5 feb 2023

LOS VENGADORES EN LOS AÑOS 60 (9)

 

(Viene de la entrada anterior)

 

En los números 23 y 24 (diciembre 65-enero 66) se desarrolla un arco argumental en el que regresa uno de los primeros villanos de los Vengadores, Kang, que se había presentado en el número 8 y reincidido en el nº 11. Ahora, es una nueva formación del grupo, más inexperta e inestable, la que debe hacerle frente.

 

De hecho, en el momento en que comienza la acción, el grupo ni siquiera cuenta con un líder. Como vimos en el número anterior, el Capitán América había abandonado el equipo y sus tres compañeros lo echan a faltar, especialmente la Bruja Escarlata, que solloza en silencio: “¡Cómo echo de menos verlo entrentando en el gimnasio privado! Tan seguro de sí mismo…¡Tan guapo! ¡Para mi era un Vengador de pura cepa!”. ¿Tenían intención Lee y Heck de introducir una subtrama romántica entre la joven hechicera y el superhéroe patriota? ¿O simplemente los sentimientos de ella eran producto de la fascinación que sobre su juventud ejercía alguien con el carisma del Capitán? Este hilo nunca se llevó a término y, como es sabido, los afectos de la Bruja Escarlata acabarían depositados en alguien muy diferente aunque también Vengador.

 

Éste, mientras tanto, encuentra trabajo como sparring de un campeón de boxeo (naturalmente, refrena su auténtica fuerza y habilidades para no delatarse) pero no puede evitar añorar a sus antiguos compañeros, un sentimiento por otro lado incoherente con el resentimiento con el que los había dejado plantados tan solo unas horas o días antes. Es una lástima que Lee no prestara más atención a la caracterización de los personajes y a la interrelación entre ellos porque les hace parecer a todos, Capitán América incluido, como un grupo de adolescentes enfurruñados que continuamente discuten, se arrepienten, se añoran y se reconcilian para luego volver a empezar el mismo ciclo tóxico.

 

Y aquí entra en juego Kang, que desde el futuro y gracias a su superior tecnología, ve cómo el abandono del Capitán ha debilitado enormemente al grupo. ¿Qué mejor ocasión para vengarse tras sus dos derrotas previas? (no parece importarle que los tres Vengadores ahora activos no tuvieran nada que ver con sus derrotas). Utilizando una máquina del tiempo invisible que coloca sobre el nivel superior de la Mansión, deja fuera de combate a Ojo de Halcón, Mercurio y la Bruja Escarlata y se los lleva a su propio tiempo. En esa lejana época, Kang ha conquistado la galaxia, pero ha permitido que un reino conserve su libertad. Y ello porque está enamorado de Ravonna, la hija de su monarca. Es un amor no correspondido y cuando a Kang se le agota la paciencia, lanza un ultimátum: o Ravonna se casa con él o sus huestes arrasasarán el reino.

 

Wanda libera a sus compañeros haciendo uso de su poder y los tres se abren paso a través del complejo de Kang hasta que éste los vuelve a inmovilizar… excepto a Mercurio, que en esta ocasión sí resulta ser demasiado veloz para él. Y en este punto hace su triunfal reentrada el Capitán América, que habiendo escuchado por la radio la desaparición de los Vengadores y abandonado su nuevo empleo, se dirige a la Mansión y, utilizando un invento de Stark, ve lo que ha ocurrido y deduce que Kang ha sido el responsable. Asumiendo que el villano lo está observando, le desafía. Ravonna, por su parte y viendo una oportunidad, manipula a Kang para que acepte el desafío y le demuestre que es digno de su amor. Como villano de opereta que es, éste acepta, transporta al Capitán al futuro y se enfrenta a él y a Mercurio en una especie de circo de gladiadores.

 

Kang vence a sus contrincantes, pero Ravonna le insta a que se enfrente a continuación a los otros dos Vengadores, ahora de nuevo listos para el combate. Kang, sin embargo, ha tenido suficiente y presiona a la bella princesa para que le de una respuesta de inmediato a su propuesta matrimonial. Cuando no lo consigue, ordena a sus tropas que ataquen el reino y los Vengadores se aprestan para la batalla.

