En diciembre de 1977, el canadiense Dave Sim comenzó a autopublicar “Cerebus”, un comic book en blanco y negro que acabaría siendo considerado como una de las obras independientes más importantes del medio. El protagonista que daba título al tebeo,era un oso hormiguero antropomorfizado, que, como parodia de Conan, viajaba por un mundo imaginario que satirizaba el nuestro. La novia y más tarde esposa de Sim, Deni Loubert, fue la responsable del nombre… más o menos. Sim buscaba algún tipo de denominación mitológica para su personaje y ella sugirió el perro de tres cabezas de la mitología griega, Cerbero (en inglés, “Cerberus”), pero lo pronunció incorrectamente como “Ceberus”. Una leve transposición de la “b” y la “r” y Sim ya obtuvo el nombre deseado.
Sim comenzó en el mundo del comic dibujando y
escribiendo para fanzines antes de crear una tira sindicada para la prensa
canadiense titulada “The Beavers”. A continuación, participó en la revista
“Star*Reach”, de Mike Friedrich, lo que mejoró mucho su currículo. Influenciado
por la innovadora narrativa del guionista Steve Gerber en “Howard el Pato” y el
distintivo estilo gráfico y las motivaciones del “Conan” de Barry Smith, Sim dio comienzo a su
particular revolución dentro del panorama del cómic norteamericano enviando una
muestra de “Cerebus” a Friedrich esperando obtener un sitio en “Quack!”, una
antología de funny animals en la que ya aparecían sus “Beavers”. Cuando el
editor lo rechazó, Sim y Loubert empezaron considerar la opción de publicarlo
ellos mismos. Sabían que era una empresa costosa así que decidieron
comprometerse inicialmente con tres números y ver lo que pasaba. Si al término
de ese periodo perdían dinero, abandonarían. Y así, fundaron “Aardvark-Vanaheim
Press” y empezaron a ofrecer su criatura al mercado de las librerías
especializadas.
Un amigo propietario de uno de esos
establecimientos les encargó 500 copias del primer número, y luego otras 500. La
exhibición de una copia mal impresa de “Cerebus” nº1 en una convención de
cómics en Toronto le valió a Sim un pedido de 500 ejemplares adicionales. Al
final, Aardvark-Vanaheim imprimió 2000 ejemplares del primer número. El ingenio
del temperamental y antipático protagonista y la capacidad del autor para
entregar cada número en las fechas prometidas, condujeron a un progresivo
incremento de pedidos cada mes. Huelga decir que "Cerebus" no se canceló
una vez superó el límite inicial de tres números.
Al principio, “Cerebus” era simplemente una
parodia bimensual en blanco y negro del género de Espada y Brujería y de personajes
icónicos del mismo como Conan (el propio Cerebus), Elric de Melniboné (Elrod el
Albino) o Red Sonja (Red Sofia). Cerebus era un pequeño y misántropo oso
hormiguero con mal genio y propensión a resolver las cosas de forma violenta y
sus historias consistían en él adentrándose en un nuevo territorio, conociendo
a algún desventurado imbécil y aceptando realizar una tarea aparentemente
imposible a cambio de una bolsa de oro. El protagonista acometía su tarea
ayudándose de abundantes chistes y pullas y una generosa dosis de violencia. No
fue hasta 1979 que, tras un mal viaje de ácido que le costó una estancia en el
hospital, Sim anunció que "Cerebus" era mucho más que una parodia
serializada: sería una épica autoconclusiva de 300 números que no terminaría
hasta principios del siglo XX. Fiel a su palabra, Sim terminó Cerebus con el
número 300, en marzo de 2004.
Inicialmente, Sim se responsabilizaba
personalmente de todos los apartados creativos del comic: guion, dibujo,
entintado y rotulación, así como de las gestiones relacionadas con la edición.
No es de extrañar que, en una época en la que los autores que querían vivir de
su trabajo debían pasar por el aro creativo de Marvel o DC, Sim se convirtiera
no ya en un firme defensor de la autopublicación libre de interferencias
editoriales de cualquier tipo sino en un ejemplo a seguir para muchos
compañeros de profesión gracias al éxito del proyecto que le permitió ganarse
la vida durante décadas conservando su independencia.
Con el tiempo, la serie fue organizándose y compilándose en dieciséis volúmenes, siendo el primero el titulado simplemente “Cerebus” y que incluía el periodo más primitivo y crudo del personaje. “Alta Sociedad”, una saga que se extendió entre los números 26 al 50 supuso, en todos los aspectos, un salto adelante para la colección, el protagonista y el autor. El pasado de Cerebus como bárbaro errante quedó prácticamente abandonado, aflorando sólo de vez en cuando durante el proceso que le lleva a ascender de guerrero mercenario a político.
