4 dic 2025

1979- STAR WARS: LAS TIRAS DE PRENSA – Russ Manning (1)



Nadie lo vio venir cuando “Star Wars” se estrenó, el 25 de mayo de 1977, en poco más de treinta salas de cine de Estados Unidos, tal y como era la costumbre entonces en los lanzamientos cinematográficos. La respuesta fue tan inmediata y abrumadora que la 20th Century Fox se apresuró a expandir su lanzamiento a muchas más salas en las semanas siguientes, convirtiendo una “simple” película de aventuras espaciales en un fenómeno cultural absolutamente masivo y sin parangón en la Historia del Cine.

 

Llegó a ser la película más taquillera de todos los tiempos en ese momento, superando a “Tiburón” (1975) -hasta que E.T. (1982), también de su amigo Steven Spielberg, la desbancó cinco años después-. Con presupuesto de aproximadamente 13 millones de dólares, recaudó más de 775 millones a nivel mundial, una cifra asombrosa para la época. Recibió diez nominaciones a los Óscar (incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original), de los cuales ganó siete, principalmente en categorías técnicas. Fue acreedore de múltiples premios internacionales, varios Grammys y nombrada "Película del Año" por la revista “Time”. Revolucionó la tecnología de los efectos especiales y catapultó a Industrial Light & Magic, otra empresa de Lucas, a lo más alto de ese particular rincón de la industria.

 

Y no sólo transformó la CF, sacándola de su nicho para alzarla a la vanguardia de Hollywood, sino que inspiró a incontables creadores en las décadas por venir. Aún más, el acuerdo de merchandising que orquestó Lucas fue una jugada maestra. El éxito de la película generó una demanda sin precedentes de todo tipo de productos imaginables, sentando las bases de cómo se monetizarían las grandes franquicias cinematográficas en el futuro.

 

Fue para gestionar específicamente los derechos de merchandising que Lucas creó otra empresa, Black Falcon Limited, de vital importancia en los inicios del éxito financiero de Star Wars, aunque su existencia fue relativamente breve. Su principal función fue centralizar, negociar y supervisar las licencias, regalías y acuerdos con los fabricantes de juguetes, cómics, ropa y otros productos promocionales. La encargada de la parte editorial y artística en esa compañía fue Carol Titelman, responsable de encontrar al autor que pudiera encargarse de las tiras de prensa de “Star Wars” que iban a empezar a distribuirse a través del Los Ángeles Times Syndicate a partir del 11 de marzo de 1979.

 

Los comics para la prensa fueron otra pieza en la expansión y evolución que en ese momento estaba produciéndose en el recién nacido universo salido de la imaginación de George Lucas. Desde 1977, Marvel venía publicando con gran éxito un comic book mensual. La misma editorial lanzó en octubre de ese mismo año la cabecera “Pizzazz” que nutrió sus 16 números con artículos sobre estrellas del rock, cine y la serialización de comics originales de Star Wars en entregas de tres páginas. A esto se sumaban las editoriales Ballantine/Del Rey Books, que habían publicado tanto la novelización de “Una Nueva Esperanza (escrita por Alan Dean Foster), como la novela original “El Ojo de la Mente”. Además, la aclamada trilogía de Han Solo, escrita por Brian Daley, y que ayudó a definir el pasado del contrabandista mucho antes de conocer a Luke Skywalker, estaba próxima a llegar a las tiendas.

 

Faltaba, por tanto, un mercado por atender: el de las tiras de prensa. Un comic al mes y un puñado de novelas cada tantos años no era suficiente para satisfacer la inmensa demanda de contenido relacionado con Star Wars por parte de unos aficionados que devoraban todo aquello que caía en sus manos. En cambio, las tiras de prensa diarias y las planchas dominicales eran leídas por millones de norteamericanos. No hacía falta esperar semanas o meses hasta la próxima dosis de Star Wars. Bastaba con comprar el periódico del día.

