10 feb 2021

1988- EXCALIBUR – Alan Davis (y 4)

(Viene de la entrada anterior)

 

Tras la “Saga del Fénix”, narrada entre los números 42 y 50, Alan Davis necesitaba un lógico respiro y optó por delegar durante unos meses el apartado artístico en otras manos (Dougie Braithwaite, Will Simpson, James Fry) manteniendo cierto control de la historia. Eso sí, aunque la colección consiguió conservar la coherencia narrativa, gráficamente experimentó un considerable bajón tal era el nivel al que la había llevado Davis. Y aunque éste figura acreditado como guionista (excepto en el 53, un episodio de relleno con guion de Scott Lobdell), este breve intervalo da la sensación de que Davis, a diferencia del sólido arco argumental precedente, estaba un tanto disperso, sin saber exactamente qué quería hacer y qué dirección tomar: ata algunos cabos sueltos de la etapa Claremont en el nº 51 y resume el concepto de Fénix en el nº 52, un episodio interesante sólo para completistas pero sin una auténtica historia.  

 

Davis retomaría la batuta de autor completo en el número 54 (noviembre 92) y con él, el pulso y las ideas. En este punto, nos encontramos a los miembros de Excalibur separados. Kitty Pryde retira por fin la escayola a Rondador (la cual ha llevado, se nos dice, menos de ocho semanas, una acotación temporal poco frecuente en los comics de superhéroes). Éste se marcha inmediatamente a Alemania para ayudar a una vieja amiga en una subtrama desarrollada en otra colección y que no afecta a la comprensión de lo que aquí va a suceder. Rachel Summers se recuperó tras su combate contra Necrom, pero desapareció y no será hasta el número 61 que averiguaremos dónde está y por qué.

 

Los restantes componentes del grupo, Capitán Britania, Meggan, Kylun y Cereza, han accedido a participar en una investigación del inspector Dai Thomas centrada en la misteriosa desaparición de los ancianos habitantes de una aldea. Meggan, metamorfoseada en conejo blanco, liderará a sus amigos hasta una madriguera que les transportará a una dimensión paralela en la que se ha recreado el mundo de Alicia en el País de las Maravillas. La clave del enigma, tal y como averiguarán, se encuentra en los poderes combinados de la Reina de Corazones de la Banda Loca y Risitas de la Tecno-Red.

 

Este capítulo, con una historia autocontenida, es un aperitivo para lo que va a venir inmediatamente después. En primer lugar, es evidente que el descanso de las tareas gráficas durante unos meses tuvo un efecto revigorizante en Davis, aquí de vuelta a los lápices con todavía más fuerza y elegancia que antes. Su montaje de página y su estilo narrativo es un modelo de fluidez y equilibrio, jugueteando con las expectativas del lector (la plancha de apertura con Rondador y Kitty) y los personajes (su sorpresa al salir de la conejera). El homenaje a Lewis Carroll es asimismo muy acertado porque Davis sabe integrar de forma natural los elementos superheroicos en un entorno de cuento de hadas. Los decorados, los trajes, el diseño de personajes y la composición de las viñetas son asimismo sobresalientes.

 

Alan Davis aprovecha esta historia, en principio ligera y sin consecuencias dramáticas, para atar más cabos del pasado. Desde el número 5 de la colección nada se había vuelto a saber de la Banda Loca y aquí se les da una salida entrañable tanto a ese estrafalario conjunto de villanos como a Risitas, separado del resto de la Tecno-Red en el número 45. Además, el autor recupera al Cacharro metamorfoseado por el que Kitty y Alistaire Stuart están preocupados… y que de repente desaparece, preparando así el terreno para un arco posterior de alcance épico.

