(Viene de la entrada anterior)
La historia de cómo Marvel se hizo con los derechos de adaptación de la película de George Lucas y cómo la colección derivada acabó vendiendo más de un millón de copias por número (cuatro veces más que Spiderman), merece un artículo aparte. Por el momento, valga decir que, ante la general falta de interés que había por el film antes de que se estrenara, Lucas cedió gratuitamente a Marvel los derechos de los seis primeros números y sólo puso dos condiciones. La primera fue que, con el fin de maximizar el impacto publicitario, los dos primeros episodios debían ponerse en los puntos de venta antes del estreno cinematográfico. La segunda fue que Howard Chaykin se encargara de dibujar el comic.
Lucas era admirador del trabajo que había hecho el autor con “Iron Wolf” unos años antes y consiguió conocerle en persona en 1976 a través de Edward Summer, que era el propietario de la primera tienda especializada en comics de la Costa Este, Supersnipe Comic Book Euphorium, y que era por entonces no sólo su amigo sino su socio en la Supersnipe Comic Art Gallery. Así que Chaykin, cargado con una caja que contenía 4.000 fotografías de producción y copias de las ilustraciones conceptuales de Ralph McQuarrie, se puso a trabajar en lo que iba ser la adaptación al comic de la primera película de “Star Wars”. Él mismo admitió quedarse impactado al ver lo que Lucas había conseguido en pantalla a partir de aquellas pinturas y que, de haberlo sabido de antemano, hubiera puesto más interés en el encargo. De hecho, sólo se encargó del dibujo y tinta del primer número (Roy Thomas firmaba los guiones) y en los posteriores, presionado por las fechas de entrega, sólo realizaría ya los bocetos. El baile artístico no gustó a Lucasfilm, pero Thomas les dijo que no podía hacer nada al respecto: “Howard era un autónomo y no podía encadenarle a un tablero de dibujo”.
En cualquier caso, tras sólo diez números, Chaykin abandonó el comic-book de “Star Wars” para continuar trabajando en personajes propios con tono más adulto. Fue por entonces cuando, sin salir de la CF, realizó dos ambiciosos comics en forma de novela gráfica para la editorial Byron Preiss: “Empire” (1978), una adaptación de un relato de Samuel R.Delany; y “Las Estrellas Mi Destino” (1979), traslación gráfica de carácter experimental del clásico literario de Alfred Bester.
Fue en esta época también cuando Chaykin regresa a Cody Starbuck, aunque en esta ocasión con el formato de comic unitario e independiente publicado por Star Reach en julio de 1978. Lo que podía verse en su interior se distanciaba considerablemente de lo cualquier título de la competencia mainstream se atrevía a mostrar. En su introducción, Friedrich escribió: “Chaykin no sólo agita el árbol de la space opera tradicional sino que lo pulveriza. Que no te engañe su profesional grafismo. Este es un comic punk”. No es de extrañar que Friedrich se curara en salud colocando en la portada la leyenda “Sólo Para Adultos”.
La historia comienza en un mundo helado, donde un hombre amnésico lleva diez años sobreviviendo tras haberse estrellado allí su nave. Cuando aquello sucedió, fue encontrado por unos nativos, llevado a su aldea y curado, aunque no tardó en sospechar que lo que estaban haciendo era cebarlo para luego comérselo. Así que escapa, se atrinchera en su nave y sobrevive durante una década, realizando breves incursiones de caza y sin relacionarse con nadie. Un día, es atacado por un felino y queda malherido. Es salvado por un par de humanos que sanan sus heridas y lo identifican a partir de los datos de la nave como Joaquin Santana, Caballero de la Iglesia. Utilizan un transmisor de materia para llevarlo al Vaticano, “La Ciudad Santa…que se extiende desde el polo norte de este mundo templado hasta el sur de su ecuador. Metrópolis culta y rica, capital de un imperio planetario y lugar de nacimiento de Adriano, primer Papa de la Tercera Reforma”.
Allí le informan de los cambios que ha experimentado el antiguo Imperio, su conversión al catolicismo y la guerra santa mediante la cual extienden su fe. Le muestran un rito televisado destinado a demostrar la inutilidad de cualquier intento de rebeldía y en el que el gobernante de la Liga de Tauro, genéticamente modificado para transformarlo en un minotauro, es obligado a violar a su encadenada mujer mientras el emperador, que también ha modificado su cuerpo para convertirse en mujer, decapita al taurano.
