Beausonge, “Sueñohermoso”, un nombre de sonoridad dulce y poética para una pequeña aldea que dormita bajo un manto de nieve en una zona remota de las Ardenas. Despierta asociaciones de mundos bucólicos, inocentes y sencillos. Nada más lejos de la realidad. De hecho, en este caso se cumple ese proverbio que reza “pueblo pequeño, infierno grande”: es un lugar dominado por las supersticiones, los terribles secretos y la mezquindad. Los vecinos viven dominados por la ignorancia y la brujería está muy presente en sus vidas: no es raro ver los restos de un búho clavados en la puerta de una casa en un fútil intento de protegerse contra el mal de ojo.
Allí, en un personal oasis de bondad inserto en ese rincón malsano de Bélgica, vive Silencio. Es un joven de expresión ausente y que, como su apodo indica, no pronuncia palabra, comunicándose con el exterior mediante una pizarra sobre la que escribe frases cortas. Es un alma pura, un niño atrapado en el cuerpo de un adulto: amable, generoso, sincero…no conoce el resentimiento, la envidia, el odio o la venganza. Y ello a pesar de los maltratos y abusos que sufre por parte de su patrón, Abel Mauvy, el tirano local, un individuo violento, avaricioso y malvado que mantiene esclavizado a Silencio, se sirve de su fuerza física y docilidad para hacer los trabajos más pesados, lo presta a sus vecinos y lo engaña continuamente. En cuanto al resto de los habitantes de Beausonge, lo toman simplemente como un cretino idiotizado.
Pero eso no es así ni mucho menos. Silencio vive feliz, inconsciente de la maldad y la retorcida

Pero algo aparecerá en la vida del pueblo que insuflará una nueva inclinación en el corazón de Silencio, revelando los terribles secretos que se esconden en el lugar y avivando una ola de miedo y violencia. Una bruja ciega se instala en las afueras del pueblo, acoge a Silencio y empieza a aclarar su mente y revelarle su origen. No es simplemente un acto generoso, sino parte de un plan de la mujer para ejercer una venganza largo tiempo ansiada y cuyo objetivo es Abel Maury. Será el inicio de un viaje para Silencio, tanto interior como exterior, en el que, a veces a su pesar, aprenderá la verdad sobre él mismo y los que le rodean y se verá obligado, por primera vez en su vida, a tomar decisiones y actuar en consonancia.

Este es uno de los casos en los que la obra dimana directamente de las raíces del autor. Comès nació en 1942 en un pequeño pueblo anexado a Alemania durante la ocupación nazi. Su padre era germano-parlante y su madre hablaba francés y el dialecto valón. Tras la liberación, el


En este caso, la clasificación de “Silencio” como Novela Gráfica está más que justificada, pues este drama psicológico de ambiente rural con incursiones en lo prodigioso tiene un contenido intelectual igual o superior al de muchas obras literarias. Didier Comés nos ofrece una historia que comienza con una suave belleza, incluso poesía, pero que conforme se va desarrollando y salen a la luz los oscuros acontecimientos del pasado de la aldea, va tornándose más descarnada y cruel. El rechazo que en el lector suscita la cruda realidad se mezcla con la fascinación de lo sobrenatural para conformar un relato sobre la maldad, el legado del pasado y la liberación –y la correspondiente infelicidad- que viene con la sabiduría. Por otra parte, el autor se deja llevar por el tono onírico y la fantasía, serpentea

“Silencio” se asienta sobre unas bases verosímiles aun cuando contempla la brujería como algo cotidiano y verídico, una suerte de conocimiento arcano que la civilización no ha conseguido sofocar. La introducción de elementos fantásticos, como el mismo Comès admitió, obedece a su insatisfacción con la vida que nos rodea, un argumento que explica las creencias de mucha gente en religiones y paraciencias. Lo sobrenatural en las obras de Comès sirve tanto de invisible presencia en el trasfondo de sus historias como de impulsor de los acontecimientos. Ese mundo de la hechicería, con sus rituales y secretos, está representado en “Silencio” por dos personajes. Uno es la bruja, catalizadora de la tragedia que se abate sobre el resto de los personajes y del cambio que experimenta el protagonista nominal. El otro es esa suerte de grotesco individuo,

“Silencio” es una historia de venganza y odio, pero no solo eso. A través de la virginal personalidad del protagonista y los sentimientos contradictorios que la van mancillando, Comès anima al lector a cuestionarse a sí mismo y a reflexionar sobre la incapacidad de aceptar o comprender a quien es diferente por parte de aquellos supuestamente más inteligentes. Esta errónea actitud de rechazo a lo marginal se plasma mediante el contraste de Silencio con sus vecinos supuestamente más normales, más civilizados…y también más mezquinos. La inteligencia, o la capacidad de fundirse con el entorno social mediante la asunción de unas normas de etiqueta y educación, nos dice Comés, no conllevan necesariamente –a menudo es al contrario- pureza ni felicidad. Según los parámetros usuales, Silencio es un retrasado porque no alberga sentimientos de odio ni comprende –y por lo tanto no comparte- los vicios humanos. A causa de esa diferencia, se le mira con desprecio, compasión e incluso miedo. Sin embargo, a su particular manera, es plenamente feliz.
Aunque todo ese planteamiento suena maniqueo y que sus personajes parecen arquetipos de


Así, Comés gusta de introducir largas secuencias sin diálogos, utilizar como puntos y comas de la narración viñetas mudas mostrando su peculiar interpretación del paisaje de las Ardenas. Todo ello contribuye a ralentizar extraordinariamente el ritmo y estirar la historia quizá más allá de lo que otro autor con más capacidad de síntesis habría hecho. No hay escenas dinámicas –aunque sí intensas y violentas-.
Didier Comés encuentra la forma de plasmar en viñetas el complejo mundo interior –en

La lectura de “Silencio” supone embarcarse en un mundo a caballo entre la realidad y la fantasía, tremendamente desesperanzador, pero también lleno de poesía y belleza formal. Treinta y cinco años después de su publicación, sigue siendo un álbum de culto y obra de referencia para muchos dibujantes por su peculiar estética.
De lo mejor de la historia de la historieta. Me entero,tres años des´pués, de que Comes ha muerto.
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