En una época como la nuestra en la que se está viviendo una rápida evolución en la tecnología robótica y aeroespacial junto al desarrollo de inteligencias artificiales operativas en diferentes ámbitos, aquellas ficciones que presentan una difuminación de la línea entre lo que sabemos es humano y lo que percibimos como tal, han cobrado una nueva relevancia. Son historias que plantean cuestiones metafísicas sobre lo que nos hace humanos, qué nos define como tales y cómo podríamos relacionarnos con otro tipo de inteligencias. Cuando no dispensamos a otros seres el respeto y la dignidad que nosotros mismos creemos merecer, ¿renunciamos a una parte de nuestra propia humanidad? Si creamos algo capaz de sentir y empatizar, ¿no hacemos mal si nos negamos a reconocer tales emociones como válidas?
Esas preguntas y otras relacionadas son las que aborda “Descender”,
una serie de 32 números divididos en cinco volúmenes publicada originalmente
por Image entre 2015 y 2018 en la que el guionista Jeff Lemire y el dibujante
Dustin Nguyen abordan estas preguntas envolviéndolas en un decorado de space
opera.
Niyrata es uno de los nueve grandes mundos que conforman el
Consejo Galáctico Unido. En él viven 5.000 millones de habitantes concentrados
en 9 ciudades. Una mañana, el doctor Quon, principal especialista en robótica
de su época, es despertado por el general Nagoki, presidente del CGU, que le
exige que se reúna con él tan pronto como sea posible. Unos colosales robots,
los Cosechadores, se han materializado sobre los cielos de los diferentes
planetas. Los gobiernos de cada una de esas civilizaciones entran en pánico y
tratan de comunicarse con ellos mientras deciden qué curso de acción tomar. Sin
embargo, todos los intentos de contacto resultan infructuosos y poco después
las inmensas máquinas lanzan un ataque que destruye las ciudades y extermina a
tres cuartas partes de la población de todos esos mundos.
El escenario cambia entonces a la alejada colonia minera de la luna de Dirishu-6, donde el androide “infantil” TIM-21 se reconecta sólo para descubrir que es el único superviviente de las instalaciones. Algún tipo de catástrofe hizo que se evacuara a toda prisa a parte de los colonos, muriendo el resto allí mismo. Entre estos últimos se encuentra la madre que lo adquirió para hacer compañía a su hijo Andy. De éste, no hay rastro. Al entrar en los ordenadores de la colonia, se entera de que han pasado diez años desde que se “durmió” y que en ese periodo y a raíz de la destrucción provocada por los Cosechadores, la actitud de los habitantes de esos mundos hacia los robots ha dado un giro radical. Ahora, estas máquinas son perseguidas y destruidas, a veces como una suerte de venganza dirigida incorrectamente y, a veces, por miedo a que, de alguna forma, acaben convirtiéndose en enemigos de la Humanidad.
Lo que no sabe TIM es que, al conectar con los servidores
de la colonia, ha enviado una señal al CGU, cuyos científicos descubren que el
código de su IA, el propio de su serie de androides infantiles, guarda
similitudes con la de los Cosechadores. Podría ser la clave, por tanto, para
desarrollar algún tipo de defensa contra esa amenaza en caso de que regresara.
Sin embargo, no han sido los únicos en captar esa señal: un grupo de
Chatarreros, que se dedican a recorrer la galaxia cazando y desguazando robots,
acude también a Dirishu. Entretanto, TIM encuentra la compañía de Bandido, el
robot-mascota de Andy, y un droide minero con malas pulgas que se llama a sí
mismo Taladro Asesino.
A esa luna llegan la capitana Tesla, hija de Nagoki
(todavía al frente del CGU) y el ahora muy malogrado doctor Quon, creador de la
serie de TIM. Tras poner fuera de combate a Taladro, el grupo de Tesla se hace
con el niño androide y comienzan una aventura que les llevará a desvelar los secretos
tras los Cosechadores mientras evitan a las diferentes facciones que, por
diferentes motivos, quieren hacerse con TIM.
