2012- VOID 01 – Herik Hanna y Sean Phillips

 

La caza del hombre a bordo de una nave o base espacial a la deriva se ha convertido casi en un subgénero con entidad propia. No es de extrañar. La muerte y el espacio hacen una pareja natural, incluso cuando aquélla es causada por un asesinato. Ya sea el cazador un alienígena monstruoso o un humano enloquecido y la presa un solo individuo o un grupo reducido, es evidente que la situación es ideal para crear suspense: un entorno cerrado y aislado donde no se puede esperar auxilio exterior, lleno de recovecos, corredores y estancias sumidas en la penumbra donde el peligro puede acechar en cualquier rincón, con el silencio sólo roto por los inquietantes sonidos de las máquinas vibrando o los gases escapando de sus conductos… En fin, una fórmula que sigue funcionando década tras década si se eligen y dosifican adecuadamente sus ingredientes. Por desgracia, no es ese el caso de “Void 01”.

 

El concepto de la huida de una situación desesperada es lo que sustentó una colección de la editorial Delcourt que entre 2012 y 2014 totalizó ocho álbumes, a cargo de diferentes autores y ambientados en distintos lugares y épocas, pero todos ellos, como digo, con un tema en común: la evasión. El guionista Herik Hanna y el dibujante Sean Phillips se encargaron del tercer volumen, “Void 01”, un thriller sangriento ambientado en el futuro y el espacio y que está a mitad de camino entre “Alien” (1979) y “El Resplandor” (1980).

 

La Goliath 01 es una gran nave prisión a la deriva tras ser golpeada por una lluvia de micrometeoritos que ha causado graves daños en el casco, los motores y el sistema de mantenimiento vital. Algunos tripulantes y convictos son expulsados al vacío por la descompresión. En el pánico reinante y en ausencia del máximo responsable, el coronel Mercer, el capitán decide aplicar el protocolo de emergencia para evitar más muertes y libera a todos los prisioneros para que puedan refugiarse en una zona segura. Es un riesgo calculado porque la Goliath no es una prisión de máxima seguridad y sus internos no son asesinos sino estafadores y banqueros corruptos.

 

Lo que nadie sabe es que el coronel Mercer, un individuo legendario por su inflexibilidad disciplinaria, ha perdido el juicio a resultas del estrés de la situación y se ha transformado en un psicótico dispuesto a impedir que ni uno solo de los convictos o los tripulantes escape de la nave, bien soltando el módulo de mando que está intacto, bien a bordo de las cápsulas de salvamento. Emprende una carnicería imparable que sólo deja a dos supervivientes: él mismo y un tripulante llamado John, que debe esquivar a su trastornado superior para llegar al módulo de mando y que conforme avanza por los corredores y camarotes sorteando cadáveres, sangre y vísceras, va sumergiéndose él mismo en los abismos de la locura.

 

Sean Phillips es un dibujante sobre todo conocido por sus colaboraciones con Ed Brubaker en comics de género negro, donde ha sabido crear pesadas atmósferas dominadas por las sombras que añaden un grado extra de dramatismo y amenaza a las historias. A priori, no se diría que su estilo sea el más idóneo para una aventura espacial, pero lo cierto es que, no siendo el ambiente en el que más puede lucirse, sale bastante airoso. Las entrañas de la Goliath son oscuras y desasosegantes, con un diseño industrial muy en la línea de Syd Mead y sin pretensiones esteticistas. Es una nave de toscos acabados porque su propósito no exige filigranas ni adornos. Por otra parte, la penumbra en la que se desarrolla toda la trama le evita a Phillips dedicar mucha atención a los detalles de los fondos. De hecho, la historia podría haberse ambientado igualmente en una fábrica moderna o una base militar. En definitiva, el apartado artístico ni sorprende ni decepciona. Es eficaz y cumple su cometido, pero tampoco deja huella en la memoria y de ningún modo puede considerarse uno de sus trabajos más inspirados.

 

Y algo parecido puede decirse del guion, si bien en este caso sí hay que apuntar cierto sentimiento de decepción. Sin desvelar demasiado de la trama, digamos que tiene dos giros que pretenden sorprender al lector pero que, al menos el primero, se ve venir desde antes de la mitad del álbum. Y esto es un problema para una historia que descansa casi exclusivamente sobre esas supuestas revelaciones sorpresa. A partir de una premisa sin duda interesante, Hanna se conforma con ir estirando un suspense cada vez más diluido a lo largo de 46 páginas que, a la hora de la verdad, no cuentan mucho.

 

Sólo hay un personaje, pero no se puede decir que al final sepamos demasiado de él dado que lo único que vemos son sus recuerdos fragmentarios y delirios que pueden o no tener un significado. Aparte de ser un tipo duro y despiadado y gozar de una terrible reputación entre sus hombres, ¿qué más sabemos del Coronel? ¿Qué pinta la recurrente novia desnuda rescatada de su adolescencia? ¿Y el circo? ¿En qué medida reflejan esas alucinaciones psicóticas sus miedos, frustraciones, traumas e inseguridades? ¿Por qué, tras superar múltiples crisis, pierde la cordura precisamente en esta? No lo sabemos.

 

Sí, las páginas de “Void 01” tienen atmósfera y destilan tensión, desazón y claustrofobia, pero en realidad ello es acierto de Phillips, que sabe aplicar bien la tinta sobre las viñetas y disponer éstas en la página evitando la clásica rejilla, lo que, por una parte, refleja la locura del protagonista y, por otra y aún más importante, obliga al lector a mantenerse atento para seguir el orden de lectura y rompe con el grafismo la monotonía que lastra el guion.

 

“Void 01”, en definitiva, no es lo que podríamos llamar un mal comic desde el punto de vista técnico, pero tampoco ofrece nada que lo haga verdaderamente interesante u original y, desde luego, dista de ser una lectura imprescindible. Aunque se lee con fluidez y tiene escenas bastante desasosegantes, a la hora de la verdad es en exceso predecible y su trama alarga forzadamente una premisa de partida con potencial pero desaprovechada, como si el guionista no tuviera mucho que contar.