4 ago 2025

1982- HARRY 20 EN HIGH ROCK – Gerry Finlay-Day y Alan Davis






A comienzos de 1982, Alan Davis estaba lejos de ser el autor de prestigio internacional que hoy reconocemos gracias a sus trabajos con los principales superhéroes de Marvel y DC. Por entonces llevaba una vida de lo más corriente y carente de expectativas: tenía una esposa y una hija pequeña y trabajaba durante el día en una fábrica de la pequeña ciudad de Corby, donde había nacido y vivido hasta entonces. Su afición por el dibujo de comics la cultivaba por las noches y fines de semana, al principio realizando colaboraciones para diversos fanzines y, algo más adelante y gracias a una combinación de felices coincidencias, apoyo familiar e iniciativa propia, para la filial de Marvel en Gran Bretaña (“Capitán Britania”) y la revista “Warrior” (“Marvelman”, más tarde renombrado “Miracleman”), editada por Quality. En ambos seriales tuvo la inmensa fortuna de trabajar con su tocayo Alan Moore, colaboración que fructificó en dos de los seriales más relevantes del comic británico de los 80.

 

Richard Burton, el entonces editor de la revista “2000 AD”, dedicada a la CF desde su fundación en 1977 y que ya contaba con un fiel ejército de lectores, no consideraba que el estilo de Davis, limpio e influido por el clasicismo británico y el género superheroico americano, sintonizara con el de la publicación. Sin embargo, algunos de los contactos que Davis había hecho tiempo atrás y que le habían apoyado para que se volcara más en el dibujo de comic, ocupaban ahora puestos editoriales en esa cabecera y convencieron al editor de que le diera una oportunidad. Y ésta llegó en la forma de un serial titulado “Harry 20 en High Rock”.

 

Escrito por Gerry Finlay-Day, creador del personaje Rogue Trooper para “2000 AD”, el serial estaba inicialmente proyectado para ser dibujado por John Watkiss, que se comprometió a realizar las dos primeras entregas. Sin embargo, cuando éste se retrasó, le ofrecieron a Davis, que en principio iba a alternar las labores gráficas con aquél empezando por el tercer capítulo, el trabajo completo. Y este fue el momento en el que Davis debió decidir si abandonar su seguro trabajo en la fábrica para perseguir su sueño de ser dibujante de comics, o mantener esta labor dentro de los parámetros de una simple afición. Ya venía dibujando el “Capitán Britania” y “Marvelman”. Podía estirar su disponibilidad a realizar parte de “Harry 20”, pero no asumir la totalidad de este último sin dedicarle la jornada laboral completa. Entre las tres series, tendría que realizar 40 páginas mensuales durante cinco meses y eso exigía un compromiso absoluto. Con el apoyo de su esposa, dio el paso y se convirtió en dibujante profesional. Desde entonces, no sólo nunca le faltó ya el trabajo, sino que llegaría a ser uno de los artistas de comic-book más apreciados de la industria, tanto por las editoriales como por los lectores y los críticos.

 

“Harry 20 en High Rock”, por tanto, se serializó entre 1982 y 1983, en los números (o “Progs”, como “2000 AD” los denomina) nº 287 a 307. Está ambientado en un futuro distópico y narra en segunda persona la historia de Harry 20, del que no sabemos nada más allá de que fue condenado por hacer contrabando de comida con el fin de alimentar a civiles hambrientos en el Pacífico. Por ese “crimen”, le condenan a 20 años y le envían a una estación orbital utilizada como prisión de máxima seguridad para 10.000 reclusos.

 

Los internos carecen de derecho alguno, incluido a su apellido, que es sustituido por los años de condena, de ahí el sobrenombre de Harry. Otros convictos son su irascible compañero de celda, el mongol Gengis Dieciocho; el desquiciado anciano Ben Noventa; el brutal Gran Rojo, un asesino psicópata sentenciado a cien años; y el chivato de los guardias (o “babosas”, como los llaman los presos), Sapo Veintiuno. El jefe de los celadores es el cruel Pusser, que responde directamente ante el siniestro Alcaide Worldwise, quien, tuerto y vestido con una larga capa negra (será que en el espacio exterior refresca), recuerda a un villano de James Bond.

