Si “AltaSociedad” había sido un arco muy ambicioso, “Iglesia y Estado” iba a elevar al cubo la apuesta de Dave Sim…rozando –o cayendo, según los gustos- en el ridículo. Mientras que los 25 episodios de “Alta Sociedad” habían conformado la historia más larga publicada en un comic seriado hasta ese momento, “Iglesia y Estado”, tras dos números de desahogo cómico, sumaría 59, superando las 1.200 páginas. Aunque en tiempos más recientes se ha recopilado en dos gruesos volúmenes, esa división es completamente aleatoria y el segundo hereda la paginación del primero, así que lo que tenemos aquí no son dos historias sino una sola extremadamente larga.
Bien podríamos
decir que “Iglesia y Estado” es la segunda parte de “Alta Sociedad” o, al
menos, eso es lo que parece al principio. El resto de la colección de Cerebus y
hasta su cierre, se dividirá en dos tipos de historias: aquellas que continúan
la gran saga político-religiosa de Estarción (los cuatro volúmenes de “Madres e
Hijas”, “La Historia de Ricky”, “Los Últimos Días” y “El Último Día”) y las que
desarrollan sobre todo la relación de Cerebus y Jaka introduciendo
tangencialmente temas relativos al mundo real que Dave Sim quería abordar (“La
Historia de Jaka”, “Melmoth”, “Chicos”, “De Vuelta a Casa” y “Forma y Vacío”).
Ambas modalidades, naturalmente, están hasta cierto punto entrelazadas (“La
Historia de Ricky”, por ejemplo, no tiene sentido sin “La Historia de Jaka”)
pero, a grandes rasgos, puede leerse el primer tipo de historias y comprender
la evolución política general, mientras que el segundo es mucho más modesto en
cuanto a la escala que adopta. Más adelante en la serie, Sim irá alternando
unas y otras, pero en estas primeras etapas claramente su interés reside en
abarcar cada vez más, en inflar paulatinamente la épica. Así que Cerebus no
sólo recupera su cargo de Primer Ministro, sino que va un paso más allá y se
convierte en Papa.
En primer
lugar, para comprender “Iglesia y Estado” es necesario aportar un poco de contexto.
Cuando comenzó este arco –en el número 55- se anunció la separación de Dave Sim
y Deni Loubert, su esposa y editora de “Cerebus”. Supuestamente, fue un proceso
amistoso y Loubert continuó encargándose de publicar el comic al frente de
Aardvark-Vanaheim hasta el número 77, pero el que dos números después de
producirse la ruptura Sim hiciera que Cerebus se encontrara atrapado en un
matrimonio no deseado (con Red Sofía, la parodia de Red Sonja presentada en los
primeros números de la colección) del que deseaba desesperadamente escapar,
sugiere que, al menos para Sim, la separación no había sido tan limpia como en
su momento afirmó la pareja. Y después de que Loubert anunciara que abandonaba
la editorial pero antes de que su marcha tuviera lugar, aparece en “Cerebus”
una página en la que el protagonista le dice a Red Sofía: “No puedes irte. Eres
la señora de Su Santidad. ¡El Gran Cerebus te Necesita!”. “¿De verdad? ¿Para
qué? Me refiero a otras cosas (mientras aparta sus manitas ansiosas de sexo con
una patada)”.
Pero aunque una
asociación creativa terminó, otra estaba despegando. A partir del número 65,
Sim contó con un valioso colaborador artístico, una figura absolutamente
necesaria ahora que él iba a tener que asumir también las funciones editoriales
de “Cerebus” además de las creativas. Dave
Sim y Gerhard (quien sólo es conocido por su nombre puesto que nunca ha hecho
público su apellido) coincidieron en una fiesta en casa del primero y Sim tuvo
la oportunidad de ver su trabajo. Gerhard le preguntó si le gustaría colaborar
en algunas historias cortas que le había encargado el sello Epic de Marvel. El
proyecto salió bien y Sim le propuso entonces sumarse a la serie mensual de
“Cerebus”. Y así fue.
Gerhard y Sim
mantenían una relación creativa bastante inusual. Normalmente, cuando dos
artistas trabajan sobre la misma plancha, uno de ellos dibuja a lápiz y luego
se la pasa al otro para que la entinte, añadiendo sombras y profundidad. Mucha
gente asumió que era así como ambos trabajarían y, de hecho, Gerhard estuvo varias
veces nominado a premios al “mejor entintador”. Pero, en realidad, lo que
normalmente ocurría era que Sim dibujaba a lápiz y entintaba todas las figuras
además de rotular los textos, dejando la totalidad de los fondos a su socio.
Sim quizá le aportaría alguna idea de lo que necesitaba en cada viñeta, pero
por lo demás Gerhard tenía la misma libertad creativa en lo relativo a su área
de trabajo que la que Sim tenía con las figuras.
La diferencia,
una vez que Gerhard sube a bordo, es inmediatamente perceptible. Su maestría en
lo que se refiere al dibujo realista en blanco y negro es indiscutible. Su
meticuloso trabajo de trama manual, rayado y sombreado le da a Estarción un
peso y un realismo del que siempre había carecido anteriormente: ahora sí parece
un lugar real, no una serie de espacios en blanco con alguna silla o escritorio
colocados aquí y allá. Solamente su representación de la Luna es digna de un
Eisner. Las maravillosas texturas que logra crear para imitar la piedra, la
tela o el vidrio demuestran una comprensión sobresaliente de la luz, la sombra
y la perspectiva. Gerhard, cuyo trabajo jamás pareció verse afectado por las
prisas, permanecería en “Cerebus” hasta el final de la colección y a lo largo
de los años se aseguraría de que, sin importar cuán extrañas fueran las
historias que Sim contaba en ella (y al final lo eran y mucho), el cómic
siempre tuviera un aspecto muy cuidado.
Además,
trabajar con Gerhard obligó a Sim a mejorar para estar a la altura de su
colaborador. Los primeros volúmenes de “Cerebus” tienen un dibujo funcional en
el mejor de los casos. Aunque Sim a menudo demostraba ser capaz de ofrecer un
buen trabajo gráfico (aunque muchas veces imitando el de otros artistas), los
plazos de entrega le impedían mantener un nivel de calidad consistente. Es por
eso que en “Alta Sociedad” y los primeros números de “Iglesia y Estado” abundan
en figuras anatómicamente incorrectas o rostros que parecían dibujados por un
principiante. Ya avanzado este arco argumental esto se había corregido por
completo y Sim había desarrollado un estilo propio con mucha personalidad que
mezclaba los de Eisner, Mort Drucker y Neal Adams, con figuras bien perfiladas con
un estilo naturalista que, sin embargo, tenían esas expresiones elásticas y grotescas
propias de un dibujo animado de la Warner. Mejora mucho, por ejemplo, su dibujo
de las mujeres, que en los volúmenes anteriores había sido uno de sus puntos más
débiles. También ofrece diseños de página muy atractivos y su rotulación y
tipografía se estilizan.
Está generalmente aceptado que “Iglesia y Estado” es el punto culminante de “Cerebus”, el arco argumental que contiene muchos de los momentos y frases más memorables de la serie y en el que, por primera vez, todo encaja gracias a los talentos combinados de Sim y Gerhard, capaces de hacer realidad las ambiciones conceptuales y artísticas del primero, pero todavía lo suficientemente arraigados en el trabajo temprano de éste como para que los aficionados a la primera etapa no hubieran abandonado el barco. (También es un punto en el que la desconcertante ideología política de Sim no había aflorado, pero eso es otra cuestión).
Como dije al
comienzo, “Iglesia y Estado” es, en buena medida, una continuación de “Alta
Sociedad”. Comienza con Cerebus, tras perder el cargo de Primer Ministro de
Iest, reducido a un estado de miseria. Viaja a través de Nueva Sepra,
escribiendo sus memorias y se queda como invitado en la mansión de la condesa
Michelle mientras continúa trabajando en ellas. Es allí donde reaparece Adam Weisshaupt
(un intrigante político presentado en la primera etapa que conoce a Michelle
desde hace algún tiempo), revelando que ha obtenido el apoyo de las
ciudades-estado que bordean el río Feld para unirse en una federación de la que
él será presidente. Quiere que Cerebus retome el liderazgo de Iest, pero aquél,
comprensiblemente, está más que harto de la política. Debido a una serie de
cuestiones, la relación entre Cerebus y Michelle se deteriora y, tras una noche
de juerga, se despierta a la mañana siguiente para descubrir que Weisshaupt lo
ha drogado y casado con Red Sofía. Como no puede divorciarse de ella sin
arriesgar la vida, acepta los términos de Weisshaupt y regresa a Iest para ejercer
de primer ministro títere.
Durante su
mandato, Cerebus es invitado a presencia del Pontífice de la Iglesia Oriental
de Tarim, quien es asesinado ante sus ojos, aparentemente por ser cirinista. El
obispo Powers exige que Weisshaupt le presente un candidato para ser el próximo
pontífice, pero ambos hombres se odian. El político se muestra reacio a abordar
la cuestión, así que el religioso se ve obligado a actuar y nomina para el
puesto –que tiene más poder e influencia y menos responsabilidades que el de
Primer Ministro- a Cerebus.
