En 1985, DC Comics celebró su 50 aniversario con el lanzamiento de una publicación especial titulada "Fifty Who Made DC Great". El libro, de 58 páginas y tamaño de cómic, daba un repaso a cincuenta personas y compañías que habían contribuido decisivamente al éxito de la editorial a lo largo de las décadas. Entre ellos figuraban los cofundadores de la empresa, M.C.Gaines y el mayor Malcolm Wheeler-Nicholson; los creadores de Superman, Jerry Siegel y Joe Shuster; los de de Batman, Bob Kane y Bill Finger; actores que habían interpretado a personajes de DC en televisión y cine (George Reeves, Adam West, Burt Ward, Christopher Reeve, Lynda Carter, Helen Slater), así como creadores de cómics contemporáneos como Marv Wolfman, George Pérez o Frank Miller. El libro también incluía breves textos elogiosos de un grupo diverso de personalidades, como el senador Daniel Patrick Moynihan, el autor de ciencia ficción Ray Bradbury, el novelista de terror Stephen King, el músico Gene Simmons (de Kiss), el editor de Marvel Comics Stan Lee, la actriz Whoopi Goldberg o la activista social Gloria Steinem.
Sin embargo, no todo en la venerable compañía
era ambiente festivo. Si bie
n seguía siendo rentable, DC estaba inmersa en una dinámica
preocupante para su futuro. A pesar de poseer los derechos de algunos de los
personajes más reconocibles del mundo del comic, las ventas de sus tebeos eran
muy inferiores a las de su más directa competidora, Marvel, en especial en lo
referente al floreciente mercado directo (esto es, en librerías especializadas).
Gracias al éxito que obtuvo Marvel con "Secret Wars" el año anterior,
la brecha entre ambas editoriales se había ampliado todavía más. En 1984, los amantes
del comic discutían con entusiasmo sobre el traje negro de Spiderman o la
incorporación de Hulka a los Cuatro Fantásticos en lugar de sobre las últimas
aventuras de Superman o Infinity Inc. Según un distribuidor del área de
Phoenix, en Arizona, Marvel aquel año vendió diez veces más que DC en el
mercado directo.
Esta disparidad de ventas respondía, al menos parcialmente, a que muchos lectores veían buena parte del Universo DC como una superestructura rancia e incapaz de modernizarse conceptual o gráficamente. No es que la editorial no se hubiera esforzado por probar formatos y géneros nuevos. Desde los años 70 lanzaron miniseries y luego novelas gráficas y, siguiendo bien los pasos de Marvel bien los gustos cambiantes del mercado, dieron su oportunidad a la Espada y Brujería, el Terror o la Ciencia Ficción. Pero las series clásicas de superhéroes que en su momento le dieron el éxito se habían quedado anquilosadas. Y ello a pesar de que algunos autores que huyeron de la Marvel reorganizada por Jim Shooter y otros creadores jóvenes con ideas frescas y energías renovadas hicieron intentos por llevar allí las fórmulas que tanto éxito le habían dado a Stan Lee y compañía.
El problema es que DC seguía estructurada de acuerdo a un sistema feudal que, a la postre, abocaba al Universo compartido al caos. Cada personaje o familia de personajes estaba controlado por editores de la vieja escuela que hacían las cosas a su manera y sólo a su manera. No había una auténtica coordinación o unificación de estilos. Sí, tal o cual personaje podía aparecer en la colección de tal otro, pero la sensación de universo compartido distaba mucho de ser la misma que en Marvel.
Con la década acercándose a su mitad, los personajes más famosos de DC seguían en manos de veteranos que ya desde hacía tiempo no contaban con el favor de los aficionados, como Curt Swan en "Superman", personaje al que llevaba cuarenta años dibujando; Carmine Infantino, que había empezado en el negocio en los años 40, encargándose de "Flash" o Don Heck, otro veterano de comienzos de los 50, en "Wonder Woman". Ciertas colecciones eran, sencillamente, cadáveres andantes. Las ventas de "Flash", por ejemplo, habían caído de un promedio mensual de 102.297 copias en 1980 a 67.881 copias en 1985, una desastrosa caída del 33% en cinco años y un desplome de nada menos que del 80% respecto a finales de los 60.
A esto hay que añadir otro problema: la creciente dificultad que suponía seguir la complejidad del Universo DC, incluso para el experto, no digamos ya para el lector ocasional. Por ejemplo, en sus inicios, Superman no volaba, sino que daba grandes saltos y sus poderes se explicaban diciendo que provenía de un planeta con una gravedad superior a la de la Tierra. Más adelante, ya pudo volar y sus superpoderes se justificaron por la influencia de nuestro sol amarillo. Estas evoluciones en el perfil del personaje llevaron a complicar sus orígenes, introduciendo un Superboy y luego la presentación de Supergirl, un personaje que anuló de un plumazo la idea original de que Superman era el único superviviente de Kripton. Otro absurdo era la edad de los héroes. Así, Batman, un “simple” humano, no envejeció un ápice desde que comenzó su carrera como justiciero en la Segunda Guerra Mundial, mientras que su compañero Robin mantuvo eternamente su aspecto adolescente.
Para explicar estas aberraciones, durante la "Edad de Plata", a partir del clásico “El Flash de Dos Mundos” (“Flash” nº 123), firmado por Infantino y Gardner Fox, DC comenzó a recurrir a un truco narrativo: los mundos paralelos, es decir, el multiverso. Tierra I se convirtió así en el planeta de los héroes contemporáneos; Tierra II albergaba los personajes y acontecimientos de la "Edad de Oro", reflejando la “auténtica” edad física de esos héroes; Tierra III era el reverso de “nuestro” mundo, una realidad en la que los villanos eran los amos y la Historia había transcurrido de forma acorde con esa situación; Tierra Prime representaba el "mundo real", inventado para explicar las ocasionales apariciones en los comics de sus propios creadores (como el editor Julius Schwartz); en Tierra C habitaba el Capitán Zanahoria y su Sorprendente Pandilla Zoológico… y así hasta doce Tierras distintas. Cualquier cosa que ocurriera fuera de alguna de esas continuidades, acababa automáticamente encasillada en un nuevo mundo paralelo. Así, por ejemplo, cuando DC compró los personajes de la editorial Fawcett, creó la correspondiente Tierra para el Capitán Marvel y su familia.
Era el recurso más sencillo, cómodo y, aparentemente, seguro. Pero no respondía a un plan organizado o una visión de futuro. Por el contrario, el Universo Marvel había sido creado en unos pocos años por un grupo muy reducido de personas. Todos los que llegaron después edificaron sobre esas bases, lo que le dio un mayor sentido de coherencia. En DC, se iban solucionando las inconsistencias sobre la marcha o ni siquiera eso. Las intervenciones de unos personajes en las colecciones de otros no se integraban en la propia colección del invitado y, a veces ni siquiera los guionistas tenían claro cuáles eran exactamente sus poderes, inventándose nuevas capacidades que luego nunca volvían a ser recuperadas, por ejemplo.
Podría argumentarse que, después de todo, son comics regidos por la fantasía. Quizá no habría que tomarse tan en serio este tipo de errores. El problema es que, gracias a Marvel, los lectores de superhéroes más entregados sí habían aprendido a apreciar esta coherencia interna y DC no les proporcionaba esa sensación de universo compartido que su competencia había sabido tejer tan bien. Aún peor, esos lectores tan apasionados se habían convertido ya en los principales compradores de comics a través del mercado directo, un segmento en continuo crecimiento en el que DC quería establecerse.
Con el paso de los años, el bálsamo de Fierabrás de las Tierras paralelas, interesante cuando apareció (aunque no original puesto que la Ciencia Ficción llevaba décadas jugando con ese concepto), acabó provocando más problemas de los que resolvía. Al cabo de veinte años, DC había creado tantos universos alternativos que se volvió casi imposible para el fan casual recordarlos todos. Cada personaje principal de DC tuvo dos o más iteraciones: había un Superman casado, una Wonder Woman con una hija y un Batman muerto. Era necesario un conocimiento casi enciclopédico para seguir la pista de las diferentes Tierras y sus correspondientes personajes. Y, por desgracia, el catálogo de DC, era considerado tan aburrido por tantos lectores del género que pocos de ellos llegaban a convertirse en auténticos y versados fans.
Para muchos creadores de la casa, estaba claro que la editorial necesitaba dar un paso radical que simplificara su universo y facilitara el acceso de nuevos lectores. Y así nació “Crisis en Tierras Infinitas”.