El canadiense Jeff Lemire es un guionista que bebe mucho de
su propia vida para escribir sus comics. En algunos casos, resulta obvio, como
en la trilogía de “Essex County”, pero incluso en algo tan a priori alejado de
nuestra experiencia cotidiana como es “Descender”, se inspiró en sus
sentimientos y reflexiones como padre y de la profunda preocupación que le
provocaba el caótico estado del mundo en el que iba a tener que vivir su hijo.
A través de los ojos de TIM, el lector asiste al proceso de aprendizaje de
asumir la pena y la pérdida y la sensación de ser tratado como alguien
diferente, extraño e indeseable. Al filtrar esas emociones a través de la
sensibilidad de un niño, Lemire pudo intensificarlas y purificarlas en mayor
medida que si hubiera utilizado un adulto. Por otra parte, el guionista
prescinde habitualmente en sus comics de globos de pensamiento, prefiriendo que
sea el lector quien interprete lo que está bullendo en la cabeza de los personajes.
Además de agilizar el ritmo de lectura, esta decisión le deja mayor espacio –y
responsabilidad- al artista, dado que de esta forma puede incluir en las
viñetas pistas aclaratorias sobre el plano psicológico y emocional de los
personajes.
“Descender” no es un comic muy original en sus temas y elementos. Tenemos una federación galáctica en decadencia que está sufriendo tensiones separatistas y ataques externos; una amenaza alienígena de enorme poder destructor; prejuicios y violencia contra IAs y robots; el niño robot que busca recuperar el cariño de su antiguo amo humano; una militar dura que resulta tener un corazón blando; saqueadores espaciales; batallas entre naves…. Las alusiones a los robots asimovianos son evidentes en, por ejemplo, la escena del sueño de TIM o las reglas que rigen los cerebros de los robots y que, en principio, les impiden dañar a sus creadores; la introducción de paranoias y traumas psicológicos, por su parte, remiten al tipo de universos y personajes imaginados por Philip K.Dick.
Sin embargo, una vez establece las bases de la historia y
presenta a los principales personajes, Lemire demuestra su talento para mezclar
todos esos ingredientes ya familiares de manera muy amena, integrándolos en una
trama dinámica, que va saltando de subtrama en subtrama, con un amplio reparto
de personajes entrañables, una escala épica y suficientes giros y sorpresas
como para mantener el interés.
Una aportación interesante de “Descender” –aunque tampoco
del todo nueva- es la forma en que se invierte el tropo de la Guerra contra las
Máquinas. En su afán antropocentrista, los creadores de CF han tendido casi
siempre a situar a éstas en el bando de los villanos (“Terminator” o “Matrix”
son los ejemplos más populares), reservando para los humanos el rol de héroes
virtuosos. Pero en esta serie, las máquinas son verdaderamente inteligentes,
esto es, tienen emociones y aspiraciones propias. Son, a todos los efectos, una
forma de vida ya independizada del hombre, aunque sigue siendo víctima de sus
atropellos. Utilizar a los robots como alegoría de las minorías perseguidas en
nuestro propio mundo es un recurso muy antiguo y aquí, como en esas ficciones,
sirve para subrayar los aspectos más reprobables de nuestra especie, siempre
rápida en culpar a otro colectivo de los problemas propios y ejercer la
violencia más infame contra el prójimo. Para que podamos ponernos de su lado,
Lemire usa la herramienta más obvia: humanizar a los robots. Su complejidad
emocional equivale a la de sus creadores originales: los hay bondadosos y
violentos, decididos y confusos, con grandes aspiraciones y anhelos humildes,
inspirados y atormentados, belicosos y pacifistas…
Otro de los tópicos con los que juega Lemire es la relación
“niño robot-creador” que bebe de obras anteriores, desde “Pinocho” a “Astro Boy”.
Pero contra lo que podría pensarse, “Descender” no presenta una historia
similar a la que Spielberg contó en su película “I.A: Inteligencia Artificial”
(2001). Ambas tienen en su centro un niño androide con emociones complejas
innatas, heredadas o aprendidas y una fuerte conexión con una familia o un
miembro de la misma. Sin embargo, TIM-21 sabe perfectamente quién es y cuál es
su propósito, lo cual no le impide llamar hermano a Andy, su “dueño” humano. Se
preocupa sinceramente por él y se siente responsable de su bienestar, no tanto
físico como emocional. Por eso, cuando se entera de que aún está vivo, lo único
que le importa es encontrarlo. Para él es así de simple, así de puro.
