(Viene de la entrada anterior)
Tras doce números, el equipo creativo integrado por los ingleses Warren Ellis y Bryan Hitch, es sustituido por dos escoceses, el guionista Mark Millar (que por entonces había empezado a llamar la atención en series como “Ultimate X-Men” o “Superman Adventures” por las que recibiría sendas nominaciones como Mejor Guionista al Premio Eisner en los años 2000 y 2001) y el dibujante Frank Quitely.
Ambos mantuvieron el tono gráfico y conceptual de
sus predecesores (espectaculares viñetas, violencia explícita), añadiendo
además a los personajes una actitud irreverente y hasta revolucionaria que los
llevó, ahora sí, a intentar cambiar el mundo luchando contra la injusticia
social e incluso contra el status quo, sin importarles traspasar líneas
aparentemente infranqueables. Con la llegada de Millar, la serie se vuelve aún
más cínica y paródica, aumentando el nivel de violencia y contenido sexual al
tiempo que utilizando un tono gamberro e irreverente para desmitificar los
conceptos clásicos del género. A pesar del creciente malestar que sentía DC con
el trabajo de Millar en este título, este polémico análisis del papel del
superhéroe volvió a gozar del favor tanto de los fans como de la crítica.
Esta etapa se estructura de la siguiente manera:
En “Natividad” (nº13-16), el grupo, ahora bajo la
dirección de Jack Hawksmoor, intenta sin éxito hacerse con Jenny Quantum, el
recién nacido Espíritu del Siglo XXI, que ya ha demostrado ser más poderosa de
lo que nunca lo fue Jenny Sparks. En cambio, la bebé ha sido secuestrada por un
malvado supercreador de héroes, el Dr.Jacob Krigstein, quien desea tener a
Jenny en su poder para así modelar el siglo de acuerdo a sus ideas. Al final,
Jenny llega a un acuerdo de custodia "compartida" con Krigstein, a
quien se le instala en un laboratorio en el Transporte y se le deja ejercitar
su imaginación reformando las dictaduras que The Authority derroca.
El personaje de Jacob Krigstein, un genio científico que diseña superhéroes para el gobierno de los Estados Unidos, está basado en Jack Kirby (cuyo auténtico nombre era Jacob Kurtzberg), creador de muchos personajes hoy legendarios. El ejército de "héroes" de Krigstein incluye versiones deformadas del Universo Marvel, concretamente de los Vengadores: el Comandante (Capitán América), Tank Man (Iron Man), Storm-God (Thor), Hornet (Avispa) y Titan (Hombre Gigante).
En “Tierra Infierno” (nº 17-20), The Authority se
enfrenta al mismísimo planeta que, tras causar una serie de apocalípticas
catástrofes, está a punto de invertir los polos magnéticos, lo que tornaría el
mundo inhabitable para los humanos. La situación ha sido provocada por un
antiguo Doctor renegado. A cambio de una hora de su antiguo poder, el villano
accede a salvar a la Humanidad. Sin otras opciones, The Authority evacúa toda
la población de la Tierra hacia dimensiones alternativas con las que llega a
acuerdos. El renegado cumple su promesa de detener la catástrofe, pero también
a punto está de aniquilar con su poder al grupo antes de quedar en estado de
shock al empatizar con todas las criaturas vivientes que han quedado en el
planeta. Apollo e Ingeniero lo ejecutan y los terrestres pueden regresar de
nuevo a su hogar.
“Todas las Fiestas del Mañana” (nº 21) es un interludio en el que Jackson King y Christine Trelane asisten a una fiesta en el Transporte. Este episodio sirve de puente para la nueva colección de “The Monarchy”, que pretendía aprovecharse del tirón comercial de “The Authority” pero que no pasó de la docena de números.
En “Un Mundo Feliz” (nº 22), cansadas de las
amenazas e interferencias de Authority a sus planes y políticas, las naciones
del G7 deciden reemplazarlos por un grupo sometido a sus intereses. Envían a su
arma secreta, una monstruosidad de laboratorio superpoderosa llamada Seth que
consigue neutralizar a todos los miembros del equipo excepto a Midnighter, que
escapa con Jenny.