La idea de reducir el número de Tierras paralelas había estado en la cabeza del guionista y editor Marv Wolfman desde al menos 1981. Wolfman había entrado en DC procedente de Marvel en 1980 y su trabajo en “Los Nuevos Titanes” a partir de ese año fue celebrado como uno de los más refrescantes e interesantes de la casa gracias a su aplicación de la fórmula Marvel que consistía en potenciar el plano personal sobre el superheroico y añadir más conflictos internos a los personajes. Wolfman editaba también la colección de “Green Lantern” y fue allí cuando, en el citado año 1981, recibió la carta de un lector apuntando una inconsistencia que él consideraba decepcionante: un héroe espacial de la casa no había reconocido a Green Lantern aunque ambos habían coincidido en un número de tres años antes).
Aquello le hizo reflexionar y empezó a darle vueltas a la idea de remodelar y simplificar el Universo DC. Durante un viaje en tren, imaginó una serie que tituló provisionalmente “The History of the DC Universe”, que unificaría la revuelta continuidad DC. Inmediatamente, discutió la posibilidad con su viejo amigo Len Wein y otros editores y ejecutivos de DC, incluyendo su presidenta, Jenette Kahn y el editor jefe, Dick Giordano.
Wolfman no había sido el primero en pensar en la renovación integral del Universo DC. A mediados de los 70, el guionista Gerry Conway, procedente de Marvel, ya sugirió –aunque en broma- que lo mejor sería dinamitarlo todo. El propio Jim Shooter, en 1978, durante una fiesta, le sugirió lo mismo –aunque de forma más seria y razonada- a la recién nombrada presidenta de DC, Jenette Kahn. Pero no era el momento propicio. Hubo que esperar a que la compañía se hallara en todavía peor situación y que se conjugara el talento y la iniciativa de varias personas: Jenette Khan, que se convirtió en quizá la mejor presidenta de la compañía en toda su historia, una mujer de mente abierta que supo escuchar, identificar y apoyar las buenas ideas, abriendo puertas y ventanas para airear la ranciedad que lastraba la editorial. Fue ella la que recuperó para DC a la segunda de esas personas clave, Dick Giordano, quien ya había hecho una excelente labor editorial en la casa marchándose en 1971 a Continuity ante la falta de perspectivas profesionales. Paul Levitz era un editor veterano con clara visión empresarial. Y Len Wein, amigo de la infancia de Wolfman, editor y guionista todoterreno que había creado La Cosa del Pantano y relanzado los X-Men.
La respuesta de todos ellos a la idea de Wolfman fue más que positiva: fue entusiasta. Dick Giordano contaría: “Me alegra poder decir que en una reunión masiva fuera de la oficina a la que asistimos todos los editores internos, Jenette Kahn, Paul Levitz y yo, se produjo un animado intercambio de ideas que nos dio la confianza de que todas las partes, al menos externamente, participarían. No hubo amenazas y Jenette, Paul y yo estábamos allí para contribuir creativamente, no como jefes".
DC se tomó el proyecto muy en serio y se dio un plazo de varios años para ejecutarlo. La serie se mencionó en una convención en 1981 y en diciembre de aquel mismo año se destacó, ya como maxiserie de doce números, en la prestigiosa revista “Comics Journal”. En 1982, contrataron a Peter Sanderson como investigador de plantilla, encargándole leer y tomar notas de todos y cada uno de los comics publicados por DC desde 1935. Las resmas de papel que Sanderson llenó durante dos años con su investigación ayudaron no sólo a crear la historia de fondo de “Crisis” sino también su complemento: "Who's Who: The Definitve Directory of the DC Universe".
Una vez que los ejecutivos de DC dieron oficialmente luz verde a Wolfman, éste cogió toda la información recopilada por Sanderson e imaginó una historia que pudiera integrar a todos esos personajes. Inicialmente, la maxiserie se anunció para 1982, aunque luego se retrasó hasta la primavera de 1983. Ya por entonces, Wolfman se puso en marcha, enviando una nota interna a todos los editores para que incorporaran en sus colecciones la aparición de un nuevo y misterioso personaje conocido como el Monitor. Él mismo comenzó plantando esas semillas en “Los Nuevos Titanes” nº 21 (julio 82). En 1984, el Monitor apoyó a varios villanos en las páginas de “Green Lantern” y “Flash”.
