23 mar 2024

LOS VENGADORES EN LOS AÑOS 60 (21)

 


 (Viene de la entrada anterior)

 

El nº 54 (julio 68) comienza tras haber finalizado los Vengadores de instalar en la Mansión un nuevo sistema anti-intrusos, una necesidad que cualquier lector mínimamente avispado había detectado habida cuenta de la cantidad de incidentes de este tipo que habían registrado y que el propio Ojo de Halcón reconoce: “¡Estupendo! Con la de villanos que se han colado últimamente, esto parecía un sitio abierto al público”).

 

Cuando informan al mayordomo Jarvis de los detalles, la Avispa (que aquí viste uno de sus uniformes menos inspirados, y eso es decir mucho) detecta algo extraño en su reacción, una corazonada que parece confirmarse cuando Jarvis realiza una llamada furtiva a alguien prometiéndole información y luego se dirige a un edificio ruinoso en una zona depauperada de la ciudad, en cuyo sótano le espera una nueva encarnación del antiguo grupo némesis de los Vengadores, los Señores del Mal, ahora compuesto por Klaw, Torbellino, el Fundidor, el Hombre Radioactivo y el Caballero Negro, dirigidos por el enigmático Capucha Roja, nunca antes visto en el Universo Marvel.

 

Dos de ellos resumen someramente sus cuentas pendientes con alguno de los Vengadores. Ulysses Klaw, inventó años atrás un arma sónica con el que intentó conquistar Wakanda para apoderarse de sus yacimientos de vibranium. Allí hubo de enfrentarse a un todavía niño T'Challa y, derrotado y mutilado, saltó al convertidor sónico de su invención para transformarse en el ser de sonido sólido que es ahora (todo esto se narró en “Los Cuatro Fantásticos” nº 53, agosto 66). Aquel niño crecería para asumir la identidad de Pantera Negra. Por su parte, el Hombre Radioactivo, de origen chino, era un enemigo de Thor presentado en “Journey into Mystery” nº 93 (junio 63). Zemo lo reclutó para la primera encarnación de los Señores del Mal, siendo derrotado por Iron Man en el nº 6 de esta colección (julio 64).

 

Por su parte y aunque no se menciona en estas páginas, el Fundidor, que también había militado en la primera versión de este grupo de supervillanos, había sido uno de los adversarios de Iron Man, presentado en “Tales of Suspense” nº 43 (noviembre 63). Torbellino se había enfrentado primero al Hombre Gigante como Human Top en “Tales to Astonish” nº 50 (diciembre 63), adoptando luego, en “Vengadores” nº 46, la identidad de Torbellino y ejerciendo, sin que ellos lo supieran, de chófer de la Avispa. El que menos habla es el Caballero Negro, porque, sin que sus detestables camaradas lo sepan, él es en realidad la nueva versión heroica del antiguo villano ahora muerto y también miembro de los Señores del Mal originales.

 

Jarvis entrega a Capucha Escarlata los planos del nuevo sistema de seguridad y exige el dinero prometido. Pero el villano le gasea dejándolo inconsciente, despide a los demás y les recuerda dónde deben reunirse a medianoche.

 

El Caballero Negro cabalga en su montura alada, Aragorn, hacia la Mansión de los Vengadores para advertirles del peligro que corren, recordando por el camino cómo encontró una carta en el apartado de correos de su tío (el anterior y malvado Caballero Negro), invitándole a unirse a los nuevos Señores del Mal. Intrigado, acudió a la reunion y Capucha Roja, aunque esperaba a alguien de más edad, lo aceptó (su antecesor siempre llevó el rostro cubierto por un yelmo así que nadie conocía sus facciones). Pero antes de llegar a su destino, el resto de sus recientes camaradas lo están esperando. Confirmadas sus sospechas de que es un traidor, lo atacan y reducen. Al fin y al cabo, Dane Whitman es todavía muy inexperto y ni siquiera tiene en su arsenal la Espada de Ébano (que adquiriría unos meses después en “Marvel Super-Heroes” nº 17, noviembre 68, también con guión de Roy Thomas).

