13 dic 2025

1994-HELLBOY – Mike Mignola (1)


 El desplome de la industria del comic que había empezado a apuntarse en 1993, se convirtió en una catástrofe total al año siguiente. Tan rápido como las ventas se habían disparado a principios del año anterior, se hundieron a principios de 1994. Los mismos especuladores que creían que comics como "La Muerte de Superman" o los editados por Valiant e Image los harían ricos, se dieron cuenta a esas alturas de que casi todas sus inversiones no habían dado fruto alguno. A medida que esos “inversores” ponían sus miras en la siguiente moda (en este caso, los cromos no deportivos), miles de antiguos fans siguieron sus pasos.

 

Esa pérdida tuvo una consecuencia trágica: miles de tiendas de cómics de todo el país cerraron sus puertas para siempre. En nueve meses, 2.000 minoristas desaparecieron de la lista de clientes de la distribuidora Capital City, lo que, teniendo en cuenta su cuota de mercado, podría extrapolarse a una cifra de 4.000 puntos de venta en todo Estados Unidos. En 1993, había más de 9.000 minoristas de cómics en todo el país. Un año después, el 40 % de ellos habían desaparecido.

 

No parecía el mejor momento para iniciar un nuevo proyecto editorial, pero no lo vieron así un grupo de artistas de cómics (Arthur Adams, John Byrne, Paul Chadwick, Geof Darrow, Dave Gibbons, Mike Mignola y Frank Miller), que se asociaron para fundar Legend, un nuevo sello de Dark Horse Comics. Legend fue el subproducto de otra idea colaborativa anterior, bautizada provisionalmente "Dinosaur", que había interesado a un elenco de más de una docena de artistas muy prestigiosos. Cuando esos creadores no lograron ponerse de acuerdo sobre sus objetivos, Dinosaur se disolvió. Siete de ellos formaron Legend, mientras que el resto (entre los que se encontraban Jim Starlin, Walter Simonson o Howard Chaykin) se mudó a Malibú para fundar Bravura. El equipo de Legend se autodenominó "Los Siete Magníficos" y, como explicó Miller en aquel momento, se consideraban una "alianza de artistas": "No es una editorial ni un universo compartido, pero los siete creemos que, si te gusta uno de nuestros cómics, disfrutarás del resto".

 

Imitando el sistema de Image Comics, todos los títulos de Legend eran propiedad de sus creadores. Las dos primeras colecciones de Dark Horse en lucir en portada el logo del sello fueron "Next Men" nº 19 (octubre de 1993) y el primer número de la segunda miniserie de "Sin City" de Frank Miller, "Una Dama por la Que Matar” (noviembre de 1993). Byrne y Miller produjeron la mayor parte del material de Legend en aquel primer año, incluyendo "Babe" y "Danger Unlimited" de Byrne, así como la tercera miniserie de "Sin City" de Miller, "La Gran Masacre”, y la secuela de "Give Me Liverty", "Martha Washington va a la Guerra”, dibujada por Dave Gibbons. A estas obras se unieron "La Sonrisa del Asesino”, la última miniserie en ese momento de "Concrete", de Paul Chadwick, y "Madman Comics", de Mike Allred, reclutado para el proyecto.

 

La otra propuesta de Legend en 1994 acabó siendo una de las más exitosas. El hecho de que fuera producida por Mike Mignola, posiblemente el menos conocido de todos los creadores involucrados en ese joven sello, hizo aún más sorprendente el fenómeno en que acabó convertida. Mignola podría haber parecido entonces una adición extraña para Legend (cuyo logotipo, un mohai de la Isla de Pascua que evoca la idea de misterio y leyenda, la diseñó él mismo).

 

Lo cierto es que Mignola ya llevaba algún tiempo llamando la atención, precisamente porque su dificultad para amoldarse al canon naturalista superheroico le había convertido en un rara avis que dotaba a sus dibujos de una personalidad muy especial. Sus trabajos para “Hulk” o “Alpha Flight” no fueron particularmente reseñables, pero entonces experimentó una iluminación. Consciente de que nunca alcanzaría el talento y nivel de destreza gráfica de artistas como Steve Rude o Mike Kaluta, dejó de aspirar a dibujar “bien” para centrarse en la narrativa. De esta manera, desde sus comienzos, decidió orientarse hacia un estilo de dibujo más enfocado en contar una historia. La prioridad era que la calidad del dibujo fuera la suficiente como para desarrollar la trama en viñetas de la forma más eficaz y depurada posible más que buscar bellas ilustraciones. Además, tras realizar varios números consecutivos de una colección de fantasía heroica publicada por First Comics, “Corum”, se dio cuenta de que era incapaz de mantener un ritmo de producción mensual, así que se centró en proyectos limitados, esto es, miniseries o números especiales, como “El Fantasma Desconocido” o “Mundo de Krypton