Se diría, no obstante, que la idea original de Wolfman para la historia que acabaría contando en la maxiserie distaba considerablemente de lo que finalmente se vio, si nos atenemos al perfil del Monitor. En estas sus primeras intervenciones, no parecía un ser cósmico sino un señor del crimen del montón, alguien que proporcionaba armamento a supervillanos a cambio de dinero; Lyla no era más que una atractiva rubia que ejercía de secretaria personal. Conforme Wolfman iba teniendo más clara la imagen final de “Crisis”, fue virando el papel del Monitor hacia el de alguien más neutral, dedicado sobre todo a observar a héroes como la Liga de la Justicia, el All-Star Squadron o La Cosa del Pantano. Para entonces, DC había decidido programar el lanzamiento de lo que iba a ser “Crisis en Tierras Infinitas” coincidiendo con su quincuagésimo aniversario.
Cuando las apariciones del Monitor en más títulos de DC se multiplicaron preparando ya de forma clara el camino para el gran evento, se contrató a uno de los artistas más apreciados por los fans, George Pérez, para ilustrar el evento. Junto a Marv Wolfman, había llevado la colección de “Nuevos Titanes” a codearse con los más vendidos de la industria, convirtiéndose ellos mismos en el equipo más destacado de DC. Así que todo el mundo encontró natural que fueran ellos quienes encabezaran lo que quizá iba a ser el proyecto más importante de la editorial en toda su historia.
Según Pérez, lo llamaron "por el sentido de grandeza que "Crisis" requería, y porque soy capaz de hacer malabarismos con tantos personajes como sean necesarios para contar la historia". Pérez también admitió que estaba emocionado de tomarse la revancha contra Marvel: "Fue para resarcirme de no haber podido hacer el cómic de JLA-Vengadores así como contestar a “Secret Wars”, que funcionó fenomenalmente bien invirtiendo en ella un mínimo esfuerzo (…) Lo que “Secret Wars” nos mostró fue justo lo que no debíamos hacer. “Secret Wars” no tenía ningún propósito, ningún objetivo aparte de sacar a todos los personajes juntos. Nada más. Salió bien parada, pero no era la imagen que queríamos para “Crisis”. Marv y Len (Wein) querían dar a “Crisis” un aire de producto de empresa porque el quincuagésimo aniversario de DC estaba al caer. Era el momento ideal y daba a la serie una razón para existir más allá de la de unir a todos los héroes. “Secret Wars” jugaba con la continuidad. “Crisis” la establecía. Todo el mundo involucrado en “Crisis” estaba enamorado del proyecto y mi cariño por la serie no decayó en ningún momento. No creo que Mike Zeck estuviera igual de entusiasmado con “Secret Wars”. No puedo asegurarlo porque no lo sé, pero es la impresión que me da”.
"Crisis en Tierras Infinitas" nº 1 llegó a los puntos de venta a primeros de enero de 1985 (aunque la fecha de portada, como era costumbre, correspondía al mes de abril). La espectacular portada doble dibujada por Pérez mostraba un amplio grupo de héroes flotando en el espacio yuxtapuestos a un conjunto infinito de Tierras. Los lectores más veteranos reconocieron entre ellos a Firestorm, Ciborg de los Titanes, Geo-Force de los Outsiders o el Linterna Verde John Stewart; pero probablemente se sorprendieron de encontrar allí a Blue Beetle, un antiguo personaje de la editorial Charlton que no había aparecido hasta entonces en ningún cómic de DC pese a que la adquisición del catálogo de esa casa se había producido en 1983. En la portada ocupaba un lugar destacado el Superman de Tierra 2, identificable por sus canas, y dos personajes nuevos.
El número comienza nada menos que con el Big Bang y la creación del multiverso. Ese espectáculo visual da paso a una Tierra que está siendo rápidamente devorada por una ola de antimateria. Contemplando el caos, hay un misterioso encapuchado llamado Paria, incapaz de detener la destrucción total de ese universo. Claramente, era mucho lo que estaba en juego en esta serie, algo que se confirma al pasar la página, donde asistimos a otra batalla igualmente intensa y desesperada en Tierra 3, donde los villanos del Sindicato del Crimen, como Ultraman, Power Ring y Superwoman intentan en vano detener la avalancha de antimateria que consume su mundo. Uno por uno, los héroes/villanos de esa Tierra paralela, intentan detener la amenaza cósmica solo para ser destruidos. Alexander Luthor (la versión del personaje de esa realidad paralela, que aquí es el único héroe), consciente de que es una batalla perdida, consigue en el último momento enviar a su hijo a Tierra 1 con la esperanza de salvarlo.