La historia comienza con Cerebus llegando a la
ciudad-estado de Iest tras un altercado con un artista y coleccionista a quien
Cerebus obligó a entregarle un saco lleno de tesoros. Se aloja en el espléndido
hotel Regency, un edificio señorial que domina la ciudad desde una colina, y
queda completamente desconcertado por la cálida recepción que le brindan:
alojamiento y comida gratis, y un desfile de diversas personas ofreciéndole
dinero. Y es que, como no tarda en averiguar, no fue oficialmente depuesto de
su antiguo empleo en la poderosa ciudad de Palnu (dirigida por Lord Julius, un
trasunto de Groucho Marx presentado en la etapa anterior), lo que lo convierte
automáticamente en el representante diplomático de mayor rango en Iest de esa otra
ciudad-estado.
Sin embargo, su cómoda posición se ve
amenazada cuando se entera de que Lord Julius pretende reemplazarlo por Elrod
el Albino, más carismático y con mayor don de gentes. Es entonces cuando entra
en juego Astoria, una mujer maquiavélica e intrigante que ofrece su ayuda a
Cerebus para saldar una deuda pendiente contraída por el fracaso de un plan
anterior y organiza su campaña relámpago para el puesto de Primer Ministro de
Iest, recorriendo los diferentes distritos para asegurarse votos a cambio de
promesas. Pero Julius no se deja intimidar y presta su apoyo a una cabra (sí,
has leído bien) que se presenta como rival. Aunque finalmente Cerebus gana las
elecciones, casi de inmediato se ve inmerso en una sucesión de crisis que le
llevan a invadir otras ciudades vecinas.
Algunos personajes de peso en “Alta Sociedad”
ya habían sido presentados en el primer volumen, especialmente Lord Julius,
pero mientras que éste había sido un mero secundario tangencial, aquí se
convierte en factor de peso e incluso motor de la trama entre bambalinas. Es
ahora cuando Sim decide que la parodia de la Fantasía Heroica ya había cumplido
su ciclo, sustituyéndola por una ácida crítica a aspectos muy reconocibles de
nuestra propia realidad, usando a Cerebus como herramienta para articular esos
ataques. Y es que la principal motivación que tiene éste durante toda la saga
es la pura avaricia acompañada de no pocas dosis de orgullo. Le importa poco o
nada el bienestar o siquiera la vida de quienes le rodean; su único objetivo es
mejorar su propia situación y ascender en el escalafón social. Cerebus no duda
en dejarse manipular y utilizar para mantener un estilo de vida cómodo en el
que dar rienda suelta a su vanidad.
Los números que componen “Alta Sociedad” son
mucho más oscuros e irónicos que la etapa precedente y demuestran la evolución
que había experimentado Sim como narrador, pasando de cronista de las aventuras
disparatadas de un animalito gruñón en un mundo de fantasía a comentarista –no
demasiado sutil, es cierto- del corrupto y retorcido sistema político de los
años 80.
Otra de las grandes diferencias respecto a los números anteriores tiene que ver con el ritmo. El primer volumen consiste básicamente en aventuras autoconclusivas que se desarrollan en un mundo medieval imaginario por el cual Cerebus viaja y conoce a diversos individuos. Sí, existían algunos elementos de continuidad, pero, en general, podían entenderse la mayoría de los episodios sin necesidad de conocer la historia precedente. El resultado fue una etapa irregular con tantos aciertos como fallos. “Alta Sociedad”, por el contrario, es una extensa narración-río en la que todo fluye de forma natural de un episodio al siguiente, aunque al final se diría que Sim pierde algo el impulso.
Todo el arco cuenta, en forma de sátira
política, el ascenso y caída de Cerebus en el cargo de Primer Ministro de Iest.
Una vez asume el cargo en la página 396 y hasta el final en la 516, se desarrollan
las llamadas Seis Crisis, en las que progresivamente y como era de esperar, se
viene abajo el gobierno y el país con él. Pero esta última parte es quizá algo
menos interesante. Todo el segmento de la campaña electoral es una mordaz embestida
contra la maquinaria política que, desgraciadamente, no ha perdido vigencia.
Pero en vez de dedicar algún tiempo a examinar el desempeño de Cerebus en el
cargo y las dinámicas a las que da lugar el poder, Sim lo despeña de una forma
un tanto forzada y apresurada en las “Seis Crisis”, un largo pasaje que está
tan firmemente enraizado en ese mundo imaginario que resulta complicado ver
claros paralelismos con el nuestro.