 

Esta nueva dirección y su búsqueda de un estilo propio empezó por fin a cristalizar en el homenaje que, junto a Jim Starlin, rindió a Jack Kirby con “Odisea Cósmica”, su primer trabajo verdaderamente comercial. Después vendrían una aventura de Batman, “Luz de Gas”, un especial de Lobezno que hizo por dinero y una miniserie de fantasía heroica protagonizada por “Fafhrd y el Ratonero Gris”. Todos estos trabajos empezaron a granjearle la atención de una creciente porción de crítica y aficionados que supieron apreciar su peculiar sentido anatómico (condicionado por su incapacidad para dibujar bien los pies), la atmósfera que creaba utilizando amplias superficies negras y su potente narrativa.

 

A continuación, Mignola pasó un año haciendo portadas, un especial de “Alien” para Dark Horse que no se vendió bien y el guion de una historia de Batman para “Legends of the Dark Knight”, hasta que llegó el punto de inflexión que había estado esperando: lo llamaron para realizar la adaptación al comic, con guion de Roy Thomas, de la película “Drácula” (1992), de Francis Ford Coppola, quien, además, solicitó su colaboración para pulir el diseño o la narrativa de ciertos elementos y escenas

 

Su carrera se consolidó definitivamente dos años después, con la creación de un demonio de piel roja y pezuñas hendidas. Para entonces, Mignola había decidido no seguir aceptando encargos por simple interés económico. Quería hacer algo propio, en sintonía con sus propios gustos e intereses. Podría fracasar, pero al menos lo intentaría.

 

Mignola había creado a Hellboy en 1991 como un boceto improvisado para el programa de una convención de comics. En ese momento, no tenía intención de hacer nada concreto con ese demonio gigante, pero el nombre "Hellboy", que le pareció gracioso, se le quedó grabado. Un par de años después, ante la oportunidad que se le presentó de producir su propio cómic en Legend, Mignola optó por el género que más le interesaba: historias de detectives ocultistas, con monstruos de por medio. Se dio cuenta de que Hellboy encajaría a la perfección en ese género, dado que era un personaje monstruoso cuyo trabajo era luchar contra otros como él. Como explicó Mignola años después: “Tengo una gran colección de historias victorianas de detectives ocultistas, que siempre son tipos ordinarios (con barba). Sabía que, si hacía de mi detective ocultista uno de esos personajes, me aburriría tras 20 páginas. No importaba lo especial que fuera su barba, sencillamente me aburriría dibujando a un tipo común. Así que hice que el protagonista fuera un monstruo para que, aunque no estuviera luchando contra otro monstruo, yo sí estuviera dibujando uno”.

 

El diseño del personaje debía mucho a Jack Kirby, hasta tal punto, de hecho, que no es difícil ver en él rasgos de su “Demon” o alguno de los monstruos que creó para “Thor” o “El Cuarto Mundo”. Por otra parte, tal y como lo representó Mignola, el mundo de Hellboy estaba cubierto de profundas y ominosas sombras que acentuaban una oscura atmósfera lovecraftiana. En cuanto al guion y sintiéndose todavía inseguro respecto a su capacidad al respecto, le pidió a John Byrne que escribiera el de una historia de cuatro páginas que apareció en "San Diego Comics" nº 2, un ejemplar gratuito que Dark Horse preparó para la Comic Con de San Diego de 1993; y luego realizara la misma labor para "Next Men" nº 21 (diciembre 1993), en el que se incluyeron diez páginas de dibujo de Mignola con su recién nacido personaje como estrella invitada.

 

Tres meses después, apareció el primer número de Hellboy: “Semilla de Destrucción”, una miniserie de cuatro números que también contó con guion de Byrne.

 

En 1944, una unidad militar norteamericana, el héroe enmascarado Antorcha de la Libertad y tres civiles (el profesor Malcolm Frost, el experto paranormal Trevor Bruttenholm y la médium Lady Cynthia Eden-Jones) se encuentran en un aislado paraje de Inglaterra con la misión de frustrar uno de los planes apocalípticos nazis: invocar un demonio. El ritual parece acabar en fracaso, pero en realidad no es así, porque la criatura, un niño-demonio, aparece en el lugar donde aguardan los Aliados, quienes se hacen cargo de él y lo ponen al cuidado de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal.

