24 oct 2019

1989-BATMAN: LUZ DE GAS – Brian Augustyn, Michael Mignola, P.Craig Russell


“Gotham: Luz de Gas” pasa por ser el primer “Otros Mundos” del Universo DC y es un ejemplo perfecto del tipo de revisionismo en el que entró el género de superhéroes desde mediados de los ochenta. Este tipo de aproximación a la épica superheroica consistía en, a través de narraciones habitualmente autoconclusivas y unitarias, coger a un héroe tradicional para trasladarlo a un entorno ajeno a su universo –ya fuera el pasado más o menos histórico, el futuro o realidades alternativas de corte fantástico o no- y diseccionar su figura y código moral de acuerdo con su nueva realidad. Aunque a menudo se cayó en historias absurdas y el concepto acabó desvirtuándose con la profusión de obras, los “Otros Mundos” sirvieron de herramienta a muchos autores con talento y/o buenas ideas para liberar a los personajes más icónicos de la editorial (particularmente Batman) de sus hábitos y continuidades y explorar el sustrato de sus respectivos mitos.



En el caso que ahora analizo el concepto es un Batman que vivió y actuó en la Gotham del último tercio del siglo XIX, una ciudad a la que se ha trasladado Jack el Destripador después de huir de Londres sin que nadie pudiera desvelar su identidad. Batman utiliza sus dotes detectivescas para rastrear al responsable de la nueva ola de asesinatos de mujeres en la ciudad, pero al hacerlo, no será capaz de justificar sus ausencias nocturnas como Bruce Wayne y acabará acusado de los crímenes y encarcelado a la espera de juicio.

En primer lugar, llevar a Batman a la era victoriana parece algo natural. Al fin y al cabo, es el equivalente moderno de Sherlock Holmes y sus raíces como personaje remiten a los relatos de misterio que se popularizaron en aquel final del siglo XIX. En línea con la filosofía revisionista que subyace en estos comics, el superhéroe se utiliza en el nuevo contexto histórico para articular un comentario social relativo a la actualidad. Al alejarlo de las normas sociales y legales que operan en el mundo actual que conocemos, el autor se pregunta en qué punto Batman deja de serlo. Si lo situamos en la Gotham de hace siglo y medio, ¿sigue conservando el mismo sentido de la justicia y la moralidad o cambian éstos de acuerdo con su entorno?

Puesto que Batman carece en esa época de la tecnología moderna que en el presente le aportaría algo equivalente a un superpoder, la historia se centra sobre todo en la fortaleza de carácter de Bruce Wayne, su voluntad férrea y sus dotes detectivescas. A diferencia de los comics de superhéroes más convencionales, no vamos a encontrar aquí acción a raudales sino una mayor atención al trauma y el pensamiento del hombre tras la máscara. De hecho, el misterio de la identidad del Destripador recupera el espíritu original del personaje, que nació inspirado por la tradición gótica de la literatura como un comic de misterio en la colección “Detective Comics”, y evita caer en excesos del tipo “batcomputadora” alimentada con vapor o similares extravagancias steam-punk; escenas gratuitas de peleas; o el desfile de todos los secundarios habituales de Gotham sin venir a cuento y sólo para que el fan se sienta bien consigo mismo localizando los guiños y referencias.

Narrativamente, Augustyn crea una historia elegante aunque austera, que incluye solo los personajes, escenas y elementos necesarios para narrar lo importante y llegar al clímax con una economía de medios probablemente condicionada por el formato y extensión que en esa época imperaban. A raíz del éxito de este comic, en 1991 el mismo guionista escribió una continuación “Amo del Futuro”, en esa ocasión dibujada por Eduardo Barreto, que era un 50% más larga y tenía menos de la mitad de su sustancia, por no hablar de su tono más ligero y luminoso.

