A menudo se citan dos obras aparecidas en 1986, “Batman: El Regreso del Caballero Oscuro” y “Watchmen” como catalizadores del gran cambio que por entonces experimentó el género de superhéroes. Pero años antes y en otro país que no era la cuna del mismo ya se había sembrado la semilla de la revolución. En 1982, en Gran Bretaña, apareció en las páginas de la nueva revista “Warrior” un personaje, Marvelman, que años más tarde alcanzaría fama mundial bajo un nuevo nombre, Miracleman, publicado por la americana Eclipse Comics.
Antes de la fiebre del ultrarealismo , el sexo, el cinismo y la violencia que afectó a todos los comics mainstream de superhéroes, el guionista Alan Moore y un puñado de artistas comprometidos ofrecieron con Miracleman un trabajo vanguardista que se anticipó a las posibilidades dramáticas que toda la industria trató más tarde de imponer a la fuerza en sus principales personajes. Fue la primera vez que un superhéroe establecido era llevado al límite de su potencial dramático, el primer superhéroe convertido en dictador benévolo y forjador de una utopía global. Lo que los lectores leyeron en Miracleman fue algo absolutamente nuevo.
Ahora bien, el Marvelman original fue un personaje fruto no del talento o la genialidad sino de la pura necesidad. Pero empecemos la historia por el principio.
Creado por el editor de Fawcett Publications, Bill Parker y el dibujante Charles Clarence Beck,

Sus historias tenían un toque surrealista, con tigres parlantes y un gusano inteligente llamado Mr.Mind, pero fue quizás ese rasgo distintivo lo que conectó con un considerable núcleo de lectores, hasta tal punto que el Capitán Marvel se convirtió en el superhéroe más popular de su época, llegando a vender 1.4 millones de ejemplares por número. Poco después de su debut en “Whiz Comics” obtuvo su propia cabecera (aunque siguió apareciendo en la anterior) y se le añadieron otros personajes que conformaron la Familia Marvel: Capitán Marvel Jr, Mary Marvel –los cuales recibieron también sus propias colecciones-, el Tío Marvel y los Tenientes Marvel.

Y ahora saltamos a Gran Bretaña. A comienzos de los años cincuenta, Len Miller e Hijo era una editorial independiente británica que producía comics de todo tipo de géneros, muchos de los cuales eran ediciones de material americano con algún añadido producido localmente. Los más populares de todos los que publicaba esa editorial eran, precisamente, los relacionados con el Capitán Marvel y su Familia, cuya licencia había comprado a Fawcett. Cuando ésta retiró toda su línea de cómics en América, Len Miller se tuvo que enfrentar al hecho de que debía cancelar también sus títulos más rentables. Desesperado, llamó a Mick Anglo en busca de una solución.
Anglo (nacido Michael Anglowitz) dirigía un pequeño estudio londinense que daba trabajo a

Así, cuando el 31 de enero de 1954 se publicaron los últimos episodios británicos del “Capitán Marvel” y “Capitán Marvel Jr”, en sendos números se incluía una carta del editor anunciando, sin interrumpir la numeración, la retirada de estos héroes y la inminente llegada en el siguiente episodio de otros nuevos: Marvelman (alias Mickey Moran) y Young Marvelman (alias Dicky Dauntless). Los socios de los clubs de admiradores del Capitán Marvel fueron automáticamente traspasados a los clubs recién nacidos de Marvelman.

