Regresar mucho tiempo después a los lugares que amaste en el pasado no siempre es la decisión más acertada. Lo más probable es que mucho o todo haya cambiado; y no para mejor. Y eso es lo que, entre otras muchas cosas, nos cuenta Bruno Duhamel en este su excelente primer álbum como autor completo.
En una carretera solitaria de una isla española ficticia
(claramente inspirada en Lanzarote), se encuentra el coche destrozado y el
cadáver del famoso artista Cristóbal. La causa del accidente ha sido a todas
luces una colisión con otro vehículo, pero éste no se encuentra en el lugar de
los hechos, lo cual bien puede ser bien un caso de fuga o bien uno de
asesinato. Y es que Cristóbal, con el paso de los años, se había ganado muchos
enemigos entre la élite económicamente más influyente de la isla. Sin embargo,
una investigación oficial implicaría contemplar la posibilidad del crimen, algo
que resultaría embarazoso para las autoridades precisamente cuando las
elecciones se aproximan. Así que el comisario le encarga a uno de sus
inspectores, Claudio, ya bregado en temas de corrupción, que coja vacaciones y
las utilice para hacer extraoficialmente las pesquisas pertinentes con el fin
de encontrar la verdad.
Y así, el álbum va a dividirse en dos planos narrativos en
diferentes periodos temporales. Por una parte, flashbacks a todo color que irán
narrando la vida de Cristóbal desde que, a comienzos de los 70, con 43 años y
convertido en una figura de renombre internacional, regresó a su isla natal;
por otra e invirtiendo el código habitualmente utilizado en narrativa visual,
en tonos gris sepia se detalla la investigación que lleva a cabo Claudio en el
presente, entrevistándose con personas que tuvieron relación, amistosa o no,
con el artista a lo largo de los años.
Cristóbal, en su isla, en lugar de reencontrarse con los áridos y desiertos paisajes de cielo, lava y océano que le inspiraron para ser artista, se topa con un proceso de turistificación que amenaza con engullir no sólo la belleza de los paisajes sino la autonomía económica de la isla. Enfurecido, entra en las obras de un horrendo complejo hotelero y causa unos destrozos que le llevan a ser arrestado. En la conferencia de prensa que da a continuación revela sus temores e intenciones en un discurso que, por desgracia, podría aplicarse a miles de parajes del planeta y que ni ha perdido ni perderá actualidad:
“Esta
isla está en peligro. Sus dirigentes políticos se disponen a vendérsela a nada
más ni nada menos que a una mafia que la destrozará en beneficio de sus propios
intereses financieros. Soy plenamente consciente de la pobreza que reina en
esta región del mundo. Pero os lo garantizo: el turismo masivo que un puñado de
funcionarios corruptos intenta vender a los habitantes de esta isla es una
auténtica epidemia. Ese turismo no representa ningún bien. Es una especulación.
Es obra de los inversores extranjeros que no tienen ninguna intención de
reinvertir sus beneficios en esta isla. Aún a sabiendas de que ésta no tendrá
los recursos necesarios para hacer frente a esa afluencia de personas. Ni agua,
ni alimentos. Esta isla pasará entonces a depender de los productos del
exterior en detrimento de la producción local. Perderéis vuestros trabajos,
cultivos y tierras. De esta forma, la isla no será más que un complejo
turístico como tantos otros, cuya supervivencia dependerá de las tendencias y
del capital exterior”.
Inmediatamente, decide que su arte, en lo sucesivo, estará
al servicio de los demás. Pone en juego su prestigio, contactos y dinero para
paralizar los proyectos inmobiliarios en curso amenazando con destapar las
corruptelas entre promotores y políticos; y llama a otros artistas de renombre
y fortuna (Picablo, Tom Gerry, Franck Souline) para trabajar juntos en un
desarrollo de la isla que, utilizando recursos y materiales locales, sea
autosostenible, integrado en el entorno y estéticamente bello. Una renovación
cultural, en definitiva, que convierta la creación artística en una filosofía
de vida.