Debido a un confuso calendario de publicación, el
arco argumental “Transferencia de Poder” (nº 23-26) se publicó interrumpiendo "Un
Mundo Feliz” con el fin de darle tiempo a Millar a reescribir la segunda parte
de aquél arco obligado por las presiones de la editorial. Esta historia fue
escrita por Tom Peyer y dibujada por Dustin Nguyen. Tras la desaparición del
Authority original y, con ellos, sus ideales, quienes los sustituyen resultan
ser unos individuos absolutamente indecentes que trabajan bajo las órdenes de
los países más poderosos del mundo, sin cuestionarse la moralidad de sus
instrucciones en tanto puedan disfrutar de todo lo que deseen. Los nuevos
miembros poseen poderes equivalentes a los del equipo original e incluso sus
nombres son variaciones de los de aquéllos: El Coronel (Gran Bretaña), Rush
(Canada), el Cirujano (Francia), Machine (Japón), Teutón (Alemania), Last Call
(Italia) y Street (USA).
En su primer viaje en el Transporte, el nuevo grupo descubre en una de sus inmensas estancias los cadáveres de miles de refugiados que los anteriores miembros de Authority habían acogido abordo. Cuando ven que esa masacre ha sido responsabilidad suya y encontrando todavía algunos de ellos vivos, los expulsan al espacio exterior, a una dimensión llamada Re-Espacio, sólo para descubrir más tarde que ese plano dimensional permite a la gente reimaginar su mundo. Los antiguos refugiados dejan a todos los líderes del G7 y los miembros de la élite económica despojados de su riqueza, atacan el transporte y reinventan the Authority, transformando a los "nuevos miembros" en los antiguos. Pero la homofobia de Last Call resurge cuando el nuevo Apollo le toca, liberándose y volviendo a la Tierra tal y como estaba en un principio.
Después del interregno de “Transferencia de Poder”,
continúa la saga "Un Mundo Feliz” (nº 27-29), mostrándonos a los antiguos
miembros de Authority forzados a llevar unas vidas degradantes. Midnighter, el
único que consiguió escapar, se infiltra en el Transporte, libera a Apollo y,
entre los dos, acaban con el resto de los nuevos Authority -a excepción de
Seth, que consigue escapar-. El equipo original se reúne de nuevo, pero Seth
los vuelve a derrotar. Sólo queda a salvo el bebé Jenny, que pronuncia la frase
subhipnótica que revierte a Seth a su forma humana, ahora fácil de derrotar. La
historia, y el primer volumen de The Authority, termina con la boda de Apollo y
Midnighter y su adopción de Jenny.
Este último arco escrito por Millar fue en el que
tuvo que encajar un mayor grado de censura. Frank Quitely renunció a continuar,
irritado por los cambios que la editorial había efectuado en sus planchas
originales sin consultárselo y empezó a colaborar con Grant Morrison en “Los
Nuevos X-Men” para Marvel. Su sustituto fue Arthur Adams, que tampoco se libró
de que la editorial rebajara ciertas escenas con necrofilia, violencia extrema
en Nueva York y planos de los miembros de Authority siendo humillados y
degradados. También se cambiaron viñetas en las que aparecía George W.Bush
retratado como un cobarde puesto que, tras el ataque terrorista del 11-S, se
consideró una actitud poco patriótica (ya el nº 23 había sido retrasado tras
aquella tragedia y un especial titulado “The Authority: Widescreen” fue
cancelado debido a la preocupación que suscitó su violento contenido). Así que Adams
lo sustituyó por un presidente ficticio claramente inspirado en el presidente
Merkin Muffley de la película “Teléfono Rojo, ¿Volamos hacia Moscú?” (1964), de
Stanley Kubrick. El número 28 se recortó todavía más, lo que provocó demoras en
la publicación que, a su vez, empezaron a afectar a las ventas del título que,
al final, se desplomaron. El dibujo del último número escrito por Millar fue
obra de Gary Erskine después de que Adams abandonara la colección decepcionado
por la forma en que la editorial había censurado sus viñetas.
