tres años. La batalla legal fue objeto de una gran atención mediática en Francia, puesto que se dilucidaban importantes cuestiones relacionadas con la libertad intelectual y los derechos de autor. Fue un proceso largo, incierto y desagradable, pero finalmente los creadores vieron satisfechas sus demandas, obtuvieron su libertad contractual y el tercer álbum, por fin, vio la luz en 2005, ocho años después del anterior, bajo el sello de una nueva editorial, Vents d´Ouest.

En "Aïeïa de Aldaal" (2005), Cyann llega por error a Aldaal, un planeta poco desarrollado cuyo
entorno es desolado, húmedo, infestado de peligrosas alimañas y perpetuamente sumido en una mortecina luz anaranjada... al menos la mitad del mundo. Porque la mecánica celeste hace que las noches duren en Aldaal el equivalente a un año terrestre. Nada puede sobrevivir bajo oscuridades de semejante duración y las consiguientes temperaturas asociadas, así que todos los humanos de Aldaal pasan su vida en un viaje interminable huyendo del inexorable avance de la zona de oscuridad.

Cyann, indefensa y confundida tras su llegada al planeta, acaba siendo vendida como esclava a Aïeïa, una mujer a la que la vida ha convertido en un ser duro, cínico y despiadado y cuya intención es utilizar su nueva adquisición como desahogo sexual. Pero Cyann, gracias a su indomable carácter, valentía y abundantes recursos acaba ganándose su respeto. Cuando consigue convencer a Aïeïa de que es posible escapar de ese planeta, la relación ama-sierva va dando paso a una de camaradería. Ambas descubren que Aldaal ha sido artificialmente convertido en un planeta de esclavos que, sin ser conscientes de su situación,
extraen una valiosa materia prima, el micomi, para una poderosa corporación galáctica que se sirve ilícitamente de una red de portales estelares para distribuir su mercancía. Decidida a averiguar quién está detrás de ese funesto entramado, Cyann termina el álbum dirigiéndose al que parece ser el centro de ese comercio: el planeta Marcade.

Lacroix y Bourgeon vuelven a crear en Aldaal un mundo complejo y decididamente alienígena. La ausencia de un ciclo día/noche hace que la percepción del tiempo por parte de los aldaalanos sea muy diferente de la de Cyann -y de la nuestra- y que el perpetuo ocaso en el que viven les prive de la visión de las estrellas y, por tanto, de la conciencia del lugar que ocupan en el universo. Desconocen que existen otros mundos habitados y viven en una autarquía económica subdesarrollada, asfixiante y despiadada. Las difíciles condiciones de ese mundo concentran todos los esfuerzos de sus habitantes en una sola actividad: sobrevivir a cualquier coste. No hay tiempo ni lugar para desarrollos tecnológicos, sociales o morales; y el perpetuo nomadismo les impide fundar una civilización sedentaria que pudiera propiciar el progreso.

El tema subyacente del álbum, más allá de la aventura de Cyann y Aïeïa, es una ácida crítica de la
explotación ejercida por las grandes compañías mercantiles sobre los habitantes de los países más pobres e indefensos. En la historia, la CUM (Compañía Urbica Micomi) mantiene a los habitantes de Aldaal ignorantes de la red de portales interplanetarios y, por tanto, aislados del contacto con otras civilizaciones. Sumidos en la autarquía económica y el analfabetismo, se ha creado un sistema mercantil basado en el trueque entre los diferentes grupos del planeta cuyo fin último es que la compañía obtenga un suministro regular de micomi, sustancia que exporta a otros planetas y por el que paga a los aldaalanos un precio miserable en forma de baterías energéticas. Los habitantes de Aldaal ni siquiera pueden beneficiarse del micomi, puesto que no conocen sus potenciales usos en, por ejemplo, medicina.

Para la CUM, Aldaal es el planeta ideal: aislado y hostil para sus habitantes, por lo que estos dependen de ella para su supervivencia. Allí tiene la compañía una fuente continua y barata de mano obra esclava sin que ni siquiera sean conscientes de ello. Así, cuando Aïeïa afirma orgullosa: “¡Yo no obedezco a nadie!”, Cyan le responde: “Salvo a quien te da la pila…”.

