(Viene de la entrada anterior)
La siguiente minisaga empieza en el número 66 (septiembre 1976), en el que Conan regresa a Messantia, de donde tuvo que huir apresuradamente acusado del asesinato de un guardia justo antes de conocer a Belit, que ahora le acompaña en esta incursión nocturna para vender parte de su botín al traicionero mercader Publio. Éste les tienta con el robo de una página del valioso libro de Skelos, un legendario manual de brujería que se custodia en un templo. Por supuesto, las cosas no salen como se esperaban y en la última página del número asistimos a la reaparición de Red Sonja.
Y en el 67 (octubre 1976), “Las Garras del Hombre Tigre”, llega el momento que muchos lectores

A Thomas se le acusó de sexismo durante años por la forma en que trataba a los personajes femeninos, y desde luego este número no debió hacer mucho por suavizar esa reputación. Sonja y Belit son incapaces de mantener una sencilla conversación sin empezar a luchar como gatas celosas; y Tara, que fue presentada como una temperamental e inquieta muchachita, ahora ha quedado reducida vía su embarazo a un mero espectador consumido por el miedo.
Aunque Buscema realiza un trabajo tan competente como de costumbre –aunque con un entintado muy irregular en el que se notan demasiadas manos- y participan tres personajes de gran carisma,

La trama continuaría no en el siguiente número de Conan, sino en el nº 7 de “Marvel Feature”


El nº 69 (diciembre 1976) es otro episodio autoconclusivo a caballo entre dos sagas, pero en esta ocasión Thomas acierta al marginar la acción y la violencia a favor de la creación de una

Los dos siguientes números, 70 y 71 (enero y febrero 1977) constituyen una única historia en la que Conan, Belit y sus piratas acceden a actuar como mercenarios protectores de la ciudad de Kelka sólo para darse cuenta demasiado tarde que han sido traicionados y que el gobernante de la plaza sólo los quería como sacrificios con los que reforzar su poder ante el pueblo. Otra aventura en la que Thomas equilibra perfectamente las batallas, el suspense, la traición, las evasiones, un épico final y momentos intimistas en los que centrarse en la tormentosa relación de Conan y Belit. Además, tenemos la bienvenida reentrada de Ernie Chan (aquí ya se había cambiado el apellido) como entintador regular de la colección. Su trabajo en estos dos episodios puede contarse entre lo mejor de su

El primer año de la saga había servido para fijar los personajes principales y secundarios, su relación y motivaciones. Tras poco más de una docena de números dedicados a mini-sagas y aventuras independientes en el mar o en las zonas costeras, había llegado el momento de abordar lo que Belit más deseaba y temía: recuperar el trono que por herencia le correspondía, aunque fuera de forma un tanto sobrevenida. Así, en “Venganza en Asgalún” (nº 72, marzo 1977), Conan y Belit se ven obligados por la enfermedad del tutor de aquélla, N´Yaga, a infiltrarse en el palacio real de Asgalún para robar una medicina que sólo allí puede encontrarse. La ciudad se ha convertido en una colonia estigia y su rey, Nim-Karrak, en un títere al que se enfrenta Belit sólo para enterarse de que su

Por el camino, habrán de hacer frente a la traición de parte de sus piratas y el monstruo custodio de un tesoro en una isla perdida (nº 73), se encontrarán con la misteriosa Neftha, que se ofrece a guiarles hasta las mismas estancias del palacio de Luxur, y lucharán contra una serpiente gigante frente al puerto de la ciudad de Khemi, capital religiosa de Estigia, cuyos barcos incendiarán en una hazaña de la que se hablará durante décadas (nº 74), viajarán río arriba por el Styx, sufrirán el ataque de los jinetes montados en colosales halcones (nº 75) y se involucrarán en las luchas de poder de los dos hermanos gobernantes de la ciudad independiente de Harakth (nº 76 y 77).

En estos números fue Howard Chaykin el encargado de sustituir a Buscema. Aunque su dibujo

En el número 84, ya con Buscema de regreso en la colección, Roy Thomas retoma la búsqueda de Belit por tierras Estigias. De vuelta en Harakht, ignorante de que su compañera ha tenido que huir apresuradamente de allí, Conan es hecho prisionero. Conoce a Zula, un esclavo negro que le salva la vida y le ayuda a escapar a cambio de que Conan le acompañe en su propia misión de venganza sobre un