Joaquín, según le dicen, había sido uno de los caballeros al servicio de Adriano, pero él no se siente a gusto en ese ambiente. El emperador le encomienda la misión de recuperar una reliquia, el Principio Nova, depositaria de un secreto tecnológico largo tiempo olvidado, que le permitirá a la Iglesia dominar la galaxia. Cuando Joaquín está a punto de revelar que conoce el paradero del artilugio, aparece en escena Wulf Wyngard, el jefe de inteligencia del emperador… que resulta ser un antiguo camarada de Cody Starbuck y que lo reconoce como tal.
Recíprocamente, al ver una cara perteneciente a su pasado, se hace la luz en la mente de Joaquín-Starbuck: no es el caballero Santana sino que diez años atrás luchaba contra él a bordo de su nave para hacerse con el control de ésta antes de estrellarse en el planeta helado. Él es un enemigo de la Iglesia, no su paladín. Toma como rehén al emperador y se abre camino hasta una nave, con la que viaja de vuelta a aquel mundo y se apodera del Principio Nova. Éste es un arma de inmenso poder capaz de hacer explotar soles y con ella Starbuck destruye el Vaticano, reúne una flota propia e inicia su propia cruzada de conquista.
No sé si yo utilizaría, como Friedrich, el término “punk” para definir a este comic, pero desde luego sí era provocador e incluso gamberro y, sobre todo, divertido. Parece evidente que se tomó esta entrega de Cody Starbuck como una liberación de las limitaciones impuestas por Lucasfilm y Marvel con las que había tenido que trabajar durante casi el año que había dibujado “Star Wars”. Ya en este punto, encontramos los elementos que caracterizarán la obra madura de Chaykin y que pronto se harán aún más explícitos en su primera gran obra, “American Flagg”: ciencia ficción, sexo, violencia, capitalismo desatado, cultura pop, religión y antihéroes cínicos.
De hecho, Chaykin lleva a su personaje a un nuevo nivel de amoralidad. Bajo ningún concepto se le puede considerar un héroe. Por mucho que el imperio se presente como una institución corrupta y cruel, él no es ni un salvador ni un revolucionario. Lo único que hace es eliminar a un rival y ocupar su lugar. Al final de la historia, tras haber exterminado a millones con la destrucción de Vaticano, Starbuck propone alegremente un brindis a sus aliados: “Como todos sabéis, yo fui un idealista…Temeroso de la corrupción del poder. Pero al volver a nacer, solía oír: “Los Tiempos Cambian”. Sí, el poder corrompe… y es con alegría que me entrego a esa corrupción. Que la virtud se aparte o se conforme con mi maldad. Los tiempos cambian y se ensombrecen. ¡Por el crimen!”. Y eso por no hablar de la escenificación explícita de violaciones, “bestialismo”, asesinatos y equivalencia del cambio de género con la locura (lo cual hoy día sin duda hubiera levantado olas de indignación).
Por entonces, los comics de Star Reach, ya lo he mencionado, costaban bastante más que los publicados por Marvel o DC, pero su calidad de producción compensaba sobradamente esa diferencia. El papel era bueno, permitiendo brillar al color y mantener perfectamente nítidas las líneas y tramas. De hecho, sus comics eran técnicamente mejores que los de cualquier otro editor de su tiempo. Por desgracia, esta entrega de Cody Starbuck es la excepción a la regla. Aunque Chaykin ha refinado su dibujo y se permite jugar con las composiciones de página en mayor medida que en su etapa anterior del personaje, el conjunto quedó lastrado por una nefasta reproducción del color que emborronaba el dibujo, suprimía los detalles y oscurecía horriblemente las escenas.
Aquel mismo año 1978, Chaykin elaboró un portafolio de seis ilustraciones en blanco y negro de Cody Starbuck, al que siguió dos años después, en 1980, otro más con cuatro ilustraciones a color. Y el siguiente y último paso hasta la fecha lo daría el personaje entrando en la revista “Heavy Metal” (recordemos que Chaykin era dueño del personaje y podía llevarlo a donde mejor le pareciera), que, como ya mencioné, era la prima americana de la francesa “Métal Hurlant”. Chaykin sabía que su héroe amoral y sus historias impregnadas de sexo y violencia eran incompatibles con la línea mainstream del comic norteamericano y quizá pensó que tendrían mejor acomodo en el seno de “Heavy Metal”, más abiertas a la experimentación en fondo y forma gracias a su origen europeo.