En semejante entorno, en el que todos los nativos sólo pueden preocuparse de su propia supervivencia, la vida de los demás no vale demasiado, como Cyann, para su disgusto, puede comprobar repetidamente. Y es que aunque ella es muy capaz de defenderse y tiene un carácter fuerte y decidido, proviene de un mundo rico y civilizado en el que no se concibe la violencia gratuita. Es en este contexto donde cobran sentido personajes tan duros como el de la propia Aïeïa, cuyas experiencias en la vida son escalofriantes; o el psicópata infante Tilati… Son todos individuos crueles, cínicos y egoístas que no dudarán en explotar a sus propios congéneres si su situación personal les coloca alguna vez en esa posición de dominio.

Tras el bajón de la última parte del álbum anterior, el arte de Bourgeon vuelve a remontarse muy por encima de la media de los artistas de comic, si bien no llega a la altura de la primera entrega. Como en el resto de álbumes de Cyann, el color es "directo", esto es, no se aplica de forma mecánica en la imprenta de acuerdo con especificaciones del colorista, sino directamente por éste sobre el papel utilizando acuarelas o témperas, técnica mucho más compleja pero que, aplicada con pericia, da resultados infinitamente más satisfactorios. El color en esta serie de álbumes forma parte integral del dibujo, ayudando a crear atmósferas e iluminaciones que redondean e incluso sostienen la creación de sus escenarios. En el caso de "Aïeïa de Aldaal", Bourgeon utiliza exclusivamente
tonos terrosos de diferentes texturas para crear una atmósfera de atonía, de eterno crepúsculo, de agobio y pesadez, muy acorde con la vida de sus habitantes.

En "Los colores de Marcade" (2007), Cyann llega a un planeta cuya superficie hostil y desértica está perpetuamente oculta bajo una espesa capa de nubes. Sobre éstas, levantada sobre colosales pilones, se alza la gran ciudad que durante unos días acoge a nuestra heroína. Aunque utilizar el verbo "acoger" llama a engaño. A punto de ser asesinada, es rescatada por un funcionario del imperio que se convierte en su amante y le sirve de guía por la compleja sociedad de Marcade.

Nada es gratis en esta ciudad, ni siquiera las conversaciones. Todo el mundo lleva un dispositivo electrónico en sus vestimentas que, según el color que muestre, indica si su portador está dispuesto a dialogar o responder a una simple pregunta, incluso un saludo, y a qué precio, si quiere que le dejen tranquilo o si está arruinado. Sobre cada individuo planea, además, un artefacto que sirve para llevar la cuenta de los créditos
gastados y cobrados por cada transacción comercial o "interpersonal". No existe la privacidad a menos que se pague un impuesto para ello: los encuentros sexuales "privados" más interesantes de la noche anterior son exhibidos en pantallas públicas ante la indiferencia general.

En un clima de capitalismo extremo, la ética o la misma humanidad, desaparecen: los padres a los que sus hijas deben dinero las ofrecen a las "Casas de Placer" para que trabajen allí hasta que salden sus deudas; los periódicos atentados que causan masacres en los centros comerciales son ocultados y disimulados como espectáculos para que el miedo no aparte a la gente de los mercados y las calles; los hijos de las familias acomodadas se entregan a cacerías humanas nocturnas cuyas víctimas son desgraciados que han caído en la ruina. Asqueada, Cyann consigue tras no pocas tribulaciones huir de ese mundo y llegar al suyo, Olh. Pero allí todo ha cambiado. Sus viajes espaciales a través de las puertas estelares cuyo secreto posee han conllevado desplazamientos temporales y en su planeta han pasado varias décadas desde que se marchó a ilO.

"Los colores de Marcade" es un álbum satisfactorio solo a medias. El dibujo, diseño y color son
magníficos. Lacroix y Bourgeon nos presentan no sólo una ciudad de bella factura estética sino una sociedad aparentemente diferente a la nuestra pero con total coherencia interna. Y digo aparentemente porque en realidad la reconocemos sin dificultad como una versión deformada y exagerada de nuestra insaciable sociedad de consumo. El diseño urbano y arquitectónico recuerda a una fusión de un parque temático y un centro comercial, símbolos ambos del ocio y el consumismo, referencias nada inocentes habida cuenta del espíritu salvajemente mercantilista y nihilista de los marcadianos.

No me extenderé otra vez acerca del minucioso trabajo que los autores vuelcan en la descripción gráfica y conceptual de este mundo, pero sí quiero subrayar, una vez más, la inteligente utilización del color como elemento expresivo inserto en la narración. Si en "Aïeïa de Aldaal" la paleta de colores se limitaba -con una gran variedad de matices, eso sí- a tonos ocres y pardos acordes no sólo al entorno físico del planeta sino al carácter de la propia aventura, en "Los Colores de Marcade" asistimos a una explosión cromática. Ese desfile de colores y formas -en los edificios, las vestimentas, los maquillajes faciales e incluso las propias nubes que rodean la ciudad- sugieren vitalidad, alegría y riqueza y su
efecto dramático se acentúa cuando se pone en contraste con la negra alma que subyace en esa sociedad enferma.