Ellis y Hitch, los creadores de la serie, eligieron
con acierto a sus sustitutos porque, en muchos sentidos, fue “The Authority” la
colección que consolidó a Mark Millar y Frank Quitely como talentos a tener en
cuenta por derecho propio, en lugar de a través de su asociación con Grant
Morrison. Aunque su propuesta ya no resulta hoy tan transgresora como en su
día, ejerció una gran influencia en otros títulos muy populares y sigue siendo muy
entretenida de leer.
Warren Ellis fue quien planteó la idea de un grupo de superhumanos que se entrometían en los asuntos de gobierno y operaban al margen de cualquier autoridad excepto la suya, pero, en realidad, fue Mark Millar quien desarolló el concepto, proponiendo un superequipo liberal que contrastaría con el cauteloso conservadurismo tradicional en los comics de superhéroes. Los Vengadores y la Liga de la Justicia, aparentemente, existen para proteger el statu quo y viven y actúan alejados de los conflictos y el sufrimiento reales, prefiriendo enfrentarse a villanos recurrentes tan fantásticos como ellos. Por supuesto, el género de superhéroes funciona mejor bajo esos parámetros so pena de enfangarse en callejones sin salida que demuestren lo absurdo de la propuesta básica. Pero, de vez en cuando y con los guionistas adecuados, es divertido experimentar con estas ideas alternativas.
Resulta muy revelador que la gran controversia que
generó “The Authority” durante su recorrido original se haya diluido como un
azucarillo al pasar el tiempo. Exceptuando algunas agresiones sexuales
implícitas a lo largo del primer arco argumental, que parecen haber sido
insertadas únicamente para demostrar que Millar se tomaba el trabajo en serio,
gran parte de la violencia y el gore no son más crudos que los que se verían no
mucho después, por ejemplo, en “The Ultimates” de Millar y Hitch. De hecho, en
aquella misma década, otros autores –y, de nuevo, el propio Millar-
diseccionaron, desmenuzaron y empaparon de realidad a otros superhéroes ya muy
asentados en la cultura popular. Ahí están el “Daredevil” de Brian Michael
Bendis, por ejemplo; o el evento “Civil War” de Mark Millar. En retrospectiva,
por tanto, hacer lo mismo con un grupo de personajes relativamente desconocido
no tiene hoy el mismo impacto.
Se pueden identificar en “The Authority” ideas sobre
la naturaleza del género de superhéroes que, si bien pudieron ser radicales y/o
polémicas en su momento, hoy se han vuelto hasta convencionales. Difícilmente
personajes de ese perfil podrían haber tenido cabida en el Universo DC tal y
como éste era hace un cuarto de siglo, pero hoy en día no tendrían demasiados
problemas para encajar. En la viñeta final de esta etapa, Jack dice: "Hemos cambiado las cosas para siempre, Angie.
Ya no hay marcha atrás". Bien podría no referirse sólo a su mundo,
sino al propio género de ficción en el que se encuadran.
Millar dedica mucho esfuerzo en dejar claro que estos son superhéroes, pero no del tipo convencional. En el nº 22, un reportero entrevista a Jack Hawksmoor: "Creía que los superhéroes llevaban la ropa interior por fuera y rescataban gatos de los árboles, señor Hawksmoor”. No recuerdo ningún comic-book en el que destrozaran a sus enemigos y amedrentaran a los líderes del mundo para que adoptasen políticas más humanitarias”. De igual manera, dirigiéndose a Bill Clinton, Hawkmoor le recuerda en el nº 13: “No somos un grupo de superhéroes de comic que se enreda cada mes en batallas sin sentido con supercriminales sin sentido para preservar el status quo. Si mis colegas y yo vamos a estar en primera línea arriesgando nuestras vidas, queremos hacerlo por un mundo que merezca ser salvado”.
Es una crítica bastante mordaz, y Millar no teme
mostrar los dientes de vez en cuando. Pensemos, por ejemplo, en el villano de
su primer arco argumental, “La Natividad”. Como ya dije en el resumen, Jacob
Krigstein es una referencia bastante obvia a Jack Kirby, el dibujante de cómics
que diseñó una inmensa cantidad de superhéroes icónicos de Marvel en los años
60. Por si al lector se le escapa la comparación, en el nº 15, Ingeniera la
deja clara, asegurando que Krigstein es “El
tipo de hombre que, de no haberlo reclutado Eisenhower al final de la guerra,
habría creado todos tus personajes favoritos de los comic-books (…) Imaginaos a
la Imaginación más poderosa del mundo con un presupuesto militar ilimitado y la
misión de defender a los Estados Unidos contra el creciente peligro del Pacto
de Varsovia. ¿Podéis imaginar lo que se le ocurrió? Superhéroes. Centenares de
ellos”.
Se podría interpretar que Millar está utilizando el
metalenguaje para criticar la forma en que las creaciones de Kirby seguían
definiendo y moldeando los cómics contemporáneos de superhéroes en el cambio de
siglo. Ingeniero, repasando el historial de Krigstein, dice: “Consistía en crear una utopía controlada por
sus queridos superhumanos y una sociedad diseñada según sus especificaciones”.
Es difícil negar que el Universo Marvel –como el de DC, aunque ahí Kirby
participó mucho menos- no siga siendo así más de sesenta años después del debut
de Los Cuatro Fantásticos. Esto no es una crítica a Kirby, sino una observación
honesta de Millar: quizás los cómics están demasiado encasillados y definidos
por ideas y conceptos que ya han quedado obsoletos.
No es casualidad que ese sosias malvado de Kirby
secuestre a Jenny, el espíritu del entonces recién nacido siglo XXI, una bebé que
le permitiría moldear el mundo a su antojo. "El mañana nos pertenece", insiste, como si fuera el portavoz
del conservadurismo en los cómics, dispuesto a despachar a sus legiones de
superhéroes como carne de cañón en una gran pelea a muerte por el control del
mundo. Lanza contra The Authority no solo un desfile aparentemente interminable
de superhéroes insulsos y genéricos, sino también Los Americanos, un trasunto
muy obvio de Los Vengadores.
En contraste con la mentalidad clásica, incluso reaccionaria, de los superhéroes creados por Krigstein, the Authority son innovadores y librepensadores. Son la próxima generación de superhéroes que sustituirá a los hijos de la Segunda Guerra Mundial y la Era Nuclear. "Para Krigstein", afirma el Doctor, "somos la competencia". Son los superhéroes sustitutos, el futuro de los superhéroes de Kirby. Ingeniera, por ejemplo, está dispuesta a probar cosas nuevas, tal y como dice al presentar su exposición sobre su adversario: "Siempre busco nuevas maneras de actualizar nuestro método de trabajo y esto es visualmente mucho más interesante, ¿no?”.
Así, Millar pretende y consigue separar a The
Authority de la gran mayoría de los demás superhéroes, siendo la Liga de la
Justicia el punto de comparación más obvio puesto que el grupo integra homólogos
de Batman, Superman y Hawkgirl. Millar intentó desde el primer número – siendo por
ello censurado por la editorial- insertar en su ficción la política real de
nuestro mundo, haciendo que los superhéroes se involucraran en auténticas zonas
de conflicto. Su primera misión, dibujada por el nuevo artista de la serie,
Frank Quitely, debía consistir en el derrocamiento por parte de The Authority
del presidente indonesio B.J. Habibie, sucesor, protegido y exvicepresidente
del infame violador de derechos humanos Suharto. Sin embargo, esta idea no fue
bien recibida por la empresa matriz de Wildstorm, el gigante editorial DC
Comics (a su vez, subsidiaria de Time Warner). Al parecer, aunque The Authority
se publicaba fuera de la jurisdicción del ya obsoleto Comics Code Authority, y
el gobierno y el político criticados no representaban a Estados Unidos, DC
consideró que sería demasiado irrespetuoso identificar específicamente al
presidente Habibie o a su nación. Por lo tanto, antes de la publicación, se
ordenó a Quitely modificar las viñetas originales que identificaban claramente
a la capital de Indonesia y
a su presidente. Así, Indonesia se convirtió en
algo un poco más genérico: "Sudeste Asiático". Resulta extraño que,
en cambio, se permitiera que los héroes detuvieran la guerra en Chechenia y
expulsaran a los chinos del Tíbet, dos embrollos geopolíticos que podrían haber
sido aún más controvertidos. Quizás se dejaron pasar porque no se hacía
referencia explícita a un político en particular. De hecho, Millar, como ya he
apuntado, tuvo que soportar la injerencia de la censura editorial durante buena
parte de su etapa.