 

El segundo número del arco argumental empieza con la batalla y las consecuencias inmediatas de la misma. El Capitán América lidera las defensas del reino, pero nada pueden hacer los Vengadores contra los ejércitos de Kang. Mercurio salva de la muerte a una madre y su hijo resultando herido. Sin saberlo sus compañeros, la mujer lo esconde en su casa y atiende sus heridas. Entretanto, el Capitán, la Bruja Escarlata y Ojo de Halcón hacen un último intento de resistencia en el salón del trono, pero son finalmente reducidos y condenados a muerte. 

 

Y aquí es cuando las cosas se empiezan a torcer para el villano. Cuando ordena que comiencen los preparativos para su boda con Ravonna, sus comandantes, encabezados por Baltag, insisten en que se respete la tradición que dicta la muerte del rey y su hija. Kang se niega, sus tropas lo interpretan como un signo de debilidad y se alzan contra él liderados por Baltag.

 

Kang escapa y, en un irónico giro de los acontecimientos, recluta a los tres Vengadores cautivos para que, con la colaboración de ciudadanos leales, le ayuden a salvar a Ravonna de la muerte. Baltag, entretanto, demuestra ser tan mal líder que sus hombres no tardan en echar de menos a su predecesor, que no tarda en tomar el palacio y recuperar el control de su armamento.

 

El villano hace honor a su promesa de liberar el reino y jura además no acosar a Ravonna en lo sucesivo, pero justo cuando ha enviado a los Vengadores de vuelta a su propia época, Baltag trata de asesinarlo y, en otro dramático giro, Ravonna, que en el fondo siempre había admirado la determinación de Kang y ahora le ha demostrado ser un hombre de honor, se interpone en el disparo y sacrifica su vida por él.

 

Estos dos números coincidieron con otros tantos eventos importantes para Marvel. Por una parte, en el Bullpen Bulletin se anunció el fichaje de Roy Thomas, un fan acérrimo de los comics de superhéroes que había empezado en DC y que, harto del maltrato al que le sometía el editor Mort Weisenberg, no tuvo muchos problemas en convencer a un Stan Lee cada vez más abrumado de trabajo, para que le contratara como chico para todo. Sobre Roy Thomas tendremos oportunidad de profundizar más adelante dado que fue el guionista de la siguiente y reconocida etapa de la colección.

 

Por otra parte, el número 23 de los Vengadores supuso el debut de John Romita en Marvel, en este caso entintando los lápices de Heck. Su estilo, que añade peso y definición a la labor del dibujante titular, es ya inmediatamente reconocible, especialmente en los primeros planos de las cabezas femeninas. Romita no iba a tardar mucho en convertirse en uno de los pilares gráficos de Marvel gracias sobre todo a su excelente trabajo en “Amazing Spiderman”.

 

Desgraciadamente, la participación de Romita no arregla una historia que, teniendo un gran potencial, acaba siendo un desastre. Tenemos un villano que puede viajar en el tiempo, un entorno localizado fuera de nuestra época, una tragedia romántica, el destino de un reino en juego, combates singulares y batallas multitudinarias, rebeliones, huidas…. Con esos ingredientes y unas décadas después, un guionista medianamente capaz de Marvel habría podido construir una saga “descomprimida” de gran ambición y rebosante de épica.

 

Pero a mediados de los años sesenta, ni siquiera Stan Lee se tomaba muy en serio lo que hacía o, al menos, no pensaba que sus lectores, presumiblemente chicos preadolescentes, apreciarían mayor sofisticación que la que ofrecía. Había que narrar deprisa y con la menor complicación posible para restaurar al término de cada aventura el status quo inicial. A ello hay que sumarle el poco interés que Stan Lee tenía en los guiones de la colección, una desgana que no podía compensar un Don Heck carente de la chispa creativa de Kirby o Ditko y al que le costaba desarrollar los guiones esquemáticos que aquél le suministraba. Basta recordar que en aquellos mismos meses Kirby estaba creando a los Inhumanos, Galactus, Silver Surfer y Pantera Negra, en unas historias que sobrepasan con mucho a esta de Los Vengadores tanto en conceptos como en guión y ejecución gráfica.

 

En esta dupla de números, por ejemplo, todo ocurre sin explicación ni coherencia. No se aclara por qué en el lejano futuro que se nos describe aún existe una sociedad feudal. Tampoco las localizaciones espaciales están claras: Kang trata de conquistar el reino de Ravonna pero parece que su visor y máquina temporales se hallan en el interior del palacio de ésta, como también su inmensa base repleta de trampas y su ejército de sicarios. Si la capital ya está ocupada por Kang, ¿para qué amenazar luego con invadirla?