El número 85 es un episodio de transición que le sirve a Thomas por una parte para recopilar lo sucedido hasta ese momento (un resumen que ocupa nada menos que tres páginas y que nada aporta al lector fiel) y, por otra, para narrar la trayectoria de Zula, un personaje que probará ser fundamental en los acontecimientos por venir y que volverá a aparecer en una etapa más tardía de la vida de Conan décadas más tarde. Aquél resulta ser el último de una tribu exterminada por un grupo rival y que fue vendido como esclavo a un poderoso mago del que, con el curso de los años, aprendió rudimentos de magia y del que ahora busca vengarse.
La misión de Belit llegará a su clímax en los números 86 a 89 (el 87 contenía, una vez más,

El nº 90 no es más que una aventura autoconclusiva sin demasiado interés que precede a lo que será la recta final de esta gran saga. Porque tras fracasar en su intento de hallar vivo a su padre en Estigia, en el 91, “Violencia en Shem”, Belit regresa a su ciudad dispuesta a reclamar su derecho al trono, acabar con su usurpador tío y expulsar al ejército de ocupación. Hay aquí momentos de ternura y sensualidad, como la repetición –ahora mucho más voluptuosa y explícita- del baile seductor que Belit ejecuta para Conan o su encuentro a la mañana siguiente; de humor, como la demostración de Zula de sus poderes de hipnosis; pero también, y esto será ya una

No era ni mucho menos la primera vez que Thomas escribía una historia de Conan en la que éste se veía envuelto en las intrigas políticas de alguna ciudad hibórea. Pero los números 90 al 93 (El nº 92 sería un fill-in sin el menor interés con dibujos de Sal Buscema) tienen una importancia especial por tres razones. Primero, porque constituirá un momento clave en la vida de Conan y Bélit. Ésta, finalmente, sólo será reina por unos instantes antes de desprenderse de la corona sabedora de que su “trono” está en su barco, el Tigresa, y que la vida e intrigas de la corte no son para ella. Es ahora cuando descubre que su auténtica motivación había sido siempre la de vengarse de su tío, Nim-Karrak y que su hogar está en los mares junto a Conan.
En segundo lugar, porque Thomas consigue comprimir en tan solo dos episodios un argumento con más peones de los habituales, todos ellos inmersos en un complicado juego de poder: el rey Nim-Karrak y sus “carceleros” estigios, la guardia de élite

La historia principal continuaría en el 94, “El Rey de las Bestias de Abombi”, dando inicio al último arco de esta etapa. Zula y algunos corsarios se separan amigablemente de Conan y Belit para seguir su propio camino y sólo muchos años después sus volverían a encontrarse en “Conan el Conquistador”. Al regreso al sur, Belit se da cuenta de que su posición y prestigio entre las tribus de las costas negras han quedado en entredicho por el ascenso de Ajaga, un cruel aspirante a emperador capaz de controlar a los animales, de los que se sirve para aterrorizar a los habitantes de toda la región. Belit tiene muy claro lo que ha de hacer: “debemos derrotar a Ajaga (…) para recuperar nuestra posición en la

Ajaga resulta ser un adversario formidable y esta aventura, que se prolongará hasta el número 99, lleva a Conan a retomar su “identidad” de Amra, título que reconoce Sholo, el león negro que había sido compañero del hombre al que él mató, primero en llevar ese nombre. A estas alturas, se pone de manifiesto el cansancio de Thomas como escritor de la serie tras nueve años como director absoluto del destino del personaje. Es una historia con excelentes momentos (en especial su prolongado y épico clímax)

Ese agotamiento de Thomas vuelve a aflorar en los nº 98 y 99, aventuras menores de piratería con las consabidas criaturas monstruosas que sólo sirvieron para hacer tiempo antes del gran final de la saga de Conan y Belit y hacerlo así coincidir con el número 100 (julio 1979): “Muerte en la Costa Negra”. En ese punto, Conan llevaba ya tres años viajando por los mares del sur a bordo del Tigresa junto a su temperamental capitana. Pero Belit, tras haber satisfecho su venganza contra el asesino de su padre, no había alcanzado la paz. Seguía ansiando la riqueza, aun cuando la obtención de ésta la llevara a arriesgar su vida y la de sus hombres. Su tripulación, muy mermada y necesitada de descanso y refuerzos, empieza a murmurar y Conan y el anciano consejero N´Yaga temen que ni siquiera la supuesta divinidad de Belit detenga un motín. Era un preludio ominoso que seguiría cobrando peso al internarse el Tigresa, pese a los augurios, en la siniestra embocadura de un río maldito; y cuando