 

Aragorn, sin embargo, consigue escapar y llegar a la Mansión, donde lo encuentra Ojo de Halcón. Antes de que pueda alertar al equipo, el Fundidor se abre paso a través de una pared (sin activar ninguna alarma) y le ataca. El arquero Vengador acierta al villano con una flecha aturdidora, pero no antes de que un disparo de éste lo deje inconsciente. En el garaje del edificio, mientras tanto, Torbellino se enfrenta a Pantera Negra –aquí todavía llevando la mascara que revela parte de su rostro con el fin de subrayar el color oscuro de su piel-. Como el villano conoce bien el lugar (recordemos, es el chófer de Janet van Dyne), no le afecta que Pantera apague las luces en la esperanza de obtener ventaja con sus sentidos felinos. No tiene éxito y cae derrotado, lo mismo que Jan ante Klaw y Goliath ante el Hombre Radiactivo gracias tanto al factor sorpresa como al recién obtenido conocimiento del sistema de seguridad.

 

El episodio finaliza con los tres heroes masculinos encadenados y la Avispa atrapada en una botellita de cristal con orificios para que respire. Los villanos encienden un monitor y en la pantalla aparece Capucha Roja para felicitarlos por su victoria. Pero entonces aparece otro Capucha junto al primero y desvela la identidad de éste: ¡un robot! El que parece auténtico, se descubre a su vez y resulta ser ¡Edwin Jarvis!.  

 

Estos dos números tienen su importancia porque son la primera vez en la que el mayordomo de los Vengadores adquiere cierta importancia en una historia. Sí, había aparecido antes, pero siempre de fondo. Con la perspectiva que da el tiempo, es fácil pensar que Jarvis está actuando aquí de una forma absolutamente incoherente con lo que sabemos ahora del personaje. Pero recordemos que hasta este momento nada se había contado sobre él y sus circunstancias, así que los lectores contemporáneos no tuvieron demasiadas dificultades para asumir el hecho de que mintiera y traicionara a los Vengadores para conseguir dinero con el que pagar el tratamiento médico de su madre. Queda sin explicar por qué no se limitó a pedirselo a su jefe, Tony Stark y, en cualquier caso, en el siguiente episodio racionalizaría sus actos asegurando que creía que los Vengadores derrotarían a los villanos –añadiendo también como factor atenuante cierta dosis de control mental-. Este agujero de guion fue abordado por el guionista Bob Harras mucho después, cuando reveló en el nº 280 (junio 87) que Stark, que siempre había tratado a Jarvis como parte de su familia, efectivamente se ofreció a pagar los gastos medicos, pero que Ultrón hipnotizó al mayordomo para no creerle.

 

Aunque una de las justificadas críticas que se le puede hacer a Roy Thomas es que las soluciones a los enigmas que planteaba en sus historias eran evidentes desde el principio, aquí consiguió tomar por sorpresa a todo el mundo en relación a la identidad de Capucha Roja. No es lo único que ofrece ese final, porque el robot que se había hecho pasar por el líder de los villanos sin venir demasiado a cuento es nada más y nada menos que Ultrón 5 en su debut en el Universo Marvel. Poco podía imaginarse el androide los dolores de cabeza que iba a causar a los Vengadores en las décadas por venir.

 

La aventura termina en el nº 55 (agosto 68), que arranca con los Señores del Mal despegando del tejado de la Mansión en una nave futurista llevando con ellos, inconscientes e inmovilizados, a los cuatro Vengadores. Llegan a la base secreta de Capucha Roja, en el subsuelo del edificio ruinoso del episodio anterior, donde, tras un amago de rebeldía rápidamente sofocado por parte de Goliath, Klaw se encara con su jefe, llegando a atacarlo con una descarga sónica letal. Capucha Roja, sin embargo, resiste incólume y le obliga a Klaw a humillarse y suplicar por su vida.

