2 oct 2014

1934- FLASH GORDON - Alex Raymond (y 2)



(Viene de la entrada anterior)

El apartado artístico nunca fue digno de reseñar en “Buck Rogers” o Brick Bradford, pero el de Flash Gordon –al menos durante la época de Raymond- , consiguió trascender un guión absurdo, repetitivo y carente de lógica para colocar a la serie entre las mejores del género de aventuras. El lector se encontraba cada domingo, destacando por entre las tiras de prensa humorísticas o de corte costumbrista, un despliegue de exuberante belleza en el que se mezclaban apuestos héroes, sensuales mujeres, peligrosos monstruos, naves espaciales, estilizados castillos y escenarios naturales salvajes.


Bien es cierto que el dibujo inicial no hacía presagiar las altas cotas estilísticas a las que llegaría el artista en relativamente poco tiempo. Al principio el dibujo se antoja algo primitivo, inseguro, pero en cualquier caso superior al de sus directos competidores, Buck Rogers o Brick Bradford. Sin embargo, a finales de 1934, con el comienzo del “Torneo de Mongo”, comienza una rápida evolución que sitúa el dibujo a la altura de las pretensiones épicas de la historia.

El grafismo de Raymond dará un nuevo salto en otoño de 1935, en cuanto consigue liberarse de la tira diaria de la que se ocupaba hasta el momento, “Agente Secreto X-9”. El trazo se estiliza, la inicial distribución regular de viñetas sobre la página se rompe para introducir cuadros
alargados en los que experimenta con cuidadas composiciones, formales pero elegantes, mientras su trazo se desliza hacia el barroquismo, utilizando los rayados no sólo para introducir juegos de luz, sino subrayar el movimiento y dotar de poderío físico a las figuras.

Esa etapa “barroca” durará un año. Entre el fin de 1936 y el comienzo de 1939, la estética de la serie vuelve a cambiar, esta vez simplificándose hasta adoptar el que sería su estilo definitivo hasta el final de la etapa de Raymond: un clasicismo reposado y elegante que tomaba su aspecto formal del ámbito pictórico. El autor relegó los diálogos a los cuadros de texto a pie de página con el fin de no estorbar la visión de lo que se convierte en una sucesión de bellas ilustraciones cuyo centro es la figura humana. El sombreado a base de líneas desaparece sustituido por el contraste dinámico de masas blancas y negras.

Un dibujante de comic”, declaró una vez Raymond, “empieza con una hoja de papel en blanco y
ha de soñarlo todo. Es escritor, director, editor y artista al mismo tiempo”. Reconocía que dibujar “Flash Gordon” era un trabajo exigente: “Me lleva cuatro días y sus noches completar una página dominical”. Cuando la electricidad fallaba de vez en cuando, el artista continuaba su labor a la luz de una vela, sin desviarse jamás de su autoimpuesta disciplina.

La lucha por derrotar a Ming, como hemos dicho, se prolongó desde 1934 a junio de 1941, momento en el que se libera el planeta Mongo. A partir de ese punto, la serie comienza un declive paulatino marcado por la intervención puntual del ayudante de Raymond, Austin Briggs (quien ya venía ocupándose de las tiras diarias del personaje desde su inicio en 1940). En 1943 Raymond se alista en los Marines y abandona definitivamente la serie. Así, a partir de junio de 1944, momento en el que se terminan de publicar las páginas que ya tenía dibujadas, “Flash Gordon” pasa a manos de Austin Briggs.

Aunque Raymond se reincorporaría a la vida civil y a su ocupación de dibujante tras la Segunda Guerra Mundial, ya no lo haría con Flash Gordon. Esa etapa de su vida había pasado y ahora tenía otras cosas que contar. Su siguiente personaje sería un atractivo e inteligente detective, “Rip Kirby” (marzo de 1946), del que se encargaría hasta su muerte por accidente de automóvil en septiembre de 1956.

Alex Raymond y Hal Foster (creador de “El Príncipe Valiente”) están considerados como los responsables de la introducción en el comic de un nivel estilístico inaudito hasta la fecha. Separándose del trazo caricaturesco que dominaba la mayor parte del comic de la época, crearon series heroicas de una épica romántica excepcional que marcarían las pautas gráficas por las que discurriría la historieta realista durante décadas.

En mi opinión, el debate acerca de cuál de los dos autores fue el más importante dentro de este
nuevo movimiento se salda a favor de Foster, puesto que éste no sólo se responsabilizaba del guión de su saga medieval, sino que en el aspecto gráfico realizó una labor extraordinaria que todavía no ha sido igualada. Sin embargo, Raymond fue el primero de los dos en seducir a sus lectores esculpiendo con sus lápices un mundo creíble de figuras heroicas pero realistas que evolucionaban en un entorno fantástico. Durante esos años, los competidores de Flash Gordon en el ámbito de la CF, Buck Rogers y Brick Bradford, con su estética más primitiva y aún lastrada por cierto deje caricaturesco, no pudieron ni acercarse al nivel gráfico de Raymond.

