La relación del guionista Don McGregor con Marvel no había terminado precisamente bien. Los dos títulos en los que había volcado tanta ilusión como esfuerzo, “La Guerra de los Mundos” (Killraven) y “Jungle Action” (Pantera Negra), acabaron cancelándose por sus bajas ventas y tras repetidas advertencias por parte de los editores para que realizara unos necesarios cambios que nunca se avino a realizar.
Tras marcharse decepcionado de Marvel, intentó vender un nuevo personaje, “una versión negra del héroe romántico de los años 30 al estilo Errol Flynn” y bautizado inicialmente como “Dagger”. Pero no encontró buena acogida entre las principales editoriales. Puede que en ello jugara también algún papel la reputación de “conflictivo” que arrastraba McGregor: había sido uno de los pioneros en la lucha por los derechos de autor, un escritor que le había dado más de un dolor de cabeza a los editores de Marvel con su empeño por evitar cualquier interferencia a lo que él consideraba era su prerrogativa como creador.
Pero sí consiguió dos apoyos que resultaron fundamentales para que el proyecto saliera

Sin embargo, su creciente perfeccionismo se cobró su precio: tras algo más de veinte números, se vio incapaz de sacar adelante una serie de cadencia mensual. Así que, ni corto ni perezoso y consciente de su propia valía artística, Gulacy decidió dedicarse a proyectos puntuales en los que pudiera invertir todo el tiempo y esfuerzo que considerara necesarios. Esta determinación era entonces mucho más arriesgada de lo que pudiera parecernos hoy en

Por su parte, Dean Mullaney había sido un gran aficionado al comic desde hacía mucho tiempo. Tenía contactos, más amistosos que profesionales, con varios autores insatisfechos del modus operandi habitual de las grandes editoriales: no poseer derechos sobre sus creaciones, soportes mediocres con pobre calidad de reproducción y estrechos límites en los que debían circunscribir sus guiones y estilo gráfico para no levantar susceptibilidades. Todo ello hacía que los escritores y dibujantes más inquietos del momento comenzaran a buscar otras alternativas.
En una visita que Mullaney hizo al apartamento de McGregor, tuvo ocasión de ver un dibujo de Paul Gulacy para el personaje que aquél había creado. Mullaney quedó impresionado y decidió ser él quien editara el proyecto en las mejores condiciones posibles. Pidió dinero prestado a su hermano Jan y así comenzó la andadura de una de las primeras editoriales independientes en hacer historia dentro del comic americano: Eclipse.
El riesgo económico era muy real. Mullaney tenía que lanzar un personaje desconocido en un


Pero “Sabre fue importante en la historia de los comics por otra razón: no sólo fue el primer título editado por Eclipse –sello que jugaría un papel muy relevante en la década de los ochenta- sino que fue también el primero en ser distribuido exclusivamente a través de tiendas especializadas, unos puntos de venta en continuo crecimiento pero a los que las grandes editoriales aún tardarían en tener en cuenta. Las excelentes ventas de “Sabre” demostraron que un comic podía sostenerse comercialmente tan sólo con los aficionados, sin depender del comprador circunstancial de quioscos y supermercados –vector tradicional de venta durante décadas-.
El éxito de “Sabre” –hubo de realizarse una segunda edición a los tres meses de su lanzamiento,

En “Sabre”, McGregor recicló el esquema ya ensayado por él mismo en “La Guerra de los Mundos” de Marvel, aunque dándole un tono más extremo. La historia se desarrolla en el año 2020 (que en 1978 se veía como una fecha mucho más lejana de lo que hoy nos pueda parecer). Estados Unidos, tras décadas de crisis energéticas, escasez de alimentos, contaminación, terrorismo, epidemias e incidentes nucleares, se ha transformado en un Estado autoritario del que se ha extirpado todo individualismo. Las autoridades supervivientes, ante las que responde el grotesco cazahombres conocido como Supervisor, se han hecho con el control mundial. Pero

La historia se abre con una página sin texto en la que Sabre (al que Paul Gulacy dota al principio con los rasgos de Clint Eastwood para transformarlo enseguida en una réplica de Jimmy Hendrix), camina por la orilla del mar en dirección a lo que parece una fortaleza. Siguen dos páginas de prólogo en las que se narran los acontecimientos que han conducido a ese futuro y la presentación e historia de otro personaje, Melissa Siren. El complejo al que llega Sabre resulta ser un parque de atracciones abandonado similar a Disneylandia. Su misión consiste en rescatar a otros rebeldes capturados por el Supervisor y sus sicarios: su reprimido ayudante Willoughby (dibujado con las facciones de Woody Allen), el mercenario Blackstar Blood y Grouse, una criatura artificial que reúne características humanas y animales.
Sabre vence en combate a un par de esbirros y Melissa se une a él. Ambos hablan

Sabre –que ha fingido su lobotomización- y Melissa escapan y liberan a los prisioneros antes de encadenar una sucesión de combates y persecuciones que culmina con la victoria del primero sobre el Supervisor y un acuerdo de tregua con Blackstar. El final es algo decepcionante: Melissa, ella misma un bebé probeta nacida en un laboratorio, revela a Sabre que está embarazada, pero él decide que su deber es acabar con los ejércitos del Supervisor y la abandona prometiendo regresar una vez cumplida su varonil misión. En un final tópico, el héroe solitario camina hacia el horizonte a la puesta del sol.

