(Viene de la entrada anterior)
Probablemente, los fans de Marvel en 1968-69 no fueron conscientes de que estaban asistiendo al fin de una era. No sólo la de la gran explosión del Universo de esa editorial sino el de la propia Edad de Plata del comic book, el extenso periodo en la historia del tebeo norteamericano que, a su vez, albergó el desarrollo inicial de Marvel. Aparentemente, nada había cambiado. Lee y Kirby seguían produciendo mensualmente comics llenos de acción y maravilla en “Thor” y “Los Cuatro Fantásticos”; y el primero, ayudado por otros dibujantes, continuaba escribiendo la mayoría del resto de colecciones, incluyendo “Daredevil”, “Silver Surfer” o “Spiderman”. Roy Thomas aún dependía mucho de Lee, pero apuntaba maneras propias en títulos como “Los Vengadores” o “Doctor Extraño”, mientras los estilos gráficos de profesionales como John Romita, Gene Colan o John Buscema evolucionaban en nuevas direcciones.
Como fenómeno, los comics de Marvel seguían en la cresta de la ola, atrayendo la atención de

Para complicar más las cosas desde el punto de vista del lector, el cierre de la Edad de Plata no coincidió exactamente con el de la fase más grandiosa de la compañía. Aún más, hubo colecciones, como “X-Men”, “Spiderman” o “Los Vengadores” que siguieron mejorando y alcanzando

Pero para aquellos que se molestaron en observar y analizar, ya podían detectarse señales de agotamiento. Steve Ditko hacía tiempo que se había marchado; la eficacia como ilustrador de Don Heck se estaba marchitando; e incluso Romita necesitaba ayuda para terminar las páginas de Spiderman. Pero sobre todo, Jack Kirby había dejado atrás sus mejores años en Marvel. Después de la historia de Psico-Man en el nº 77 de “Los Cuatro Fantásticos”, la colección comenzó un claro declive que sólo se detendría tras su marcha de la editorial en el nº 102.
Después de ese nº 77, los lectores habían tenido que soportar historias muy flojas que incluían tótems indios vivientes y la enésima conspiración de Maximus para gobernar a los Inhumanos. En el nº 84 (marzo 69) comenzó el último arco extenso de la Edad de Plata, recuperando –otra vez más- al Doctor Muerte.
Para entonces, Lee hacía tiempo que se había desvinculado de la colección. El sistema de

Conforme fue pasando el tiempo y aumentaban la carga de trabajo y compromisos de Lee más allá de las oficinas de Marvel, fue dejando que Kirby se ocupara de prácticamente todas las decisiones creativas sobre la colección (puede que en ello tuviera también que ver la creciente insatisfacción del artista respecto a su posición en la compañía, sentimiento del que Lee era consciente y con

Un cambio de estatus que se hizo dolorosamente evidente en los últimos veinte números de la serie firmados –sólo nominalmente- por ambos, ya que Kirby, ahora con más libertad pero menos entusiasmo, se limitó a seguir el camino de menor resistencia. Para idear sus argumentos, revisaba el cine o la televisión del momento y realizaba sus propias adaptaciones de lo visto al mundo de los Cuatro Fantásticos (una fuente de inspiración que seguiría utilizando cuando marchó a DC en 1970). Así, encontraremos la trama de aquel episodio de “Star Trek” en el que la Enterprise llegaba a un planeta que reproducía la era dorada del gansterismo americano; o criaturas y argumentos extraídos directamente de “La Mujer y el Monstruo” (1954) o “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956).
Para este episodio nº 84, la víctima del plagio fue la serie televisiva británica “El Prisionero”

Nick Furia se reúne con los Cuatro Fantásticos –por si a alguien se le había pasado por la cabeza que el equipo se había desvinculado del resto del Universo Marvel- y les informa sobre la posibilidad de que en Latveria, el pequeño estado centroeuropeo regido por el Doctor Muerte, se estén desarrollando unos robots muy peligrosos. De forma bastante ingenua, creen que su entrada como civiles en el país pasará desapercibida pero Muerte, utilizando a sus androides, les detecta, captura y priva hipnóticamente de sus poderes, liberándolos a continuación para que vivan sometidos como

A pesar de su premisa falta de originalidad, Kirby consigue narrar esta saga de cuatro números con la majestuosidad propia de su estilo e incluyendo escenas muy bien ejecutadas, como esa secuencia “pre-créditos” en la que un desesperado prisionero trata de escapar de Latveria sólo para ser detenido por el propio Muerte, retratado en una espectacular página-viñeta. También destaca la pintoresca ciudad latveriana que se convierte en prisión de los héroes, una localidad que Kirby dibuja magistralmente a base de tópicos e idealizaciones, con abundantes castillos, cabañas, cafés callejeros y escenas cotidianas protagonizadas por gente ataviada como tiroleses de cuento. El único punto chirriante es la aparición de otro robot multiusos, esta vez propiedad de Muerte, un androide mudo, verde y sin rostro que no solo no aporta nada nuevo sino que transmite la impresión de cansancio a la hora de probar ideas frescas.
El dibujo de Kirby, terminado por el siempre eficaz Joe Sinnott, conserva su fuerza y