 

Hasta la fecha nadie, independientemente de la duración de su condena, ha salido con vida de High Rock porque el castigo para la mayoría de las infracciones suele ser la muerte, por no hablar de las palizas arbitrarias de los violentos guardias. Tras varios intentos fallidos de fuga, Harry y Gran Rojo lideran una revuelta exitosa que acaba con la estación saliendo de la órbita terrestre hacia Marte, donde esperan reunirse con los rebeldes de la colonia, un viaje que esperan completar gracias a que cuentan con un entorno autosuficiente y suministros para dos décadas.

 

Finley-Day dijo que la inspiración para esta serie la sacó de “Fuga de Alcatraz”, (1979), la película con Clint Eastwood, y la novela “Papillon” (1969), de Henri Charrière. Son ilustres referentes para una historia que, admitámoslo, es bastante del montón y hoy ha quedado muy envejecida. La trama se divide en capítulos de cinco o seis páginas que, aunque cuentan una microhistoria relativamente autónoma, van encadenándose para desarrollar un arco argumental más extenso que transcurre a lo largo de varios meses y que nunca trasciende lo obvio. Piénsese en todos los clichés propios del subgénero de fugas carcelarias y, uno tras otro, los encontrará en “Harry 20”, desde el guardia sádico al cruel alcaide pasando por el interno enloquecido por su confinamiento, el convicto asesino que quiere liquidar al protagonista o el demencial plan de evasión. Y eso que los guiones de los 21 capítulos fueron bastante modificados tanto por alguien de la editorial como por el propio Davis para eliminar momentos particularmente ridículos y/o flagrantemente ofensivos desde el punto de vista de la física elemental.

 

No hay realmente un trabajo mínimamente fino de construcción de mundos o de caracterización. El comic es entretenido, no paran de suceder cosas y el guionista se saca de la manga algunos giros impredecibles, sí, pero los personajes son planos, carecen de arco y, a fin de cuentas, al lector le resulta indiferente lo que les ocurra. Ni siquiera el protagonista tiene el carisma que exige su rol, limitándose a exhibir los típicos rasgos del héroe clásico: noble, valiente, respetuoso con la vida, líder nato, determinado, buen luchador…  Podría disculparse a Finley-Day argumentando que entregas de cinco páginas no permiten grandes desarrollos ni escenas con las que perfilar mejor a los personajes, debiendo dedicar el exiguo espacio a impulsar la historia central (la fuga) lo más rápidamente posible, con la imposición, además, de tener que concluir cada capítulo con un cliffhanger. Por desgracia para Finlay-Day y aunque sea injusto realizar tal comparación, Alan Moore demostró no mucho después (y en la propia “2000 AD”) que todo eso se podía hacer en tan exiguo espacio en “La Balada de Halo Jones” (1984).

 

El auténtico motivo para comprar este comic es su dibujo. Alan Davis, como he dicho, realizó aquí uno de sus primeros trabajos profesionales. De hecho, llevaba tan solo año y medio dibujando comics y eso se nota… aunque no tanto como podría esperarse. No vamos a ver aquí el dibujo pulido, limpio y elegante por el que sería conocido años después, pero, teniendo en cuenta la carga de trabajo que soportaba, la cadencia semanal con la que debía entregar las páginas y que no tenía previsto dibujar todos los episodios del comic, es imposible negar su talento. Dejando aparte algunas figuras anatómicamente mal resueltas y ciertas perspectivas un tanto extrañas (quizá producto del apresuramiento), ya vemos aquí su imaginación a la hora de diseñar personajes, entornos y vestuarios (con excepción del que lleva el Alcaide, absolutamente horrible), encajar múltiples figuras en las viñetas sin dar sensación de desorden, transmitir emociones a través de la expresividad facial y corporal, coreografiar la acción y experimentar con la narrativa y la composición de página para contar lo máximo posible en cada plancha.

 

“Harry 20 en High Rock” es, en definitiva, un comic cuya lectura es recomendable por su dibujo más que por la historia que narra. De manera especial, lo disfrutarán los numerosos amantes del arte de Alan Davis, que aquí podrán confirmar el genio que derrochaba incluso en el comienzo de su carrera.  

 

 

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