 

Pero Davis no se conforma con eso y aprovecha este episodio para profundizar algo más en el a menudo contradictorio Capitán Britania. Éste siempre había tenido un problema de impulsividad y de respuesta violenta a cualquier situación. Al principio, se contenía por miedo a dañar a otros (algo que, efectivamente, sucedió en su propia colección, en los números dibujados por Davis); tras la fundación de Excalibur, su mal temperamento le causó problemas con sus compañeros, en especial con Rondador Nocturno y Meggan debido a los celos que le provocó la complicidad entre ambos. En este episodio, el Capitán se cuestiona a sí mismo: “Reaccioné como un matón cuando entré. Kurt no lo habría hecho. Piensa antes de actuar. Se merece dirigir Excalibur. Este sitio ha hecho que me mire. No me gusta lo que he visto. Necesito hablar con mi hermana Betsy”. Y eso es precisamente lo que hará en el episodio siguiente, dejando que ambos conversen sobre esa dicotomía científico-guerrero y que Betsy le ayude a entenderse y aceptarse a sí mismo.

 

Los números 55 y 56 cuentan una historia completa pero no del todo cerrada. El Capitán Britania y su hermana Betsy-Mariposa Mental se entrentan combatiendo en la finca de la Mansión Braddock; Kitty recrimina a Kurt por el tipo de adiestramiento ofensivo que está practicando; Feron rumia su frustración por no haber sido el anfitrión de la Fuerza Fenix y Kylun abandona temporalmente el grupo para viajar a Escocia y reencontrarse con su familia.

 

Esa noche se celebra una recepción en la mansión a la que acuden el inspector Dai Thomas, la vidente Emelia Witherspoon, la hermana de Aistaire, Alysdane (que confiesa a sus amigos que va a tener que comparecer ante una corte marcial por haber vendido secretos a SHIELD) y Courtney Ross acompañada de Nigel Frobisher. Pero cuando aparece un último “invitado”, se desata el caos: Jamie Braddock, hermano de Brian y Betsy, que derrota con facilidad a todos los héroes y asesina a Alysdane. Sólo Kitty, muy debilitada, consigue escapar.

 

Ya con los héroes neutralizados, llega la gran sorpresa: Courtney Ross llevaba muerta desde el número 5 y su identidad había sido usurpada por Opal Lun Sat-Yr-9, su doble nazi de Tierra 794. Acompañada de sus Amazonas y soldados, pretende dominar este plano de la realidad utilizando a un Jamie Braddock profundamente trastornado y más letal que nunca.

 

Davis demuestra otra vez aquí su maestría no sólo a la hora de narrar una historia con el tono adecuado (en este caso, pasando de la serena cotidianidad al terror y el suspense), sino brillando cuando se trata de recoger elementos del pasado de la serie que habían quedado olvidados para reformularlos siguiendo un ritmo muy concreto: un episodio para preparar la sorpresa y el siguiente para resolver la situación, dejándose la puerta abierta para poder reutilizar en el futuro los villanos pero sacrificando otros personajes por el camino.

 

Y, además, Davis nunca cae en la pretenciosidad gracias a su inserción de momentos de humor y sensualidad, como esa escena del “masaje de labios”, primero entre Courtney y el Capitán, luego entre éste y la celosa Meggan y, finalmente, por Cereza y Kurt. Un momento delicioso y maravillosamente narrado y dibujado. O la propia portada del nº 55, que es, de hecho, la primera página del episodio, tal y como se indica con sorna en un cartucho de texto: “Este número está tan lleno de acción y suspense que, me temo, no tenemos sitio para una cubierta. Lamentamos las molestias”. Sin duda, Stan Lee habría aplaudido este homenaje a su propio estilo distendido de los sesenta. Y efectivamente, al pasar la página el lector se encuentra con la pelea entre el Capitán y Mariposa perfectamente coreografiada y con una Betsy impecablemente dibujada en la que destacan sus bellos rasgos mestizos.