 

La caracterización es igualmente pedestre. El Capitán América, por ejemplo, desempeña un muy pobre papel como líder y estratega al frente de la resistencia. Y en cuanto a Ravonna, tras ser el blanco de la turbia obsesión de Kang y ver a su pueblo agredido y sometido, descubre en el desenlace una pasión y entrega bien escondidas hasta ese momento en un giro edulcorado no sólo forzado sino incluso irritante. Por no hablar de estupideces como el artilugio de Stark para recrear el pasado o el plan de Kang consistente en ocultar su máquina del tiempo como piso superior de la Mansión. La narración es muy rápida, sí, pero la sensación es la de estar viendo una serie de instantáneas inconexas en lugar de una historia fluida.

 

Y, por si fuera poco, Lee siguió embarullando aún más todo lo relativo al pasado y futuro de este personaje cuando durante una de sus batallas con los Vengadores se recuerda a sí mismo lo cercana que es su relación con el Doctor Muerte. En “Cuatro Fantásticos” nº 19 (octubre 63), que transcurría en el Antiguo Egipto, el faraón Rama Tut les contaba a los héroes que su origen estaba en el siglo XXX, desde donde había retrocedido en el tiempo utilizando una máquina encontrada entre unas ruinas y que había pertenecido a un antepasado suyo. En “Vengadores” nº 8 (sept. 64), Kang decía ser la misma persona que Rama Tut. En el camino de regreso a su siglo XXX, de alguna forma se había desviado hasta el siglo XL, donde conquista la desolada Tierra bajo su identidad de Kang. Y en algún momento entre todo ese lío temporal, según afirma, conquista toda la galaxia.

 

Mientras tanto, en el Anual nº 2 (julio 64) de los Cuatro Fantásticos, se descubre que el Doctor Muerte era ese antepasado inventor de la máquina del tiempo, algo confirmado por el propio Kang en una de sus meditaciones en “Vengadores” nº 11 (diciembre 64). Pero este resumen deja al margen otras informaciones contradictorias dispersas por todos estos comics, como que Rama Tut venía del siglo XXV mientras que Kang tenía su base original en el XXX; o la sugerencia de que Rama Tut y el Doctor Muerte podrían ser la misma persona. Se tardaría mucho en “solucionar” esos problemas de coherencia y continuidad. En “Cuatro Fantásticos” nº 273 (diciembre 84), John Byrne nos revelaría que Rama Tut/Kang nació en realidad en el futuro de una Tierra Alternativa y que el antepasado inventor de la máquina del tiempo había sido nada más y nada menos que Nathaniel Richards, padre de Mister Fantástico.

 

Por otra parte y a pesar de las apariencias, Ravonna no está muerta. Roy Thomas la recuperaría para el número 69 (octubre 69), revelando que Kang la tenía en animación suspendida hasta que pudiera revivirla. Después, la princesa iría moviéndose entre universos alternativos cuyo destino estaba íntimamente ligado a Kang e Inmortus.

 

Y ya que ha salido el nombre del Doctor Muerte, éste va a ser precisamente el siguiente enemigo al que deberían plantar cara los Vengadores en el número 25 (febrero 66), una de las peores historias de esta etapa. Tras haberse visto las caras con los viejos enemigos del equipo (el Hombre Topo, la Encantadora y Kang) y algunos nuevos (el Espadachín y Powerman. Al Comisario es mejor olvidarlo) el cuarteto se enfrenta ahora a la némesis del otro gran grupo de la época, Los Cuatro Fantásticos.