En primer lugar, la ambientación es muy pobre. Apenas hay rasgos definitorios de un tiempo futuro y el escenario del parque temático abandonado está deliberadamente construido como un lugar falso, un decorado extravagante que pueda servir como fondo de escenas de acción al tiempo que alegoría del fracaso de una civilización centrada en la desconexión con la realidad.
Además, a diferencia de “Killraven” o “Pantera Negra”, los protagonistas de “Sabre” no parecen reales. Hablan y reflexionan sin parar de forma harto inverosímil sobre la naturaleza de la fantasía, el heroísmo y la libertad, distanciándose de su propio papel en la historia –que debiera ser la de héroes de acción en busca de sus compañeros presos-. Puede que la verdadera intención de McGregor fuera deconstruir la figura del héroe, pero al hacerlo, distanció emocionalmente al lector de unos personajes cuya principal misión parece ser la de servir de transmisores de las ideas existencialistas del guionista. “Sabre” es, pues, más un ejercicio intelectual que una verdadera historia de aventuras postapocalípticas.
La trayectoria de McGregor se caracterizó por el cariño e incluso la pasión que desarrolló

La verborrea de McGregor, por supuesto, afectaba no sólo al ritmo de lectura –excesivamente lento para una historia que, después de todo, era de acción-, sino al trabajo del dibujante. Paul Gulacy se vio obligado a encajar su dibujo y su dinámico estilo narrativo entre abultados cuadros de texto y densos globos de diálogo.

En agosto de 1982, Eclipse lanzó la colección regular de Sabre, cuyos dos primeros números

Así, el primer arco argumental de la colección, “An Exploitation of Everything Dear” (números 3 al 6) fue una “road story” en la que Sabre recorría América tratando de volver junto a Melissa antes de que ésta diera a luz. En el número 7 nació el hijo de ambos, siendo aquel el punto hasta donde McGregor había imaginado la historia inicialmente. Dicho arco fue luego recopilado en forma de novela gráfica.

Como Paul Gulacy se mostró desde el principio incómodo con las ideas de McGregor para la colección, éste eligió en cambio a Billy Graham, un viejo amigo a quien había conocido al poco de llegar a Nueva York para labrarse un nombre como escritor a finales de los sesenta. Graham trabajaba entonces como director artístico en Warren (el primer negro en ocupar ese puesto en la industria del comic) cuando McGregor empezó a escribir guiones para esa compañía.
A pesar de la libertad creativa de la que disfrutaba, casi inaudita en el mercado del comic book,


Ya dijimos más arriba que McGregor era un guionista que consideraba a sus personajes como algo muy suyo y treinta y cinco años después de su publicación original, en 2013, el guionista y el dibujante Trevor Von Eeden anunciaron por Internet la apertura de una campaña de micromecenazgo en Kickstarter con el fin de reunir fondos con los que publicar una nueva etapa del personaje: “Sabre: The Early Future Years”. El objetivo era reunir 17.000 dólares, con los que se financiaría un primer número de 40 páginas –ampliables a una miniserie entera de 190 páginas si se conseguía la financiación necesaria. El resultado de esta iniciativa aún está por ver.
Aunque “Sabre” –la novela gráfica- no fuera totalmente satisfactorio a nivel artístico y que la colección derivada no haya pasado al panteón de los clásicos, su atrevimiento conceptual sí lo fue. Constituyó un paso importante en la evolución del comic adulto norteamericano y los lectores así lo apreciaron. Simplemente, es un comic más sencillo de admirar que de amar.
Empecé a leer Sabre con muchísimo interés por su temática y su calidad de obra pionera, no obstante me fui desanimando en la sprimeras páginas por lo que menciona el artículo, los diálogos pretenciosos y totalmente inverosímiles. El dibujo de Gulacy me fascina, para Warren hizo unos comics estupendos en la revista Eeerie, con guiones más adecuados a su dibujo. Es una pena que Sabre no haya sido la gran obra que muchos hubiéramos querido.
ResponderEliminarExcelente blog, un saludo.