 

Reuniendo a sus secuaces, Capucha desvela por fin su plan: colocarán a los Vengadores dentro de una cápsula que alberga también una bomba de hidrógeno y amenazarán con detonarla sobre el Empire State Building a menos que la ciudad les pague una gran suma de dinero. Los esbirros protestan: si las autoridades pagan, los heroes no morirán y ellos no obtendrán su venganza. Pero Capucha tiene la solución: lanzarían la bomba en el Atlántico y los Vengadores morirían igualmente.

 

Una vez en el interior del dispositivo, los heroes despiertan y Capucha les informa de su situación. Goliath intenta abrirse camino a golpes, pero descubre que el casco de la cápsula está hecho de un metal demasiado resistente. Una pantalla colocada a propósito para hacerles más díficil aún sus últimos momentos, les muestra a Capucha liberar a Jarvis de una especie de trance hipnótico. El juego de identidades Capucha/Jarvis no fue más que un juego; el verdadero villano es el robot Ultrón 5.

 

Recuperados sus recuerdos y voluntad, Jarvis se derrumba y, como he dicho antes, revela sus razones para traicionar a los Vengadores. Ultrón le ordena al Fundidor que se deshaga de él, pero Jarvis, dado por muerto, consigue sobrevivir y, aunque gravemente herido, regresar a la Mansión, donde le encuentra el Caballero Negro, al que los Señores del Mal también habían dado por muerto (decididamente, estos villanos son incompetentes en grado máximo). Será él quien salve el día, irrumpiendo en la guarida de los malos, liberando a los Vengadores y uniéndose a la batalla subsiguiente.

 

La refriega termina con todos los villanos derrotados excepto Torbellino –que escapa y así salvaguarda su identidad falsa de chófer de Janet Van Dyne- y Ultrón, que jura venganza desde otro escondite en otra parte de la ciudad, aunque no pasará mucho tiempo hasta su regreso, concretamente en los nº 57 y 58, en los que se narrará tanto su origen como el de la Visión.

 

La presentación de Ultrón, por supuesto, es un hito imprescindible en la trayectoria de Los Vengadores puesto que, como némesis del grupo, solo Kang podrá hacerle sombra, aunque con el robot las cosas siempre han sido mucho más personales. Eso sí, sus principales características, personalidad y sensación de auténtico peligro están aún por definir. Por el momento, no es más que uno de tantos androides malévolos que menudeaban por el Universo Marvel.

 

El Caballero Negro, intercediendo por Jarvis, vuelve a marcharse a la francesa y no se le volverá a ver hasta el nº 60, como invitado a la boda de la Avispa y Chaqueta Amarilla (Roy Thomas, por cierto, pareció olvidar que en el nº 48, los Vengadores ya habían averiguado que este personaje no era el mismo que el villano contra el cual combatieron en el pasado). En cuanto al acongojado y arrepentido mayordomo, se ofrece a entregarse a la policía. Los Vengadores, sin embargo, comprendiendo sus razones y valorando que, llegado el momento, arriesgara la vida por salvarles, le perdonan y reintegran a su puesto (no inmediatamente, sus heridas no se lo permitirán hasta el nº 59).

 

Si hay algo que se puede asegurar de los superhéroes de la década de los 40 del pasado siglo es que pocos hubieran ganado premios a la responsabilidad. Dejando de lado su gusto por las peleas, a menudo con armas de fuego, prácticamente ninguno de ellos parecía ver nada de malo en llevar consigo a la batalla a un compañero juvenil. Por supuesto, esto no tiene sentido alguno. Si quieres un camarada que te cubra las espaldas, asegúrate de que sea un adulto que, no sólo sería de más ayuda sino que su posible muerte en combate no sería tan traumática como la de un muchacho.

 

Por supuesto, el Capitán América, como hemos visto, no fue una excepción a esta mala costumbre, mostrando su flagrante desconsideración al asegurarse de que, cuando llovían las balas, era él y no su joven compañero Bucky quien tenia un escudo para protegerse. En su caso, ya sabemos cómo terminó su asociación.