 

Tres números, en definitiva, perfectos, obra de un creador brillante en la cúspide de sus capacidades… y que vuelven a contrastar –desfavorablemente- con los siguientes. Del número 57 al 60, será Scott Lobdell quien se encargará de los guiones de la colección complementado en las tareas gráficas por un par de dibujantes aquí no particularmente destacables: Joe Madureira y Scott Kolins. Lobdell tenía un sentido de la comedia menos sutil y elegante que Davis. Mientras que éste hacia hincapié en la extravagancia de algunos personajes pero manteniéndose fiel a la esencia de los mismos, aquel se inclinaba más hacia las bobadas facilonas (como utilizar un villano que habla con ceceos) mientras trata de desarrollar los aspectos dramáticos con la misma falta de sutileza y, dado su origen norteamericano, sin entender la idiosincrasia británica. Unos capítulos de relleno tan prescindibles como los anteriores y que solo hacen desear el regreso de Davis.

 

El cual tiene lugar, por la puerta grande, en el número 61 (enero 93). Esta su última etapa en la colección constará de un arco argumental que abarcará del antedicho 61 al 65 más un díptico final en los episodios 66 y 67.

 

En ese primer acto averiguamos el paradero de Rachel Summers: había dejado el equipo para viajar al espacio en busca de respuestas. ¿Por qué fue elegida para albergar la Fuerza Fénix? ¿Y cómo puede emplear tal poder destructor? Su camino se cruza con el de Galactus, el Devorador de Mundos, a punto de aniquilar un planeta para su sustento. Rachel se enfrenta a él en un combate apocalíptico que, durante un tiempo, consigue detenerlo antes de que éste le haga entender que ambos son una especie de fuerzas reguladoras de la vida en el Universo, obteniendo sus respectivos poderes de diferentes fuentes relacionadas con ésta: el uno, de la vida ya existente; la otra, de la vida por nacer. Cada uno a su manera, son asesinos cósmicos.

 

Mientras tanto, en la Tierra, Rondador, Kitty, Cereza y Feron están cada vez más preocupados por las reapariciones de Cacharro, que avisa perentoriamente del regreso de los Centinelas (aquellos robots gigantes pertenecientes al universo de los X-Men y diseñados para exterminar mutantes). El Capitán Britania, por su parte, está obsesionado con vengar la muerte de Courtney Ross, pero ante la inseguridad que ello despierta en Meggan, decide formalizar su relación proponiéndole matrimonio. Y, por si fuera poco, un misterioso grupo de superseres neutraliza a Micromax y Aistaire.

 

Éste se despierta cautivo de Nigel Orpington-Smythe, alias “Peter”, responsable de la caída en desgracia de su hermana Alysdane y que ahora se ha convertido en el director del CER (Control Ejecutivo de Recursos), organización gubernamental que también secuestró a Micromax. Los siguientes en caer ante los poderes de sus agentes serán Rondador, Kitty, Kylun y Cereza, que son llevados a un complejo subterráneo, Nube Nueve, en el que se está investigando una extraña epidemia que afecta a los mutados. Peter les informa de que, dado que en territorio británico están considerados fuera de la ley y haciendo uso de las atribuciones que le ha concedido el gobierno de su país, Excalibur queda disuelta. Entretanto y en otro lugar, el Capitán Britania pierde temporalmente su poder de vuelo.

 

Peter pide ayuda a los miembros de Excalibur para investigar una cura a esa enfermedad. De los 400 mutantes de los que él es responsable en ese complejo, 63 están enfermos y otros han muerto ya. Necesitan mutantes sanos para poder estudiarlos y los héroes acceden no sin reticencias. El Capitán y Meggan son neutralizados y llevados a Nube Nueve. Pero nada de lo que allí ocurre es lo que parece y las mentiras y secretos más oscuros acaban saliendo a la luz. Excalibur liderará una revuelta contra Peter y sus fieles y Rachel regresará a la Tierra con sus recuerdos restaurados, su poder bajo control y vestida con el uniforme de Fénix Oscura.

 

El arco finaliza cuando Alistaire decide sustituir a Peter al frente de la organización para proteger y cuidar de los mutantes de Nube Nueve, demasiado deformes como para integrarse en la sociedad. Rachel, por su parte, anuncia su intención de viajar al futuro alternativo del que proviene y cambiar el curso de los acontecimientos que llevó a la muerte de tantos de sus amigos allí.

 

Una vez más, Davis imagina una historia llena de giros y sorpresas con una trama absorbente puntuada por momentos de humor. Organiza la historia para ir colocando poco a poco sus peones, revelando el doble juego de Peter, la situación del CER, las sospechas de Kitty y la asunción de Kurt del rol de líder del equipo. Davis convierte a este último en un personaje mucho más sólido de lo que lo habíamos visto hasta el momento (incluida su larga trayectoria en los X-Men), un guía para sus compañeros que sabe matizar su espíritu combativo (ya totalmente recuperado tras su larga convalecencia) con la racionalidad, la estrategia y la fortaleza ante la adversidad.

 

La relación entre el Capitán y Meggan da un paso adelante cuando aquél le pide a ésta matrimonio, un movimiento ambiguo dado que él está todavía obsesionado con vengar la muerte de su antigua amante Courtney Ross. Por otra parte, cuando Meggan adopta el aspecto monstruoso con el que Brian la conoció y le pregunta si podría amarla así en lugar de con el deslumbrante físico que habitualmente exhibe, aquél duda. Y, de nuevo, su lado más impetuoso y atolondrado vuelve a tomar el control, una falla de la que se aprovecha Peter para engañarlo y tratar de acercarlo a su bando. Pero no lo consigue y el funcionario hace que sus esbirros propinen una fenomenal paliza al héroe, humillándolo como nunca antes. Davis aprovecha esa situación para darle un nuevo giro al personaje, haciendo que Roma, convencida ahora plenamente de que el héroe es digno de ser un campeón de Otro Mundo, restaura su nexo con la matriz energética de esa dimensión y, con él, la plenitud de esos poderes que habían estado fallándole intermitentemente desde la destrucción del faro.

 

En cuanto a la subtrama del viaje espacial y existencial de Rachel, Davis hace uso de una composición de página más espaciosa, con planos amplios, viñetas inclinadas y páginas-viñeta espectculares. El duelo que orquesta entre Fenix y Galactus es simplemente grandioso, un combate no sólo físico sino también moral en el que el dibujo escenifica a la perfección el despliegue de inmenso poder que llevan a cabo ambos seres primordiales. Un enfrentamiento que se resuelve de forma igualmente magistral gracias a unos diálogos de una profundidad poco habitual en los tebos de la época.

 

El reparto de personajes en estos cinco episodios es amplísimo. Aparte de los componentes de Excalibur, encontramos a “Peter” y su mano derecha, Lucas, los científicos del proyecto Nube Nueve, los mutantes e híbridos del CER… Todos ellos poseen un diseño distintivo y una identidad particular y Davis aprovecha para rehacer sobria pero elegantemente el uniforme de Rondador y hacer un guiño juguetón a los lectores veteranos vistiendo a Rachel con el uniforme de su madre en versión perversa. Como siempre, los fondos están muy bien perfilados y las escenas colectivas bien equilibradas y, en el caso de las de acción, dibujadas con dinamismo y energía sobresalientes.

 

Naturalmente, con semejante abundancia de personajes, no todo el mundo tiene el mismo peso en la narración. Algunos protagonistas desempeñan un papel más accesorio, como Cherry y Kylun. Incluso Kitty queda algo arrinconada por el carisma que aquí despliegan Rondador Nocturno o el Capitán Britania. Pero el conjunto atrapa al lector que guste de los superhéroes bien hechos y puede decirse sin vacilaciones que el resultado es plenamente satisfactorio.

 

Y, por fin, llegamos al término de la etapa de Davis en “Excalibur”, con el arco argumental que se desarrolla en los números 66 y 67 (junio-julio 93).

