24 ene 2019

1981- FRANK CAPPA – Manfred Sommer


Cuando al periodista que protagoniza esta serie y a la que da título le pregunta un militar: “Señor Cappa, usted es el cronista de guerra más importante del mundo. ¿Se debe ello a que ama la guerra?”, el interpelado responde definiendo no sólo la esencia de su profesión sino la del propio comic: “Todo lo contrario, la aborrezco. Pero me interesa muchísimo porque pone al hombre ante situaciones límite, transformándolo, poniendo en evidencia todo lo bueno y todo lo malo de que es capaz el ser humano. Junto a casos de abnegación sin límite, se ven actos de una ferocidad increíble incluso entre los seres más civilizados”.



Y ése es precisamente el lado más interesante de las guerras, un fenómeno con el que nuestra especie ha tenido que convivir desde el alba de los tiempos y que no parece que vaya a desaparecer en un futuro próximo. Más allá de los juegos geopolíticos, los movimientos de tropas, los combates, los lemas y los discursos oficiales a los que se ciñen los ahora llamados “periodistas empotrados”, el auténtico corresponsal de guerra, lejos de vender su honestidad a un bando a cambio de dosis filtradas y diluidas de noticias, se mueve de forma independiente –con el enorme riesgo personal que ello conlleva- observando y dando testimonio de lo que la guerra significa para el civil o el combatiente ordinarios. Y por mucho que uno se repita que está allí para ver y narrar al mundo lo que ocurre más allá de los despachos, los cuarteles y las conferencias de prensa, lo más seguro es que no pueda evitar involucrarse de una u otra forma. Al fin y al cabo, es inevitable si uno es mínimamente humano. Ese es el lugar que ocupa Frank Cappa, reportero freelance.

Cappa tiene conciencia, no política sino moral. Ciertamente y como no podía ser de otra manera, su profesión lo ha endurecido. No resulta fácil asustarle y consigue mantener a raya la repulsión ante las atrocidades de la guerra y el miedo en situaciones de peligro. Pero ello no significa que se haya insensibilizado. Sufre, se preocupa e indigna, pero aunque es un hombre físicamente atlético, no traduce esas emociones en violencia, en sed de combate y agresión.

En “Frank Cappa, Memorias de un Corresponsal” (1982), álbum inicialmente autoeditado por el propio autor, se nos presenta al protagonista inmerso en un conflicto africano que recuerda mucho al que tuvo lugar en el Congo por la separación de la provincia de Katanga a comienzos de los sesenta del siglo pasado (ahí tenemos, por ejemplo, el territorio independentista y la presencia de mercenarios occidentales). Los dos primeros relatos, “El Último Africano” y “No hay que Perder la Cabeza” introducen en sus respectivas tramas reflexiones muy profundas sobre temas como la descomposición de las culturas autóctonas, el daño que causan los traficantes de armas en un panorama de odio tribal, lo hueco que resultan las apelaciones al patriotismo en determinadas situaciones, el papel del corresponsal de guerra,
el escaso valor de la vida humana en conflictos como los descritos o la interferencia de intereses económicos occidentales y la ruina que causan a las naciones que tocan.

El tercero, último y más largo, “Víctimas y Héroes” cuenta e hila hábilmente varias historias de distinta consistencia y duración: el proceso de aprendizaje de un joven francés de familia normal que se alista como mercenario persiguiendo una fantasía de aventura, exotismo y acción heroica para estrellarse contra una realidad brutal ya en su primer cometido: formar parte del pelotón de fusilamiento de unos africanos que habían desertado llevados por el miedo a morir; la estupidez y desprecio por la vida –incluida la propia- de algunos oficiales; las carnicerías cometidas por ejércitos carentes de disciplina o convicciones; cómo el peligro y la lucha por la propia supervivencia puede convertir a alguien pacífico en una máquina de matar; y el destino de los combatientes y sus familiares cuando aquéllos regresan a casa con graves lesiones físicas o psíquicas. En resumen, un comic denso en contenido pero no de forma, inteligente, comprometido sin resultar sermoneador, que no infravalora al lector y, sobre todo, muy humano.

Tras una historia corta sobre una hipotética y futura invasión soviética de Barcelona (en el “Cimoc Especial 3ª Guerra Mundial, 1981), Sommer cambia el paso completamente en el siguiente álbum, “Frank Cappa en Brasil” (1983), con tres historias de distinta extensión que dejan atrás la guerra para saltar al realismo mágico, el drama sentimental y el thriller combinado con la aventura. Mientras el periodista está en el país del título escribiendo un libro conoce a gente cuyas vidas e historias le empapan y afectan, como Paulinho, el pescador reumático, y su mujer hechicera, Clara (“Jangada”); Teresa, la joven a la que Cappa salva de un suicidio y que esconde un trágico secreto (“Carnaval”); o el variopinto trío formado por un gangster, un indio renegado y un nativo caníbal del Amazonas (“La Caza”). El ambiente que crea Sommer para estas historias difiere mucho del caos y violencia de las narraciones africanas del álbum anterior: el ritmo narrativo, los encuadres, el sombreado y la línea son más suaves, más amables, coherentes con la luz y la forma de vivir de ese país tropical, si bien en el capítulo de “La Caza” sabe imprimir cuando es necesario la tensión y crudeza que la historia requiere.