Aquellos comics originales de Marvelman eran un típico producto de taller. El único objetivo de los creadores era terminarlos rápidamente en fecha y pasar al siguiente encargo –la mayoría de los artistas cobraban una libra por página completa-. Muchas veces, la historia, el dibujo y la

Lo importante de este Marvelman es que fue el primer superhéroe de éxito netamente inglés. A diferencia de los americanos, los británicos siempre han preferido una mayor variedad temática en sus comics y el género superheroico era considerado como algo ajeno, material realizado en Estados Unidos a su gusto y para consumo interno.
En 1960, Mick Anglo abandonó el título, las ventas se desplomaron y dejaron de producirse nuevas historias. Al final, Marvelman y Young Marvelman dejaron silenciosamente de publicarse en 1963 para sumirse en la oscuridad…Y entonces llegaron los ochenta.
En 1981, el editor de Marvel UK (la división británica de la compañía), Dez Skinn, decidió que

Por entonces, un nuevo y joven guionista llamado Alan Moore estaba empezando a llamar la atención en el comic británico gracias a sus historias cortas de la serie “Future Shocks” para la revista líder del mercado local, “2000 AD”, así como algunos trabajos sueltos para “Star Wars” y el “Doctor Who”. Nada hacía presagiar, de todas maneras, la calidad que pronto iba a demostrar en “Warrior”. Y he aquí que se publica la circular de mayo de 1981 de la Sociedad de Ilustradores de Comic, en la que se preguntaba a un grupo de

Fuera que el propio Skinn leyera aquél boletín o que se lo recomendara un amigo mutuo, el guionista Steve Moore, a Alan Moore se le acabó dando la oportunidad de enviar su propuesta para el personaje. Tras leerlo, Skinn se quedó tan impresionado que inmediatamente supo que había encontrado a su nuevo escritor para Marvelman. Moore pretendía modernizar el personaje y anclarlo en el mundo real, una aproximación nueva, atrevida e incluso experimental.
Ya en 1981, la cuestión de la propiedad de los derechos del Marvelman original era, cuando menos, espinosa. Len Miller e Hijo (recordemos, el editor inicial) ya no existía. Skinn se puso en contacto con el creador, Mick Anglo, y le comunicó sus intenciones de revivir al personaje, ya

Cuando Warrior hizo su debut en marzo de 1982, el Marvelman de la portada era para los lectores una figura tan desconocida como el resto del contenido, entre el que se encontraba por ejemplo “V de Vendetta”, del propio Moore y el dibujante David Lloyd (supuestamente, además, ambas series compartían universo, si bien más adelante se aclararía que la segunda transcurría en una línea temporal alternativa). Los lectores respondieron muy bien a esta revisión de Marvelman y la labor gráfica de Garry Leach, que rediseñó al héroe y se encargó del mismo durante los primeros capítulos.
Marvelman no tardó en convertirse en el soporte principal de la revista. Pero sus historias llegaron sólo hasta el número 21 debido a una discusión sobre royalties entre Alan Moore y el dibujante que venía ilustrando la serie por entonces, Alan Davis, con lo cual la trama se interrumpió a mitad del segundo arco, titulado “El Síndrome del Rey Rojo”. Para los dos Alan, su trabajo conjunto en el Capitán Britania por un lado para

Pero mientras tanto y a pesar del aprecio de los fans y los elogios de la crítica, a pesar de la camaradería reinante entre los creadores y la editorial, “Warrior” se canceló. Tras una vida de 26 números, la revista ya no tenía viabilidad financiera. Las ventas nunca habían sido suficientes y aunque los creadores eran propietarios de los derechos, no podían sobrevivir con las reducidas tarifas por página que recibían, significativamente inferiores a las de sus competidores.
Otra piedra en el camino de “Warrior” fueron las cartas intimidatorias que recibieron de un bufete de abogados británico siguiendo las instrucciones de su cliente, Marvel Comics. Resulta que la editorial americana afirmaba que el nombre “Marvelman” se aprovechaba de su marca registrada –no parecía importarles que el superhéroe se creara en los años cincuenta, cuando Marvel se llamaba Atlas Comics-. Estas injustificadas amenazas se añadieron al resto de problemas y

Mientras tanto, en 1985, Moore era una estrella en ascenso en el firmamento de los comics gracias principalmente a su impresionante etapa como guionista de la mencionada “La Cosa del Pantano”. Su sentido poético de la narración y aproximación oscura y violenta al personaje y su entorno hicieron de ésta una de las colecciones más destacables de la década. DC, consciente de la valía del escritor, lo retuvo manteniéndolo ocupado con trabajos aislados en “Green Lantern”, “Omega Men”, “El Vigilante”, “Detective Comics” o “DC Comics Presents”, pero ello no impidió que Moore contactara con otras editoriales. Aquel mismo año, por ejemplo, escribió material para siete números consecutivos del “American Flagg” publicado por First Comics.
Para entonces, Skinn había tratado primero de vender el personaje a las grandes, DC y Marvel. La primera mostró cierto interés por algunos personajes, pero Marvelman no fue uno de ellos (sobre todo porque su nombre recordaba demasiado al de su principal competidora). Por su parte, Marvel no quiso arriesgarse a comprar un personaje al que muchos lectores, debido a su

Rechazado por las dos principales editoriales de comic-book americanas, Skinn se dio cuenta de que ninguna de las independientes se arriesgaría a despertar las iras de Marvel (y las consecuentes demandas) comprando un personaje llamado Marvelman. El principal escollo parecía ser el dichoso nombre, así que no vio otro remedio que cambiárselo si quería tener alguna posibilidad de venderlo. Alan Moore trató de persuadirlo para que en vez de dar ese paso cambiara el título del comic que lo albergaría por el del título del primer episodio, “El Sueño de Volar”. Garry Leach, por su parte, propuso como título el emblema que el héroe porta en su pecho: “MM”. Pero en último término, Skinn no quiso pasar por el trago de tener que convencer a un editor para que comprara un personaje llamado Marvelman y decidió cambiarle el nombre a “Miracleman”.
Skinn le acabó vendiendo el héroe a una editorial radicada en San Diego, Pacific Comics, pero

Eclipse se mostró tan interesada en el personaje que cerraron otro trato para, además de los obtenidos mediante Pacific Comics, comprar los derechos en poder de Quality Communication. A diferencia de los planes de Pacific, que comprendían sólo la reimpresión del material ya existente, Eclipse quería hacer de Miracleman un puntal de su catálogo, un personaje con buen calado entre los fans que garantizara ingresos a largo plazo.

La editorial americana había olvidado recabar el permiso de reedición de Alan Davis, el segundo dibujante –y también propietario- de la serie. Como ya apunté más arriba, Davis y Moore ya habían tenido diferencias respecto a los derechos de los personajes que crearon juntos para el Capitán Britania en 1981. En junio de 1984, Alan Moore –que ya veía despegar su carrera en los Estados Unidos- abandona el Capitán Britania argumentando solidaridad con la editora de Marvel UK, Bernie Jaye, que había sido despedida poco antes. Resentido con Marvel, niega su permiso para reeditar en Norteamérica el material del Capitán escrito por él. Alan Davis, por su parte, era propietario de los derechos sobre el dibujo de esos mismos números y sí que quería embolsarse el dinero que le generaría dicha reedición. Ello generó un desencuentro entre los dos y Davis, quizá como medida de presión o quizá por simple encono personal, negó por su parte el permiso a Eclipse para reeditar su Marvelman.
Bueno, en realidad no es que se lo negara porque Eclipse jamás le pidió autorización y procedió

Disgustado, Davis le cedió sus derechos sobre Marvelman a Garry Leach, lo que hizo que éste controlara la mayor parte del personaje. En 1985, Davis y Leach decidieron no emprender acciones legales contra Eclipse tras asumir que no habían conseguido atraer hacia sí suficientes simpatías a través de su campaña en las revistas especializadas. Las posibilidades de victoria estaban en su contra y abandonaron. Pero incluso sin su oposición directa, Miracleman, como veremos, no quedó libre de enredos legales.
(Continúa en la siguiente entrada)
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