Neil Gaiman escribió “Estudio en Esmeralda” en 2003 como cuento incluido en la antología en prosa “Shadows Over Baker Street”, en la que diversos autores aportaban versiones modernas de las obras de Arthur Conan Doyle y H.P.Lovecraft. Sorprendentemente, la historia de Gaiman, que perfectamente podría haberse reconvertido en película o serie televisiva y que ganó los premios Hugo y Locus a la Mejor Historia Corta, no se adaptó inmediatamente al comic como solía ser habitual y hubo que esperar a 2018 para que Dark Horse lo editara en formato de novela gráfica.
La acción transcurre en el siglo XIX de un mundo
alternativo que fusiona las mitologías de Sherlock Holmes y Cthulhu. Setecientos
años atrás, los Antiguos entraron en nuestra dimensión y conquistaron a los
humanos, gobernándolos desde entonces, aunque respetando la estructura y
cultura de las naciones ya existentes. Tras haber regresado de Afganistán,
donde sufrió una experiencia traumática con uno de los Primigenios, un veterano
soldado busca en Londres un piso compartido en Baker Street. Cuando conoce a su
futuro compañero, éste hace gala de un extraordinario talento deductivo, resumiéndole
su historia reciente a partir del rápido análisis de pequeños detalles aislados.
El veterano decide vivir con él aun cuando este extraño hombre tiene unas
costumbres igualmente peculiares.
Un día, mientras disfrutan del desayuno, reciben la visita
del inspector Lestrade, de Scotland Yard, y es ahí donde el veterano descubre
que su compañero es un reputado detective al que la policía recurre
discretamente en los casos más difíciles. Y este parece ser uno de ellos.
Acompañan a Lestrade hasta el depauperado barrio de Shoreditch para visitar la
escena de un horrible crimen. Un espeso fluido verde cubre el suelo: la sangre
de un miembro de la familia real muerto violentamente. La víctima es un
príncipe austriaco, predilecto de la Reina Victoria. En la pared, el asesino ha
dejado una enigmática inscripción pintada con esa misma sangre: “Rache”. Matar
a la progenie de los Antiguos es algo muy grave. Si se corre la voz de que es
posible hacerlo, el mundo puede cambiar radicalmente.
La investigación del detective y su reciente amigo les llevará hasta las capas más bajas y sórdidas de la capital británica, donde descubren la conexión entre el aristócrata asesinado y una troupe de actores que viajan por Europa representando obras aparentemente inocuas. El líder del grupo, Sherry Vernet, y su dramaturgo, un antiguo médico militar con talento para las palabras, pronto se convierten en los principales sospechosos.
La trama de “Estudio en Esmeralda” avanza a buen ritmo
pero, aún así, sabe dedicar el tiempo necesario para ir construyendo el
trasfondo sobre el que aquélla se desarrolla y perfilar a los personajes sin
abusar del texto expositivo. Mucha de la información que nos aporta detalles de
la historia alternativa que ha seguido ese mundo se transmite o bien mediante
las conversaciones de los dos personajes principales o bien mediante breves
flashbacks. Otros recursos interesantes en este sentido son los anuncios
ficticios que abren cada capítulo publicitando al estilo decimonónico obras
teatrales, pócimas revitalizadoras, polvos laxantes, sangradores profesionales,
calzado… ; o el pasaje en el que el investigador y su amigo acuden a una
representación teatral que narra cómo y por qué los Primigenios, seres de
aspecto monstruoso procedentes de otra dimensión, acabaron tomando el control
de los gobiernos humanos.
Comprender el argumento del cuento de Gaiman –adaptado a
las viñetas por Rafael Scavone- no requiere más que un superficial conocimiento
del universo de Sherlock Holmes, pero quien sí sea un gran aficionado al legendario
detective podrá identificar no pocos guiños y detalles que hacen de esta obra
una sentida carta de amor al mismo, empezando por el propio título, una
variación del que encabezó la primera historia del detective, “Estudio en
Escarlata” (1887). También la trama sigue de cerca la de esa novela, que se
ajusta al canon de las ficciones tradicionales de misterios: un asesinato,
pistas, sospechosos, revelación final… a lo largo de la cual se van
introduciendo gradualmente los conceptos lovecraftianos.