 

Desde su pequeño reino centroeuropeo de Latveria, el Doctor Muerte observa el retorno de los Vengadores tras su aventura contra Kang en el futuro. Como es habitual en él, habla consigo mismo sobre su rivalidad con Mr. Fantástico y el embrollo que lo une a Kang y que ni siquiera Stan Lee tenía claro ya: “En todo el mundo sólo Reed Richards me iguala… Por eso jamás descansaré hasta destruirlo. Y sólo uno me supera… ¡Porque tiene a su disposición todos los conocimientos científicos del futuro remoto! No es otro que Kang, el Conquistador. ¡Mi propio descendiente! ¿O no es mi descendiente? ¡Al ser maestro del viaje temporal, ha venido repetidas veces a mi época…y más allá! Y así, ha provocado un tortuoso enigma…¿Y si él y yo somos la misma persona? Kang podría ser el Dr. Muerte del futuro…¡Y yo podría ser el Kang del pasado!”. En cualquier caso, lo que decide, en otro ejemplo de plan tan retorcido como absurdo y destinado al fracaso, es utilizar a los Vengadores como cebo para atraer a los Cuatro Fantásticos a Latveria y derrotarlos (una versión de lo que ya había intentado el Mandarín en el número 20). Esto implica, claro, enfrentarse en solitario no sólo a un supergrupo, sino a dos…  

 

Mientras tanto, en la Mansión, el ambiente sigue pareciendo el de un instituto de adolescentes con las hormonas traviesas. Las ya habituales tensiones alcanzan una nueva dimensión cuando además de los celos profesionales aparecen los sentimentales. Y es que Wanda sigue sintiéndose atraída por el Capitán América: “¿Qué tendrá Steve Rogers que me resulta tan atractivo…? ¿Será porque alberga un trágico secreto… una tristeza oculta? ¿O estoy confundiendo la compasión con el amor incipiente?” Sus lánguidas miradas al Capitán avivan los celos de Ojo de Halcón, que ya no sólo ambiciona posicionarse como líder del equipo sustituyendo a aquél, sino impresionar a Wanda.

 

Muerte envía a Wanda y Pietro una carta supuestamente escrita por una tía a la que los huérfanos nunca conocieron y que les invita a visitarla en Latveria. Naturalmente, se sienten emocionados por ese descubrimiento y acceden a viajar para encontrarse con ella. Recordemos que la Bruja Escarlata y Mercurio no sabían por entonces nada sobre sus orígenes. Fueron creados en 1964 dentro de la colección de los “X-Men”, pero no sería hasta 1982 que se confirmaría su parentesco con Magneto tras haber ido dejando pistas aquí y allá a lo largo de los años.

 

Habida cuenta del mal clima que reina en el grupo (en apenas cuatro páginas ya se han producido dos trifulcas en su seno), es sorprendente que todos decidan viajar juntos a Europa vestidos de civil… tanto como que sólo se den cuenta de dónde están cuando la policía los encarcela nada más llegar: “¡Acabo de recordar algo! ¡Algo en lo que deberíamos haber caído antes! A causa de la emoción, no nos paramos a preguntarnos quién gobierna en Latveria!”. Un “descuido” que no dice mucho sobre la capacidad de ninguno de ellos, y especialmente del Capitán América, como defensores de la libertad.

 

Tal y como esperaba Muerte –no podía ser de otra manera tratándose de una celda ordinaria-, los Vengadores escapan fácilmente de su cautiverio sólo para encontrarse con que todo el país ha sido rodeado por una semicúpula de energía infranqueable cuyo propósito original había sido protegerlo de un ataque nuclear pero que ahora le sirve a Muerte para dejar a los héroes atrapados hasta que los Cuatro Fantásticos lleguen en su ayuda. Los Vengadores invaden el castillo de su adversario, pero este les mantiene a raya hasta que una flecha de Ojo de Halcón –aunque no se explica, el dibujo da a entender que cargada con ácido- daña su armadura y le obliga a retirarse temporalmente.

 

Los Vengadores se repliegan a una cueva para trazar un plan. Mientras tanto, los Cuatro Fantásticos, enterados de los apuros en los que se hallan sus colegas, se aprestan a volar hasta Latveria pero el gobierno de los Estados Unidos se lo impide con un argumento harto peregrino teniendo en cuenta los desmanes que ya había cometido Muerte en suelo norteamericano: “¡Se trata de un asunto internacional muy delicado, sr.Richards! ¡El Doctor Muerte es jefe de Estado de una nación aliada! No podemos permitir que unos ciudadanos provoquen una nueva crisis diplomática!”. Calificar a Latveria de nación aliada, no deja de tener su gracia, pero Reed Richards, siempre tan cordial con las autoridades, accede a abandonar a los Vengadores a su suerte (y menos mal que así fue, porque mientras éstos estaban en Latveria, Galactus llegó por primera vez a la Tierra –en “Cuatro Fantásticos” 48, marzo 66-, encontrando en Mr.Fantástico y compañía a unos dignos oponentes)  