 

Rachel proviene en realidad de un futuro paralelo y alternativo en el que la población mutante fue diezmada salvajemente por los Centinelas. Ella consiguió escapar gracias a la ayuda de la Katherine Pryde de ese mundo (eventos que constituyen la famosa saga “Días del Futuro Pasado”, de los X-Men). Pero tras su marcha, en 2015, el mundo cayó completamente bajo el yugo de los Centinelas, cuya inteligencia rectora es conocida como la Jerarquía. Su principal cazamutantes es Ahab, un humano corroído por el odio hacia Rachel, ya que ésta lo mutiló tiempo atrás. 

 

Y la inminente amenaza es el programa Nimrod, un androide asesino aún más perfeccionado y letal. Era de este peligro del que Cacharro alertaba en sus apariciones a Excalibur; y ello porque la Katherine Pryde de 2015 acabó fundiéndose accidentalmente con ese robot. Rachel quiere impedir todas estas tragedias pero no puede llevar consigo a sus amigos por carecer de la energía necesaria para ello. Pero he aquí, que una conexión involuntaria entre Cacharro y Rachel provoca que todo Excalibur acabe transportado a ese apocalíptico 2015. Rachel queda separada del grupo y es capturada por Ahab mientras que el resto une fuerzas con los últimos luchadores de la resistencia humana.

 

Fuera cual fuese la intención de Alan Davis respecto a la colección (abandonarla definitivamente o regresar en un futuro), proporcionó un cierre adecuado que, además, no sólo dejaba despejado el camino a sus sucesores, sino que les aportaba nuevos personajes de gran potencial. La página final que dibujó mostraba al equipo al completo, triunfante y satisfecho como no volvería a estarlo más en el futuro.

 

Para su decepción, los siguientes equipos creativos jamás llegaron a explotar las posibilidades que él dejó abiertas. En 1993, cuando se marchó, quizá Davis no era consciente de lo mucho que iba a cambiar (ya lo estaba haciendo) la industria del comic norteamericano y el género de superhéroes con ella. Impulsado por los autores que salieron de Marvel para fundar Image (Jim Lee, Rob Liefeld, Todd MacFarlane, Marc Silvestri, Erik Larsen, Whilce Portaccio y Jim Valentino), los comics se movieron en una dirección de excesos gráficos y temáticos, volviéndose más violentos y cínicos.

 

En semejante contexto, una serie como “Excalibur”, que combinaba aventura, humor y drama y se basaba en unos personajes sofisticados pero claramente heroicos, no tenía mucho espacio para sobrevivir. Todo en ella parecía ir contracorriente: su tono ligero, una estructura a base de arcos argumentales relativamente extensos que podían servir para hacer evolucionar a los personajes, con un dibujo de calidad y unos guiones elaborados con tanto cariño como elegancia. Un tebeo, en definitiva, a la vieja usanza que quedó arrinconado por la avalancha de testosterona, nihilismo, brutalidad, arte tan chillón como mediocre, historias superficiales y personajes pastiche de afiliación ambigua que inundó la industria (veánse “Spawn” de McFarlane, inspirado tanto en Spiderman como en Batman; o “Savage Dragon” de Larsen, una mezcla de Hulk y parodia de super policía; o “Young Blood”, mestizaje recalentado de X-Men y Vengadores).

 

Casi tres décadas después, Image ha conseguido un nivel de respetabilidad entonces imposible de imaginar gracias a que su política editorial ha atraído con el tiempo a autores mucho más competentes que sus fundadores, deseosos de crear con libertad y mantener los derechos sobre sus obras.

 

Aunque quizá, si se piensa bien, Davis no era totalmente ajeno a lo que estaba ocurriendo y lo reflejó-parodió en su díptico final, que transcurre en un futuro gobernado por robots gigantes y genocidas, los héroes utilizan argucias maliciosas para vencer y van armados con arsenales imposiblemente aparatosos. Incluso Kitty adopta una indumentaria a lo “Sarah Connor”.