 

Aunque los Vengadores lo encontraron y despertaron veinte años después de haber caído en un coma, para el Capitán no habían transcurrido más que minutos desde que vio a Bucky alejarse sobre un misil a punto de estallar. Este trauma le llevó, de forma un tanto enfermiza, a escoger otro pupilo, Rick Jones, que incluso llegó a vestir brevemente el disfraz de Bucky.

 

Pues bien, el nº 56 (sept 68), tal y como anuncia llamativamente su portada, toma como premisa de arranque ese sentimiento de culpa que acarrea el Capitán, quien convoca a los cuatro Vengadores en activo al castillo del Doctor Muerte, abandonado desde “Los Cuatro Fantásticos” nº 5 (julio 62). Allí se encuentra todavía operativa la máquina del tiempo que el villano utilizó en aquel episodio. Roy Thomas, siempre dispuesto a recuperar ideas de Stan Lee y refinarlas un poco más, no siempre estaba tan atento a la continuidad como los lectores y en esta ocasión parece que olvidó que el millonario Gregory Gideon se llevó la máquina del tiempo al Edificio Baxter en “Los Cuatro Fantásticos” nº 34 (enero 65). Entonces, ¿la devolvió Reed Richards al abandonado Castillo Muerte para que cualquier incauto la encontrase y accionase involuntariamente? Evidentemente, aunque disculpable, es un fallo de continuidad.

 

El caso es que el Capi quiere viajar con ella a los días de la Segunda Guerra Mundial para asegurarse de una vez por todas del destino de Bucky. Pantera Negra, Goliath y Ojo de Halcón deciden acompañarlo, mientras que la Avispa se queda en el presente para operar los controles.

 

Tal como estaba previsto, llegan, invisibles e intangibles, al fatídico día en el que Bucky saltaría a un misil en marcha para intentar desactivarlo. Los Vengadores solo pretenden observar. Reed Richards les advirtió que dos versiones del Capitán existiendo simultáneamente en el mismo momento temporal podría tener consecuencias catastróficas. Y así, presencian cómo el Capi y Bucky tratan de evitar que el Barón Zemo robe en una base de Inglaterra un proyectil experimental. Para defenderse, el nazi hace “crecer” un humanoide gigante a partir de una pequeña semilla que noquea a la pareja. A continuación, Zemo cubre los disfraces de los héroes con uniformes de soldado para que así no mueran como heroes. El humanoide los amarra al misil que Zemo enviará a Berlín.

 

La justificación de Zemo para vestir a los inconscientes Cap y Bucky con “ropa más tosca y común” es bastante absurda desde una perspectiva de lector adulto y veterano, aunque tengo la seguridad de que los niños de doce años no tenían ningún problema con esto (al fin y al cabo, yo también fui entusiasta lector de estos comics con esa edad). Obviamente, la verdadera razón por la que lo hace es porque había que encajar esta escena con el flashback del nº 4 de la colección, ya establecido como canon.

 

En ese momento pero en el presente, la Avispa experimenta un súbito mareo y, accidentalmente, acciona un botón que materializa a los Vengadores en la escena que estaban presenciando. Incapaz de contenerse, el Capitán ataca a Zemo, que accidentalmente hace crecer otro humanoide. Ambos gigantes atacan tanto a los Vengadores como a los soldados que acuden a investigar el origen de tanto ruido.

 

Pero entonces, los Vengadores empiezan a desmaterializarse de nuevo. El último acto del Capi es lanzar su escudo para liberar a Steve y Bucky justo cuando están recuperando la consciencia. Los Vengadores, otra vez invisibles e intangibles, contemplan cómo Zemo lanza el misil, el Capi y Bucky lo persiguen en una motocicleta y saltan hacia él, pero solo Bucky consigue aferrarse. Steve cae al mar y el proyectil explota con Bucky encima. Los Vengadores regresan a su propio tiempo, donde el Capitán, tras este autotratamiento de choque, parece dispuesto a pasar página: “¡Era un gran tipo…El mejor compañero que pude tener! ¡Pero, pero primera vez, sé…Que se ha ido para siempre! ¡Y esa es una realidad que tendré que aceptar!”.