 

La aparición de la tira de prensa de Manning llegó en un momento crucial: la evolución de la ficción derivada de Star Wars hacia un universo narrativo rico y complejo. Todo este material publicado en forma literaria o gráfica, era sólo moderadamente supervisado por la gente de Lucas. No existía el concepto de Canon o Universo Expandido, tan sólo un puñado de reglas básicas que los autores debían respetar. Por lo demás, eran libres de imaginar nuevos mundos, alienígenas y aventuras, expandiendo de esta forma ese universo a base más de frescura e improvisación que de cuidadoso análisis, control y coherencia. Y esa es, precisamente la virtud y la parte más interesante de esta etapa, entre “Una Nueva Esperanza” y “El Retorno del Jedi” (1983), antes de que Lucasfilm empezara a ejercer una supervisión castrante en aras de edificar una mitología monolítica, sin fisuras lógicas pero también endogámica.

 

Ahora bien, ¿a quién elegir para llevar a cabo la intimidante tarea de encargarse de este material?

 

Escribir y dibujar comics sobre personajes consolidados no es tarea fácil. Con sus propias creaciones, guionistas y dibujantes pueden dar rienda suelta a su imaginación y dejar que las historias fluyan en la dirección que estimen conveniente. Pero cuando aquéllas son propiedad de terceros y, además, son inmensamente populares, las restricciones a la libertad creativa aumentan de forma alarmante. En aquella época, a pesar de que todavía quedaba mucho universo por crear, las traslaciones de “Star Wars” a otros medios ya eran difíciles. Los creadores debían atenerse a la escasa información que podía obtenerse de la película propiamente dicha y, además, abstenerse de hacer nada que contradijera lo que ya estaba en el horno para la siguiente entrega (en ese caso, “El Imperio Contraataca”, cuyo rodaje arrancó, precisamente, en marzo de 1979). Y ello sin tener acceso –porque era un secreto bien guardado- al guion de la misma. Por si todo esto fuera poco, el muy limitado formato de tira diaria impedía en buena medida trasladar el dinamismo y espectacularidad visuales que había fascinado al público de la película. En fin, que era una tarea sólo al alcance de un profesional bien bregado y acostumbrado a trabajar no sólo rápido sino dentro de unos parámetros estrictos.

 

El elegido fue el californiano Russ Manning. Por entonces contaba 49 años y era considerado una leyenda dentro de la industria. Aficionado a la Ciencia Ficción desde su infancia, completó su formación artística y, desde finales de los años 40, empezó a colaborar con fanzines especializados en el género antes de ser movilizado por la Guerra de Corea. Al volver a casa, retomó la relación que ya había iniciado con Western Publishing, la editorial propietaria de los comics que aparecían con el sello “Dell” y “Gold Key”. Para este último creó Manning la serie “Magnus Robot Fighter 4000 A.D.” junto al editor Craig Chasem. Tuvo tanto éxito que llegó a vender más que “Superman”. Con el declive en las ventas de comic-books, empezó a ocuparse de otro de sus personajes favoritos, Tarzán, primero en comics publicados por Gold Key y luego ya en la prensa, ámbito en el que se centraría por completo en 1967 y donde permanecería los siguientes once años y medio.

 

Manning había visto la película de Lucas tres veces cuando, mediando Shel Dorf (uno de los fundadores de la San Diego Comic-Con), representantes de Black Falcon se pusieron en contacto con él tras haber descartado a otros dos candidatos por diferentes razones. Manning tenía amplia experiencia no sólo en el comic sino con este formato en concreto, escribía sus propias historias y contaba con ayudantes (Mike Royer, Bill Stout, Dave Stevens) que le asistían con el entintado o la rotulación. Y no sólo era, como he dicho, un gran fan de la CF, sino que, en ese punto, estaba buscando la forma de cambiar de aires tras más de una década dibujando selvas, animales y hombres en taparrabo. Se firmó el contrato y Manning, sin abandonar las dominicales de “Tarzán”, pasó a realizar también las de “Star Wars” así como las tiras diarias. Una sobrecarga de trabajo que, como veremos, se cobró su precio.

