“Marvel Preview” fue una revista de cómic en blanco y negro publicada por Marvel Comics desde 1975 a 1980, totalizando 24 números (luego cambiaría su nombre a “Aventuras Bizarras”, llegando hasta 1983 y cerrando con el número 34). Se trataba de una antología, esto es, cada número se centraba en un personaje y género diferentes, bien formando parte del Universo Marvel o bien siendo ajeno al mismo. Como otras cabeceras que tanto Marvel como DC mantuvieron en sus respectivos catálogos a lo largo de la historia, “Marvel Preview” funcionaba como un laboratorio de ideas y personajes, probando la reacción de los lectores sin el compromiso de una serie regular.
En sus páginas, por ejemplo, debutaron Star-Lord, Mapache
Cohete o Dominic Fortune, mientras que otros personajes ya conocidos corrieron
sus propias aventuras, como el Punisher, el Caballero Luna, el cazavampiros
Blade, Thor o varios X-Men. También pudieron verse figuras conocidas de la
cultura popular como Sherlock Holmes, Drácula… o Merlín, que es el que vamos a
rescatar en esta ocasión.
El nº 22 de “Marvel Preview”, en verano de 1980, estaba ocupado íntegramente (junto a un par de artículos relacionados con el tema central de la historia) por una aventura del Rey Arturo y Merlín escrita por Doug Moench y dibujada por John Buscema con tintas de Tom Palmer y John Tartaglione. “En Busca del Rey” comienza en los tiempos de máximo esplendor de Camelot y los Caballeros de la Tabla Redonda. En el curso de una cacería, Arturo descubre a un joven caballero malherido, al cual traslada a Camelot para que Merlín lo cure. El instinto de éste le da un aviso respecto al muchacho, pero, sin estar del todo seguro, decide obedecer al rey y en sólo tres días el joven, que dice llamarse Beliar, se encuentra lo suficientemente recuperado como para comparecer ante la Tabla Redonda y narrar su trágica historia.
Conmovidos e impresionados por Beliar, los caballeros lo
acogen en su seno y pronto el joven se hace con los afectos de los hombres y
mujeres del castillo, desde las damas de alta alcurnia a los escuderos y
sirvientes pasando por el propio Arturo. Las sospechas de Merlín, sin embargo,
parecen concretarse cuando lo pilla fisgando en su laboratorio. A partir de ese
momento, no tarda Beliar en dar muestras cada vez más alarmantes de su perfidia
hasta que, tras una muestra de especial infamia en un torneo, Arturo lo expulsa
de la corte. Sin embargo, el joven se lleva consigo a Ginebra, no se sabe si
seducida o secuestrada. Arturo y su fiel amigo y mentor, Merlín, inician
entonces un viaje plagado de peligros para recuperar a la reina, culminando con
el enfrentamiento final con quien parece ser el mismísimo diablo.
En esta ocasión, origen de la idea para este comic no
provino del guionista, sino del dibujante. De acuerdo con el editor Ralph
Macchio, John Buscema era un gran admirador del “Príncipe Valiente”, el magistral
comic de prensa creado por Hal Foster en 1937. Buscema llevaba desde 1972
dibujando “Conan el Bárbaro” (y “La Espada Salvaje de Conan” desde 1974) y, hallándose
ya al final de su recorrido con ese personaje (“Conan Rey”, su última
contribución regular al Cimmerio, se inauguró en 1980, realizando sólo los ocho
primeros números), estaba deseoso de ilustrar algo ambientado en la misma época
que el comic mencionado: la legendaria Edad Media del Rey Arturo. Los editores
se mostraron encantados y accedieron a dejarle escribir también lo que venía
siendo una insistente idea que llevaba en la cabeza. Sin embargo, cuando ya
había dibujado y entregado parte del trabajo, se dio cuenta de que necesitaba
un guionista que encauzara adecuadamente la trama y es ahí donde entró Doug
Moench, ya para entonces un sólido profesional de la casa bregado en múltiples
géneros.
La historia, en trama y tono, es muy clásica, un
enfrentamiento entre el Bien, representado por Arturo –y, en menor medida, por
Merlín- y el Mal encarnado por Beliar y su padre. Hay torneos, dragones, secuestros
de damiselas, magia en acción, duelos a espada… La trama no esconde sus cartas
en ningún momento y todo es bastante predecible, aunque esto forma parte del
encanto. La intención de Buscema no era la de innovar u ofrecer una
interpretación personal transgresora de los mitos artúricos sino, precisamente,
destilar su esencia más pura.
El auténtico atractivo aquí, por supuesto, es el dibujo de Buscema y Palmer. El primero demuestra que la decadencia que había ido mostrando en sus últimas entregas de Conan era fruto del cansancio por el personaje (del cual ilustró más de 200 historias) y no de un declive de sus dotes artísticas. Se nota que en “En Busca del Rey” recuperó la ilusión y vertió el cariño y admiración que sentía por “El Príncipe Valiente”. De hecho, algunas viñetas que carecen de diálogos y que tienen una composición particularmente teatral, recuerdan a la forma de narrar de Foster para aquélla serie.
El dibujo de Buscema exhibe aquí un aire mucho más lírico y
de composición más cuidada que la rudeza y visceralidad que rebosaban las
páginas que dibujó para Conan. En absoluto control de su arte y sabiendo cómo
adaptar su estilo al material con el que trabaja, ofrece una auténtica lección
de anatomía, expresividad, dinamismo, narrativa y composición, ayudado por el excelente
entintado con aguada de un Tom Palmer tan comprometido como su socio con este
trabajo (se negó a ir al hospital para tratarse un doloroso pinzamiento hasta
que terminar su labor). En España, “En Busca del Rey” se editó en el número 5
de “Aventuras Bizarras”, anulando el rotulista español el excelente trabajo que
en el original realizó John Constanza, que, en una época en la que esta tarea
se realizaba a mano y sin ordenadores de ningún tipo, creó para los textos de
apoyo un tipo de letra de inspiración medieval. Igualmente, la portada de Earl
Norem no puede sino captar la atención del lector ya desde el primer vistazo.
En otras circunstancias, “En Busca del Rey” bien podría haber servido como presentación para una posible serie regular independiente del Universo Marvel en la que Arturo, Merlín y otros caballeros corrían aventuras en ese Medievo que nunca existió. Pero, como he dicho, ese nunca fue el propósito de este proyecto personal de Buscema. Tal y como lo podemos ver hoy, puede afirmarse que fue uno de los mejores números de “Marvel Preview” gracias a su guion clásico y sin pretensiones y el excelente dibujo de uno de los maestros del comic book norteamericano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario