8 sept 2024

2023- LOS PAÍSES DE AMIR – Séverine Vidal y Adrián Huelva

 

Lo que los medios han dado en llamar “fenómeno migratorio”, esconde tras esas palabras impersonales un infinito número de dramas humanos que combinan tragedia, esperanza, tristeza, esfuerzo, renuncia y transformación. El ser humano siempre se ha movido de un lugar a otro, huyendo de invasores, persecutores, pobreza o catástrofes naturales. Pero en tiempos más recientes, la globalización (con todo lo que ello implica, desde las tecnologías globales a la organización de redes transnacionales) ha acelerado e incrementado ese fenómeno, generando nuevos problemas… y reavivando otros viejos (basta una visita al museo de la neoyorquina isla de Ellis, por ejemplo, para descubrir que las fricciones y reacciones de la población nativa ante la llegada de multitudes de extranjeros con culturas e idiomas diferentes no son ni mucho menos modernas).

 

El comic moderno, como medio de expresión plenamente maduro que es, también se ha hecho eco de esta problemática que afecta a todo el mundo (desde Estados Unidos a China, pasando por Sudáfrica), pero cuya rama “europea”, naturalmente, es con la que más nos hemos familiarizado. Un ejemplo es “Los Países de Amir”, cuyas 86 páginas evitan el enfoque sensacionalista, político o criminal tan común en los medios de comunicación para retratar la situación y dilema de uno solo de esos inmigrantes y los franceses con los que se relaciona.  

 

El joven Amir tuvo que dejar su ciudad, Alepo, a causa de la guerra que asola Siria desde hace años. Lleva cuatro años viviendo en un piso compartido con otros inmigrantes en la ciudad de Nantes. Un pequeño accidente lo lleva a conocer a Solange, una enfermera de emergencias que, invitada por Amir, tiene la oportunidad de ver las insalubres y miserables condiciones en las que cohabitan él y sus compañeros.

 

Una barbacoa en una casa de las afueras nos presenta al ecosistema familiar de Solange, sus personalidades y actitudes hacia la inmigración. Su padre Armand es la encarnación del racismo cotidiano y dirige un pequeño restaurante junto a su otra hija, Hélena. Solange tiene con su marido, Jack, tres hijos: Maximilien, Anouk –la adolescente resentida con el mundo- y el más joven, Harry. Ni Jack ni Solange soportan los comentarios de Armand y el primero reacciona a uno de éstos asegurando que no tendría inconvenientes en ayudar a uno de esos inmigrantes.

 

Cuando el edificio de apartamentos de Amir se incendia y él se queda en la calle, Solange recuerda el comentario de su marido y le ofrece al joven sirio permanecer en su casa mientras espera a que su solicitud de asilo le sea concedida.

 

La llegada de Amir al hogar familiar de Solange provoca un pequeño terremoto y, con el tiempo, cambia para bien a cada uno de sus miembros. Las virtudes personales de Amir no dejan a las dos hermanas (Solange y Hélena) indiferentes, pero el joven sirio tiene también otros talentos que le pueden ser muy útiles en la hedonista cultura francesa: su conocimiento y habilidad culinarios. Sintiéndose incómodo por recibir tanto apoyo sin dar nada a cambio, empieza a colaborar en las tareas domésticas y a cocinar para sus anfitriones los platos que le recuerdan su hogar.

 

El destino juega entonces a favor de Amir cuando el ya anciano Armand se contagia de Covid y debe ser hospitalizado, obligando a Hélena a buscar un cocinero. Y ahí es donde entra Amir, con quien además desarrollará una relación sentimental. Los clientes acogen con entusiasmo los nuevos platos orientales que él prepara y el restaurante resucita de su letargo. Sin embargo, no todo es vino y rosas. Al racista Armand le cuesta aceptar a un árabe en su cocina y, para colmo, con más éxito que él. Pero, sobre todo, el propio Amir se encuentra dividido e inseguro respecto al rumbo que debe imprimir a su vida y esas dudas le atormentan y le impiden ser feliz.

 

Quizá la principal pega que se le pueda encontrar a este comic es que, tratándose de una historia humanista cuyos personajes resultan entrañables y verosímiles, presenta una visión quizá demasiado idealizada del problema migratorio. Realmente, sólo hay dos amenazas externas para el protagonista: por una parte, Armand, que podría parecer una caricatura del racista gruñón y perpetuamente amargado dispuesto a cargar la culpa de sus desgracias sobre un tercero, pero cuyo perfil, desgraciadamente, es muy frecuente; por otro, el lento e ineficaz sistema burocrático al que se tiene que someter Amir y que le impide encontrar legalmente un trabajo.