Y es que, a pesar de que el principal protagonista es un robot, “Descender” es, en el fondo, una historia sobre la familia y la necesidad de encontrar el lugar que nos corresponde en la vida. La parafernalia tecnológica y la ambientación espacial no es más que un adorno para unos personajes que están tratando de encontrarse a sí mismos y formar una familia o reencontrarse con ella. Es un sentimiento que todos podemos comprender y por eso TIM-21 es un personaje con el que el lector simpatiza desde el primer momento.
Ahora bien, durante diez años, humanos y robots han vivido
dominados por el miedo mutuo. ¿Dónde encaja entonces un pequeño androide de
compañía programado para creer en los humanos y protegerlos? ¿Cómo puede
sobrevivir un robot infantil que busca a su familia en una galaxia inmersa en
una guerra civil? Su coraje, inocencia, firme
voluntad de encontrar a su amo-hermano-protegido Andy y fe en los humanos y
alienígenas que le rodean –aunque no la merezcan- suscitan ternura. No
solamente el universo se ha tornado hostil para su especie robótica, sino que
diversos y muy poderosos agentes se interesan por él en particular debido a su
código. Excepto Taladro y Bandido, todos los que salen en su busca y lo
protegen, humanos, alienígenas y robots, lo hacen para utilizarlo de una u otra
forma o, directamente, destruirlo.
Pero TIM es solo el principal personaje de un amplio e
interesante reparto que va presentándose paulatinamente conforme avanza la
trama. La serie adopta la estructura ahora tan común en la televisión de, una
vez establecida la narrativa principal, incluir varios episodios centrados
exclusivamente en un personaje diferente, casi siempre flashbacks que
retroceden periodos que van de los 10 a los 4.000 años y que nos cuentan su
origen y evolución hasta el punto en el que los conocemos. Esto implica, claro,
cierta ralentización del ritmo en la trama principal, pero, a cambio, se gana
en una mejor caracterización de los mismos. Así, tenemos, por ejemplo,
capítulos dedicados a contar cómo el doctor Quon se convirtió en el genio de la
robótica avanzada; la conflictiva relación que mantiene la capitana Tesla con
su padre; el origen de la frustración e ira de Taladro Asesino… hay incluso uno
esencialmente mudo, contado a través de los ojos de Bandido. Son fragmentos que
consiguen hacer de “Descender” no sólo una historia emocionante sino emotiva,
en la que puede empatizarse con los personajes gracias al conocimiento de sus
motivaciones, anhelos, traumas, obsesiones y temores.
Por ejemplo, el doctor Quon, el “padre” de TIM, es un personaje complejo. Desde luego, no es una buena persona, pero tampoco un claro villano, sino alguien que perdió de vista su noble objetivo inicial, traicionando a su mentor en favor de la gloria personal y cuyo ego, baja autoestima, cobardía e instinto de supervivencia le convierten en poco fiable. Intenta hacer lo correcto en tanto en cuanto su vida no corra peligro y siempre reservándose información muy importante que podría salvar la galaxia pero también suponerle la ignominia eterna.
Taladro, que parecía una simple adición con la que dar un
contrapunto cómico y aportar un personaje con fuerza física que resolviera
ciertas situaciones, acaba desempeñando un papel importante en un arco emotivo
pero no tedioso o sentimentalmente sobrecargado. La capitana Tesla, tozuda y
leal al Consejo, pasa de luchar contra los robots a arriesgar su vida por la
supervivencia de uno. Lo mismo sucede con Andy, cuyo trauma infantil por la
pérdida de su madre lo había convertido en Chatarrero sólo para reconectar con
sus antiguos valores al descubrir que TIM sigue vivo, dividiéndose entre el
hombre que cree ser y el niño que en el fondo sigue siendo. Está también Effie,
la antigua novia de Andy, ahora convertida en líder de un grupo de ciborgs
defensores de los derechos de los robots; el feroz y resolutivo Blugger, aliado
circunstancial de Andy; Psius, el líder del ejército de rebeldes robots
conocidos como Hardwire, cuya base está escondida en una luna artificial...
Estos y muchos otros son personajes complejos, con sus
propias voces, traumas y motivaciones y (quizá con la clara excepción de los
dos reyes del planeta Gnish, auténticos psicópatas salvajes) difícilmente
clasificables clara e inmediatamente como héroes o villanos. De hecho, el
lector, apruebe o no los actos y decisiones de los personajes, colectivos y
facciones involucrados en esta historia, en el fondo puede comprender por qué
los humanos temen y odian a los robots y por qué éstos reaccionan como lo
hacen. ¿Quién hace lo correcto y quien no? ¿Alguno de los bandos siquiera
merece nuestro apoyo? Giro tras giro, la trama hace que cambiemos nuestra
percepción del problema y, con algunas excepciones, todo el reparto se comporta
como lo hace para sobrevivir.
Una de las señas de identidad de “Descender” y que le hace
destacar por encima de otros muchos comics de CF modernos es su arte. La fina
línea de Nguyen es complementada por un coloreado directo con acuarelas que no
sólo le da un toque original respecto a otras space operas en el comic, sino
que le permite jugar con la sutileza cromática y el código de colores para, por
ejemplo, potenciar el componente emocional de una escena o crear un contraste
entre la suavidad de los tonos y la violencia de tal o cual viñeta. Tradicionalmente,
el dibujo de los comics de CF ha tendido a la precisión y el naturalismo, pero
Nguyen, que mejora en cada número, opta aquí por una suerte de impresionismo en
el que, sin embargo, todo queda perfectamente definido por un detallismo
engañosamente oculto. Utilizando una diversidad de técnicas, no sólo crea
imágenes verdaderamente bellas y evocadoras, sino que sobresale en el diseño de
personajes, tecnología y entornos, ya sea el interior de naves o los paisajes
de los variados mundos que visitan los protagonistas en el curso de su
aventura, mezclando el vanguardismo con cierto sabor a CF de la vieja escuela. Consigue
también transmitir el amplio y complejo mundo emocional de todos los
personajes, incluidos los robots, una tarea nada sencilla.
“Descender” es un comic quizá no muy original, pero sí
inteligente, bien escrito, emotivo, absorbente y sobresalientemente dibujado. Ofrece
una historia amena, con un excelente ritmo, personajes muy bien caracterizados
con los que es fácil encariñarse y cuyo destino no deja indiferente, giros y
sorpresas, sentido épico y valores humanistas. Los aficionados a la CF
encontrarán aquí todos los tropos y elementos propios de la space opera: robots
y ciborgs, alienígenas y humanos, batallas espaciales, mundos exóticos, aliados
incómodos, amenazas existenciales, complots siniestros, drama y comedia… Todo
ello inserto en un rico universo poblado por un mosaico de personajes que
evocan sagas como la de “Star Wars” sin parecer un simple clon de las mismas y
abordando temas como el poder y la guerra, el lugar que la tecnología ocupa en
nuestras vidas, las consecuencias de crear algo cuya complejidad no entendemos,
la importancia de la familia, los prejuicios y la violencia o la relación entre
el hombre y otras formas de vida superiores a él.
Cuando comenzó “Descender”, Lemire tenía una visión clara de cómo comenzaría y terminaría la colección, pero conforme avanzaba en su realización, fue cambiando de perspectiva. Cuando Image pidió a los autores que dibujaran una portada alternativa que representara dónde estaría su serie al cabo de 25 años, el y Nguyen imaginaron una ilustración de estilo fantástico en la que se veía una niña montando una criatura voladora de aspecto mitológico. Fue entonces cuando Lemire comprendió que podía darle otro final a “Descender” o, mejor dicho, no finalizarlo sino continuarlo en otra serie que hibridaría la CF con la Fantasía y que se titularía “Ascender”. Pero eso es otra historia…
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