 

El primer arco, titulado “El Mundo de los Jugadores” (12 de marzo a 8 de septiembre de 1979) es, no se puede decir de otra forma, decepcionante. Luke, Leia y los droides acuden al planeta Vorzyd 5, al que, por algún motivo, se le conoce como “El Planeta de los Jugadores”, aunque nada hay en esta aventura que justifique ese título más allá de una escena inicial en un casino. Su misión allí es esperar a ser contactados por un agente rebelde que, a su vez, les conducirá a un misterioso simpatizante de la Rebelión que podría interrumpir y desviar el dinero que el Imperio canaliza a través de ese mundo. Se presenta un nuevo villano, Blackhole, sicario de Darth Vader, que se muestra sólo como una especie de sombra holográfica y que va a enviar a sus tropas (unos soldados de asalto imperiales de coraza negra) tras los héroes.

 

Suceden muchas cosas, pero poco interesantes. Luke y Leia están muy desdibujados y su papel es el de sosos y genéricos héroes. Claramente, el interés de Manning recaía sobre todo en C3PO y R2D2, a los que dedica extensos pasajes de la peripecia. Al fin y al cabo, recordemos, había sido el creador de “Magnus, Robot Fighter”, cuyo protagonista luchaba principalmente contra robots renegados y jefes de policía robóticos que buscaban imponer un gobierno totalitario. Por desgracia, sus diseños para esta tira saben demasiado a rancio. En otro contexto, podría buscarse consuelo en la nostalgia o el sabor retro, pero no era eso lo que pedía esta serie en ese momento. En fin, que pese a un cuidadoso y muy limpio trabajo de entintado, sus personajes carecen de carisma y sus escenas de acción de dinamismo. Para colmo, termina la aventura dejando a varios de los personajes secundarios en una situación apurada cuya resolución nunca llegamos a conocer. Aún peor, aunque al final se revela la identidad del colaborador rebelde situado en el máximo nivel del gobierno de ese planeta, la entrevista se remata de forma abrupta sin haber llegado a acordar nada. 

 

Entretanto, Manning también se ocupaba de las páginas dominicales a color, un formato que le permitía estirar algo más los músculos gráficos. El primer arco, titulado “El Asunto Constancia” (11 de marzo-8 de julio 1979) no es en realidad más que una larga secuencia de acción sin demasiado sustrato. La primera plancha consiste en C3PO prestando su informe a un gran ordenador, Mnemos –que también aparecía en “El Planeta de los Jugadores”-, a petición de la Alianza Rebelde, que quiere registrar toda la información relativa a Luke. El droide comienza su relato recordando cómo él y R2D2 quedaron flotando en el vacío del espacio tras la aparente destrucción de la nave de Luke. Son rescatados por Han Solo y Chewbacca, que acudían a una llamada de socorro de aquél a bordo del Halcón Milenario y que llevan consigo a un reciente ligue del contrabandista, Gyla. 

 

La aparición de unos cruceros de combate imperiales y sus correspondientes cazas, lleva a una peligrosa persecución entre peñascos de hielo que orbitan el planeta Constancia y donde Chewbacca demuestra su talento sobrehumano para pilotar. Tras librarse de los cazas imperiales, encuentran una base camuflada donde se reúnen con Luke, la guerrera Sharlee y la telépata Gamine. El imperio ha amenazado con destruir al planeta Constancia si los telépatas no acceden a poner sus habilidades a su servicio. La Alianza tiene un plan para rescatarlos, pero Gamine debe llegar a su mundo y explicárselo al pueblo. Y eso es exactamente lo que hacen Luke, Han y Chewie, ayudados por Sharlee, destruyendo las naves imperiales que merodean por la zona y siendo recibidos en Constancia como auténticos héroes.

 

No es que haya demasiada sustancia argumental aquí y, de hecho, volvemos a encontrarnos con un final brusco que nada resuelve, pero, al menos, el formato de página completa le da la suficiente flexibilidad a Manning como para jugar algo con las composiciones e insertar viñetas de mayor tamaño que añaden una espectacularidad visual de la que carecía la tira diaria.