 

Sin embargo, más allá de eso, todo es razonablemente optimista: la familia que le acoge es amable y generosa y lo trata como si fuera un miembro más de la misma; no hay atisbos de auténtica marginación, delincuencia, choque cultural, violencia… Es una visión de la inmigración quizá no falsa, pero sí parcial –y, por tanto, engañosa-. ¿Quién podría oponerse a que Amir encuentre un lugar en la sociedad occidental? Es pacífico, servicial, humilde, generoso, trabajador, dulce, discreto, honesto, dispuesto a trabajar duro… 

 

Quizá lo más interesante de esta historia y lo que refleja perfectamente es el dilema del inmigrante y la brecha que se produce no ya en su mente sino en su misma alma. Éste ha abandonado su país, al que ama, para buscar un futuro en otro con valores muy diferentes. Pero si echa raíces allí, se integra por completo y construye una vida plena, habrá de renunciar a su cultura, a los lugares y seres queridos que dejó atrás y a los que ya no volverá a ver o, como mínimo, no los verá de la misma forma ni ellos a él. El propio Amir así lo confiesa a Hélena en una de las escenas más emotivas del comic: “Tengo miedo de atarme a ti. Tengo la impresión de que admitir lo nuestro, aceptar amarte, es renunciar para siempre a la idea de volver un día a Siria. Tengo miedo siempre. De amarrarme. Y, por ello, de no tener nunca valor para regresar. Y de perderte precisamente por mi negativa a amarrarme”.

 

El último tercio de la historia llevará al protagonista a una búsqueda que, a la postre, demostrará ser inútil: abandonará Francia para dirigirse a una España idealizada en la que esperaba encontrar algo que no halla, dándose cuenta, por fin, de que la vida son estratos que van superponiéndose unos a otros, cicatrices viejas que dejan paso a otras nuevas. Y, con ello, llega la asunción de sus auténticos sentimientos y dónde debe vivirlos. 

 

En fin, un contenido bastante profundo inserto en una narración muy ligera protagonizada por personajes con los que es fácil simpatizar. Las dudas de todos ellos y, en especial, las del protagonista, están plasmadas con verosimilitud, tacto y sensibilidad. La guionista –que antes de a los comics se dedicó a escribir novelas juveniles- tuvo contacto directo, como ella misma cuenta en un anexo final del álbum, con jóvenes refugiados de diferentes orígenes, una experiencia que sin duda la marcó y en la que se inspiró para este álbum (de hecho, hay una escena que parece rememorar esa vivencia).

 

La narración viene punteada por dobles páginas en las que se describen algunas de las recetas sirias de Amir. En una plancha, los esperables ingredientes y pasos a seguir en su preparación; en la otra, los recuerdos personales del propio Amir vinculados a ese plato en concreto: los aromas y sabores, el ambiente familiar, la estación del año y, sobre todo, su abuela. Es una forma de humanizar al personaje, dotándole de pasado y emociones relacionados con algo con lo que todos podemos entender: la comida y, especialmente, la comida de nuestra infancia. Pero también es una manera inteligente de subrayar que esos platos que aprendió a preparar Amir servirán de reconciliación entre dos culturas, la francesa y la siria, recordándonos la injusticia que supone aceptar y degustar la cocina creada por otra cultura y, al mismo tiempo, rechazar a quienes la preparan.

 

El dibujo del madrileño Adrián Huelva es estilizado, elegante y fluido, muy deudor del mundo de la animación. A mitad de camino entre la caricatura y el realismo (su estilo me recuerda al de Juanjo Guarnido o el de Jordi Lefevre), nos ofrece un trabajo depurado para lo que a priori no era una misión sencilla. Y es que se trata de un comic enteramente sostenido por los personajes. No hay acción física con la que lucirse en montajes y secuencias dinámicos. Es, básicamente, una historia de gente conversando y viviendo vidas normales en las que todos podemos reconocernos. Pero Huelva consigue que la lectura sea muy entretenida, nunca cae en el tedio narrativo ni en la repetición. Todos sus personajes están perfectamente caracterizados en su físico y expresividad; y algunos pasajes, como el de la confesión de Amir a Hélene –acompañado de una página de imágenes simbólicas-, los momentos de intimidad entre ambos o la marcha de él a España, están particularmente bien resueltas para suscitar el máximo impacto emocional. Los colores, de tonos suaves y cálidos, acompañan al espíritu sosegado y los buenos sentimientos buscados por la guionista.

 

Crónica costumbrista, drama social y estudio psicológico, “Los Países de Amir” aborda el tema del acogimiento al extraño, la tolerancia, la ayuda mutua y la aceptación de las diferencias, así como los problemas psicológicos a los que se enfrentan muchos inmigrantes, alejados de sus raíces culturales y divididos entre países. Un comic engañosamente ligero realizado con un evidente cariño y espíritu positivo, apto –incluso recomendable- para cualquier lector, esté familiarizado con los comics o no, a partir de la adolescencia.

 

 

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