Sin embargo, Cristóbal, además de ser un visionario –o
precisamente por ello- es una persona compleja, con facetas oscuras y traumas a
sus espaldas. Tuvo unos orígenes humildes, un padre alcohólico y distante y
problemas de acoso escolar por sus inclinaciones artísticas; hubo de marcharse
de la isla cuyos paisajes tanto amaba para poder perseguir sus ambiciones y,
quizá por ello, se ha convertido, con el paso de los años, en un individuo arrogante
con un carácter tan volcánico como el suelo de su isla, escasamente cariñoso,
que ha heredado la dipsomanía de su padre (de hecho, conforme envejece se
parece físicamente cada vez más a él) y con una convicción tan fuerte que
excluye cualquier negociación o compromiso. Nadie niega su talento y que sus
iniciativas han mejorado la isla, pero llega un punto en el que resulta poco
claro si su dedicación es fruto del altruismo o de una egolatría obsesiva que
acaba alienándolo de sus amigos e incluso su esposa. ¿Está realmente
comprometido con el bienestar y progreso a largo plazo de los isleños o está
utilizando la isla como mera válvula de escape de su narcisismo? ¿No ha pasado
de ser el salvador de la isla –no es casual que le llamen Cristo- de la codicia
de los fariseos locales a una especie de tirano que dicta las políticas
territoriales y económicas de acuerdo a su exclusiva y excluyente visión?
¿Podría haber sido ésa la causa de su asesinato?
Nacido en 1975 en la localidad normanda de Mont-Saint-Aignan,
Bruno Duhamel llegó a París con 13 años, donde completó sus estudios en Artes
Plásticas y Bellas Artes antes de inscribirse en la Escuela Superior Europea de
la Imagen, en Angouleme, formándose además en infografía en el CNBDI (Centro Nacional
del Cómic y la Imagen). Toda esta formación para terminar en Miami remodelando
piscinas de lujo para los más desfavorecidos. Regresó a Francia para
incorporarse como diseñador de sitios web en una famosa empresa de videojuegos,
empleo al que terminó renunciando para encarrilar definitivamente su carrera en
el mundo del comic de la mano de Frédéric Brrémaud, director multimedia del
Centro de Imagen de Angouleme e importante proveedor de comics para las mejores
editoriales. Fruto de su colaboración fueron las series "Kochka",
"Butch Cassidy" y "Harlem".
Tras doce años colaborando con guionistas y con dos álbumes
publicados en 2014, Duhamel, tras la cancelación por parte de Dupuis de su
serie “Las Brigadas del Tiempo”, desapareció del radar de los aficionados
durante tres años. Según explicó, la decepción a punto estuvo de llevarle a
abandonar el mundo del comic, pero en último término perseveró lanzándose como
autor completo con “El Regreso”, un álbum protagonizado por un individuo que ya
reúne las características que compartirán los personajes de sus siguientes
historias: independiente, tozudo, arisco, indomable, obsesivo y en colusión con
las fuerzas sociales o económicas que le asedian.
“El Regreso” es un álbum muy complejo pese a la ligereza
gráfica y narrativa con la que desarrolla su historia de 96 páginas. Como
hiciera el periodista de “Ciudadano Kane” (1941), el inspector Claudio va
recogiendo testimonios y documentos que le ayudan a completar el retrato
psicológico y vital de un gran hombre con tantas luces como sombras. En este
sentido, “El Retorno” es más un drama que un misterio policiaco. De hecho,
aunque culmina con el descubrimiento del causante y la exposición pública de
una trama de corrupción, las pesquisas del inspector se saldan con éxito por
mera casualidad y, a priori, no tenían demasiado sentido dado que lo único que
hacía era buscar posibles culpables a los que hubiera resultado muy difícil
encausar sin pruebas.
Lo que verdaderamente impulsa al lector a seguir pasando páginas no es tanto quién cometió el –posible- asesinato (muchos tenían motivos para ello, tal y como se nos expone) como la evolución del protagonista y por eso son los segmentos de su pasado los que se presentan a color, resaltando así su importancia en la narración. Todo le sale a Cristóbal de acuerdo a sus deseos, pero el éxito acaba por pervertir su arte. Aumenta su fama y su fortuna y, con ella, por un lado, su megalomanía (con ese proyecto secreto en el fondo del volcán que le obsesiona desde su infancia y a que a todo el mundo tiene en vilo) y, por otro, su pereza creativa (esas rocas que recoge de los campos de lava, las coloca sobre un soporte y las vende a precio de oro con su nombre, obteniendo beneficio máximo a cambio de un esfuerzo mínimo).
