Ed Brubaker y Sean Phillips componen uno de los mejores equipos creativos del comic moderno. Su fama la han labrado apoyándose en el género negro y, en especial, a partir de su colaboración en la serie “Criminal”, un comic esencial que mezclaba el thriller y el drama hilando diferentes historias con distintos personajes pero todas ellas insertas en el mismo mundo. De esta magnífica serie ya hablé en su respectiva entrada. El comic que ahora nos ocupa, “Cruel Summer”, es una suerte de precuela del cuerpo principal de “Criminal” en la que se explica por qué los personajes que allí conocimos se convirtieron en lo que hoy son; y, en concreto, se centra en dos de ellos: Ricky Lawless, aquí todavía un adolescente pero ya por el mal camino; y su padre, Teeg, al que se mencionaba frecuentemente en aquella primera serie pero que nunca llegaba a aparecer –por razones que al final de “Cruel Summer” se explican-.
“Cruel Summer” vuelve a incorporar varios de los temas recurrentes en la obra de Brubaker y Phillips, a saber, Vietnam, el alcohol, la salud mental, los traumas familiares y un submundo de perdedores y criminales de medio pelo que acaban arrollados por la propia vida violenta que llevan. En esta ocasión, sin embargo, los autores se alejan algo de los grandes golpes y las intrigas entre mafiosos para centrarse en los personajes y su entorno.
Lo que nos cuenta “Cruel Summer” es la historia de los últimos meses de la vida del patriarca de la familia Lawless, Teeg, narrando el desmoronamiento de la misma durante el fatídico verano de 1988. Ricky Lawless y su mejor amigo, Leo Patterson, son dos de los protagonistas del amplio universo delictivo en el que se ha convertido “Criminal”, pero en esta ocasión los encontramos cuando aún tienen tan sólo quince años y deben asumir la difícil tarea de criarse con padres criminales. Mientras que el padre de Leo, Tommy, es cuidadoso e inteligente, el de Ricky, Teeg, es un individuo lastrado por un perpetuo mal genio, fácilmente manipulable y alcohólico. Tracy, el hermano mayor de Ricky, se alistó para evitar la cárcel y su madre bebió hasta quedar en coma, por lo que el único que queda en casa para recibir las palizas de Teeg es Ricky.
Fue en el verano de aquel año que Teeg conoció a Jane y la vida que Ricky había llevado hasta ese momento cambió por completo. Su padre gastaba dinero que no tenía, soñaba a lo grande y se permitía unos caprichos insólitos que no se podía permitir. Jane nunca había sido alguien dispuesta a quedarse mucho tiempo en un lugar fijo y jamás pensó en establecerse. Sin embargo, cuando estaba con Teeg, todo el peligro y emoción que lo rodeaba la hacía sentirse viva y decidió quedarse a su lado y tomárselo como un proyecto personal, una figura que moldear para convertirla en la persona con la que sueña. Teeg, por su parte, estaba enamorado y feliz por primera vez desde que podía recordar, pero Jane le hacía preguntas difíciles para un delincuente de medio pelo como él: “¿Cuál es el sentido de robar si no vas a coger lo suficiente para vivir de verdad?"
Este conjunto de personajes perdidos y psicológicamente tarados tratan todos ellos de encontrar una forma de vivir a costa de, junto a o a pesar de los unos de los otros. Teeg se prepara para el golpe más importante de su vida; Jane sueña un futuro para ambos en alguna playa remota; y Ricky les guarda rencor por haberle marginado. A ello se une un detective privado, Dan Farraday, contratado para encontrar a Jane y que acaba cayendo en sus redes de mujer fatal, aunque no sea eso lo que ella pretende. Farraday sobrevivió a Vietnam pero nunca llegó a adaptarse a la vida civil cuando regresó. Es una persona seriamente traumatizada que se obsesiona con salvar a Jane del hombre que, está convencido, supone una amenaza para ella, Teeg. Una olla a presión, en fin, que lleva a todos los personajes a un clímax explosivo marca de la casa de Brubaker y Phillips.
“Cruel Summer” es una historia narrada a través de múltiples perspectivas que explora el significado de lo que significa “mejorar”. Queda claro que lo que los personajes entienden por corregir o renovar sus vidas no son más que espejismos con los que autoengañarse y ocultar lo que realmente están haciendo: profundizar más y más en sus respectivos traumas y encasillarse en unas pautas de comportamiento autodestructivas. Teeg reflexiona sobre ello por primera vez cuando asiste al funeral de un antiguo compinche, Arvin, muerto de una forma absurda cuando, sin necesitarlo, planeaba el siguiente golpe. Durante el velatorio, Teeg observa a todo el mundo actuar como si el fallecido hubiera sido una buena persona, cuando en realidad todos le odiaban en vida: “Teeg se pregunta por un momento cómo será su funeral. Si alguien llorará sobre su tumba o contará anécdotas divertidas para que dé la sensación de que, a pesar de todo, era un tío genial”.
