En 1977, se estrenó una de las películas de mayor éxito en la historia del Cine. Antes de que se le diera el subtítulo de “Episodio IV: Una Nueva Esperanza”, se la conoció durante mucho tiempo y por todo el mundo, como, sencillamente, “Star Wars” (“La Guerra de las Galaxias” en España). En una de sus escenas memorables, Luke Skywalker entra en la celda de la Estrella de la Muerte en la que se halla prisionera la Princesa Leia y le dice: “Estoy aquí para rescatarte”. Pues bien, esa frase bien podría habérsela dicho George Lucas a Marvel Comics.
Conforme avanzaba la década de los 70, las ventas de comic
books parecían avanzar tambaleantes pero inexorables hacia el abismo. Al
comienzo de la década, casi todos los títulos editados por Marvel tenían unas ventas
medias por número de 200.000 ejemplares. En 1977, sólo una colección podía
presumir de tal logro: “Amazing Spiderman”. La antaño orgullosa “Casa de las
Ideas” se encontraba en un estado precario. Casi todas las series salían con
retraso, lo que obligaba a pagar indemnizaciones a las imprentas o realizar a
toda prisa números de relleno. Si quería sobrevivir, Marvel debía no sólo
acometer una severa reorganización y acoplarse a una dura disciplina de trabajo
(misión que asumiría Jim Shooter), sino encontrar un éxito editorial. Y Roy
Thomas fue quien lo lograría.
Entre otras tareas, Thomas estaba escribiendo por entonces
dos series licenciadas por Marvel: “Conan el Bárbaro” y “La Espada Salvaje de
Conan”. La calidad, buenas críticas y éxito de ventas de ambos títulos fue lo
que animó a dos personas, a comienzos de 1976, a concertar una cita con él para
proponerle la adición de otra creación licenciada a su ya cargada agenda. Se
trataba de Ed Summer y Charles Lippincott. Thomas conocía al primero por ser el
propietario de Supersnipe Comic Art Emporium, la primera tienda especializada
en comics de la Costa Este, situada a sólo unos pocos bloques de distancia de
donde él tenía su apartamento en Manhattan.
En lo que se refiere a la galería de exposiciones anexa a
ese establecimiento, Supersnipe Comic Art Gallery, Summer tenía un socio, un
joven realizador cinematográfico llamado George Lucas. Unos cuantos meses
antes, Summer se lo había presentado a Thomas durante una cena, y ambos expresaron
mutuamente el respeto por el trabajo del otro. Thomas tenía en alta estima la
película “American Graffiti”, que Lucas había dirigido en 1973; y éste expresó
su admiración por el trabajo que aquél estaba desempeñando en el ámbito del
comic. Durante la conversación, Lucas mencionó “Star Wars” unas cuantas veces.
La película, de acuerdo con Thomas, “esperaba
ser una ambiciosa aventura de CF (…) ya se contemplaba una potencial serie de
películas… y que el nombre del héroe en ese punto era Luke Starkiller… aunque
Luke Skywalker, como alternativa, también pudo mencionarse”.
Tres meses después de aquel encuentro, empezó el rodaje de
“Star Wars” y Summer y Lippincott –ése se encargaba del merchandising y
publicidad de la película- estaban convencidos de que Thomas tenía lo necesario
para organizar en Marvel la adaptación que Lucas deseaba como promoción
adelantada de su película. Él y la 20th Century Fox quería que el comic
estuviera disponible en los quioscos dos o tres meses antes del estreno con el
fin de que quizá un par de cientos de miles de lectores se familiarizaran con
los personajes y generar en ellos cierto interés. Hoy nos puede parecer
increíble, pero ni el director ni el estudio las tenían todas consigo respecto
al éxito del proyecto y tampoco se realizó un esfuerzo decidido de promoción.
Thomas se sintió halagado porque ambos hubieran pensado en
él, pero dejó claro que carecía de la autoridad necesaria para firmar un
contrato de licencia de esa magnitud. Necesitaban hablar con Stan Lee. Y fue
entonces cuando Thomas se enteró de que su jefe ya había rechazado a finales de
1975 una propuesta para adaptar al comic Star Wars. Lee quería que Marvel se
concentrara en sus propias creaciones (dejando aparte Conan). Dado que ya había
tomado una decisión al respecto, Thomas tuvo que comunicar a Summer y
Lippincott que, por desgracia, no iba a ser posible.
Sin resignarse, Lippincott empezó a mostrar a Thomas el
arte conceptual sobre el que se iba a apoyar la estética de la película.
Pasando una a una las ilustraciones conceptuales de Ralph McQuarrie, Lippincott
fue al mismo tiempo contando la historia del conflicto entre Luke Starkiller y
el Imperio. Thomas encontró la exposición “vagamente interesante”, pero si
accedió a recibirlo fue por educación. Entonces Lippincott sacó una ilustración
del contrabandista espacial Han Solo enfrentándose a una horda de aliens en un
establecimiento reminiscente de los del Oeste. Lippincott la describió como “La
Secuencia de la Cantina” y, en ese momento fue cuando Thomas cayó en la cuenta
de que Star Wars no iba a ser una película de CF al estilo ni de “2001: Una
Odisea del Espacio” (1968) ni de “Ultimátum a la Tierra” (1951), sino el tipo
de space opera que él mismo había disfrutado en las páginas de comics como
“Planet Comics” o “Planet Stories”. Interrumpiendo bruscamente la presentación
de su invitado, dijo: “Lo haré”.