El resto de ese número abarca tanto el tiempo como el espacio, desde el futuro del siglo XXX de la Legión de Superhéroes hasta el pasado lejano de Arion, Señor de la Atlántida; y desde Gorilla City, el hogar africano del infame Gorilla Grodd, hasta la base de operaciones de Firestorm en Metrópolis. Mientras tanto, el Monitor y su heraldo, Presagio, enrolan (algunas veces a la fuerza) a un heterogéneo conjunto de superhéroes y villanos procedentes de distintas dimensiones para tratar de detener la ola de antimateria que está aniquilando universo tras universo.
El capítulo inicial de esta historia cósmica tuvo un alcance épico y una minuciosidad en los detalles nunca antes vista en el género. Los mundos destruidos nada más empezar estaban perfectamente dibujados en lugar de ser solo bosquejados por ocupar una parte muy breve de la historia. Wolfman y Pérez los poblaron con héroes con los que el lector podía identificarse inmediatamente… sólo para morir al instante siguiente. El dinámico ritmo del guión de Wolfman combinado con el meticuloso detalle del dibujo de Pérez hicieron de este primer número un sobresaliente arranque para la maxiserie de doce números.
Lo único que lo estropeó fue su horrible reproducción mediante una imprenta flexográfica empleada habitualmente para tiradas pequeñas y que, en esta ocasión y sin que ningún empleado de DC supervisara el proceso, produjo páginas borrosas y con los colores descolocados. Este proceso de impresión hizo que el espectacular trabajo de Pérez perdiera gran parte de su definición. Una vez terminada la maxiserie, Pérez confesó: "Lo único que casi me hizo dejar el cómic fue la impresión flexográfica del número 1. Amenacé con abandonar en el acto si el número 2 era tan malo como el primero". Afortunadamente para los lectores, DC abandonó el proceso flexográfico y la calidad de impresión mejoró inmediatamente. Pérez se quedó hasta el final.
Y su participación solo puede calificarse de esencial porque pocos artistas hubieran tenido la capacidad, paciencia y resistencia para dibujar semejante reparto de héroes y villanos. Parece ser que inicialmente se consideró a John Byrne, que, a la postre, no estuvo disponible. Y no se le echa de menos porque hoy no creo que nadie pueda imaginar “Crisis en Tierras Infinitas” dibujado por otro artista que no sea Pérez. Su entusiasmo era inconmensurable e igual cariño ponía en dibujar personajes famosos como desconocidos. El nº 5, por ejemplo, tiene páginas en las que hay, literalmente, docenas de personajes en planos increíblemente densos. Las páginas 7 y 8 presentan un alucinante plano en picado con casi 180 héroes. Sin dejarse intimidar por lo que la serie le exigía, Pérez tuvo en gran estima lo que allí consiguió, quizá su mejor obra: "Supuso mucho trabajo, pero la reacción ha sido muy gratificante. La increíble cantidad de personajes que había que dibujar y tratar de hacer una historia coherente con un elenco de cientos de ellos fue un verdadero desafío".
Y era cierto. “Crisis en Tierras Infinitas” fue quizá el comic más importante y monumental publicado por la editorial en décadas y la presión sobre Pérez era inmensa. No ya porque el futuro de la editorial dependía de la recepción de esta obra o por la cantidad de personajes y conceptos cósmicos que debía dibujar, sino por los plazos en los que debía hacerlo. Que todos los números salieran en la fecha prevista dice mucho de la altura y el inmenso talento de Pérez, especialmente teniendo en cuenta que ya partió con retraso dado que, con poca antelación, le dijeron que, en vez de las 25 páginas tradicionales, el primer número tendría 32 y la portada sería doble.
Como podemos imaginar, la tarea le exigió a Pérez invertir una considerable cantidad de tiempo en documentarse para dibujar fielmente a la miríada de personajes que intervenían (literalmente, todos los de la editorial), un trabajo en el que le ayudó el editor de la serie, Bob Greenberger, buscando y pasándole referencias gráficas. Por si fuera poco, a partir del nº 5, también empezó a colaborar con Wolfman en los guiones y entintó él mismo algunas viñetas o páginas por considerar que era demasiado difícil transmitir sólo con sus lápices al entintador lo que pretendía gráficamente allí. Y eso sin contar las complejas portadas (la del nº 5, por ejemplo, presenta nada menos que 96 cabezas de personajes) y la multiplicidad de escenarios y fondos que aparecían en cada episodio. Sólo en el primer número, hubo de dibujar la Tierra del presente, el futuro de la Legión, Ciudad Gorila, la base del Monitor, la Segunda Guerra Mundial y el reino atlante de Arión.