 

Claramente, compaginar la autoría de las dominicales de “Tarzán” y las diarias y dominicales de “Star Wars”, se cobró su precio en términos de calidad, por mucho que Manning contratara a Mike Royer como entintador de esta última serie. A ello se añadía su peculiar método creativo, que consistía básicamente en no planificar nada con detalle más allá de los aspectos más básicos de cada aventura, como la premisa, los villanos y el final, resolviendo el resto sobre la marcha. No es de extrañar que el resultado de todo ello fuera, siendo amables, irregular, con personajes absolutamente genéricos, tramas mal equilibradas, segmentos poco o nada interesantes que duraban demasiado y otros importantes que se resolvían de un plumazo y conclusiones abruptas que olvidaban dar respuesta a ciertos interrogantes planteados.

 

Por otra parte, Manning tenía que atender las exigencias de Black Falcon. En primer lugar y como ya he apuntado antes, no contar nada que pudiera interpretarse como adelanto de la siguiente película ya en rodaje, “El Imperio Contraataca” (1980), aun cuando él mismo desconocía el guion de la misma. Por eso, y a diferencia de “Tarzán” –en la que gozaba de total libertad por parte de Edgar Rice Burroughs, Inc-, debía enviar a Carol Titelman muestras de su trabajo en “Star Wars” para su aprobación previa. De hecho, su primera propuesta para la historia a desarrollar en las tiras diarias, fue rechazada porque comenzaba justo al terminar la ceremonia de entrega de condecoraciones con la que finalizaba la primera película. Por tanto, Manning se centró en historias genéricas, independientes entre sí y que no hicieran avanzar en absoluto ni a los personajes ni al conflicto central en el que se hallaban inmersos, a saber, la guerra entre el Imperio y la Alianza Rebelde.

 

En segundo lugar, recibió una llamada de atención por parte del propietario de los derechos por utilizar personajes compartidos en la tira diaria y en la plancha dominical. Según le dijeron, tener a Luke y los droides corriendo una aventura de lunes a sábado y otra diferente los domingos, podría confundir a los lectores. Por eso, en el tercer arco argumental, “Las Profundidades de Kashyyyk” (dominicales del 15 de julio-9 de septiembre de 1979), se limitó a utilizar a Han Solo, Chewbacca y los droides (estos últimos eran, claramente, los personajes favoritos de Manning).

 

Cuando la pareja de contrabandistas y los robots llegan al planeta natal del Chewbacca, se encuentran con una gran agitación. El líder de los wookies comunica a su pueblo que no podrá celebrarse su más sagrado ritual dado que es peligroso descender a los niveles más profundos del bosque, donde se encuentra una raíz muy especial e imprescindible para la celebración. Para evitar males mayores, Han se ofrece a buscar ese ingrediente acompañado de su camarada y los droides. Al llegar a su destino, encuentran una partida de soldados y científicos imperiales destrozando el entorno y siendo a su vez atacados como respuesta de una naturaleza irritada e inteligente. Han sólo salva a Gyla Petro, una de las científicas –y que habíamos visto ya en “El Asunto Constancia” presentada, ya lo dije, como un simple ligue-. Cuando vuelven a los niveles superiores en poder de la raíz buscada, son recibidos como héroes y vitoreados por el pueblo wookie.

 

Al término de su relato, Mnemos le recuerda a C3PO que sus archivos apuntan a que Gyla Petros podría ser una espía del Imperio. Pero este es un hilo que muere en esa misma viñeta porque a partir de ese momento, las planchas dominicales pasarían a estar integradas con las tiras diarias en una única narrativa que, además, contaría ya con guiones de otros escritores que no estaban interesados en continuar lo que Manning había venido haciendo.