 

Es un final deliberadamente melancólico que un fan moderno no puede sino ver también como involuntariamente irónico, ya que nadie entonces podía imaginar que la historia del Capi y Bucky experimentaría décadas más tarde un vuelco absoluto auspiciado por el guionista Ed Brubaker, que en 2005, reformularía muchos de los detalles de la última misión de aquél en “Capitán America” vol.5, nº 3, 4, 6.

 

En esta versión moderna de la historia, Steve y Bucky se hallaban custodiando el misil como soldados, con sus disfraces ocultos bajo los uniformes. En lugar de humanoides gigantes, Zemo se sirve de soldados alemanes, que capturan al dúo y torturan a Bucky en una isla del Canal de la Mancha. A continuación se ve al Capi y Bucky persiguiendo el cohete, sin explicación de cómo habían escapado pero, en lugar de subirse a éste para intentar desactivarlo, Bucky es arrastrado por una manga enganchada. Más tarde nos enteramos de que sólo ese brazo quedó amputado por la explosion posterior y que el joven sidekick, convenientemente manipulado, acabaría convirtiéndose en el asesino conocido como Soldado de Invierno.  

 

En cualquier caso, esta historia es un ejemplo de cómo Roy Thomas trataba de esquivar la prohibición de su mentor y jefe Stan Lee de no utilizar como Vengadores a Thor, Iron Man y, desde el nº 47, al Capitán América, dado que todos ellos contaban con sus propias series y Lee no quería cargarse de un trabajo extra supervisando los detalles de continuidad que generaría tener a los personajes saltando de una a otra colección. Conforme fue aumentando su confianza en sus propias capacidades, el joven guionista se hizo más atrevido y empezó a idear maneras de traer de vuelta al trio veterano, conjunta o individualmente y siempre que era posible. Los tres habían aparecido brevemente en el nº 52, cuando pareció que el equipo en activo había sido asesinado por el Segador; el Capitán América interviene con categoría de protagonista en este nº 56. Y en el Anual nº 2 que revisaremos a continuación, se enfrentaban los Vengadores actuales contra los veteranos.

 

Los créditos en la primera página del cómic indican que el encargado de terminar y embellecer los dibujos de Buscema es George Klein, labor que desempeñará también en varios números posteriores. Klein había sido el entintador no acreditado de prácticamente todas las historias dibujadas por Curt Swan para la línea de comics de Superman y su “familia”. La principal razón por la que lo encontramos aquí es porque fue “despedido” de DC –las comillas las incluyo porque, como tantos artistas entonces, no era un asalariado sino un autónomo que cobraba por trabajo entregado- por el nuevo director editorial, Carmine Infantino, que buscaba otros artistas con los que renovar la imagen de los comics de Superman. Desafortunadamente, Klein no tendría la oportunidad de establecerse en Marvel porque moriría apenas seis meses después de casarse, en 1969, a los 54 años, de cirrosis hepática.

 

Entre Buscema y Klein realizaron una llamativa página-viñeta de inicio, cuyo ángulo inclinado y cuidadoso sombreado le dan un aire particularmente siniestro. También llama la atención la incorporación del título de la historia en la ilustración, un viejo recurso artístico de los comics (Will Eisner, por ejemplo, lo utilizó profusamente en “The Spirit” en los años 40), pero que Marvel usaba con mucha moderación en aquellos días. Para que conste, Roy Thomas se atribuye el mérito no solo de la idea, sino también de escribir a mano el título en el puente; título, “Muerte, no Estés Orgullosa” (“Death Be Not Proud”, en el original) tomado de un famoso soneto del poeta inglés John Donne. Esta era el tipo de alusión literaria que se convertiría ya para siempre en un sello distintivo del estilo de Roy Thomas.

 

Había un misterio en esta historia, sin embargo, que no quedaba explicado. ¿Qué había causado el desvanecimiento temporal de la Avispa que, a su vez, provocó que sus compañeros se materializaran en el pasado e intervinieran en él de forma directa? ¿Habría repercusiones ulteriores a esa interferencia? La respuesta es que sí, aunque no en el siguiente número de la colección sino en su segundo Anual.

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


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