Y esto crea un problema de equilibrio. Sim
consigue involucrar al lector en la carrera electoral introduciendo tanto
personajes antiguos (Lord Julius, Elrod) como nuevos, pero cuando Cerebus asume
el cargo, gran parte de esa energía inicial se disipa, pasando a lidiar con
asuntos de política interna que se traducen en una densa pero no muy
interesante retahíla de cifras y nombres expuesta con menos humor e ironía que
la primera parte.
Resulta tan sorprendente como deprimente que
“Alta Sociedad” siga siendo un comic tan de actualidad como lo fue en el
momento de su aparición, hace ya casi medio siglo, lo cual dice mucho –y al
tiempo muy poco bueno- de la casta política. La plataforma que encabeza Cerebus
empieza defendiendo engañosamente los valores y cambios exigidos por el pueblo.
Enfrente, tiene a Lord Julius, que representa una potencia extranjera, apoyando
nada menos que a una cabra, lo que viene a ser un mero “animal de paja” a
través del cual gobernar él mismo. Sin embargo, poco a poco, la disputa por el
poder acaba agriando las intenciones originales de Cerebus, plegándose a
demandas absurdas y desmedidas que incluso suponen traicionar a sus defensores,
a cambio de asegurarse apoyos. Para cuando el duelo electoral se decanta a su
favor –aunque por muy poco margen- y ocupa el puesto de Primer Ministro,
Cerebus se ha quitado la máscara (que, por otra
parte, el lector ya conocía
bien). ¿Resulta todo esto familiar?
En ese sentido, la época en la que aparecieron estos comics y que Sim criticaba, es un factor sólo relativamente importante a considerar en su lectura. Ciertamente, conocer el comic “Caballero Luna”, que por entonces dibujaba Bill Sienkiewicz para Marvel en un estilo claramente inspirado por el de Neal Adams, ayuda a disfrutar de ese personaje paródico que es Cucaracha Lunar. Y seguramente, una edición anotada nos brindaría una visión general más profunda de “Alta Sociedad”, revelando referencias que lo conectan con personajes o noticias contemporáneas. Pero, en último término, nada de esto obstaculiza la lectura de una obra atemporal ni invalida la sátira política que la permea de principio a fin.
Naturalmente, la política no es la única diana
hacia la que Sim lanza sus dardos. De hecho, lanza torpedos de hilarante bilis
contra la cultura y el esnobismo que la rodea, incluyendo los comics, los
superhéroes y las convenciones de aficionados. Hay un pasaje bastante divertido
en el que Cerebus tiene que dibujar a toda velocidad espantosos bocetos para
recaudar dinero de los ricachones de la ciudad, pero sus esfuerzos se
encuentran con la competencia representada por Elrod y sus monigotes
garrapateados, lo que desemboca en una absurda rivalidad entre ambos.
Igualmente cómicas son las secuencias que transcurren en la Petuniacon,
improvisada por Lord Julius como maniobra electoralista y en la que Sim se
burla de los paneles organizados en las convenciones de comic.
Es posible también que el autor albergara
alguna intencionalidad satírica con el regreso de Jaka, un interés amoroso de
Cerebus presentado en la etapa anterior, parodiando la forma en que se
representan las relaciones sentimentales en los comics. En el primer libro, un Cerebus
bajo el efecto de las drogas se enamoraba de esta bailarina de taberna llamada
Jaka, pero cuando desaparecían los efectos de esas sustancias, la olvidaba. Sin
embargo, ella prometía esperarlo. Cuando ya ha acumulado cierto poder y
prestigio en Iest, Jaka reaparece. Cerebus presume arrogantemente ante ella de
su lujoso estilo de vida y la invita a vivir con él al tiempo que la acusa de intentar
aprovecharse de esta racha de buena fortuna. En realidad, lo que Jaka quería
era justo lo contrario: darle un regalo. Pero tan mal la trata él, que decide
marcharse. Vuelve cerca ya del final de la saga, durante las Seis Crisis,
suplicándole que lo deje todo para marcharse con ella, salvando así la vida
ante el ejército invasor que se aproxima a la ciudad, pero Cerebus lo considera
un acto de cobardía y responde a sus ruegos con agresividad. Ella lo comprende,
pero no puede evitar marcharse llorando una vez más. Jaka será un personaje
decisivo en el futuro de la serie, actuando de catalizador para muchas de las
decisiones del protagonista.