Otra diferencia notable entre el “The Authority” de Millar
y la mayoría de los equipos de superhéroes convencionales fue su carácter de
"celebridad global". Es una de las peculiaridades que Millar
trasladaría luego “The Ultimates”. De hecho, hay algunas secuencias al comienzo
de la etapa en las que Jack Hawksmoor lanza una campaña de relaciones públicas,
que recuerdan momentos similares en “The Ultimates” por parte de Tony Stark. Millar
insinúa que las críticas que atrae el grupo son, en no poca medida, producto de
su fama y actitud irreverente en sus apariciones públicas. En el número 20,
tras una sesión de sexo con el Doctor, Angie profetiza mientras ven la
televisión: “No nos aguantarán mucho más
sin devolvernos la jugada”. Y así ocurre.
Sin embargo, Millar respeta y mantiene la dinámica del grupo establecida por Ellis. The Authority, a pesar de su discurso y actitud de liberales rebeldes que luchan contra el orden establecido, funciona extraordinariamente bien como equipo. No hay melodramas exagerados entre ellos, ni angustias existenciales o discusiones a gritos. El guionista se esfuerza en el arco final, “Un Mundo Feliz” para recordarnos que una dinámica tan sólida no surge espontáneamente: los reemplazos del equipo aprobados por el G7 son incapaces de pasarse una página sin tropezar en conflictos interpersonales. Llama la atención que, para ser un comic tan crítico con el concepto de superhéroe, “The Authority” se muestre tan optimista respecto a este grupo de superseres que unen sus fuerzas y voluntades para hacer del mundo un lugar mejor. Incluso cuando la adicción a la heroína del Doctor amenaza al mundo, el equipo parece menos molesto con él que el propio planeta o los tertulianos televisivos.
Ojo. En un mundo como el nuestro, The Authority
serían justamente considerados como superterroristas que andan por ahí
amenazando no solo a dictaduras, sino también a líderes democráticos electos a
los que tratan de imponer su forma de ver las cosas. Por mucho bien que hagan deteniendo
conflictos y genocidios, también demuestran ser increíblemente mezquinos e
infantiles, como cuando, en el nº 20, el Doctor obliga a Al Gore y George Bush a
besarse apasionadamente frente a las cámaras durante un debate electoral. ¿Qué
derecho tiene el equipo a erigirse como autoridad moral? Obviamente, podemos
coincidir en lo más básico: el genocidio es un crimen, la guerra es reprobable…
pero ¿qué pasa cuando empiezan a imponer su propio criterio moral en las zonas
grises? ¿Qué ocurre cuando discrepan con líderes electos y les amenazan si no
hacen las cosas a su manera? ¿Eso los convierte en dictadores? La idea de un
grupo de superseres aplicando el principio de "la fuerza otorga el
derecho" para remodelar el mundo de acuerdo a su ideal es aterrador.
Millar no engaña en este aspecto y deja claro que, si
bien los componentes de The Authority tienen buenas intenciones, no son buena
gente. Torturan y asesinan con absoluta displicencia y ausencia de remordimientos.
En el nº 19, Midnighter tortura a un prisionero dispuesto a confesar
simplemente por la "fuerza de la
costumbre"; y eso después de que en el nº 16, agreda sexualmente al
Comandante, ya derrotado, con una taladradora neumática. La única razón por la
que estos personajes son considerados héroes es porque se enfrentan a
individuos innegablemente más malvados que ellos.
Aun así, no son héroes estereotipados, sino armas de
destrucción masiva que han decidido que son los únicos capaces de tomar las decisiones
correctas y están dispuestos a que todo el mundo las respete. El nº 13 es
bastante explícito respecto a las consecuencias de su derrocamiento del régimen
en el país asiático y Frank Quitely nunca se muestra reacio a mostrar sangre y
vísceras a cubos. Con todo, Millar parece sentir cierta admiración hacia los
ideales de Authority, si bien reconoce que sus métodos dejan mucho que desear.