Sin embargo, y en contraste con el colorido y exuberante marco natural en el que transcurren
esas historias, el tema subyacente en todas ellas no puede ser más duro y deprimente: la muerte y la forma de afrontarla, tanto por los que sucumben a ella como por los que los rodean. Los depredadores y la enfermedad son hasta cierto punto accidentales e inevitables, pero la guerra, el odio y el absoluto desprecio por la vida que Cappa experimenta en “La Caza” son propios y exclusivos de los humanos. Sommer da un paso valiente al evitar la corrección política y hacer que ninguno de los protagonistas centrales de ese capítulo sea completamente inocente: puede que el canibalismo del nativo que persigue a Cappa pueda excusarse por el lastre cultural, pero no la continua guerra de exterminio en la que su pueblo está enzarzado con otras tribus desde hace generaciones; Tucán, el indio renegado y corrompido por el alcohol, no tiene inconveniente en colaborar en el genocidio de sus enemigos, a cuyas manos murió y fue devorada toda su familia; y Shapiro es un mafioso despiadado que gusta de demostrar su poder asesinando a otros. Ni siquiera Cappa se sustrae aquí a la violencia, aunque su papel es el de autonombrado verdugo. Puede que sea periodista y que en sus reportajes busque la verdad o lo más parecido que pueda encontrarse a ella, pero esto no quiere decir que sea imparcial o que adopte una neutralidad ética tan cómoda como detestable.

La efímera revista “K:O.Comics”, coeditada por el propio Sommer, publicará la aventura larga “Somoza y Gomorra”, ambientada en la guerra civil nicaragüense entre los partidarios oficialistas del dictador Somoza y los sandinistas de inspiración comunista. Es una historia muy bien documentada y tremendamente cruda y amarga que refleja no sólo la violencia de los enfrentamientos civiles sino también la falsedad de los mensajes de libertad que siempre enarbolan los revolucionarios, por muy bienintencionados que sean al principio.

Tras un viaje por los pueblos bereberes de Túnez, Sommer se siente fascinado por el mundo musulmán y comienza una historia que llevará a Cappa al Afganistán arrasado por la guerra –en aquella ocasión, la invasión soviética de diez años atrás-. Pero cuando lleva diez páginas, se da cuenta de que esta aventura puede alargarse más de cien y, acostumbrado a narraciones más breves y con nuevas ideas agolpándose continuamente en su cabeza, decide aparcarla indefinidamente (las planchas terminadas pueden verse en alguna de las recopilaciones integrales que se han editado del personaje).

En 1989, Norma Editorial publica un nuevo álbum del personaje, “Welcome”, recopilando
historias diversas, de las cuales las dos mejores son la que da título al volumen y “Goodbye”. En la primera, el periodista regresa a casa, en una pequeña ciudad canadiense, para visitar por última vez a su madre enferma, que muere poco después. La sorpresa que se lleva el lector es descubrir que los padres de este caucásico rubio de ojos azules mezcla de Robert Redford y Charlton Heston resultan ser de raza negra. Su padre aprovechará entonces para contarle su verdadero origen empezando por el primer antepasado del que se tiene noticia en la familia, su abuelo, esclavo de una plantación. Es una saga familiar que Sommer condensa muy bien en un puñado de páginas.

Por otra parte, en “Goodbye”, Cappa, aprovecha que está en la ciudad para tratar de reunir en una cena a su grupo de amigos de juventud, pero no tarda en descubrir con amargura que la
vida ha deshecho completamente aquella antigua amistad: algunos están atrapados en matrimonios infelices, otros han caído en la bebida o el crimen. Se trata de un desesperanzador relato costumbrista sobre el paso del tiempo y la imposibilidad de recuperar el pasado que se transforma en thriller policiaco a mitad de historia cuando uno de los personajes aparece asesinado. El álbum incluía también “La Ciudad de los Tres Mil Placeres”, sobre la dureza de los bajos fondos de Hong-Kong y la prostitución infantil; y “El Tiburón de Agua Dulce”, una coda de “Somoza y Gomorra” –aunque esta vez a color- ambientada varios años después del fin de la guerra nicaragüense. El dictador ha caído pero, como dice el comandante Alfonso, levantado en armas otra vez pero ahora contra el nuevo régimen, una tiranía ha sido sustituida por otra. Es también una mirada al trabajo de reportero de guerra y las consecuencias que puede tener sobre el propio espíritu asistir a actos horribles sin poder tomar partido o, al menos, intervenir de forma activa.