Según él mismo declara en una breve introducción al álbum,
Duhamel se inspiró en la figura del pintor, arquitecto y escultor español César
Manrique (1919-1992), cuya vida, obra, pensamiento e incluso muerte sigue muy
de cerca en este comic. El autor descubrió su trabajo en Lanzarote, isla cuyo
paisaje y ecología aquél defendió, e imaginó a partir de él esta historia del
ascenso y caída de un artista que se erige en paladín del respeto por la
autenticidad y tradición de las comunidades locales pero que, al mismo tiempo,
impone su visión sin preguntar a los vecinos afectados si están dispuestos a
renunciar al desarrollo turístico del que ya estaban “disfrutando” los
habitantes de las islas próximas. En cierto modo, Cristóbal es un déspota egocéntrico
al que importa más satisfacer sus visiones utópico-artísticas que la amistad de
sus amigos o el afecto de su esposa, no digamos ya de los hombres de negocios
locales que, obviamente, se convierten en sus enemigos. Pero también es alguien
digno de compasión, atormentado por su insoluble pasado familiar y consciente
de su megalomanía autodestructiva que le impide aceptar y corresponder el amor
de su esposa.
“El Regreso” es, sobre todo, un álbum que invita a pensar
sobre el rol del artista en la sociedad, en particular, aquellos convencidos de
que su obra cambiará el mundo, cerrando los ojos al ineludible hecho de que es
el mundo el que hace cambiar el arte y a quienes lo practican. ¿Ha de tener
necesariamente la expresión artística un propósito político? ¿Puede el arte
convertirse en una solución o, al menos, un paliativo a la codicia humana? ¿Refleja
una obra el impulso narcisista de su autor? ¿Posee el autor a su obra o es más
bien al contrario?
Es también una historia que nos habla sobre los peligros del desarrollo turístico insensato y de la necesidad de mantener un equilibrio con el medio ambiente. Se plantean preguntas de difícil solución: ¿Cómo puede compartirse la belleza de una región con los forasteros si no se les facilita acceder a ella? ¿Cómo evitar que la combinación de promotores sin escrúpulos, políticos rapaces y turistas irresponsables acabe deteriorando esos tesoros naturales? ¿Debería restringirse el turismo para conservar la pureza de los lugares aun a costa de frenar el enriquecimiento de los lugareños?
Duhamel tiene un estilo gráfico semicaricaturesco y
agradable a la vista gracias a sus líneas limpias y redondeadas.
Independientemente de si a uno le guste más o menos esta aproximación gráfica,
lo que no se puede negar es que resulta difícil sacarle ninguna pega. Todo el
abundante reparto de personajes está perfectamente diferenciado, su rango
expresivo es amplísimo y queda muy bien reflejado el paso del tiempo sobre sus
facciones. Los paisajes de la isla, apoyados por el color, están asimismo a un
nivel sobresaliente, ya sean las llanuras volcánicas o el resultado de los
proyectos urbanístico-paisajísticos de Cristóbal. El diseño de su casa, tanto
interior como exterior, es magnífico. Y la narrativa es la propia de un autor
que aúna experiencia y talento y confía en su habilidad tanto como para dejar
escenas enteras en las que las imágenes hablen por sí solas.
Un álbum, en fin, que demuestra que el comic ha alcanzado
una madurez que le permite abordar todo tipo de temáticas adultas, incluidas
aquellas que, a priori, como éstas, parecerían tener mejor encaje en otro
formato. Duhamel nos ofrece un comic inteligente, tan intelectual como fácil de
leer, excelentemente bien dibujado, con personajes bien perfilados y diálogos
incisivos que nos habla del arte, de la política, la economía, la pasión, la
fe, la obsesión, la honestidad creativa y la corrupción de los ideales. Un
drama humano que combina emoción y reflexión y que sienta las bases para lo
que, hasta la fecha, es una impecable carrera como autor completo para Duhamel.
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