Thomas se reunió con Stan Lee y lo convenció para que
reconsiderara su primera decisión. Al entusiasmo de Thomas se añadió un factor
nada despreciable a ojos de Lee: los derechos de la licencia de Star Wars no le
iban a costar a Marvel ni un centavo. Así de desesperada veía la situación
Lucas, que, ante la generalizada falta de interés que había por el film antes
de que se estrenara, cedió gratuitamente a Marvel los derechos de los seis
primeros números y sólo puso dos condiciones. La primera fue que, como he dicho
y con el fin de maximizar el impacto publicitario, los dos primeros episodios
debían ponerse en los puntos de venta antes del estreno cinematográfico el 25
de mayo de 1977. Esto significó que, para mucha gente, fue la adaptación al
comic de Marvel la carta de presentación de Luke Skywalker, Darth Vader, Han
Solo, Obi Wan Kenobi, la Princesa Leia Organa, Chewbacca y los droides.
La segunda condición fue que Howard Chaykin se encargara de dibujar el comic. Lucas era admirador del trabajo que había hecho ese autor con “Ironwolf” unos años antes (en la colección de DC, “Weird Tales nº 8-10) y hasta consiguió conocerle en persona en 1976 a través de Edward Summer. No hubo problemas en que Chaykin accediera y, cargado con una caja que contenía 4.000 fotografías de producción y copias de las ilustraciones conceptuales de Ralph McQuarrie, se puso a trabajar en la adaptación. Él mismo admitió quedarse impactado al ver lo que Lucas había conseguido en pantalla a partir de aquellas pinturas y que, de haberlo sabido de antemano, hubiera puesto más interés en el encargo.
Mucho más costó convencer a Marvel en lo referente al plan
de distribución de Lucas. En concreto, el obstáculo tenía un nombre: Ed Shukin,
Director de Tiradas de la casa, que no estaba precisamente encantado ante la
perspectiva de publicar una adaptación en seis números de una película
protagonizada por un reparto de desconocidos (con la excepción de Alec Guiness,
un actor británico de solera pero que a sus 60 años difícilmente le resultaría familiar
a los potenciales compradores del comic, adolescentes en su mayoría). Shukin
quería limitar la adaptación a tan solo uno o dos números, como se había hecho
anteriormente con otros productos similares. De esa forma, si la iniciativa
salía mal, Marvel no quedaría por contrato atrapada en la obligación de
producir más comics en los que nadie estaría interesado. Era un temor legítimo,
pero Thomas insistió en que, si se quería hacer una adaptación sólida,
necesitaba seis episodios. Cualquier rebaja al respecto conllevaría su
automática renuncia al proyecto, lo que obligaría a Lee y Shukin a encontrar
otro guionista. Dado que había sido la gente de Lucas la que había escogido
específicamente a Thomas para escribir el comic, no había muchas opciones y
Shukin hubo de ceder.
Al final, Chaykin, incapaz de atender las fechas de entrega de varios encargos, sólo pudo encargarse del dibujo y tinta del primer número. A partir del número 2, sólo realizaría los bocetos, siendo éstos terminados por Steve Leialoha (nº 2-5), Rick Hoberg y Bill Wray (nº 6, con colaboración no acreditada de Dave Stevens). El baile artístico no gustó a Lucasfilm, pero Thomas les dijo que no podía hacer nada al respecto: “Howard era un autónomo y no podía encadenarle a un tablero de dibujo”.
Mientras tanto, Lippincott organizó para la San Diego
Comic-Con de julio de 1976, una presentación en la que participarían el mismo,
Roy Thomas y Howard Chaykin. Fue una de las primeras veces en las que un
estudio cinematográfico utilizaba ese evento para promocionar un próximo
estreno. Los tres vistieron camisetas de Star Wars, presentaron un poster
creado por Chaykin y respondieron a preguntas de los asistentes sobre la
película (para cuyo estreno aún faltaba casi un año) y su adaptación a las
viñetas. Se regalaron copias del poster a los asistentes a la presentación,
mientras que otras se vendieron a 1.75 dólares. Fue el primer poster de Star
Wars y hoy se considera material de coleccionista, vendiéndose en el
mercado de
segunda mano por miles de dólares (las copias repartidas en aquel evento,
claro).