 

Hellboy, que es el nombre que recibió, se convirtió, con el paso de los años, en uno de los investigadores ocultistas más experimentados de esa institución secreta. Dado que sus cuernos –siempre recortados por él mismo-, su cola y su gran y rocosa mano derecha le recordaban constantemente su naturaleza demoniaca y su planificado papel en la destrucción de toda la Humanidad, Hellboy se reafirma y ejercita su libre albedrío luchando contra las mismas fuerzas oscuras que él debería haber comandado de haber transcurrido las cosas de otra manera cuando llegó a nuestro plano dimensional. Medio siglo después de su aparición en la Tierra, su mentor, Bruttenholm, siente que su fin está cerca y le pide a su pupilo que investigue a una familia de exploradores árticos, los Cavendish, sobre la que parece haber caído una maldición.

 

Con sus compañeros, la pirotécnica Liz Sherman y el anfibio Abe Sapien, Hellboy viaja a la siniestra y decrépita mansión Cavendish, emplazada en una desolada península de la costa estadounidense. Allí, descubrirá que Rasputín, el monje con poderes al que trataron de asesinar en la Rusia zarista y que estuvo al frente del equipo de estrafalarios nazis ocultistas que trajo a Hellboy, sigue vivo y se prepara para desatar fuerzas demoniacas que exterminarán toda la vida humana. Y lo peor de todo: Hellboy descubre que quizás sea él quien permita a Rasputín llevar a cabo sus siniestros planes...

 

Como he apuntado antes, Mike Mignola, sin ser todavía una superestrella, ya había recibido buenas críticas como dibujante, pero su auténtica madurez y consagración llega con “Hellboy”. Y no sólo por el refinamiento de su dibujo, sino porque es su primer gran proyecto como narrador y creador. Sí, John Byrne aparece acreditado como dialoguista, pero lo relevante es que su influencia aquí no es detectable. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente que no existen grandes diferencias entre esta historia y las que Mignola escribió en solitario, a excepción, quizá, de una estructura más compacta y una menor presencia del humor socarrón que luego sería uno de los rasgos de la serie. Esto último bien podría deberse a que Mignola y Byrne quisieron darle a este debut un tono más serio. Después de todo, un demonio de piel roja que investiga fenómenos paranormales y lucha contra monstruos podía caer tan fácilmente en la autoparodia que, probablemente, consideraron importante empezar con un registro más solemne.

 

A pesar de la desasosegante atmósfera que inspira este comic, en general es una historia de terror limpia y divertida. Sí, muere gente y ocurren cosas muy siniestras, pero no es una obra nihilista que pueda dejar un mal sabor de boca, como “Hellblazer”. El enfoque mignoliano del terror ha sido ya tan profundamente asimilado y aceptado por el público generalista que resulta incluso agradable, al menos a un nivel estético, una circunstancia que podría ser contraproducente si se etiqueta a Hellboy simplemente como un "cómic de terror". Al compararlo con un maestro del género como Bernie Wrightson, se observa la cantidad de criaturas que éste, dentro de unos esquemas clásicos, introducía en sus comics, tan grotescas como carnales. Por el contrario, las criaturas en la obra de Mignola tienden a ser más inmateriales, seres demoníacos etéreos e inaprensibles, esencias informes nunca materializadas o bien sólo parcialmente entrevistas, como esos tentáculos repletos de ventosas cuyo cuerpo principal nunca se revela.

 

El ritmo está asimismo bien medido, combinando un desarrollo lento y una sensación de peligro vaga e insidiosa con escenas de acción explosivas en las que Hellboy demuestra que es prácticamente un superhéroe. La historia engancha también por su reticencia a mostrar inmediatamente todas sus cartas, insertando sucesos extraños y comentarios crípticos que solo cobrarán sentido en un contexto posterior. Dado que esta es la historia inicial de lo que, al fin y al cabo, es una serie (aunque de aparición irregular, compuesta no de entregas mensuales sino de miniseries y números especiales) concluye dejando algunos cabos sueltos, incluyendo un epílogo final que da pistas sobre lo que está por venir. Aun así, el comic puede leerse de forma autónoma, con su propio principio, nudo y desenlace.