El problema del álbum reside en que fracasa a la hora de alcanzar sus metas. Cyann pasa toda su estancia en Marcade tratando de escapar del planeta y olvidando que en primer lugar llegó allí para investigar la red de explotación de mundos que había montado una gran corporación. Ese punto queda sin aclarar adecuadamente cuando tras varias tribulaciones Cyann consigue transportarse a Olh. Al percatarse el lector de que han transcurrido cuarenta años, que el aspecto de la ciudad de Cyann ha cambiado considerablemente y que la política y el gobierno han dado un giro radical, no puede sino esperar un clímax revelador de gran intensidad emocional -no puedo profundizar más en el comentario sin chafar el final-. Pero lo que encontramos es otra apresurada sucesión de huídas que se prolonga varias páginas y que no resuelve nada. Con todo, es una historia entretenida, excelentemente dibujada y que no afecta negativamente al tono general de la serie.

Bourgeon detuvo aquí su desarrollo de la saga, rematando el álbum en un final abierto y que
dejaba paso a nuevas aventuras de Cyann. Regresó entonces a su ciclo de “Los Pasajeros del Viento” para trabajar en su último álbum –dividido en dos partes-, por lo que los fans de su ciencia ficción hubieron de esperar esta vez nada menos que cinco años –y otro cambio de editorial, de Vents d´Ouest a 12Bis- para descubrir qué había sido de su temperamental heroína.

“Los pasadizos del Entretiempo” (2012) comienza con una Cyann que, tras su amarga experiencia e Olh, ha sido recogida por una peculiar nave, el Entretiempo, capaz de transportarse instantáneamente no sólo entre distintos puntos de la galaxia, sino a diferentes tiempos. Su tripulación –que reserva su propia sorpresa- se dedica a recoger especímenes botánicos por los planetas con destino a la investigación farmacológica. Están en uno de ellos, Fulguru, cuando Cyann se topa con el que, según le informaron en la incursión al futuro de Olh que realizó en el álbum anterior, fue el asesino de su hermana pequeña, Azulea.

Utilizando la capacidad de la nave, Cyann regresa a su planeta natal retrocediendo en la corriente temporal hasta diez años después de su marcha inicial a IlO en el primer álbum. Es difícil contar mucho sin estropear la trama a alguien que no haya leído todavía la saga, pero digamos que Cyann, intentando salvar a su hermana antes de que sea asesinada, se ve envuelta en una trama política en plena descomposición del antiguo sistema social del que ella misma había formado parte.

Lo primero que llama la atención es el descenso en el nivel gráfico. Trazos más gruesos, exceso de primeros planos, un menor grado de detalle en los fondos y la creación de los diferentes mundos, hace que, aunque Bourgeon siga bastante por encima de la media de calidad del comic europeo, estas páginas sí desmerezcan ante la riqueza de las de los tres primeros volúmenes. El hecho de que el dibujo empeore conforme se acerca el final podría hacer pensar que el autor se cansó de la serie, que la edad ya no le permite mantener el mismo grado de obsesiva atención por el detalle o bien, por alguna razón, prisas por entregar el trabajo o descontento con la editorial (que, por cierto, acabaría quebrando, siendo entonces Delcourt quien se ocupara de reeditar los álbumes anteriores y publicar el siguiente y último).

En cuanto a la historia, transcurre principalmente en Olh, pero el regreso a ese escenario, pese a
que se desarrolla a un ritmo frenético en contraste con el más moroso que imperaba en álbumes anteriores, no resulta del todo satisfactorio. Es interesante ver los cambios operados en la ciudad, los personajes y el sistema sociopolítico que tan bien nos describieron Bourgeon y Lacroix en “La Fontana y la Sonda”, pero al mismo tiempo no se puede evitar cierta sensación de “deja vu” no sólo respecto a esa primera entrega, sino al álbum anterior, “Los Colores de Marcade”. Por otra parte, hay determinados elementos que no quedan bien explicados, como la naturaleza y funcionamiento de Entretiempo, un concepto original que habría dado para todo un álbum pero que Bourgeon margina a favor de las desventuras de Cyann en Olh.