Así que, en esa cabecera, entre los números 2 al 6 (mayo y septiembre de 1981), aparecería una saga en cinco episodios realizados a todo color con un estilo gráfico muy llamativo.
La historia comienza en el pequeño mundo agrícola de Detweiler, donde tras 185 días de sequía reciben alborozados la lluvia… hasta que después de diez días de diluvio, la muerte y las enfermedades hacen acto de presencia, aparentemente debido a algún tóxico premeditadamente lanzado con la lluvia por agentes externos. Detweiler no fue sino uno más de los muchos planetas moribundos devorados por el odio y la guerra que devoraban a un imperio en descomposición. Las travesías interplanetarias escaseaban y los grupos mercantiles eran los únicos que controlaban la tecnología del viaje espacial junto a los mercenarios, los cruzados religiosos de la Iglesia y las troupes teatrales. Cody pertenece a los primeros y trabaja para la Corporación Prometeo en su larga guerra contra otro conglomerado mercantil, la Sociedad Dax. Esta primera parte es básicamente una exposición detallada de todo lo anterior, finalizando con una incursión del grupo de Starbuck para sabotear una planta de producción de hipernaves orgánicas de Dax, pero al encontrar demasiada resistencia, se ven obligados a retirarse.
En la segunda parte, Cody, a bordo de su nave, el Jocoso Libertino, revela que la misión no ha sido un fracaso absoluto dado que uno de sus peondroides derribados liberó suficientes toxinas en la reserva de árboles –con los que se construyen las naves- como para paralizar la producción durante todo un año. Ponen rumbo a Detweiler, donde ya ha pasado un año tras la catástrofe mencionada antes, para vender a los nativos equipos de trabajo clonandroides. Allí, se encuentran con un conflicto entre los sacerdotes del Imperium Catholicum y unos nuevos teócratas que desde sus prédicas en el desierto están socavando el poder de aquéllos. Cody busca a Lady Tessa, la persona más influyente del empobrecido planeta, para presentarle su oferta comercial, pero cuando ambos se encuentran, ella lo reconoce y, furibunda, ordena a sus hombres que lo atrapen y lo ejecuten.
Justo al comienzo de la tercera entrega del serial, el campamento de Lady Tessa es atacado por unos salteadores y Cody y su lugarteniente Porfirio aprovechan la confusión para escapar no sin antes rescatar a la dama de las garras del líder de los bandidos y llevársela a bordo de su nave. Allí, averigua el origen del odio de la mujer: cuando era una princesa gitana, su clan conoció a Starbuck y su tripulación cuando llegaron a Detweiler contratados por el gobierno, según dijeron, para atraer nubes y acabar con la sequía. El pueblo de Tessa los acogió y alimentó antes de que Starbuck y sus droides mataran a todo el mundo y quemaran el campamento para cubrir sus huellas y que nadie pudiera así saber que, en realidad, ellos habían sembrado esas nubes con la toxina que diezmó a la población y las cosechas. Cody asegura que nunca había oído hablar de Detweiler hasta hace poco y envía de vuelta a la princesa para dedicarse él a buscar al supuesto sosias responsable de la atrocidad.
El cuarto capítulo comienza con Cody en el planeta 1062, donde por fin encuentra a su “gemelo” en un casino. Se produce una pelea y Cody mata a su adversario, descubriendo en su cuerpo clónico una marca que lo identifica como propiedad de Prometeo. En el planeta donde esta corporación tiene su base, Torres Prima, la pelirroja emperatriz hereditaria del monopolio, Lady Rowena Glance, disfruta de sexo lésbico con clones de ella misma mientras se felicita por su alianza con la Iglesia, en virtud de la cual Prometeo fomenta clandestinamente guerras que simultáneamente abren mercados para sus productos y atraen fieles desesperados a las puertas de las iglesias. Nada más llegar Starbuck al planeta en busca de respuestas, se entera de que Lady Rowena ejecutó a una desafiante Lady Tessa cuando ésta acudió a Torres Prima para solicitar una audiencia.
La quinta y última parte del serial cuenta cómo Starbuck se infiltra con sus hombres en el Palacio de Cristal de Prometeo, liquida a los guardias y atrapa a Lady Rowena, que, temiendo por su vida, le confiesa que Tessa puede ser clonada. El mercenario obliga al científico jefe, el ingeniero genético Bishop, a realizar el procedimiento y luego asesina a Rowena, reemplazándola por un clon reprogramado. Luego se lleva al clon de Tessa al rito funerario que sus seguidores están celebrando y mediante un truco hace parecer que su amada líder desciende de los cielos como una mesías. Cumplida su misión, impartida justicia y con el corazón roto, Starbuck se aleja a bordo de su nave.