 

Una madre acude a Muerte para suplicarle que abra la barrera para poder llevar a su hijo enfermo al país vecino, donde podrán operarle. Pero el soberano se niega. Esta escena es contemplada por Mercurio, que informa a sus compañeros. Se dan cuenta de que mientras ellos estén escondidos y a la defensiva, Muerte mantendrá la cúpula activada, sacrificando a cuantos ciudadanos sea necesario para salirse con la suya. Así que deciden tomar la iniciativa y vuelven al castillo de su enemigo para tratar de encontrar la maquinaria de control de la barrera, objetivo que logran mientras combaten otra vez con Muerte ahora ya como un auténtico equipo. Conseguido su propósito, con ayuda de una flecha de humo de Ojo de Halcón, se escabullen fuera del reino. Una vez fuera de su alcance, Muerte ya no tiene motivos para mantener la cúpula y la desactiva.

 

Un desenlace que no dice gran cosa de los Vengadores: se limitan a huir del enemigo y dejar al tirano en su puesto. Pero tampoco del Doctor Muerte, un villano que había demostrado ser muy peligroso y perfectamente capaz de someter a los Cuatro Fantásticos (e incluso a Silver Surfer, como se vería al cabo de pocos meses), pero que aquí pasa verdaderos apuros para enfrentarse a unos Vengadores de poder bastante reducido y con un intelecto a mucha distancia del suyo.

 

En cualquier caso, no será la última vez que se cruzarán sus caminos, llegando incluso en una ocasión Muerte a derrotar a los Vengadores por completo y dominar el mundo entero (en la novela gráfica nº 27, “Emperador Muerte”, 1987). En 1999, en el número especial “Vengadores 1.5”, se hizo un ejercicio de retrocontinuidad en virtud del cual se colocó a Muerte como uno de los primeros villanos del equipo original, algo irrelevante e innecesario porque ninguna de las dos historias, la antigua y la más moderna, volverán a mencionarse otra vez en la colección. Ni siquiera el interés de Muerte en Kang acabará llegando a parte alguna porque los dos personajes se encontrarán en muy raras ocasiones.

 

Este primer choque entre Los Vengadores y el Doctor Muerte debería haber sido un momento épico pero la combinación de un guion desganado y un dibujo muy torpe (el entintado de Dick Ayers no le hace ningún favor a Heck) dan como resultado una entrega mediocre y olvidable. Algunas de las pullas entre los héroes han envejecido mal (Ojo de Halcón está aquí especialmente desagradable); la idea de que quizá debieran rendirse a Muerte para salvar la vida del muchacho enfermo es interesante pero el Capitán América la rechaza inmediatamente. Y el propio Muerte no pasa de ser un villano genérico que no pone en demasiadas dificultades al equipo. De hecho, quien lo neutraliza en ambas batallas es Ojo de Halcón utilizando sus flechas trucadas.  

 

Como únicos puntos de interés podemos destacar, en primer lugar, que sea la primera vez que se muestra alguna señal de descontento entre los latverianos. Aunque todos dan efusivas muestras de amar inmensamente a su soberano, uno de ellos, algo más maduro, piensa: “¡Necios ciegos! ¡No comprenden que a Muerte le trae sin cuidado su pueblo! ¡Simplemente representa un papel para lograr sus fines! ¡En realidad, es el diablo encarnado! ¡Ojalá los simples campesinos se dieran cuenta!”. Más interesante aún es que Muerte sea consciente de esos síntomas de disidencia por parte de cierto sector de su pueblo, pero decida no tomar medidas violentas.

 

Y el segundo punto digno de mención es el corto diálogo entre el Capitán y Mercurio acerca de algunos temas suscitados por la propia situación en la que se encuentran los Vengadores: “¡No debemos descuidarnos ni un solo momento!”, dice el Capitán, “El Doctor Muerte es la ley aquí… y legalmente somos prófugos de la justicia”. A lo que Pietro responde: “¿Pero qué clase de justicia?”. La distinción entre ley y justicia y la obligación o no de obedecer una ley injusta son cuestiones a las que el Capitán se enfrentará una y otra vez a lo largo de su carrera como superhéroe.

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


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