En el fondo de su negro corazón, Teeg ama a su hijo Ricky y desea que ambos puedan llevar vidas mejores, pero sus esfuerzos están condenados al fracaso. Todo lo que ha conocido ha sido violencia y una existencia precaria al margen de la ley en la que lo único que ha conseguido es llegar a fin de mes a base de pequeños delitos. Y en esa línea continúa cuando conoce a Jane que, como él, lleva una vida de engaños, robos y manipulaciones utilizando sus armas femeninas. Pero ésta no sólo tiene carisma y clase, sino ambiciones con las que Teeg nunca se había atrevido a soñar. Enamorado de ella, empieza a aceptar su filosofía y busca participar en golpes más sustanciosos que les permitan vivir largas temporadas a cuerpo de rey.
A pesar de su edad (o quizá precisamente por ello), Ricky no tarda en entender la realidad de la situación y sus propios sentimientos al respecto: “A pesar de todos sus defectos, Teeg Lawless había sido la única constante en la vida de Ricky. Y en cierto modo, no consideraba que beber y ser violento fueran unos defectos. Sólo formaban parte de quién era Teeg…de lo que significaba ser un Lawless (…) A su padre le precedía su reputación de ser un tío peligroso y duro, alguien capaz de sobrevivir a cualquier cosa. Pero ahora, al verlo con esta mujer nueva, intentando ser alguien que no era…Esa fue la primera vez que Ricky sintió lástima por su padre. La primera vez que se dio cuenta de que Teeg era tan humano y estúpido como él. Y eso lo acojonaba un huevo”. Mudarse a una casa mejor, no es consuelo: “Aquí todo es mejor que en ese estercolero que han dejado atrás, que en ese hogar que se ha pasado media vida evitando. Pero este lugar no es para nada un hogar. Es sólo una casa que no se pueden permitir. La vida de otra persona”.
Aunque Teeg cree que su vida y la de Ricky han mejorado desde que conoció a Jane, nada excepto las apariencias ha cambiado. El mismo tipo de mensaje puede extraerse de los arcos que siguen los personajes de Jane, Dan Farraday y Leo, el mejor amigo de Ricky. El punto de vista de Jane puede resumirse en una línea en la que habla del dinero: “Creo que ese es el mejor momento para gastarlo…Cuando solo es un destello de esperanza en el horizonte”. Ella se autoconvence de que su vida está mejorando porque, con cada “trabajo”, dispone de más dinero que gastar, acercándola a ese sueño siempre esquivo del golpe que le permitirá retirarse para toda la vida. Dan Farraday oculta sus traumas con un retorcido y turbio sentido de la justicia que cree que satisfará rescatando a jane.
Si bien los nueve números que comprende “Cruel Summer” están insertos en el universo de personajes presentado en la serie de “Criminal” (de hecho, se trata de la recopilación de los números 1 y 5 al 12 de la colección regular que Image Comics publicó a partir de 2019), goza de plena autonomía narrativa y no exige del lector el conocimiento previo de ningún otro material relacionado. Quienes hubieran leído los volúmenes de “Criminal”, esta miniserie les facilitará las piezas necesarias para completar el pasado de Ricky. Los que, por el contrario, no estén familiarizados con esos personajes, encontrarán aquí una buena puerta de entrada.
Brubaker es un consumado veterano del comic y del género negro en particular, siendo quizá “Criminal” el epítome de su talento, no sólo por sus excelentes caracterizaciones y su narración dura y violenta, sino también por su humanismo, un aspecto este que suele pasarse más por alto. Y es que Brubaker tiene la capacidad para hacer que el lector se preocupe por personajes a todas luces reprobables con quien uno no querría compartir ni la cola de la panadería: perdedores, delincuentes, individuos trastornados, traumatizados y violentos, mujeres ambiciosas y manipuladoras... Pero el guionista consigue introducirnos en su mente, en su forma de ver y entender el mundo, para descubrirnos que, aunque ellos también son conscientes de que corren hacia el abismo, no pueden detenerse.
Tal vez si Teeg hubiera sido un personaje menos desagradable, su destino final habría resultado algo más emotivo, pero tal y como se nos lo presenta, no puede sino sentirse que se ha hecho una justicia tardía. En cambio, Ricky es alguien con quien, a pesar de su brutalidad incipiente, resulta más fácil empatizar: un niño solitario que ha tenido la peor infancia posible y que, sin recursos psicológicos a su disposición, intenta lidiar con un trauma que le lleva a fracasar continuamente. Hay momentos dispersos por toda la narración, sutiles pero contundentes, que revelan facetas ocultas de los personajes: una soñolienta Jane sollozando en el armario, insinuando un pasado de pesadilla; los flashbacks de Ricky en el reformatorio que explican su comportamiento autodestructivo… También se molesta Brubaker en ir encajando aquí y allá pequeños guiños a los aficionados de su obra, como la aparición de Jacob, el dibujante de “Bad Weekend”; el role master del juego de D&D de Ricky y Leo; Tracy, el hermano mayor de Ricky que es el protagonista del segundo volumen de “Criminal”…
“Cruel Summer”, con sus nueve números que totalizan más de 250 páginas, fue el arco argumental más extenso que la pareja había abordado hasta entonces y ello les brindó la oportunidad de dejar mayor espacio para respirar a los personajes y trabajar sobre elementos de la historia que de otro modo hubieran acabado sacrificados en aras de reforzar el ritmo, por ejemplo, perfilando mucho mejor los pasados y relaciones de todo el reparto. La narración entra y sale de la trama principal, toma desvíos, introduce historias secundarias y se acerca lo suficiente a los personajes para que podamos comprender sus motivaciones, pero manteniendo también la distancia necesaria para ver sus defectos. A pesar de su ritmo muy dinámico, “Cruel Summer” tiene una trama sorprendentemente escasa, dedicando muchas secuencias a la simple observación de las vidas de los personajes. Aquí, los criminales importan más que el crimen en sí.