El guionista escocés ha demostrado que, aunque le gusta retorcerlos y
maltratarlos, ama a los superhéroes. Y, también, le encanta subvertir
alegremente muchos clichés del género, como ese en virtud del cual los héroes
pueden demoler ciudades enteras durante sus batallas sin que nadie muera. En
“Authority”, sufren y sucumben inocentes de todas las edades. Al final del arco
“Natividad”, el grupo se da cuenta de que su campaña global contra los
superhumanos creados por Krigstein no tendrá final y que millones de personas
se verán afectadas. Por eso, Swift, cuando irrumpe en la base del villano,
intenta llegar a un acuerdo: “Casi no
importa quién gane al final. Lo único seguro es que la población mundial caerá
en picado sólo porque usted es demasiado testarudo para admitir que su plan se
le ha ido por el inodoro. No ha salido bien, Dr.Krigstein. Son cosas que suceden.
Y ahora, sea bueno y detenga este inminente genocidio mundial”.
Aferrado a las viejas convenciones de la ficción
superheróica, Krigstein no ve cómo simplemente hablar podría resolver la
situación: “He terminado siendo una de
esas enormes amenazas del fin-del-mundo con las que siempre os estáis
enfrentando”. Swift, por su parte, reconoce el hecho bastante obvio de que
Krigstein es un genio (aunque malvado) y que ese cerebro puede aprovecharse de
otra manera, así que le propone que, en lugar de intentar conquistar el mundo, lo
mejore: "¿No le parece que sería más
lógico tenerle en The Authority haciendo cosas productivas en vez de enterrarle
en una fosa con los demás aspirantes a dictador? Ya estoy harta de pelear con
gente que o muere o desaparece para luego volver a incordiarnos eternamente.
Eso es una pérdida de tiempo para todos. Celebremos una reunión con la ONU para
ver si esas ideas podrían aplicarse en alguna parte. Tal vez ayudase al sudeste
de Asia a salir del agujero económico en el que le hemos metido”.
Y, sin embargo, a pesar de los intentos por subvertir tantos clichés asociados con los superhéroes, The Authority son, en el fondo, auténticos héroes. Se puede detectar, por ejemplo, un toque de romanticismo en las últimas palabras de Midnighter a su amante Apollo en el nº 28: “Salva al mundo para que los cabrones como yo no tengamos que hacerlo”. Viniendo del miembro del equipo especializado en torturas a sangre fría y violencia sin remordimientos, supone una declaración contundente, reconociendo que él (y, por extensión, el equipo) son lo que podríamos llamar “males necesarios”.
Hay algo innegablemente optimista en el final que
Millar le da a la serie. El mundo se enfrenta a una gran crisis global y Jack
Hawksmoor decide no intervenir después de haber experimentado algún tipo de
revelación sobre lo que su equipo pretende, llegando a la conclusión de que
debería empoderar a la Humanidad en lugar de intentar controlarla: “La Humanidad se ha metido solita en este
problema y es muy importante que se enfrente ella sola a las consecuencias (…)
Ahora mismo, la única forma de salvar a la Humanidad es dejar que se salve ella
sola, para variar”.
Y eso es lo que ocurre, forjándose en el proceso un nuevo espíritu de unidad global. Es un final ingenioso, que admite que quizás lo mejor sea que los superhéroes no interfieran con el statu quo mundial so pena de crear dependencia, un posible reforzamiento del establishment y una sensación general de apatía e impotencia. Se revela, por ejemplo, que la actitud proactiva de Authority había reducido la participación electoral y, con los superhombres siempre listos para salvar el mundo, la sociedad global no tiene ningún incentivo para esforzarse y mejorar. Es, de hecho, un pensamiento humanista que contradice la fama de cínico que se ha labrado Millar con otras obras.
Para ser justos, hay pequeños momentos dispersos por
la colección que ya anticipan esta perspectiva. Por ejemplo, cuando en el nº 20,
el Doctor renegado usa sus poderes para conectar espiritualmente con todos los
seres vivos, se le revela el horror que ha causado. “Cuesta estar enfadado con el mundo cuando se empatiza con todas las
criaturas vivas que existen, ¿verdad?”, Aunque esa epifanía se subvierte de
inmediado cuando el Doctor de Authority, ante el remordimiento que ahora siente
su enemigo, le responde: “Sí, pero ¿sabes
una cosa? No nos importa” y a continuación Apollo le incinera con sus rayos
ópticos e Ingeniera le arranca la cabeza de una patada.