 

Y es que, tras seis meses, Manning y Black Falcon (que, cumplido su propósito inicial pronto fue absorbida por Lucasfilm Ltd) tuvieron que reconocer que su colaboración no estaba dando los frutos deseados. Manning no era capaz de asumir la carga de trabajo que suponían las dos series y Star Wars le exigía mucho más trabajo que Tarzán. Llevaba muchos años contando las aventuras del personaje de Edgar Rice Burroughs y ya disponía de abundante documentación en la que apoyarse para dibujar fondos selváticos o animales –si es que a esas alturas no era capaz de hacerlos con los ojos cerrados-. Pero el universo de Lucas era completamente diferente. No se había diseñado nada más que lo que aparecía en la película. El resto, era necesario imaginarlo desde cero. Y eso exigía un tiempo y esfuerzo del que Manning no disponía. Lamentablemente, cuando es necesario un esfuerzo especial en el diseño de las naves, entornos, armas, criaturas, arquitectura y demás detalles, y no se dispone del tiempo preciso para perfilar bien todos estos elementos, o bien se recurre a ciertas fórmulas ya conocidas por el artista, o bien se solventa de la forma más genérica y sosa posible. Y esto es lo que ocurrió. Sus diseños, o bien eran ramplones, o bien recordaban a cierta estética ya trasnochada en el género y que no casaba bien con la desarrollada por el equipo artístico de Lucas.

 

Por si fuera poco, llegó un momento en que las exigencias de Lucasfilm se convirtieron en una carga. Manning debía enviar sus propuestas de guion para ser aceptadas y luego escribir y volver a mandar para su supervisión un guion técnico completo, aceptando los cambios que se le indicaran. Le dejaron hacer durante un año, pero llegó un momento en que su paciencia se colmó. No les gustaban sus guiones y Manning no se sentía a gusto con el tipo de historias que le pedían. Fue por entonces cuando, además, empezó a padecer dolores que él achacó a una úlcera agravada por la presión de las fechas de entrega (y que luego resultó ser un cáncer). Pero tampoco quería abandonar una tira que, habida cuenta del éxito de la película, le aseguraba una gran proyección internacional y unos ingresos regulares. Así que aceptó dibujar los guiones escritos por quien ellos designaran.

 

El primero de ellos fue Steve Gerber, que había alcanzado reputación de guionista inteligente, original y atrevido gracias a sus trabajos para Marvel en colecciones como “El Hombre-Cosa”, “Los Defensores” o “Howard el Pato”. Y fue él quien escribió el siguiente arco argumental, que unificaba tiras diarias y planchas dominicales y que llevó por título “Viaje a Tatooine” (10 septiembre-5 noviembre 1979).

 

Luke, que está realizando una misión de reconocimiento en compañía de los droides, recibe la orden de volver a Tatooine para investigar una cápsula que ha aterrizado de forma imprevista allí y tras la cual van también los soldados imperiales. Luke obedece a regañadientes porque lo que menos desea es regresar al planeta del que se pasó años queriendo huir. Allí contacta con una agente simpatizante de la Alianza, Anduvil de Ogem, con la que descubre que la cápsula contiene una enfermedad muy contagiosa y letal, la Bledsoe. Resulta que los infectados desarrollan una extraña condición en los ojos, los cuales pasan a reflejar una suerte de mapas estelares en los que se ubican las localizaciones de bases rebeldes secretas. El Imperio ha estado lanzando este tipo de cápsulas en múltiples mundos para obtener esa información de los contagiados y, por el momento, les ha salido bien.

 

Hay que admitir que la propuesta de Gerber es muy original, aunque un tanto descabellada incluso para el universo Star Wars. Por desgracia, su espíritu iconoclasta (en “Howard el Pato” ya había presentado una parodia de la película) no tenía espacio para evolucionar en un formato tan limitado como el de la tira (hay que tener en cuenta que se las tenía que arreglar para que los lectores dominicales pudieran ser capaces de seguir el hilo aun sin haber leído las entregas diarias, lo que da lugar a repeticiones bastante molestas una vez se revisa todo el arco en una sola lectura) y tan controlado por los propietarios de los derechos. Una vez más y salvo algún apunte casi anecdótico relacionado con Luke, la caracterización brilla por su ausencia y la historia, bastante genérica, se corta sin ulterior desarrollo dado que a Gerber le sustituiría Russ Helm en el siguiente arco.

