Dwight McCarthy es un detective privado de Sin City. La mala suerte, las dudosas compañías y las pésimas decisiones que ha tomado en la vida le han degradado de periodista a fotógrafo de maridos infieles para casos de divorcio. No deja de ser una ironía dado que al propio Dwight lo abandonó su esposa Ava para casarse con un potentado local, Damien Lord; un golpe sentimental del que todavía no se ha repuesto. Ya desde el principio se apunta a su pasado turbio y un carácter explosivo que, unido a un alcoholismo siempre acechante, le ha metido en más de un problema y que ahora se esfuerza por mantener bajo control.
Sin embargo, su tóxica relación se reaviva cuando Ava lo llama y le cita en un bar de mala

Precisamente la aparición de Marv después de haberlo visto morir ejecutado en la primera parte, “El Duro Adiós”, nos da la pista de que este universo que Miller va creando entrega tras entrega no es cronológicamente lineal. Una lectura más atenta nos revelará en “Una Dama por la que Matar” detalles, personajes y escenas que ya habíamos visto en “El Duro Adiós” –narradas, eso sí, desde otro ángulo-. Es una técnica esta, la de insertar hilos de unas historias en otras, que Miller seguirá utilizando para el resto de miniseries de “Sin City”.

Pero la que parecía ser la víctima, resulta no serlo. Todo responde a un plan de Ava para manipular a Dwight y hacer que mate a su rico marido, convirtiéndola a ella en heredera y librándose a continuación y expeditivamente de su involuntario cómplice. Miller hace de Ava el prototipo extremo de la mujer fatal: controla y subyuga a todos los hombres que se cruzan en su camino, los utiliza y los odia hasta límites patológicos: “¡Yo mando

Esta forma de retratar a las mujeres hace de esta obra algo más escabroso todavía que la violencia explícita en forma de palizas o tiroteos. Como ya sucedía en la primera parte, Miller crea un universo criminal en el que buena parte de la violencia es de género y en el que los hombres se comportan o bien como si tuvieran algún tipo de derecho de propiedad sobre a las mujeres (como es el caso del grimoso individuo del comienzo, dispuesto a asesinar a su amante; o Dwight sobre Ava), o bien como si fueran peleles manejados por ellas (es el caso de Dwight, Manute, Damien Lord o el teniente Mort, todos ellos a los pies de Ava).
Por su parte, las mujeres encajan siempre en una de tres categorías: víctima (Nancy, Shellie), damiselas en peligro a las que salvan los hombres;

Aunque violenta y retorcida, esta segunda entrega del universo Sin City no tiene la misma

Tampoco el arte de Miller está a la altura de la primera parte. Seguimos encontrando los absorbentes contrastes de luz y sombra y los mismos efectos para representar la violencia, pero mientras que “El Duro Adiós” acabó evolucionando hasta lo que parecían pictogramas muy sencillos, aquí el dibujo contiene un mayor grado de detalle y se apoya sobre todo en una línea rota, feísta y sucia que no puede sacar tanto partido a la belleza de la simplicidad.
“Una Dama por la que Matar” no es una de las obras imprescindibles de Miller. Aunque entretenida e incluso emocionante y brillante a ratos, también es lineal y predecible. Le falta la intensidad de “El Duro Adiós”, quizá porque Dwight, apuesto, inteligente y con recursos, no llega a caer en ningún momento simpático. Desde luego, no hace olvidar el drama por el que había atravesado el excesivo, grotesco y mucho más antiheroico Marv. Por otra parte, es discutible que la premisa y la historia que de ella se deriva sostengan una miniserie de seis números, algo que se hace patente en una conclusión que se alarga más de lo necesario.
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