29 mar 2019

1991- VIAJE AL CORAZÓN DE LA TORMENTA – Will Eisner


Will Eisner ocupa un merecido puesto de honor en el panteón de los genios del comic. Espíritu inquieto e innovador, creó en los años cuarenta uno de los más famosos detectives de las viñetas, “Spirit”, al tiempo que experimentaba con el lenguaje gráfico. Tras eso, se dedicó durante muchos años a los comics educativos, la historieta satírica y fue ya a finales de los setenta cuando, aprovechando un periodo de estabilidad económica, se decidió a llevar adelante un proyecto con el que continuar explorando las posibilidades narrativas del comic, sacándolo del ghetto de los géneros populares (una tendencia que ya había iniciado el comic underground).



Eisner vio el potencial de los comics para contar historias complejas de tal forma que fueran accesibles para todo el mundo y utilizó dibujos sencillos para narrar ficciones muy sofisticadas. Cualquiera puede coger un comic y hacerse una idea de lo que cuenta tan sólo mirando las ilustraciones; y ésa fue la razón por la que durante tanto tiempo fue este un medio despreciado y relegado a los niños y jóvenes. Sin embargo, los comics pueden contar todo tipo de historias: adultas e infantiles, fantásticas o realistas, sencillas o complicadas. Los que hemos crecido leyendo y amando los comics lo sabemos, pero hicieron falta décadas y genios pioneros como Will Eisner para demostrárselo al gran público. Y así, en 1978, publica “Contrato con Dios” (1978), con un formato de libro destinado a puntos de venta generalistas y una historia claramente madura y alejada de los estereotipos. A partir de ese momento, Eisner ya no abandonará esa senda. Seguirían obras como “Vida en Otro Planeta” (1978), “Crepúsculo en Sunshine City” (1986), “El Soñador” (1986), “El Edificio” (1987) o la que ahora nos ocupa, “Viaje al Corazón de la Tormenta”.

Con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial en 1941, el joven Willie es llamado a filas y viaja en tren rumbo al sur, hacia el campamento en Florida donde será adiestrado antes de entrar en combate en Europa. Durante
el trayecto, mirando por la ventanilla, ve gentes, lugares y objetos que le retrotraen a momentos pasados de su vida. Es en ese viaje al corazón de la tormenta, a la guerra y a lo desconocido, el momento en el que mira atrás y reflexiona sobre sus experiencias y las de sus padres.

Eisner está aquí en plena forma artística. Sus planchas se suceden con inmejorable fluidez producto de la confianza de un autor que domina su lenguaje. Las expresiones de los rostros, los cuerpos, las tipologías anatómicas…están perfectamente plasmadas con tan solo un puñado de líneas trazadas con elegancia y colocadas en el lugar adecuado. Por otra parte, en este punto de su carrera Eisner ya no necesita las viñetas como espacios claramente delimitados y autónomos dentro de una página. Difumina los límites entre escenas, las funde y utiliza los espacios de luz y sombra o efectos como el humo o la lluvia para crear atractivas composiciones y conectar las escenas. Su talento narrativo es tal que atrapa la mirada y la desliza velozmente plancha tras plancha sin que el lector se de cuenta de la inmensa variedad y originalidad de composiciones y efectos que utiliza. Y ello es porque sabe usar las herramientas a su disposición no para exhibirse y sorprender al lector sino al servicio
de la historia que está contando. Sabe perfectamente que “menos es más”, y utilizando los recursos a su alcance y simplificando el dibujo en su grado justo, consigue introducirnos de lleno en el ambiente de sus historias

Todo el comic está estructurado en base a flashbacks y elipsis, mecanismos que en manos menos capaces pueden despistar al lector pero que Eisner utiliza con habilidad. El primer y mayor flashback es el de Willie recordando su vida hasta ese punto en el tren y dentro de él transcurre la trama, a veces dando saltos de meses o incluso años. Asimismo, dentro de ese flashback principal se insertan otros dos de extensión moderada en los que se cuentan respectivamente las historias de su padre y su madre, historias que ellos le refieren a Willie en diferentes momentos.

El argumento de “Viaje al Corazón de la Tormenta” sorprende quizá menos que su dibujo en el sentido de que es algo que hemos leído o visto ya muchas veces. Eisner comentó en su momento: “Comencé este libro con la intención de escribir una novela gráfica sobre lo que yo creía era la “biología del prejuicio”. En lugar de utilizar árida documentación histórica pensé que sería más interesante aportar mi propia experiencia personal. Cuando llevaba un tercio del comic me di cuenta de que estaba haciendo una autobiografía. Me dio que pensar porque escribir un relato revelador sobre la vida de uno mismo requiere un valor considerable. Me llevó un año completarlo y al final resultó ser un periodo de intensa terapia. Tuve que enfrentarme a recuerdos poco fiables y el poso de culpa sobre lo justa y fielmente que retrataba a seres queridos”.

Se trata, por tanto, de una crónica autobiográfica de la infancia y juventud de Eisner en la Nueva York de los años veinte y treinta, centrándose en los prejuicios antisemitas a los que continuamente tuvieron que enfrentarse él y su familia. El racismo está presente a todos los niveles: los alemanes inmigrantes que se enorgullecen del ascenso de su patria en alas del nazismo sin importarles que algunos de sus compatriotas judíos queden marginados; los maltratos sufridos a manos de otros americanos de distintos ascendientes (irlandeses, polacos, italianos…), ya sean pilluelos de barrio o profesionales asentados; la
crueldad racista de los adolescentes…pero tampoco los propios judíos están exentos del pecado de la intolerancia. Su madre, por ejemplo, no soporta el que su marido, su hijo o su hermanastra se relacionen con gentiles y lleva mal vivir en barrios donde no se siente entre los suyos; o el caso de los inmigrantes judíos de Alemania, que miran con desprecio a los que provienen de países eslavos.