Desde el principio (en “Teen Titans” nº 22), Pérez diseñó el Monitor con unas referencias muy concretas: el Alto Evolucionador de Marvel con el rostro del actor Torin Thatcher. Su némesis, el Anti-Monitor, era una versión más robótica y corrupta de aquél, si bien decidió rediseñarlo a raíz de que Supergirl, como veremos, destruyera su cuerpo físico en el nº 7. También diseñó los otros cuatro nuevos personajes que aparecerían en la maxiserie: Lyla-Presagio; Paria, para cuyos rasgos se inspiró en Peter O´Toole; Alexander Luthor Jr.; y Lady Quark, a la que vistió con un uniforme muy sencillo dado que estaba destinada a morir en el mismo número en el que debutaba (aunque luego sobrevivió hasta el final de la colección).
Dick Giordano entintó el trabajo a lápiz de Pérez en los tres primeros números. A pesar de que su deseo inicial era el de completar la serie, sus deberes como ejecutivo de la editorial le impidieron continuar más allá del tercer episodio. La coordinadora de DC, Pat Bastienne, prefirió despedir sin contemplaciones a su mejor amigo en lugar de obligarlo a trabajar todas las noches. Después de que Mike DeCarlo entintara el nº 4, Jerry Ordway se hizo cargo de la tarea con el nº 5. Originalmente, Ordway tenía previsto empezar con el nº 6, pero como él mismo explica: "Hubo un problema de plazos y DC me envió las páginas del nº 5... todas menos la 7 y la 8, la enorme viñeta doble con 178 personajes. Esas fueron las dos últimas páginas que me enviaron. Supongo que pensaron que, si las recibía demasiado pronto, tendrían que buscar a otro para que se encargara del comic. De esta manera, creyeron que, si esperaban, al menos conseguirían que yo hiciera un número completo". No tenían nada que temer porque Ordway entintaría el resto de la serie, haciendo una labor excelente (aunque, como él mismo admitió, el dibujo a lápiz de Pérez era tan completo que poco tenía que añadir por su cuenta).
Volviendo a la trama, el Monitor explica la situación a sus campeones y luego los envía a diferentes Tierras para proteger las torres que ha construido del ataque de las perversas sombras al servicio de la inteligencia que se esconde tras esta tragedia cósmica, el Anti-Monitor. En ese momento, en Tierra 1, Batman se encuentra frustrando uno de los planes del Joker cuando se le aparece un Flash demacrado anunciando una catástrofe inminente.
A pesar de las torres y la protección que les ha asignado el Monitor, las olas de antimateria siguen avanzando, engullendo gradualmente las diferentes realidades paralelas. El Monitor recurre entonces a su plan B, para el que resultará fundamental el joven Alexander Luthor Jr., a quien había tomado en custodia y cuyo cuerpo integró en su viaje dimensional una porción de antimateria. También crea a la Doctora Luz II y teleporta a Paria a su base orbital. Allí, éste narra el origen de la maldición que le obliga a ser testigo de la destrucción de todas las Tierras. Presagio, corrompida por el Anti-Monitor y el Psicopirata, asesina a su protector, un acto al que no pudo resistirse pero que la libera de la influencia de aquéllos y, junto a Paria y Alexander Luthor Jr., pone en marcha ese plan B: la fusión de todas las Tierras en una sola.
Se reúne un nuevo equipo integrado por los héroes más poderosos de los diferentes universos con la misión de enfrentarse directamente con el Anti-Monitor, pero todo termina en una victoria pírrica y parcial. Y es que, como era de esperar cuando uno se enfrenta a una amenaza de esta magnitud, se producen víctimas.
Junto con la racionalización del Universo DC, "Crisis" esperaba hacer limpieza y hacerlo, además, de una manera que llamara la atención de los fans. El editor a cargo del proyecto “Crisis”, Bob Greenberberg, comentaría en una entrevista que, mientras se preparaba la maxiserie, empezó a circular por las oficinas una "lista de muertos". Esa relación fue cambiando con el tiempo, pero siempre había en ella dos nombres: Flash y Supergirl.