 

Los editores de Marvel, en lugar de reconocer el valor y la calidad de lo que Davis estaba realizando en “Excalibur”, se dejaron llevar por la corriente, asustados por unas cifras de ventas en retroceso y la fama que estaban amasando en Image los autores incubados en su escudería. Bob Harras era por entonces editor de los títulos mutantes que en ese momento experimentaban su propia metamorfosis. Durante un tiempo, su labor en ese puesto aportó a Marvel cantidades ingentes de dinero por mucho que fueran pocas las voces que avisaran del peligro de su línea editorial: reclutó para su franquicia mutante a Jim Lee, Rob Liefeld, Whilce Portaccio y Marc Silvestri, multiplicó el número de colecciones X y sus comics pasaron de vender miles de ejemplares por número a millones. Por otra parte, escaldados después de haber promocionado a bombo y platillo a unos autores que la habían “traicionado”, Marvel pasó a contratar a “segundos espadas” más dóciles, y los mantenía en segundo plano respecto a los personajes. Parte de ese plan pasaba también por mantener firmes las riendas de la sacrosanta continuidad y trabajar en la “coherencia” y “sintonía” de todas las series.

 

Hasta ese momento, “Excalibur” había conseguido escapar de las garras de Harras y sus confusos y cada vez más inabordables “eventos” mutantes de los que participaban todas sus colecciones. Pero entonces, las presiones para que el Capitán Britania y sus compañeros participaran de la continuidad del resto de series X, empezaron a dejarse sentir de verdad. Y Davis, no dispuesto a comprometer su integridad creativa ni renunciar a la relativa libertad de que había disfrutado hasta ese momento, renunció. Los intereses comerciales arrollaron a la creatividad.

 

Las intenciones de Marvel quedaron claras inmediatamente. En el siguiente número al del abandono de Davis, el 68 (agosto 93), Scott Lobdell escribía una historia en la que aparecían los Saqueadores Estelares, extraídos de la franquicia mutante. El Profesor X, Cable o Jean Grey, ya aparecían en el nº 71. Poco después, Excalibur se relocalizaría de la Mansión Braddock a la isla Muir, uno de los lugares clave del universo X. Poco a poco, todo lo aportado por Davis fue diluyéndose, abandonado en el pasado en aras de la integración de “Excalibur” en los crossovers de turno. Su característica personalidad había desaparecido.

 

Pero al menos seguimos teniendo sus tebeos. Unos tebeos, además, que han envejecido fenomenalmente bien y que mantienen intacto su espíritu y su capacidad de entretenimiento. En su prolongada relación con los personajes de “Excalibur”, Davis demostró que los comprendía mucho mejor que su cocreador, Chris Claremont. Aparte de su excelencia gráfica, recuperó y cerró subtramas introducidas por Claremont desde el principio y luego olvidadas; incluyó a nuevos miembros como Kylun, Cereza o Feron; y escribió aventuras dinámicas y frescas que mezclaban a la perfección aventura, drama y humor.

 

Su única pega es que se apoya tanto en la mitología, personajes y situaciones que Marvel había creado en años anteriores para esta y otras colecciones (“Capitán Britania” y “X-Men”) que un lector no familiarizado con aquéllos podría encontrar los argumentos algo confusos o, como mínimo, tener la sensación de que se está perdiendo algo. Pero si ello no es un problema, el “Excalibur” de Alan Davis bien podría calificarse como el comic de superhéroes perfecto en su estilo clásico: fresco, entretenido, original, rápido, con personajes entrañables, bien perfilados y desarrollados, tramas variadas, épica y heroísmo, humor, misterio y drama. Gracias Mr.Davis.

 


2 comentarios:

  1. Llevo años esperando a que Panini reedite esta etapa.

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    1. Creo que está anunciada para este año o el que viene su reedición.

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