Cyann es ahora una mujer madura que trata de salvar a su hermana –peligrosamente parecida a su yo más joven en orgullo, arrogancia e hiperactividad- de su destino. Los antiguos aristócratas quieren alistarla para su causa, pero ella ya no se siente parte de ese planeta en el que todo lo que amaba ha desaparecido: su padre murió, su hermana se ha convertido en una desconocida llena de resentimiento, y Nácara ha cambiado y su amistad es irrecuperable. Antes, durante su juventud –que para ella sólo queda dos años atrás tal es el efecto de las paradojas
temporales- la ciudad era su particular patio de juegos; hoy es un lugar peligroso y hostil. Lo único que desea es reconciliarse con su hermana, hacerse cargo de ella, compensarle el tiempo que pasó lejos de su lado… en una palabra, asumir un papel de madre sustituta. Cyann es ya un personaje maduro, muy alejado de la alocada y desagradable muchachita del principio de la saga.

Y, por fin, tras más de diez años, “El Ciclo de Cyann” llega a su final con “Las Suaves Auroras de Aldalarann”. Es este un largo epílogo en el que se pone punto y final a la vida de Cyann hasta ese momento y se inicia lo que será el resto de su existencia, una existencia completamente nueva, en otro planeta, Aldalarann, y en compañía de personas muy diferentes a las que encontró en sus viajes pero entre quienes consigue encajar. El argumento, preñado de melancolía y con aspiraciones filosóficas, es demasiado frío y algo monótono, como si Bourgeon a estas alturas crepusculares de la serie –y quizá de su propia carrera profesional- hubiera agotado su portentosa capacidad de visualizar nuevos mundos, criaturas y tecnologías.

Lo más interesante llega hacia el final, un final que, sin constituir del todo una sorpresa, sí
introduce al menos un punto de drama alrededor de paradojas temporales bastante retorcidas. Cyann parece atrapada en su propio destino, nunca imaginó que regresar a IlO provocaría un bucle temporal. El Wekan –la peor criatura imaginada por Bourgeon, estúpida e irritante- explica a Cyann los efectos que sus viajes por la línea temporal han tenido sobre su propia vida, una explicación compleja, tortuosa y bastante cogida por los pelos, pero las tres últimas planchas, al menos, ponen un bello punto y ¿final?.

El dibujo, por su parte, sigue en la línea del anterior, a considerable distancia de lo visto en los primeros volúmenes: trazo más grueso, fondos más descuidados, abundancia de primeros planos y, en general, menos riqueza y exuberancia que en el resto de la saga.

“Las Suaves Auroras de Aldalarann” es, en definitiva, un broche algo tibio, incluso decepcionante, para la inmensa creatividad que, en su conjunto, destila esta saga de ciencia ficción.

“El Ciclo de Cyann” no son álbumes de fácil lectura. Son voluminosos, su historia es densa y su dibujo, aunque de corte clásico, exige una atención especial muy superior al de otras obras con un grafismo más sencillo. Hay quien critica al dibujante sobre la base de que sus elaboradas viñetas obligan a ralentizar el ritmo de lectura hasta llegar a perder el hilo de la historia. Algo hay de ello, sí. Además, el autor prescinde de los textos de apoyo y hace uso intensivo de elipsis que hacen necesaria una lectura más reposada y reflexiva, a veces incluso teniendo que volver atrás para revisar pasajes anteriores.

Temáticamente, “El Ciclo de Cyann” es una saga también muy europea. Toca muchos de los grandes temas de la ciencia ficción: la exploración planetaria, viajes y paradojas temporales, las intrigas políticas de un Imperio corrupto, bestias impresionantes, androides… al tiempo que utilizan el género para abordar temas de actualidad, como la lucha de clases, la explotación, la cara más oscura del capitalismo, el poder de las religiones organizadas, la decadencia ética de la sociedad consumista, la ecología… Y todo ello a través de una protagonista carismática que en 500 páginas inicia, vive, sufre y culmina un viaje iniciático desde sus comienzos como princesa caprichosa, egoísta y rebelde hasta mujer madura y libre de ataduras.

En muchos sentidos, Bourgeon es un autor que nada contracorriente: en un mundo que tiende
hacia el producto fácil y rápidamente consumible, él propone historias complejas argumental y gráficamente que exigen para su disfrute de una concentración especial. A cambio de su esfuerzo, el lector saboreará un relato fascinante que podrá releer con el paso del tiempo descubriendo en cada ocasión nuevos matices y detalles en sus viñetas y tramas.

Sin duda, una obra imprescindible dentro de la ciencia-ficción en viñetas y una de las mejores de todo el género en lo que a creación de mundos se refiere.





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