 

Al menos, el respiro que le dio a Manning desentenderse de los guiones, halla cierto reflejo en el dibujo, algo más trabajado que en los meses anteriores. Con todo, sigue estando lejos de los grandes clásicos que firmó en los años 60, quizá debido a que para entonces ya estaba luchando con el cáncer que le llevaría a la muerte, con 52 años, en 1981.

 

Pero, por la razón que fuese, la participación de Gerber en el universo de Star Wars se limitó a esa aventura, ya fuera por falta de tiempo del guionista o porque el enfoque de éste era incompatible con el de Lucas. Para el siguiente arco, “Princesa Leia, Sirviente Imperial” (6 noviembre-31 diciembre de 1979), se contó en las labores de escritura con un tal Russ Helm. Algunas fuentes sugieren que ese nombre pudo ser un seudónimo utilizado por el guionista Archie Goodwin, dado que en ese momento estaba bajo contrato para escribir “El Agente Secreto X-9”, otra tira de prensa pero propiedad del King Features Syndicate, competencia del Los Angeles Times Syndicate que distribuía las de Star Wars.

 

Sin embargo, otras fuentes, como el guionista Mark Evanier, desmintieron tal hipótesis como una leyenda urbana, asegurando que Russ Helm era una persona real que escribía bajo su propio nombre. Según el texto introductorio del volumen recopilatorio de esta etapa, Helm era “un batería y escritor amigo de Lindsay Smith” (escritora, guionista y por entonces editora literaria de Lucasfilm. En cualquier caso, más allá de tres arcos argumentales en esta serie, Helm no volvería a internarse en el mundo del comic.

 

Las órdenes de los responsables de la tira eran alternar el trío de personajes principales en cada aventura así que, si en la anterior había sido Luke el protagonista, ahora le toca a Leia, que tras ser destruida su nave por un caza imperial, llega en una cápsula de salvamento al planeta más cercano, una colonia imperial donde se extraen los musgos megonite, un valioso recurso para el Imperio pero muy difíciles de manipular dado que cualquier alteración de temperatura o vibración los hace explotar. Los obreros, que se juegan y pierden la vida todos los días, son tratados como esclavos por Lady Tarkin, la esposa del gran Moff Tarkin, quien murió en la explosión de la Estrella de la Muerte (y que Manning dibuja como una especie de Cruella de Vil, reciclando varias veces la misma imagen de la misma). Tomada al principio por otra esclava más, Tarkin se da cuenta de que es alguien más cultivado y la aparta para servir en su residencia, donde pronto tendrá lugar una cumbre diplomática a la que acudirán representantes de todo el Imperio. Leia llega a un inestable acuerdo con otros dos esclavos tan ansiosos de escapar de allí como ella y que ya tienen un plan en marcha, si bien les hace falta alguien como Leia, con acceso al transmisor que Tarkin tiene en su casa. Las cosas se complicarán cuando Darth Vader, que desde su destructor imperial capta la transmisión de la princesa pidiendo ayuda a un contrabandista, acude al evento diplomático dispuesto a averiguar lo que ocurre.

 

Luke y Han son los protagonistas del siguiente arco, “El Segundo Corredor de Kessel” (1 enero-25 febrero 1980), en el que ambos deben detener una nave capaz de modificar el clima de los planetas de la que se ha apoderado el imperio y cuyo inventor es obligado a colaborar presionado por el chantaje. Otro guion de Russ Helm que no aporta demasiado ni en trama ni en caracterización y para el que Manning tampoco se muestra particularmente inspirado. De hecho, las planchas dominicales tienen una factura considerablemente más acabada que las tiras diarias, quizá por la intervención de algún ayudante no acreditado.

