La primera mitad de los años setenta fueron tiempos de efervescencia creativa en Marvel. Una nueva generación de escritores y artistas comenzó a aportar una visión renovada del cómic superheróico al tiempo que la editorial, dándose cuenta de que el interés por sus personajes de brillantes uniformes flaqueaba, exploraba otros campos temáticos: las artes marciales, el terror… y la ciencia-ficción. Hubo grandes ideas en esos ámbitos; colecciones como “Conan el Bárbaro” o “Shang-Chi Maestro de Kung-Fu” gozarían justificadamente del éxito de público y crítica. Y hubo otras que no lo fueron tanto. Star-Lord fue una de ellas.
En 1975, uno de aquellos fans convertidos en profesionales, Steve Englehart recibió el encargo

Las intenciones de Steve Englehart eran las de presentar a Peter Quill, un tipo inmoral, mentiroso, traicionero y dispuesto a matar si fuera necesario, e ir transformándolo en un auténtico héroe de talla cósmica. Esa evolución –dirigida por el interés que el escritor sentía entonces por la astrología y el ocultismo- tendría lugar al tiempo que se iba alejando progresivamente de la Tierra (una historia de acción en Mercurio, un romance en Venus, una guerra en Marte…) hasta abandonar definitivamente el Sistema Solar. Fue Steve Gan quien plasmaría gráficamente el aspecto del héroe por primera vez en “Marvel Preview” nº 4 (enero 1976), aunque en realidad llamaba más la atención la excelente ilustración que del personaje hizo Bernie Wrightson para ese mismo número.

Claremont prescindió del misticismo de Englehart, redujo la conflictividad moral del personaje y, manteniendo su personalidad algo antipática, lo hizo más heroico, más accesible al lector medio. En esta aventura tenemos esclavistas espaciales, batallas entre naves, duelos a espada, monstruos, villanos degenerados con secuaces odiosos, conspiraciones en el seno de imperios galácticos, una astronave inteligente y enamorada de su dueño e incluso un desenlace propio del culebrón… o de la space opera, porque eso es exactamente lo que con mucha habilidad nos presenta Claremont en la mejor tradición pulp de Flash Gordon, Buck Rogers o John Carter.
Lo que hace de ese número un cómic de aventuras espaciales casi perfecto es la excepcional

Eran los años de la fiebre de “Star Wars” –que se había estrenado en mayo de aquel mismo año y cuyos derechos para el cómic había adquirido Marvel- y Star-Lord bien podría haberse aprovechado del renovado interés por la space opera de tono más épico. No fue así. Comenzó un irregular periplo para el personaje, primero con los

Muchos años después, Star-Lord fue retomado para protagonizar una serie limitada de tres episodios cuya acción tenía lugar en el futuro y en la que el héroe tenía otra identidad, Sinjin Quarrell. En la colección de “Los Inhumanos” (2000) se presentaba una tercera versión del personaje a través de flashbacks, sugiriéndose que “Star-Lord” era en realidad una especie de cargo rotatorio de carácter cósmico. Peter Quill regresó como Star-Lord en 2004 dentro de la colección de “Thanos”, repitiendo en “Aniquilación” (2006), una de las macrosagas con las que Marvel bombardea periódicamente a sus lectores.
Otra miniserie de cuatro números (“Aniquilación: Conquista – Star-Lord”) guionizada por el

Al menos nos queda el Star-Lord de Claremont, Byrne y Austin, uno de los mejores cómics que nos ofreció Marvel en la década de los setenta. Sus cincuenta páginas de extensión, con una historia autoconclusiva, un ritmo trepidante y un sentido de la maravilla nacido del amor por la ciencia-ficción más clásica, merecería una cuidada reedición en forma de álbum en blanco y negro.
Ya en su momento, autores y editor reconocieron que habían conseguido algo especial. Hoy, cuarenta años después, la obra mantiene la frescura, encanto y talento de unos autores en lo mejor de su carrera.
No sabia que ese comic tenia tantos años, lo perdí en una mudanza hace ya tiempo y no he vuelto a leerlo en años, pero uno de mis preferidos, maravilloso
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