Y así llega el final de una época. Este largo recorrido de casi diez años y cien números, que se divide a su vez en la etapa dibujada inicialmente por Barry Smith y la que continuó luego John Buscema, son lo único que me podría atrever a recomendar sin reservas de esta colección a los amantes del comic de espada y brujería o del propio Conan. Eso sí, como ocurre en cualquier obra episódica (ya sea una colección mensual de comics o una serie televisiva semanal) hay que tener en cuenta que se alternan momentos memorables con otros totalmente prescindibles. Pero Thomas supo entender y transmitir en sus guiones el espíritu y estilo de la antigua literatura pulp de comienzos del siglo XX, aunque esto a la postre se acabó convirtiendo en una limitación temática y formal. Ver mes tras mes a Conan luchar contra monstruos gigantes o brujos mientras salvaba a la chica de turno terminó resultando monótono. Sin embargo, gracias primero a la especial belleza del dibujo de Smith y luego a la introducción como coprotagonista de

Los cuarenta y tantos números que constituyen la saga de Conan y Belit no son perfectos. Hay demasiados animales salvajes, una copia barata de Tarzán, media docena de episodios de relleno basados en historias de Howard no protagonizadas por Conan y un capítulo (el 99) con unos hombres-cangrejo tan estúpidos que incluso Roy Thomas se avergüenza de él. La verborrea de Thomas tratando de emular la prosa de Howard puede resultar algo cargante –especialmente para el lector moderno, más acostumbrado a diálogos rápidos y textos de apoyo ligeros y menos grandilocuentes- . Era una forma de hacer comic diferente a la actual, más preocupada por dignificarse mediante la prosa que por alcanzar todo su potencial narrativo. A ello se sumaban las pretensiones literarias de un guionista que nunca pudo ascender de categoría –ni falta que le hizo para atraerse el agradecimiento y admiración de muchísimos aficionados-.

Pero todo tiene un final, aunque la empresa se niegue a reconocer que la gallina ya no dará más

Los posteriores autores no supieron darle continuidad al personaje y optaron por una línea más acomodaticia pero que, a la postre, no tenía salida. Mientras que Thomas se había esforzado por mantenerse fiel a la trayectoria vital del personaje, enlazando coherentemente personajes, situaciones e historias con momentos del futuro biográfico de Conan y haciendo evolucionar gradualmente al protagonista conforme iba madurando, guionistas posteriores se limitaron a narrar “la aventura del mes”, recurriendo a los mismos elementos una y otra vez sin molestarse siquiera en variarlos ligeramente o introducir algún matiz novedoso: Conan peleando con bandidos, soldados o borrachos tabernarios, mujer en peligro, monstruo grotesco y brujo perverso. Eran episodios mediocres que John Buscema siguió dibujando por inercia con evidente poco interés.

El número 100, por tanto, es un buen momento para apearse de la colección regular de “Conan el Bárbaro”, tras haber asistido a su paso por la adolescencia, sus muchas aventuras, su transición a la madurez y la conquista y ulterior pérdida del gran amor de su vida.
(Continúa en la siguiente entrada)
Con lo de Asgalún me subí yo a la cole de crío. Esa parte es lo único que me parece decente, salvo alguna cosa suelta, de esta etapa. Neftha es un personaje interesante y contrasta con los demás personajes femeninos de la serie, una pena que cayese en el olvido porque hubiera sido una buena villana recurrente.
ResponderEliminarA mi me parece muy superior a esta etapa la de Owsley, cuyo 1º/2 es dibujada por Buscema. La revindico. Decir que hay que pararse en el nº 100 se ha convertido en un lugar común y por eso ha pasado a no significar nada. La realidad es que los nº 172 al 213 son excelentes y de lo mejor de la Marvel de los 80. En mi blog hablo della por si alguien le interesara.
¿Puedes dejar el link de ese artículo? Le echaré un vistazo. Después de lo de Buscema seguí una temporada comprando Conan, pero cada vez de forma más irregular porque lo que leía no me convenció. Sí que hubo una etapa que me pareció más interesante en la que la serie se convirtió en algo más coral, con unos personajes secundarios fijos... pero según recuerdo, no duró mucho y no se si da siquiera para un artículo...
ResponderEliminarhttp://elcritiquitas.blogspot.com.es/2009/10/relecturas-lxxiii-el-conan-de-j-owsley.html
ResponderEliminarhttp://elcritiquitas.blogspot.com.es/2009/11/relecturas-lxxiv-el-conan-de-j-owsley.html
http://elcritiquitas.blogspot.com.es/2009/12/el-conan-de-j-owsley-parte-iii-epilogo.html
2 advertencias: los post seguramente sean pesados de leer y el Conan de Owsley no es el de Howard, ni el de Thomas, ni siquiera el cliché de Marvel, es más bien el héroe de acción que triunfaba en los 80 en el cine: solitario, taciturno y duro.
Gracias antonio, los leeré con atencion...
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