Thomas, Chaykin y Leialoha también fueron invitados a un acto muy diferente pero también relacionado con Star Wars. En febrero de 1977, tres meses antes del estreno, Lucas reunió, entre otros, a varios de sus amigos directores (Brian DePalma, Phil Kaufman, Steven Spielberg), el compositor John Williams, ejecutivos de la 20th Century Fox y los tres creadores del comic, para que asistieran a la proyección de una copia aún no terminada del film. Como muchos de los efectos especiales definitivos no se habían terminado a tiempo para este evento, Lucas insertó para llenar los huecos escenas extraídas de otros lugares. Por ejemplo, en la secuencia en la que Luke y Han disparan a los TIE imperiales mientras el Halcón Milenario escapa de la Estrella de la Muerte, las evoluciones de las naves se sustituyeron por metraje de aviones de la Segunda Guerra Mundial. Thomas se marchó de allí convencido de que “Star Wars” iba a ser “una película muy buena”.
Según lo pactado, el 12 de abril de 1977, se puso a la
venta el nº 1 de “Star Wars” (con fecha de portada de julio, tal y como era la
costumbre en la industria). El segundo llegó a los quioscos el 10 mayo, poco
antes ya del estreno de la película el 25 de ese mes. Se vendieron bastante
bien, algo por encima de casi cualquier otro título Marvel. Y si no causó más
revuelo fue por culpa de Shukin, quien seguía convencido de que la empresa
estaba cometiendo un grave error y sólo había ordenado una tirada reducida.
Pero entre los números 2 y 3, se estrenó la película. Y cayó la bomba. “Star Wars”, el comic, se convirtió rápidamente en el título más vendido en todos los quioscos de todo el país. Tras su tirada inicial, se hicieron más ediciones del nº 1, llegando a vender más de un millón de copias, cuatro veces más que “Amazing Spiderman”. Y dado que durante seis números no había que pagar porcentaje de esas ventas a Lucasfilm, todo era beneficio.
Comprensiblemente, el presidente de Marvel Comics, James
Galton, estaba muy agradecido a Thomas por la iniciativa y reconoció en
diversos foros que no sólo le había hecho rico sino que había salvado a la
empresa de sus dificultades financieras.
Pero Jim Shooter, que también coincidió en el acierto
absoluto de Thomas, no tardó en darse cuenta de que el éxito del comic-book de
Star Wars iba a tener un efecto secundario no deseado que le iba a complicar
bastante la vida. Los ejecutivos pensaron, con su característica ceguera
empresarial, que todo lo que había que hacer para prolongar al éxito era
licenciar más películas, y acabaron comprando los derechos de cualquier cosa
mediocre que se anunciara. En el curso de los siguientes años, Marvel dejó de
crear personajes propios para lanzar título tras título basado en otros ajenos,
ya procedieran de películas, novelas, series de televisión o juguetes
(“Micronautas”, “Rom”, “Star Trek”, “Battlestar Galactica”, “Shogun Warriors”…).
De hecho, todos los nuevos comics lanzados por Marvel entre “Nova” nº 1
(sept.76) y “Dazzler” nº 1 (marzo 81) fueron o bien licencias, o derivados de
algún personaje Marvel preexistente o series realizadas en solitario por Jack
Kirby (y esto último sólo porque les obligaba el contrato que firmaron con él).
Los primeros seis números adaptaron fielmente la película, pero el cambio en la plantilla gráfica perjudicó la coherencia del conjunto, siendo el primer episodio, el dibujado íntegramente por Chaykin, el que mejor representa lo que se pretendió originalmente fuera el comic. Particularmente interesantes son las “escenas perdidas”, que figuraban en el guion que le pasaron a Chaykin y que fueron rodadas, pero que terminaron recortadas en la sala de montaje. Por ejemplo, momentos adicionales de Luke en Tatooine contemplando la batalla que se mostraba en las escenas de apertura y corriendo a ver a sus amigos para contárselo. La intención era la de mostrar lo desesperado que estaba Luke por salir al paso de la aventura y cómo sus amigos lo trataban como una suerte de tipo raro. Había también alguna escena adicional de Luke con su mejor amigo en Tatooine, Biggs Darklighter.
Probablemente, la escena eliminada más célebre sea aquella
que narra el encuentro entre Han Solo y Jabba el Hutt (originalmente se
escribía “Hut”), que acabó incluyéndose en la Edición Especial que hizo Lucas
de la película en 1997 con motivo del vigésimo aniversario. En 1976, cuando
Lucas rodó la película, no había terminado aún de definir el diseño final de
Jabba, así que Chaykin y Leialoha lo dibujaron como un alien humanoide de piel
amarillenta, ojos de canica y papadas colgantes flanqueadas por largos bigotes
como los de un gato. Esta versión de Jabba volvería a aparecer en la serie de
comics dos veces más hasta que quedó superada y eliminada por “El Retorno del
Jedi”.
Una vez concluida la adaptación de la película y habiendo demostrado Thomas lo acertado que estuvo al empeñarse en sacar adelante la colección, había llegado el momento de idear una trama completamente nueva que continuara lo narrado en la pantalla. Así llegó la primera secuela de Star Wars. Pero sería sin Chaykin, que abandonó la serie para trabajar en personajes propios con tono más adulto, como “Cody Starbuck” –a su vez, muy influido tanto por “Star Wars” como por su anterior “Ironwolf”-.
(Continúa en la siguiente entrada)
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