Pueden identificarse ciertos paralelismos entre la
etapa de Millar en “The Authority” y la de Grant Morrison en “La Liga de la
Justicia”. Ambos guionistas enfrentaban a sus respectivos equipos con homólogos
malvados (Millar imaginó a "Los Americanos" y a la Autoridad
sancionada por el G7; Morrison, al Hiperclan, la Liga de la Injusticia y los
superhéroes militares), y ambos abordan la nulidad del superhéroe como
concepto. En su primer arco argumental en esa colección, Morrison intentó
justificar por qué La Liga no debía reverdecer el Sahara, revertir el
calentamiento global o detener los genocidios, afirmando Superman que era la
Humanidad la que lo tenía que hacer por sí misma. Millar hace que Authority se
ponga manos a la obra para resolver todos esos problemas, aunque terminan por
llegar a la misma conclusión. Quizás por eso, “The Authority” no sea tan
transgresora en este punto como podría pensarse ya que aborda los mismos temas
que Morrison en la Liga de la Justicia tres años antes.
Por supuesto, esto no fue enteramente
responsabilidad de Millar. Como él mismo explicó, la colección fue muy
censurada no por Wildstorm, sino por DC, lo cual le generó un profundo malestar
y le hizo poner a esa compañía en su lista negra (no ha vuelto a trabajar allí,
centrándose en cambio en su “MillarWorld”, que años más tarde vendería a
Netflix). De hecho, su arco final fue tan ampliamente reescrito que pasó un año
entre la primera y la segunda parte. Da la sensación, por tanto, de que Millar
no tuvo la oportunidad de ir tan lejos con sus ideas como le hubiera gustado.
Por otra parte, la industria del comic-book ha cambiado mucho desde la primera
andadura de “The Authority” (al menos en parte, gracias a esta colección) y
hoy, después de que otros autores hayan adoptado planteamientos, ideas y
estilos similares a los de Ellis o Millar para esta cabecera (excepto la forma
natural en la que se tratan las relaciones homosexuales), su lectura ya no
sorprende tanto como cuando los aficionados se enfrentaron a ella por primera
vez.
Bryan Hitch había dejado un enorme vacío que llenar,
pero Frank Quitely demuestra ser muy capaz de hacerlo y, además, sorprender aun
cuando no pudo ilustrar todos los números de esta etapa (los artistas que le
sustituyeron puntualmente hicieron un trabajo razonablemente bueno y Arthur
Adams, como de costumbre, está impecable). Quitely, con un estilo muy
particular a la hora de dibujar las figuras –especialmente las femeninas- que
no es del gusto de todo el mundo y ciertos estallidos caricaturescos, exhibe,
sin embargo, un talento inmenso para el diseño, la narrativa y la composición,
aunque en todos estos aspectos difiere mucho de su antecesor. El suyo es un
estilo influido a partes iguales por Moebius y Katsuhiro Otomo, quizá menos
espectacular en la superficie, pero acompañado por un absoluto dominio del
espacio y el tiempo en todas las secuencias.
La marcha de Millar no marcó el fin de la colección, aunque sí de su recorrido inicial y más destacable. DC le dio carpetazo arguyendo que la destrucción de dimensiones colosales que se mostraba en sus páginas no era lo más adecuado para un país todavía en periodo de duelo por los atentados del 11-S. Hubo que esperar a 2003 para que diera comienzo el segundo volumen, ya en manos de otro equipo creativo, pero tengo que confesar que, para entonces, yo había perdido el interés convencido de que estos personajes habían ya dicho todo lo que debían en las manos de sus dos primeros guionistas. Hubo también unos volúmenes 3 y 4, además de diversos especiales, miniseries y crossovers que tienen un carácter muy accesorio.
“The Authority” sigue siendo hoy, casi un cuarto de siglo después de su publicación original, una lectura inmensamente entretenida, rebosante de entusiasmo demencial y una actitud descarada e incluso irreverente que no ha perdido frescura. Es un buen comic de superhéroes y fue muy valiente cuando apareció en el cambio de siglo. No todas las colecciones pueden presumir de haber cambiando el género y ésta es una de ellas.
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