La tarea de Lee, por su parte, se tornó tan importante como aburrida. Cuando Kirby se hizo con el control creativo de la serie, le dio más importancia a las escenas de acción que a las de caracterización. Por eso cobraron más relevancia los pocos momentos que Lee podía encontrar para poner en las bocas de los personajes palabras que no solo hicieran avanzar la trama sino
con las que pudiera encontrar matices a las personalidades de los mismos.
El nº 86 (mayo 1969) se abre con los Cuatro Fantásticos a punto de enfrentarse a las numerosas fuerzas robóticas del Doctor Muerte sin contar con sus poderes, que es básicamente algo que ya habíamos podido leer en los números 39 y 40 (junio-julio 65). Pero mientras aumenta la tensión antes de que explote la acción, vemos algo inusual: la atención se desvía de los 4F para centrarse en los

Por otro lado, está el propio Muerte. Siempre fue uno de los villanos más complejos y fascinantes y sus traumas, ambiciones y psicosis estuvieron mejor justificadas que los de otros enemigos de los superhéroes Marvel o DC. En esta saga que ahora nos ocupa es donde Muerte alcanzó uno de sus mejores momentos, subrayando las contradicciones inherentes a su doble vertiente: aspirante a conquistador mundial consumido por el odio hacia toda la Humanidad, y monarca con responsabilidades hacia su pueblo.
La dramática batalla de los 4F y los latverianos resistentes contra el ejército de androides de

A continuación, las deleita con un recital de piano interpretando “su propia partitura” mientras los tres miembros masculinos del equipo atraviesan cautelosamente salones repletos de obras de arte y tesoros. “Sólo deseo vivir rodeado de belleza y cultura. Disfrutar de los pequeños placeres que nos da la vida”, afirma Muerte con serenidad poco antes de asesinar a un subordinado que,

Saga que fue el último coletazo de la edad de oro de la colección. Aquí podemos encontrar todavía su característico melodrama, sus héroes y villanos más grandes que la vida misma o su desarrollo en varios episodios. Superando sus raíces televisivas, esta épica constituye un monumento a la gargantuesca naturaleza de Muerte y su vieja enemistad con Reed Richards. Por desgracia, la historia también convierte en fórmulas recicladas la grandiosidad del estilo desarrollado años atrás por Lee y Kirby. Hay trabajo de caracterización, sí, pero no con la sutileza y profundidad con que ya entonces animaban sus argumentos guionistas como Roy Thomas. Lo narrado era consistente con

Incluso las composiciones de página y viñeta de Kirby empezaban, ya lo he apuntado antes, a repetirse. A pesar de esa desaceleración creativa y la dejadez en el trabajo de figuras que se detecta también en el trabajo de Joe Sinnott, el genio de Kirby sigue ofreciendo momentos memorables. Sus fondos de la ciudad de Latveria están llenos de detalles y, al menos una vez en cada episodio, se incluye una página-viñeta de Muerte. Aunque narrativamente son irrelevantes, gráficamente son espléndidas y Kirby consigue que, aun cubierto por una armadura que limita la expresión facial, el villano transmita una sensación de enorme amenaza, poder y, según el momento, ira o benevolencia. El nº 87 fue la última vez que Kirby dibujaría a Victor von Doom en la colección de los 4F.

Esa tendencia vuelve a aparecer entre los números 88 y 89 (julio-agosto 69), cuando Kirby, rematando una subtrama sobre la búsqueda de una nueva casa para Sue y Reed en la que criar a su bebé, trae de vuelta a uno de esos villanos que debieran haberse quedado en el recuerdo: el Hombre Topo. Es esta una historia mayormente olvidable y la recuperación de ese enemigo un error puesto que resulta de todo punto inverosímil que este ser grotesco, del tamaño de Franklin Richards y prácticamente ciego, sea un rival a la altura de los cuatro poderosos héroes más Crystal. Y, sin embargo, durante veinte páginas intenta convencernos que de consigue mantenerlos a raya. A destacar las cuatro viñetas-página con que Kirby narró esta historia a fin de terminar más rápidamente (si bien todas ellas tienen gran belleza y energía). Hacía ya bastantes números que para Kirby esta colección se había convertido en un mero encargo del que ya estaba pensando en deshacerse.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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