En el tren en el que viaja Willie de camino a la guerra, otro soldado se pregunta en voz alta cómo un ejército puede esperar ganar cuando está formado por hombres como ellos: un dibujante y el editor ya madurito de un periódico turco. Es éste quien le responde que son precisamente hombres como ellos los que siempre luchan en las guerras. Guerras que, a menor escala, también se libraban en las calles del propio Estados Unidos. Eisner refleja muy bien cómo aunque Nueva York se hallaba a miles de kilómetros de Berlín, muchos de los prejuicios raciales y religiosos, conflictos e injusticias
que allí se daban no eran más que ecos de lo que a mayor escala sucedía en Europa. Los pequeños odios cotidianos, los susurros y rumores malintencionados, los abusos, los clubs privados para socios de la misma raza o extracción social, los barrios segregados…todo ello es como una antesala de lo que podría ocurrir o de lo que, de hecho, ya estaba sucediendo al otro lado del Atlántico.

El cariño y respeto de Eisner por su padre es más que evidente, aunque ello no es óbice para que sepa reconocer sus defectos. Hombre afectuoso y optimista que intentó adaptarse, se casó por mera conveniencia y en vez de continuar la carrera artística que empezó en su Austria natal se empeñó en labrase un camino como hombre de negocios al estilo americano aun cuando los fracasos se sucedían sin cesar. Al menos, supo apoyar el talento artístico de su hijo, que no siguió sus pasos y perseveró hasta convertirse en un exitoso profesional del comic. No fue el único aspecto en el que Eisner no siguió los consejos de su padre. Tras una pelea con un muchacho y la visita amenazadora del padre de éste a casa de los Eisner, su padre le demuestra cómo lidia él con la agresividad: exhibir una aparente sumisión, un silencio que desarme al oponente. En cambio, Will Eisner, llegado el momento y pudiendo haberse librado del reclutamiento, opta
por renegar de esa actitud pasiva y victimista, acudir a filas y luchar en Europa contra Hitler. No quiere perpetuar el pecado de sus padres y dejar pasar las injusticias que, sin respuesta, sólo empeorarán hasta devorarlos a todos.

Su madre, Fannie, por el contrario, es retratada bajo una luz menos complaciente como una mujer agobiada y maltratada por la vida. Su pasado es narrado en un flashback descorazonador que no puede sino hacer que el lector entienda por qué esa mujer se ha convertido en alguien continuamente temeroso del futuro e incapaz de ser feliz, recriminando perpetuamente a su marido su incapacidad en los negocios y autocompadeciéndose en arranques histéricos que corrompen la armonía familiar. Proveniente de una familia rota es esclavizada por su hermanastra quien, además, mina activamente una autoestima ya muy agrietada por su poca educación y la baja extracción social. Como el de su marido, su matrimonio fue también de conveniencia, en su caso, por la necesidad de salir de la casa de su hermana y el miedo a envejecer soltera.

Las historias de ambos progenitores son verdaderamente amargas, historias de gente encasillada socialmente –y, por tanto, económicamente- por ser judíos y que pese a todos sus esfuerzos por ganarse el Sueño Americano fracasan una y otra vez. El padre de Willie, como apunté, empezó a labrarse una carrera como pintor en la Viena de principios de siglo, una capital efervescente de arte y buen vivir. Pero cuando estalla la Primera Guerra Mundial y para evitar ser reclutado, emigra a Estados Unidos. Cuando su nuevo país entra en el conflicto, vuelve a verse en peligro de acabar en el ejército y se casa con Fannie, quien le presiona para que abandone sus intereses artísticos y se embarque en una serie de trabajos que, por cuenta ajena o propia, siempre naufragan sin importar ni su optimismo ni el empeño que ponga. Su padre es a menudo retratado como un hombre roto, marginado por su religión y atrapado en un perpetuo ciclo de pobreza. Siempre que parece que su vida y la de su familia va a cambiar a mejor, sus sueños se ven frustrados.

Los hermanos pequeños de Eisner, en cambio, aparecen muy desdibujados –literal y
figuradamente-. Más atención presta a sus recuerdos de las primeras experiencias con chicas, algunas satisfactorias como la que tiene con Helen, hija de un judío ruso y revolucionario cuyo negocio es víctima del racismo; otras amargas, como con esa Heidi, adolescente hija de inmigrantes alemanes que tras sentirse atraída por él lo desprecia al enterarse de que es judío; y otras, en fin, sólo picantes, como la divertida experiencia con la tía de su amigo Buck.

Si algún defecto puede encontrársele a este comic son sus puntuales estallidos de sensiblería y un tono exageradamente melodramático que se extiende a su dibujo. Expone maravillosamente bien las luchas cotidianas de su familia para sobrevivir, pero sus personajes y situaciones a veces caen en lo estereotipado y su retrato de las emociones –como esos ojos llorosos mirando al cielo- bordean el cliché. No obstante y dado que tampoco nadie critica a Shakespeare por recurrir a tópicos, podemos decir que el resultado global de “Viaje al Corazón de la Tormenta” es muy satisfactorio, quizá el mejor trabajo autobiográfico de Will Eisner, una obra vívida, sincera y sentida en la que combina su maestría narrativa y gráfica con el tratamiento de temas universales como las miserias de la pobreza, las barreras sociales, los prejuicios y el racismo, la herencia espiritual de la familia, la aceptación o rechazo de las raíces, la forma en que recordamos nuestra infancia y cómo nuestras vivencias más tempranas moldean nuestra personalidad.



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