En general, esta saga es una narración dispersa y confusa, con giros y subtramas que no llevan a ninguna parte y personajes que actúan de forma contradictoria o con motivaciones poco claras. Chaykin estaba todavía aprendiendo a construir historias sólidas a partir de ideas sugerentes y trasfondos complejos. Una vez más, encontramos una aventura que parece descolgada de las anteriores del personaje, como si en cada iteración Chaykin tratara de reformular al protagonista intentando sintetizar la mezcla perfecta de héroe y cínico amoral. El Starbuck de las primeras entregas se decantaba algo más hacia la primera faceta mientras que el especial a color lo convertía en un canalla corrupto. En la etapa de “Heavy Metal”, siete años después de su creación, encontramos ya una fusión de ambas naturalezas, aunque desde luego es un personaje con el que ya resulta más fácil simpatizar. En cualquier caso y como he dicho, no hay una continuidad entre todos estos comics, siendo cada uno de ellos una variación algo diferente del tópico del pirata espacial.
Pero si por algo merece la pena recomendarse “Cody Starbuck” no es por sus erráticos guiones sino por su espectacular arte. Alejándose de la narrativa tradicional que podía verse todos los meses en los comics de las grandes editoriales y bebiendo de fuentes e inspiraciones distintas a las habituales en el medio, Chaykin ofrece una sucesión de páginas que, más que un comic que narra una historia parece un portafolio. Nada queda ya de los titubeantes comienzos con los que había entrado en la industria ocho años atrás. Lo que encontramos aquí es a un virtuoso dispuesto a experimentar con las herramientas narrativas que el medio gráfico pone a su disposición.
Así, influido por los estilos de maestros norteamericanos como Jim Steranko o europeos como Sergio Toppi, tenemos composiciones de página en las que las viñetas adoptan todo tipo de disposiciones, formas y combinaciones: horizontales, verticales, diseminadas por la plancha, configuradas simétricamente, fusionadas sin los habituales marcos limitadores… lo que obliga al lector a realizar un esfuerzo visual para determinar el orden de lectura –que a menudo es de arriba abajo primero y de izquierda a derecha después-.
A esto se añade su abandono del clásico dibujo a lápiz y luego entintado y coloreado mecánicamente, para aprovechar los nuevos avances en impresión y adoptar un estilo pictórico que remite a los vanguardistas trabajos de ilustradores legendarios como Bob Peak o Bernie Fuchs. Utiliza técnicas mixtas que van desde las acuarelas y las tintas a acrílicos y fotomecánica. Las combinaciones de color son en ocasiones un tanto peculiares y exageradas -probablemente debido al daltonismo de Chaykin- pero no hay duda de que están muy trabajadas y que en su momento había pocos autores comerciales en el mundo del comic norteamericano que pudieran ofrecer un trabajo a esa altura.
“Cody Starbuck” no ha tenido reedición en este formato “integral” tan popular en los últimos tiempos. Siendo propiedad de Chaykin, puede achacarse a su falta de interés en el personaje, aunque también es cierto que la falta de continuidad argumental y coherencia gráfica tengan algo que ver (si bien el material publicado en “Heavy Metal” podría perfectamente recopilarse como un álbum independiente). Chaykin escribió cada entrega como si las anteriores no hubieran existido; y visualmente, aunque, como digo, no hay demasiada uniformidad entre todas las historias, sí brindan un interesante testimonio a su evolución como autor. Así, la primera, para “Star Reach”, fue una mera reformulación –en clave algo más provocadora, eso sí- de su anterior Iron Wolf de DC; para la segunda trató de hacer algo más original y el especial a color ya supuso un salto considerable, llevando al personaje a territorios mucho más siniestros. La etapa de “Heavy Metal” es una nueva versión mixta de las dos anteriores que trataba de aproximarse a un estilo más europeo y dice mucho de su calidad el que sus páginas allí aguantaran perfectamente el tipo junto a otras de autores como Corben (“Bloodstar”), Druillet, Crepax, Bilal o Steranko (la adaptación de “Atmósfera Cero”).
Pero, sobre todo, “Cody Starbuck” supuso el escalón que le permitió a Chaykin consolidarse como un artista rebelde y personal que tenía un pie en el comic mainstream y otro en el independiente que él mismo iba a impulsar con su colección “American Flagg” para First Comics en 1983.
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