Hacia el final del comic, los dos protagonistas creen que han tendido la trampa perfecta para el asesino, pero se llevan una sorpresa cuando un súbito giro de los acontecimientos empaña su victoria. Sin entrar en demasiado detalle, digamos que Gaiman desvela que ha estado “embaucando” al lector desde el principio. Por otra parte, la forma de explicar el misterio resulta quizá algo decepcionante: demasiadas “cabezas parlantes” –en este caso bajo forma epistolar- en lugar de mostrar las acciones tras esas palabras.
El guionista y dibujante brasileño Rafael Albuquerque (que
ya se había hecho un nombre con “American Vampire”) y el colorista Dave Stewart
son los encargados de plasmar gráficamente este misterio sobrenatural
utilizando un dibujo y cromatismo sutiles y atmosféricos dominados por el gris,
el sepia y tonos diluidos, salpicados por estallidos de colores más intensos
que acompañan a los momentos más terroríficos. Sin entregarse por completo a
los más sobados clichés victorianos y haciendo uso de un engañoso minimalismo, el
dúo construye una cuidada ambientación que transporta inmediatamente al lector
al Londres del siglo XIX. Aunque es cuestión de gustos, personalmente me parece
que al dibujo de Albuquerque le falta algo de garra. No se le pueden poner
pegas en cuanto a narrativa o composición y sus figuras, bien construidas,
transmiten las adecuadas emociones a través de sus rostros y gestualidad. Sin
embargo, su línea no tiene la personalidad que quizá sería deseable y algunas
de las viñetas se diría que o bien no están suficientemente acabadas o bien el
color de Stewart se apodera en demasía del conjunto marginando al dibujo
propiamente dicho.
En cuanto a la dimensión sobrenatural, el tratamiento de
los autores, que ocultan tanto como muestran, consigue transmitir el adecuado
desasosiego, incluso repulsión, como en el caso de la Reina, inquietante y al
tiempo fascinante. Aunque los Antiguos no son tan terroríficos aquí como a
Lovecraft seguramente le habría gustado, sí se transmite cierta incomodidad por
esa superficial “domesticación” que han adoptado para gobernar a los humanos.
Ciertamente, esto no se parece mucho al pesadillesco futuro dominado por
horribles seres que imaginaba Lovecraft, pero los sacrificios y las orgías
sangrientas pueden todavía imaginarse bajo las capas superficiales de la
narración, reprimidas pero no erradicadas. Los Antiguos ya no se presentan como
monstruos sedientos de sangre que se alzan inmensos sobre las masas de humanos
aterrorizados, sino como tiranos ilustrados que residen en palacios, visten
ropa humana y aceptan condescendientemente la compañía de sus gobernados. Lo
que hagan en solitario y entre las sombras, ya es otra cuestión. No es difícil
imaginar este comic dibujado por un artista más inclinado al terror explícito,
incluso al gore. Puede que el resultado final hubiera sido mucho más
impactante, pero al mismo tiempo menos sutil, elegante y accesible para un
mayor espectro de público.
A pesar de su conclusión un tanto deslucida, que las 80 páginas de “Estudio en Esmeralda” se devoren en una sola sentada dice mucho de su buen ritmo y el interés de la intriga que presenta; un comic que mezcla el género policiaco y de horror y que bien podría haber servido para iniciar una nueva serie protagonizada por estos dobles de Holmes y Watson. Recomendable para todos los seguidores de Gaiman y quienes disfruten con las aventuras de Sherlock Holmes y/o los horrores de Lovecraft (aunque las primeras tienen aquí más peso que los segundos).
Justo hace un par de meses lo leí yo también, y la verdad es que me dejó ligeramente decepcionado. El problema principal creo que es que se nota demasiado que es un cuento adaptado, que el guionista parece haber sido demasiado respetuoso con la obra original (que no he leído),con lo que hay mucha narrativa hablada (como dices, el final está narrado de una forma bastante anticlimática) y en cambio poca fuerza visual que aproveche el lenguaje del comic, más allá de algunas escenas. Coincido también contigo en que el dibujo, aunque académicamente correcto, no tiene demasiada garra, y a veces parece que Londres sea Soria de lo vacía de figurantes y detalles que den contexto a lo que sucede en primer plano. No sé, quizás el concepto Gaiman + Holmes + Lovecraft había puesto mis expectativas ran altas que era imposible que fueran satisfechas curiosamente, mientras escribía esto me he imaginado la historia guionizada y dibujada por Josep María Bea, y no puedo más que desear ir a la biblioteca de Lucien a leerla
ResponderEliminarCoincido contigo Radar. Me pareció mucho mejor Nieve, Cristal, Manzanas, con Colleen Doran, con un dibujo brutal . Lo comentaré próximamente
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