Normalmente, el
pontífice de la Iglesia Oriental residiría en la Ciudad Alta de Iest, pero
Cerebus tiene otros planes y se establece en un hotel en la pared de la inmensa
montaña rocosa sobre la que se asienta la ciudad alta. Comienza a referirse a
sí mismo como "Su Santidad”, contrata a un par de guardaespaldas y se
emborracha de poder, un gusto adquirido en sus días como Primer Ministro, y una
cualidad que lo lleva de pintoresco cascarrabias a monstruo reprensible.
Regularmente, sube al tejado de su hotel para dirigirse a sus seguidores diciéndoles que Tarim no está contento con ellos y amenazándoles con que, si no le llevan todo su oro, el dios destruirá el mundo. Sus amenazas funcionan a la perfección y acaba amasando una enorme riqueza. Pretendiendo dar lecciones de vida a la multitud, en una ocasión aplasta a un bebé contra el suelo y en otra arroja a ancianos desde la azotea. Hastiada por semejante comportamiento, Red Sofía lo abandona y Cerebus llama a Jaka, que ahora no sólo está casada sino embarazada. Intenta convencerla para huir juntos, pero ella se niega aduciendo el deber hacia su hijo y su marido. Cuando ella regresa a la Ciudad Baja, le informan a Cerebus de que Weisshaupt está agonizando producto de las heridas causadas en una anterior batalla entre los dos. Acude a verlo sólo para enterarse de su boca que existen otros dos osos hormigueros inteligentes en Estarción…
“Iglesia y
Estado” es donde Sim implementa su estrategia de hablar de cosas, lugares,
temas o acontecimientos de lo que no ha explicado nada previamente. En
concreto, la mayoría de los detalles relativos a las iglesias y políticas en
conflicto nunca se aclaran, pero las referencias a ciertos eventos de las
mismas (el "Éxodo Interno", por ejemplo) nos indican que,
probablemente, Sim sí conocía todos los detalles (en ese caso en particular, explicó
ese éxodo en un chat con el grupo de discusión de Cerebus en Yahoo!. Y, como
sucedía a menudo, la información que aportó resultó menos interesante que lo
que muchos lectores habían imaginado). Esa estrategia también consigue que el
mundo de Cerebus adquiera un grado adicional de realismo: cuando uno lee un
periódico, éste no le informa sobre los antecedentes del ISIS o la situación de
Ucrania, la teología de la iglesia católi
ca o cualquier otro tema que uno pueda
pensar. De la misma manera, leer “Cerebus” es como leer un periódico, recibiendo
informes dispersos de otro mundo con su propia historia, política y teología,
obligando al lector a prestar una atención especial e intentar hilar esos
fragmentos de información.
En historias posteriores, esta diferenciación entre Estarción y el mundo real iría difuminándose hasta el punto de que en una de ellas la dedicó Sim casi enteramente a discutir sobre la Biblia. El autor parecía estar escribiendo la prehistoria de nuestro propio mundo, como si fuera una especie de discípulo de Tolkien. Y aunque el mundo ficticio de Sim no está ni de lejos tan bien pensado como el de aquél, durante un tiempo él así lo creyó.
Pero Sim tenía en
mente para “Cerebus” un propósito mucho más allá de crear un mundo de ficción.
Aunque a menudo declaró cosas contradictorias respecto a ello, parece que la
colección era el vehículo que había elegido para encontrar la Verdad. Para
decirlo de la forma más sencilla posible, Sim creía que, si se pasaba
veintiséis años intentando crear una obra de arte única y coherente, sin volver
jamás a revisarla, y vertiendo en ella todas las ideas que se le iban
ocurriendo de la forma más honesta posible, ese proceso lo llevaría a “La Verdad”.
Tal y como declaró en una entrevista en 1996: “Lo que estoy tratando de hacer es, a través del acto de creación,
tratar de entender y desarrollar algún nivel de comprensión sobre qué es esa
gran cosa de ahí arriba: el muffin cósmico, Dios, la Fuerza Vital, como sea que
quieras llamarlo. Pasé varios años intentando seguirle la pista o averiguar si
era solo una vocecita extraña en mi cabeza o algo así. De eso hablaba en los clímax
de “Iglesia y Estado” y “Madres e Hijas”.
Como es a menudo el caso con Sim, los medios que utilizó para alcanzar esa iluminación estaban muy en línea con la sensibilidad del rock de los 70, aunque más adelante se inclinaría por la vertiente religiosa. En un hilo en el foro de discusión de “Cerebus”, diría en relación a sus influencias: “Estoy bastante seguro si hago referencia a "Stairway to Heaven" de Led Zeppelin. La idea de que el cielo está "allá arriba" y que hay una escalera o algún un medio para ascender al cielo, ya sea Jesús al final del Evangelio de San Marcos o el Viaje Nocturno de Mahoma”.