Ambos personajes llevaban protagonizando sus respectivas y mediocres series desde hacía muchos años. En particular, Supergirl había sido un personaje irrelevante prácticamente desde su creación en 1959, vagando de una serie propia a la siguiente sin vender jamás demasiado. La colección que se lanzó en 1982 como "The Daring New Adventures of Supergirl” (“Las Nuevas y Atrevidas Aventuras de Supergirl") fue cancelada dos años después por ser uno de los comics con peores ventas de todo el catálogo de DC. Además, en 1984, el personaje había protagonizado una película, su última oportunidad de salir con vida, que se saldó con un sonoro fracaso.
Además, Jenette Kahn y Dick Giordano querían usar "Crisis" para rehacer a Superman, Batman y Wonder Woman, junto con sus respectivas "familias" de personajes secundarios. Recortar y adecentar el mito de Superman -que había acumulado una enorme colección de personajes satélite durante las décadas anteriores- era uno de los objetivos primordiales de la editorial. Y en 1985, uno de aquéllos, Supergirl, se encontraba en su punto más bajo en términos de valor comercial, popularidad entre los lectores y relevancia para el futuro de la línea de comics DC. Todos estos hechos se conjugaron para convertir a la prima kriptoniana de Superman en prescindible.
Pero Pérez y Wolfman no trataron a Supergirl como un personaje impopular al que dar carpetazo rápidamente porque a nadie le iba a importar. En "Crisis en Tierras Infinitas" nº 7 (oct.1985), los dos autores consiguieron algo mágico: que los lectores que habían ignorado por completo a Supergirl durante años, se interesaran por ella y su destino, aunque fuera sólo durante un momento. Y eso por no hablar de la portada, reconocida como una de las más icónicas de los años 80. La muerte de Supergirl en "Crisis" nº 7 se convirtió así en un clásico inmediato.
En ese número, la kryptoniana es transportada, junto con un grupo de una docena de héroes de seis Tierras diferentes, a la fortaleza del Anti-Monitor, donde libran una desesperada batalla para evitar que los nefastos planes de éste se hagan realidad. A medida que avanza el combate, parece cada vez más claro que el villano conseguirá destruir todo el multiverso con sus cañones de antimateria. En lugar de ceder a la desesperación, Supergirl hace acopio de todo su espíritu heróico, recordándose a sí misma el ejemplo que le ha dado su primo: "Quizá no sea nunca tan buena como él, pero Kal me enseñó a esforzarme al máximo. No importa nada más. Sé sincera contigo misma...Hazlo tan bien como puedas...Nunca ofrezcas nada que no sea lo mejor. He vivido con ese ideal, y sabe Dios que he hecho lo posible para estar a la altura". El Anti-Monitor es más poderoso que Supergirl, pero la heroína se niega a sucumbir. Sufre un terrible castigo, pero se sobrepone a su dolor y sigue luchando.
El poder del Anti-Monitor pronto crece a un nivel con el que puede destruir todo el multiverso, pero Supergirl no retrocede. Con una fiereza e intensidad que los lectores rara vez habían visto en ella, sigue combatiendo. Pérez representó con absoluta maestría la fuerza de voluntad de Kara y los lectores pudieron ahora ver el potencial de esa heroína que ningún otro creador antes había sabido explotar. Padeciendo un dolor inenarrable, Supergirl consigue finalmente destruir el cuerpo físico de su adversario, sacrificando su vida para salvar las de sus amigos.
En un desenlace desgarrador, Supergirl acepta su destino con clase y resignación mientras, con su último aliento, le dice a Superman: "Estás llorando... No, por favor... Me enseñaste a ser valiente y lo fui... Te... Te quiero mucho más que tú... y por lo bueno que eres". Y con esas palabras finales, Kara Zor-El desapareció del multiverso. Fue una de las muertes de personaje más elegantes y conmovedoras que hayan aparecido en cualquier cómic en cualquier época, e instantáneamente convirtió a Supergirl en una heroína que los aficionados admiraron y añoraron en lugar de continuar tan indiferentes como hasta aquel momento.
Wolfman le concedió gran parte del mérito del éxito de "Crisis" nº 7 a Pérez: "Lo que quiero dejar claro a todos es que el trabajo de George en el número de Supergirl, más que en cualquier otro, realmente hizo que la historia funcionara. La forma en que dispuso las escenas es simplemente genial".
(Finaliza en la siguiente entrada)
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