También es cierto que la mayor extensión de “Cruel Summer” respecto a otras obras del dúo no siempre juega a su favor. Las continuas digresiones narrativas hacen que, en ocasiones, la trama se disperse un tanto y no todos los cabos se cierren satisfactoriamente. Por ejemplo, el capítulo de apertura presenta un dilema: para pagar la fianza de su padre, Ricky le roba un collar de diamantes –y le da una paliza- a un anciano senil que en sus años mozos fue un luchador de wrestling (cerrando el arco del comic, el golpe final tendrá lugar durante un combate de ese deporte). Pero resulta que el viejo tenía conexiones con el hampa y por esta afrenta cometida por su hijo, Teeg deberá o bien pagar 25.000 dólares o bien ver cómo asesinan a Ricky. Un arranque muy potente…excepto porque Brubaker no vuelve a tocar este tema de nuevo. ¿O quizá sí? Porque cuando Teeg conoce a Jane, se está dedicando a dar pequeños golpes con un viejo colega, algo a lo que quizá no habría recurrido de no necesitar perentoriamente el dinero. Sin embargo, el guionista no aclara este punto. Podría argüirse que es un ejemplo de narrativa sutil, pero, desde mi punto de vista, hubiera sido preferible que Brubaker, a fin de unir ambos bloques con mayor solidez, lo explicitara con más claridad.
Luego tenemos un número (el 9 de la serie original) dedicado en su mayor parte a contar el robo de Ricky y su amigo Leo Patterson en un salón de máquinas recreativas. Es un pasaje moderadamente entretenido que no desentona con la historia central ni con el tono de la serie, pero cuyo único objetivo parece ser dejar claro que a Leo le gusta la sensación de poder que le otorga empuñar un arma (algo que desempeñará su papel más adelante). El único problema es que quizá sea una secuencia demasiado extensa solo para eso (y para introducir la historia del yonqui tío Ivan, que está muy bien narrada pero que es un callejón sin salida narrativo).
También está el nuevo personaje de Dan Farraday, cuya historia tiene un buen inicio para acabar siendo algo desconcertante. Por mucho que sufra de estrés postraumático a resultas de las atrocidades de la guerra, no resulta demasiado verosímil que, tras un solo encuentro con Jane, algo despierte en su mente y se quede absoluta y repentinamente prendado de ella hasta el punto de arriesgarlo todo, desde su profesión a su vida. Es un lazo entre ambos demasiado tenue y forzado.
Las historias de “Criminal” no habrían disfrutado de la misma calidad de no haber contado con el atmosférico dibujo de Sean Phillips. A pesar de que de vez en cuando le baila alguna proporción corporal, sus figuras están bien calculadas y jamás se las ve rígidas, sino tan vívidas como su sórdido entorno. Los suyos son personajes creíbles y curtidos, con el suficiente detalle y expresividad como para transmitir toda la intensidad que exija una escena.
Su hijo, el colorista Jacob Phillips, le ayuda a terminar de definir el ambiente con su amplia paleta cromática, desde los tonos más tenues en las conversaciones hasta los más intensos en los momentos de suspense o drama. La iluminación producto de la combinación del entintado del padre y el color del hijo asegura que los lectores puedan distinguir si lo que se cuenta es un fragmento del pasado, una ensoñación o la dura realidad de sus vidas. Así, varias escenas en las que los personajes están ebrios o rumiando pensamientos amorosos o futuros idealizados, vienen dominadas por rosas y lavandas, como si vieran el mundo a través de un cristal color rosáceo. Dos ejemplos: la conversación de Teeg con la viuda de su exsocio está teñida de un rosa suave que sugiere intimidad y erotismo barato; y el encuentro nocturno de Ricky y Leo con un guardia de seguridad, que pasa de los chispazos de rojo cuando les domina el miedo al púrpura frío cuando recuperan el control.
Brubaker y Phillips nos ofrecen en “Cruel Summer” un comic absorbente y despiadado sobre el autoengaño y eventual naufragio de una serie de personajes, incorporando un mensaje digno de reflexión: no se pueden evitar las partes más oscuras de la vida simplemente buscando el placer. Es necesario abordarlas y darles una verdadera solución. De otro modo, lo único que se conseguirá es ocultar los demonios bajo una fina capa de pintura.
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