Flash Gordon tuvo una segunda y bastante diferente existencia en Europa, consecuencia de las
vicisitudes bélicas y políticas que experimentaba el continente. El héroe espacial siempre fue una figura incómoda para las dictaduras fascistas. Su lucha contra las tiranías no podía ser acogida con agrado por Mussolini, Hitler o Franco, que hicieron lo posible por censurar al personaje. Sin embargo, la popularidad de Gordon, aunque con disfraces y bajo nuevas identidades, lo mantuvo vivo.

En Italia, Mussolini prohibió la importación de material cultural de Estados Unidos, entre ellos, claro está, el comic, por considerarlo subversivo para su propio y personalista régimen. La revista “L´Avventuroso”, una publicación ya veterana en el mercado italiano, se nutría principalmente de los personajes de la prensa norteamericana y su interrupción significaba de hecho su fin editorial. Así que, ni corto ni perezoso y sabedor de que tal y como estaban las cosas no tendría que hacer frente a demandas judiciales norteamericanas, el editor Mario Nerbini, encargó a diversos autores italianos la continuación de las peripecias de los diferentes héroes. En el caso de “Flash Gordon”, la tarea recayó en las manos de un Federico Fellini de dieciocho años y el dibujante Giove Toppi. Ambos insuflaron nueva vida a Gordon hasta que la revista cerró definitivamente en 1943.

A destacar también es el caso de Bélgica. Tras su ocupación por los nazis, la revista “Bravo” vio interrumpido el acceso al material de Flash Gordon que venía publicando. No era sólo que la comunicación por mar se hubiera reducido a la mínima expresión, sino que los alemanes habían prohibido la importación y reproducción de comics americanos. También aquí se recurrió a un artista autóctono para que tratara de llenar el hueco dejado por la ausencia de las páginas de Raymond. El elegido fue Edgar Pierre Jacobs, un dibujante relativamente novato y de estilo ciertamente alejado del de Raymond, al que sin embargo trató de imitar. El desafío a la prohibición alemana se prolongó varias semanas, narrando las aventuras de unos avatares poco disimulados de Flash y sus amigos. Finalmente, la censura nazi se dio por enterada y prohibió la continuación de la farsa. Jacobs alcanzaría renombre internacional unos años después con sus personajes Blake & Mortimer, cuyas peripecias en muchas ocasiones se mezclaron con la ciencia ficción.

En cuanto a España, “Flash Gordon” se había publicado desde fecha muy temprana en las
páginas de “El Aventurero”, pero la Guerra Civil arrasó el mercado editorial. Tras ella, sólo un puñado de publicaciones obtuvieron el permiso de la dictadura para su edición periódica, siendo una de ellas “Leyendas Infantiles”, cabecera propiedad de la barcelonesa Hispano Americana de Ediciones desde 1943.

Por desgracia, y aunque la convaleciente España no participó en la Segunda Guerra Mundial, sí quedó afectada en cuanto a las comunicaciones marítimas con Estados Unidos. Así, el suministro de material original para su reproducción se interrumpía con frecuencia, obligando a la editorial a encargar a autores hispanos la elaboración de páginas con que llenar los huecos y enlazar unos episodios con otros. Ello se hacía ya por el rústico procedimiento de calcar las páginas de ediciones brasileñas (Alfonso Figueras, Juan García Iranzo), bien dibujándolas enteramente (Jesús Blasco).

A estos problemas, claro está, se añadía la vigilancia de la censura, que velaba porque Dale Arden cubriera sus encantos (bellamente sugeridos por los vestidos que dibujaba Raymond) o eliminando el retorno de Flash a la Tierra para combatir a los fascistas, episodio que los aficionados hubieron de esperar tres décadas para leer.

“Flash Gordon” es uno de los grandes héroes de la ciencia ficción en viñetas, un excelso representante de la escuela naturalista en los comics y, en su etapa inicial a manos de Alex Raymond, una obra imprescindible para todo aquel que disfrute de este medio. Ciertamente, su momento ha pasado. Sus aventuras –ya solo en forma de página dominical- fueron canceladas en 2003 y los continuos rumores de películas basadas en sus aventuras no han cuajado en nada concreto a excepción de la producida por Dino De Laurentiis en 1980. Pero durante setenta años, el rubio jugador de polo reconvertido en aventurero espacial visitó con éxito todos los formatos: seriales radiofónicos y cinematográficos, novelas, televisión, dibujos animados y superproducciones para la pantalla grande. Y si su nombre aún sigue hoy asociado con el concepto de aventura épica espacial, es gracias a la intemporal fascinación gráfica de las planchas de Raymond.

Para la gran mayoría de norteamericanos de los años treinta del pasado siglo, la Ciencia Ficción eran Buck Rogers y Flash Gordon. Millones de personas tenían contacto con ellos diariamente a través de sus viñetas, las películas y los seriales radiofónicos que narraban sus aventuras. El comic proporcionó así dos personajes que, para bien o para mal, pasaron a definir visualmente la Ciencia Ficción.


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