También en 1989 y dentro de su colección “Cimoc Extra Color”, aparece “Viet-Song”, que nos
cuenta los inicios de Cappa como reportero de guerra, teniendo su bautismo de fuego nada menos que en un conflicto tan sucio como el de Vietnam. Llegado al país asiático en una etapa temprana de la guerra como ayudante de un periodista más veterano pero ya muy quemado, el joven aspirante a corresponsal va a tener que aprender por las malas en qué consiste su oficio. Sin salir de Saigón, verá la devastación causada por los atentados del Vietcong, será capturado y a punto estará de morir, contemplará sin poder hacer nada la muerte de inocentes y, sobre todo, aprenderá de boca de su detestable mentor la esencia de su oficio, por mucho que le pese: “¡El mundo está loco y tu oficio no es arreglarlo, tú no eres un mesías ni un político! ¡Tú sólo has de informar a la gente de lo que pasa y esperar a que ellos reaccionen cuándo y como quieran!”. Una amarga lección que aprenderá rápido: interponer la cámara entre los ojos y el corazón, tratar de tomar distancia y no involucrarse en los horrores bélicos (porque gestas nobles va a presenciar bien pocas). Lo cual, ya lo vimos en historias anteriores, no significa ni mucho menos ahogar sus sentimientos, su sentido moral ni su honradez. No, se trata de asumir que él no va a poder hacer nada por solucionar el gran conflicto del que es testigo, que su labor es otra, la de adoptar la fachada del estoicismo e informar al mundo confiando en que la compasión o la indignación populares moverán conciencias y se traducirán en acciones.

El ciclo de Vietnam se completa con un segundo relato, “El Espía y el Traidor”, en el que Cappa libera a un guerrillero vietcong de un cautiverio a manos de los vietnamitas del sur que de seguro va a acabar en tortura y asesinato, a cambio de que éste le guíe hasta la base de los suyos en la selva. Pero ambos terminarán a su vez prisioneros al ser considerados el uno espía y el otro traidor. Es una historia trágica sobre las extrañas alianzas que genera la guerra, la fuerza de las convicciones y cómo éstas entran en conflicto con el amor.

Manfred Sommer, hijo de española y alemán, nació en 1933 y su personalidad inquieta y talento artístico le llevaron a saltar desde los años cincuenta de una forma de expresión a otra: el comic, la ilustración de portadas de novelas y seriales en revistas, arte publicitario, literatura y pintura. El auge del comic adulto en España a finales de los setenta le anima a utilizar ese medio para contar las historias que le interesan sin intermedio de un guionista. En 1980 regresa al comic y, en una época en la que el género bélico no tenía demasiada aceptación, crea a Frank Cappa, inicialmente un atormentado mercenario pero al que Sommer decide transformar en un periodista que pueda servirle de portavoz de sus propias ideas antibelicistas y desengañadas respecto a la naturaleza del ser humano. De protagonista, Cappa pasa a ser en buena medida testigo de las historias ajenas.

Rechazado por Josep Toutain, el personaje sí es aceptado por Norma Editorial, que empieza a
serializarlo en su revista “Cimoc” para luego ir recopilando las historias en diversos álbumes. Como he mencionado, Sommer se lleva a Cappa a “K.O.Comics” tras cuyo cierre vuelve a Norma brevemente. Desencantado con el mundo del tebeo, lo abandona a finales de la década para dedicarse a la pintura. Antes de su muerte, en 2007, había retornado a las viñetas en el mercado italiano de la mano del editor Bonnelli, ilustrando tebeos del legendario “Tex”.

Sommer fue un autor completo que dominaba todos los aspectos del guión y el dibujo. Sabía estructurar una historia, imprimirle el ritmo adecuado, elegir los encuadres precisos, sintetizar sólo los elementos necesarios que deben tener presencia en cada viñeta, utilizar con mesura la documentación histórica y caracterizar a los personajes mediante sus diálogos. Su dibujo es naturalista y clásico, deudor de grandes nombres del medio como Milton Caniff y su técnica del claroscuro; la línea elegante de Alex Raymond y Stan Drake; y la expresividad y movimiento de Frank Robbins.

Un comic, en definitiva, que como todo buen clásico ha envejecido mejor de lo que uno podría esperar. Quizá a primera vista su estilo gráfico no resulte tan llamativo como el de otros autores modernos, pero su lectura absorberá sin duda al lector experimentado y en busca de historias sólidas e inteligentes; con un componente aventurero sin caer nunca en lo pulp; asentadas en la realidad y con un fuerte subtexto humanista; que no tiene inconveniente en articular un claro mensaje moral pero sin caer en el sentimentalismo o la prédica. Es una reflexión sobre todos los contradictorios sentimientos y comportamientos que nos hacen humanos en el seno de un fenómeno tan violento como es la guerra: el miedo, el odio, la compasión, el amor, la crueldad, la frustración, la abnegación, el honor, el heroísmo, la traición... Es un comic moral, no ideológico, que no tiene miedo de examinar con ojo crítico las mentiras ocultas tras los eslóganes que se agitan en las guerras y la corrupción económica y el fanatismo que las encienden y prolongan. Un tebeo, en resumen, completamente adulto, incómodo en ocasiones pero nunca víctima del morbo fácil y la espectacularidad vacía.

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