En cuanto a “Luz de Gas”, el guión incorpora el mandatorio asesinato de los Wayne, la llegada
de Bruce a Gotham tras viajar y educarse por el mundo, la relación con el inspector Gordon y su inicio como justiciero. La súbita aparición de Batman en la Gotham del siglo XIX se ve por parte de autoridades y ciudadanos –siguiendo la línea establecida en los comics modernos del superhéroe- con una mezcla de respeto y repulsión. Se apoya así la idea de que Batman siempre ha sido y siempre será el paria del mundo de los superhéroes, un justiciero al que la sociedad nunca puede aceptar plenamente. Los cambios o variaciones respecto al mito original son superficiales: el atracador que mata a los padres de Bruce lleva dos pistolas huye asustado por una bandada de murciélagos que, a la postre, servirán de inspiración al futuro justiciero ya desde su niñez y sin tener que esperar a su regreso a Gotham; Bruce y Gordon son amigos desde el principio y Alfred se limita a ser el mayordomo y custodio del secreto de su amo sin intervenir directamente en la acción. Circunstancias, por tanto, algo diferentes pero que no desvían un ápice las motivaciones y espíritu del personaje.

Por otra parte, la identidad dual de Batman/Bruce Wayne, la incertidumbre sobre su cordura y la sospechas sobre su posible culpabilidad de los crímenes cometidos en Gotham remite directamente a la tradición literaria gótica y los relatos relacionados con las personalidades desdobladas, como “El Doctor Jekyll y Mr.Hyde” o “El Retrato de Dorian Gray”.

La única pega que tiene el comic es su brevedad y consecuente predictibilidad. En aquel entonces, una historia como esta sólo tenía cabida en la editorial en el formato “Prestigio”, un volumen de 46 páginas que muchas veces, como en este caso, resultaba insuficiente para desarrollar la narración con la extensión y profundidad idóneas. El problema de “Luz de Gas” es que no da tiempo a introducir un par de pistas falsas que engañen a Batman y al lector y, dando por supuesto que el héroe descubrirá al asesino y la limitada galería de personajes susceptibles de ser sospechosos, queda desde el inicio muy clara la identidad del mismo. Quién se escondió tras el seudónimo de Jack el Destripador es uno de los grandes enigmas de la historia y por ello resulta algo decepcionante que semejante misterio quede solventado en unas decenas de páginas cuando podría haber servido para contar una aventura mucho más jugosa en la que el mejor detective de la Historia persiguiera al más famoso asesino, encontrando y descartando sospechosos hasta llegar a la gran revelación final. Aunque esta brevedad también puede verse de otro modo: en un mundo en el que hubiera existido Batman, ¿habría tenido Jack oportunidad de matar siquiera a su segunda víctima? Posiblemente no…

El dibujo de “Gotham: Luz de Gas” está en perfecta sintonía con su historia y tono. Mike Mignola ya empezaba aquí a descubrir su afinidad por lo tenebroso y sobrenatural que
culminaría no mucho después en “Drácula” y “Hellboy”. Al estilo y sensibilidad de Mignola nunca le han venido bien los superhéroes y por muy original que fuera su dibujo el tipo de historias más habituales en el género no eran los que mejor casaban con su arte. Dejando aparte los personajes más relacionados con la magia o el misterio, si algún superhéroe podía encajar con su estilo, ése es Batman. Su diseño del Caballero Oscuro es coherente con la época en la que está ambientada la acción, como también la arquitectura, el vestuario y los estilos de peinado. Sus viñetas vienen entintadas por P.Craig Russell (él mismo un dibujante de primera línea) que delimita con acierto los volúmenes de sombra para crear la atmósfera opresiva y amenazante que requiere el argumento. En contraste con los vibrantes colores, la luminosidad y la definición que caracterizan el mundo de los superhéroes tradicionales, el colorista Dave Hornung recurre a tonos diluidos y diferenciados según los flashbacks, como si las páginas fueran reliquias rescatadas de otros tiempos, una elección que combina perfectamente con el thriller psicológico escrito por Brian Augustyn.

“Gotham: Luz de Gas” es un comic clásico del mito de Batman y uno de los más recomendables “Otros Mundos” de DC; y ello se debe a lo bien que ha resistido el paso del tiempo gracias a su perfecta fusión entre argumento y dibujo y su éxito a la hora de demostrar la flexibilidad del personaje experimentando con los muchos temas y géneros que le dieron forma.


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