“Alta Sociedad” también va revelando datos
importantes tanto del personaje como del mundo que habita. Por ejemplo, que
Cerebus, en su juventud, había estudiado magia con Magus Doran. También se aporta
información relevante sobre la Iglesia de Tarim y la rivalidad entre los cultos
del Cirinismo y el Kevillismo. En un volumen posterior descubriremos que
Astoria es kevillista y hacia el final de “Alta Sociedad” le confiesa a Cerebus
el por qué, a pesar de todos sus maltratos, se mantuvo leal a su causa: creía
que el republicanismo (la plataforma política de Cerebus) acabaría propiciando
el derecho al voto femenino. La lucha entre el republicanismo y el kevilismo se
desarrollará de forma sutil en los próximos volúmenes, lo que demuestra el
control que Sim ejercía sobre la información que proporcionaba al lector,
evitando una de las principales trampas en las que caen muchos autores de
género fantástico: poner mayor énfasis en la construcción de mundos que en la
elaboración de buenas historias.
El talento narrativo que Sim despliega en
“Alta Sociedad” es también sobresaliente, utilizando herramientas que hoy,
cuatro décadas después, son consideradas innovadoras cuando las aplican autores
actuales de renombre. Por ejemplo, en una espléndida secuencia del nº 49, un
ebrio Cerebus avanza tambaleándose y se desploma mientras la orientación de
lectura va variando en sintonía con su desorientación. Es también aquí donde
Sim empieza a introducir extensos y espesos pasajes de prosa, ya sea el relato
de un evento histórico o el extracto de un libro, que con el progreso de la
colección se convertirán en algo cada vez más frecuente. El ritmo que imprime a
las escenas, su utilización del raccord o algunas composiciones de página, si
bien no son ni mucho menos innovadoras, sí son asimismo muy estimables en
cuanto aportan variedad gráfica y, lejos de ser mero exhibicionismo, se ajustan
a las necesidades de la escena en cuestión.
Quizá el aspecto narrativo que más llame la
atención a primera vista sea el que emplea desde el nº 44 y hasta el final, a
saber, rotar 90 grados la orientación de lectura, lo que obliga a sostener el
volumen lateralmente. Aunque este recurso puede facilitar la fluidez entre
viñetas, no estoy seguro de que su uso esté justificado durante 139 páginas.
Además, si bien cuando apareció editado en formato comic-book, esto no suponía
demasiado inconveniente, cuando se trata de un grueso volumen que supera las
500 páginas, la lectura se torna incómoda.
En cuanto al dibujo propiamente dicho, Sim
refina su arte, manejando con habilidad a su extraño protagonista (aunque es
ahora cuando algunos lectores ocasionales empiezan a confundirlo con un cerdo o
un hipopótamo). También parece bastante evidente que Sim se cansó de dibujar
fondos, porque la mayor parte de las escenas se desarrollan en las estancias de
Cerebus en el Regency, sin otro decorado que profundos negros. Es una decisión
pragmática para ahorrar tiempo y esfuerzo, sí, pero en este caso también ayuda
a crear cierta atmósfera de misterio. Supuestamente, Cerebus cuenta con siete
habitaciones en el hotel, pero nunca se muestra claramente la disposición o
decoración de las mismas. Dejando esto al margen, hay que reconocer que algunos
de los fondos que adornan las escenas de exterior están muy elaborados, aunque
ninguno tanto como la espectacular portada que Gerhard (futuro colaborador de
Sim en la colección y dibujante de todo lo que no eran figuras) realizó para la
posterior edición en volumen de “Alta Sociedad”.
Así que, comparando "Alta Sociedad” con su etapa precedente, podemos afirmar que supone un paso adelante en la sofisticación temática, conceptual, narrativa y gráfica de la serie. Sim asume mayores riesgos en su exploración del medio y las oportunidades que éste le brinda, reconociendo su potencial como vía de escape, reflexiva y humorística, tanto para su creatividad como de sus crecientes y cada vez más amargas frustraciones con el mundo real.
Pero también, y es lógico teniendo en cuenta su extensión, es un arco con tantos altos como bajos. No todos los pasajes revisten el mismo interés y su aproximación satírica se diluye hacia el final. También debería el lector ser avisado de que se trata de una obra tremendamente densa y laberíntica que probablemente lo deje exhausto tras finalizar sus 512 páginas. En cualquier caso, “Alta Sociedad” bien podría ser la mejor puerta de entrada para cualquiera que desee darle una oportunidad a esta obra icónica del comic independiente. El volumen anterior, todavía bastante tosco en todos los aspectos, no es requisito necesario para entender lo que aquí se cuenta. Por el contrario, todo lo que vendrá en los siguientes veinticinco años y 250 números, se asentará sobre lo narrado en este arco argumental.
Si Sim hubiera decidido concluir su serie tras “Alta Sociedad”, probablemente ya habría merecido un lugar en la historia del comic independiente de los 80. En cambio, dobló la apuesta con su siguiente y monumental arco argumental, “Iglesia y Estado”. Pero de eso hablaremos en la siguiente entrada.
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