 

Poco nuevo puede añadirse de “Traedme a los Niños” (26 de febrero a 21 abril de 1980), aun cuando este arco venga firmado por otro guionista diferente, Don Christensen, un veterano del medio audiovisual que había empezado trabajando para Disney en 1937 como guionista gráfico de películas como “Pinocho” o “Dumbo”. Dejó el estudio tras la histórica huelga de animadores de 1941, uniéndose a Warner Bros, donde se convirtió en un artista clave de storyboard para la unidad del director Bob Clampett, quien lo consideraba "uno de los mejores" guionistas gráficos del estudio. Después de la Segunda Guerra Mundial, se centró en el mundo de los cómics y la ilustración, utilizando frecuentemente el seudónimo "Don Arr" para sellos como Sangor, DC o Dell. Volvió a la animación en los 60, trabajando como guionista, artista de storyboard o director artístico para estudios como DePatie-Freleng, Filmation Associates y Hanna-Barbera.

 

En fin, un auténtico pilar del entretenimiento del siglo XX que, no obstante, en esta ocasión no se luce demasiado porque “Traedme a los Niños” es una historia bastante sosa en la que Vader secuestra a una maestra y sus alumnos con el fin de utilizar su ejecución como cebo para los rebeldes que, sin duda, acudirán a rescatarlos. Y, efectivamente, Luke, Leia, Han y un puñado de contrabandistas amigos del último junto al hijo de la maestra urden un plan para burlar la emboscada y liberar a los cautivos.

 

Tambien de Christensen es el arco “Mientras Estemos Vivos…” (22 de abril – 16 de junio 1980), en el que la decadencia de Manning ya se hace dolorosamente patente, no sólo en su dibujo, sino también en los problemas de enlace entre las tiras diarias y las dominicales, con repeticiones de escenas innecesarias y demasiado largas e incluso algún que otro error de coherencia. En esta ocasión, la aventura tiene una premisa más interesante, la del tráfico de armas, si bien su potencial se diluye bastante en una ejecución ramplona.

 

Luke y Leia se encuentran en el planeta Arda-2, cuyos empresarios han hecho fortuna diseñando y vendiendo a la Rebelión componentes de los sistemas de armas de los Ala-X. Sin embargo, los rebeldes han detectado que alguien de entre ese círculo de hombres de negocios se ha dedicado a vender los mismos componentes al Imperio, los cuales, modificados, neutralizan la capacidad de combate de sus adversarios. Luke exige que les suministren un sistema de protección total, a lo que los fabricantes responden indignados argumentando que son hombres de negocios que no hacen beneficencia. Los argumentos de Luke respecto al espíritu traicionero del Imperio no les hacen mella. Pero Leia, que viene de un planeta pulverizado por la Estrella de la Muerte, puede hacer cambiar de opinión al pueblo. Para evitarlo, el traidor, Mag Doum, envía a dos deudores, un padre y su hijo, a secuestrar a Leia, lo que inicia una cadena de acontecimientos que culminará en una gran batalla espacial entre los rebeldes y los destructores imperiales de Vader. Una historia, en fin, que podría haber sido mejor pero que, al menos, tiene el valor de no concluir con un final totalmente feliz.

 

“El Mundo Helado de Ota” (17 de junio – 10 agosto 1980) marca la salida de un ya demasiado enfermo Russ Manning, convencido de que el estrés asociado a los estrictos plazos de entrega era el causante de la úlcera que padecía y, por tanto, confiaba en que el abandono de la serie le permitiría recuperarse. Lamentablemente, su condición decayó aún más, lo que hizo necesaria una operación, descubriéndose entonces que el mal era un cáncer de colon que lo llevaría a la tumba poco después, el 1 de diciembre de 1981, con tan solo 52 años.