 

Para quienes a estas alturas sólo conozcan a Hellboy por sus adaptaciones cinematográficas, hay que aclarar que los cómics son posiblemente más ambiciosos, o al menos, más literarios. Las películas dirigidas por Guillermo del Toro eran productos típicos de Hollywood, repletas de escenas de acción rimbombantes, persecuciones por las calles de la gran ciudad, efectos especiales de primer nivel y una Agencia de Investigación y Defensa Paranormal que más parecía una organización sacada de una película de James Bond. Pero las influencias de Mignola son claramente más literarias, desde Edgar Allan Poe y Lovecraft a los mitos populares y los antiguos cuentos de hadas. Sus historias y su estilo visual están enraizados en conceptos del terror gótico como las maldiciones familiares, los castillos en ruinas enclavados en parajes desolados, mansiones decrépitas, estatuaria funeraria por todos lados…  De hecho, no recuerdo ninguna historia de Hellboy que haya transcurrido en una gran ciudad.

 

Por supuesto, la desventaja de abrazar el tradicionalismo es que de éste han derivado muchos clichés hoy ya gastados, como que el villano principal sea el resucitado monje ruso Rasputín, un malvado que ha sido utilizado desde hace un siglo en innumerables historias de corte sobrenatural. A eso hay que añadir que a veces la historia caiga en lo superficial. Por ejemplo, el detonante de la investigación es el asesinato del mentor de Hellboy, Trevor Bruttenholm, pero aquél no parece en ningún momento demasiado afectado por la pérdida de quien consideraba un padre.

 

Visualmente, la historia transmite una rica y oscura exuberancia, con viñetas en las que abundan las sombras, la melancolía y fondos tan minimalistas como inquietantemente evocadores. Los dibujos rezuman tanta atmósfera que casi se puede escuchar el silbido fantasmal del viento en la distancia. El estilo de Mignola es tosco, incluso caricaturesco; y, al mismo tiempo, barroco y realista, una síntesis ideal para una historia que intenta hacer que lo increíble parezca casi ordinario gracias a unos personajes, investigadores veteranos (sobre todo Hellboy y sus camaradas) que ya lo han visto todo y que hacen ocasionales y crípticas referencias a casos pasados.

 

El color de Mark Chiarello complementa a la perfección los dibujos y tintas de Mignola, utilizando tonos sombríos, pero sin llegar a ser opresivos y con un Hellboy rojo intenso que destaca en cada viñeta en la que participa como un brillante faro de esperanza.

 

La decisión de Mike Mignola de independizarse de guionistas bien establecidos y de gran prestigio pudo parecer entonces y a primera vista, un salto abrupto y arriesgado. En aquella época, Mignola carecía de la habilidad narrativa de un guionista profesional y, como fue el caso tan habitual en esos años con muchos dibujantes estrella, bien podría haberse esperado de él que se limitara a exhibir su dibujo sobre historias torpemente planteadas y desarrolladas.

 

Sin embargo, incluso si el desenlace de "Semilla de Destrucción", resulta precipitado y que desmerece el prometedor inicio, conviene recordar que este es un defecto muy común en todo tipo de ficciones en cualquier formato: la de las premisas e ideas atractivas que luego no se saben aprovechar. Por otra parte, esta miniserie sienta eficazmente las bases del futuro Mignolaverso, presentando al protagonista, la AIDP, Liz Sherman, Abe Sapien, Rasputín y el tipo de amenazas y tono que tendrá la serie en lo sucesivo. Esta rápida presentación de los personajes y acontecimientos lleva el sello de Byrne aun cuando el espíritu, las ideas, las tramas y los personajes sean creación de Mignola. El resultado fue una refrescante fusión del terror de sabor más clásico con las convenciones de la ficción pulp y los comics de superhéroes que cautivó inmediatamente a la crítica y los aficionados.

 

Tras colaborar en “Semilla de Destrucción”, Byrne se retiró de Hellboy, dejando el personaje completamente en manos de Mignola. Éste, por su parte, no tenía planes para él porque supuso que aquélla sería la primera y única miniserie de Hellboy. Para su sorpresa, el personaje y su mundo cautivaron tanto a los fans que el siguiente serial, “Los Lobos de San Augusto”, se publicó más tarde ese mismo año en "Dark Horse Presents" n.º 88-91 (agosto-noviembre 94). Gracias a la inclusión de la historia de Hellboy, las ventas de dichos números casi se duplicaron en comparación con lo que solía ser lo normal. A partir de ahí, Hellboy y sus compañeros de la AIDP evolucionaron hacia una épica sobrenatural en constante expansión. Por su trabajo en "Semilla de Destrucción", Mignola ganó un Premio Eisner al "Mejor Guionista/Artista" y la edición recopilada ganó los Eisner y Harvey a la categoría de "Mejor Álbum Gráfico", mientras que "Los Lobos de San Augusto" fue nominado a "Mejor Historia Serializada".

 

(Continúa en la siguiente entrada) 

 

 

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