 

Quien lo sustituyó en este arco fue su ayudante, Rick Hoberg, quien llevaba colaborando en la tira más o menos un año. Éste, a su vez, fue asistido por otros dos artistas: un debutante Dave Stevens, que en 1975 se había introducido en la industria como ayudante de Manning en la tira de Tarzán y que poco después, en 1982, crearía su gran “Rocketeer”; y el filipino Alfredo Alcalá, un veterano que desde comienzos de los 70 había brillado en trabajos diversos para Marvel, DC y Warren. Y hay que decir que el trabajo de ambos –sobre todo Alcalá, que durante un tiempo sería el dibujante principal de la tira- resulta más moderno, acabado y, en definitiva, adecuado, al estilo de la saga cinematográfica.

 

La historia –Luke, Han y Leia apresados por los nativos de un planeta helado que les exigen reactivar los generadores de la ciudad en la que vivían y cuya tecnología han olvidado- no es gran cosa, pero llama la atención el papel relevante que se le da a Boba Fett, cuya intervención aquí responde a su presentación en “El Imperio Contraataca”, estrenada el 21 de mayo de 1980, poco antes de que comenzara la serialización de esta aventura. Aunque, siendo estrictos, el personaje había aparecido dos años antes en el infame “Star Wars Holiday Special”, emitido el 17 de noviembre de 1978 (concretamente en el corto animado “La Historia del Wookiee Fiel”).

 

Permanentemente enfundado en su armadura y con su rostro oculto por un casco, Boba Fett aquí desempeña el mismo rol que en la película: un cazarrecompensas a sueldo del Imperio que inicialmente persigue a Luke pero que luego ve la oportunidad de doblar sus ingresos capturando también a Han Solo para entregarlo a Jabba el Hutt.

 

“Planeta Kadril” (11 agosto – 5 octubre 1980) tuvo guion de Russ Helm y dibujos de Alfredo Alcalá. Las tropas imperiales bajo el mando de Darth Vader han ocupado el planeta del título. Para someter a los habitantes y eliminar la resistencia de forma no letal, están utilizando un agente químico llamado "Pacibruma", un gas que tiene el efecto de volver dóciles y pasivos a los habitantes, dejándolos así incapaces de oponerse al dominio imperial. La misión de la Princesa Leia, Luke y Han consistirá en encontrar lo más rápido posible una manera de contrarrestar esa sustancia y liberar a la población del control mental. Es una lástima que este thriller de espionaje y rescate tenga no sólo un guion flojo sino un Alfredo Alcalá muy lejos de su potencial. Darth Vader y los soldados imperiales están mal dibujados y muchísimas viñetas carecen por completo de fondos o detalles. Quizá por la intervención de ayudantes, la calidad mejora hacia el final, sobre todo gracias a un entintado más sólido, pero ya es demasiado tarde para compensar la mediocridad general de este arco.

 

Y hasta aquí llega la primera etapa de las tiras de prensa de “Star Wars”, hoy compiladas en un solo volumen. Lo que no se puede negar es que Manning invirtió mucho cariño y detalle en las páginas dominicales. Si bien su Han Solo está resuelto de forma bastante torpe, el resto del reparto principal está retratado con su característico estilo elegante. Manning aprovecha bien el espacio disponible y demuestra un buen sentido del diseño, aunque no en línea con la estética que había fijado Lucas para sus películas. Las tiras diarias son mucho más toscas y no demasiado interesantes. Por otra parte, los guiones, primero de Manning y después de Helm o Christensen, carecen de sofisticación, dando la impresión de que están escritos sobre la marcha y resueltos de cualquier manera, sin trasladar a los personajes principales sus voces características y convirtiéndolos en héroes absolutamente genéricos y sosos. Es como si esperaran que el público juvenil al que iban dirigidas estas aventuras fuera a perdonar cualquier cosa ávido como estaba de material relacionado con Star Wars. Puede que en aquel momento esa suposición se acercara a la realidad, pero el tiempo es un juez más severo que la actualidad y hoy, alejados de aquel entusiasmo inicial, la valoración dista de ser positiva.

 

No se va a encontrar en este primer volumen la máxima y mejor expresión de la saga, por lo que puede sólo recomendarse a fans incondicionales y completistas de la franquicia y admiradores de la obra de Russ Manning.

 

(Continúa en la siguiente entrada) 


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