Y así, Sim
estructuró la colección para que, más o menos en sus números 100, 200 y 300, el
protagonista realizara algún tipo de ascenso a los cielos en los que se
encararía con La Verdad –o, al menos, una versión de la misma-. En “Iglesia y
Estado”, esto ocurre cuando Cerebus llega a la Luna tras un breve encuentro con
Flaming Carrot (un personaje creado por Bob Burden en 1979 y por entonces
publicado por Aardvark-Vanaheim). Allí encuentra al Juez, una combinación del
Vigilante de Marvel (los personajes de esa editorial formaban parte del paisaje
mental de Dave Sim, como lo demuestra el chiste continuo que hace sobre las
Sagradas Guerras Secretas) y el actor Lou Jacobi en su papel de juez en la
película “Little Murders” (1971), dirigida por Jules Feiffer. Éste le cuenta la
verdadera historia del universo…o al menos una de ellas cuyo comienzo es un
acto de violación.
En la
actualidad, a Sim le gusta presentar todo esto como una lectura “feminista”, asegurando
que, en el momento en que concibió la idea, él mismo era un ultrafeminista.
Pero es llamativo que una de las mayores polémicas que causó la colección fuera
la de una escena en la que el propio Cerebus comete una violación
(concretamente a Astoria, mientras ésta se halla encadenada). Ojo, ese momento
se presenta como algo profundamente desagradable. Pero es que, como he dicho
antes, en este mismo arco argumental, Cerebus es también responsable de un
asesinato en masa, el de un bebé a sangre fría y múltiples atropellos contra
inocentes. Puede que Cerebus sea el protagonista de la serie, pero de ningún
modo es un héroe.
Sea como sea, en
este punto, mucho antes de que su imagen pública se deteriorara para acabar
tachado de misógino lunático, el universo que imagina Sim es el producto de un
Big Bang que no es sino una violación; una violación que huele sospechosamente
a humor negro por mucho que se presente como un momento de horror cósmico. Tarim,
el dios masculino en la cosmología descrita por el Juez a Cerebus en la Luna, es
un vacío que quiere fusionarse con la luz femenina de la diosa Terim. Él entra
en ella a la fuerza y ésta explota, convirtiéndose en las estrellas y los
planetas, mientras él queda como el espacio entre ellos. Como cualquier violador,
Tarim culpa a su víctima y, cuando descubre que el universo se está contrayendo
y, por tanto, un día Terim volverá a estar completa, nos dice el Juez: “Parte del vacío planea su reunión... parte
del vacío... trama su venganza".
El mensaje de “Iglesia y Estado” –o, al menos, uno de ellos, dado que se trata de la culminación de diez años de trama y una historia que se había prolongado durante casi cinco- parece ser que los hombres son destructivos. Si tomamos a Cerebus como un macho –y no hay razón para pensar que no lo es- podemos ver, tanto en su microcosmos como en el macrocosmos que habita, que las mujeres, lo femenino, es una fuerza creativa y nutridora, mientras que lo masculino es una que, esclava de su libido, solo ansia destruir cualquier cosa hermosa que no pueda poseer.
El Juez prosigue
describiendo el futuro, o al menos un futuro posible (porque si bien ese
enigmático personaje es presentado como omnisciente, tal cualidad se ve
contradicha por sus propias palabras). Cerebus vivirá tan sólo unos cuantos años
más; nunca conquistará más territorio del que ya posee; y morirá solo, sin amor
y sin ser llorado por nadie. Dentro de seis mil años, los hombres visitarán esa
parte de la Luna donde se encuentran ahora, “penetrando su cuerpo con fajos de metal”. El Juez continúa
mencionando los hechos más significativos de la civilización dominada por los
hombres: el destino del programa Apollo, el desastre del Challenger, la
Iniciativa de Defensa Estratégica de Estados Unidos, el desarrollo de armas
orbitales y, finalmente, el apocalipsis y la extinción de la vida por un
holocausto nuclear. Difícilmente puede ofrecerse una visión del futuro más
pesimista. No es de extrañar que más adelante Sim renegara de ella en favor de
un enfoque más religioso sobre la Verdad del universo.
Pero todo esto
supone poner mucho énfasis en el final, que, naturalmente, no es tal dado que,
después del monólogo del Juez –que se prolonga 5 números, 88 páginas- aún
quedarían otros 189 episodios para llegar a la auténtica conclusión. En
“Iglesia y Estado” es tan importante el viaje como el destino, aunque aquél sea
prácticamente imposible de resumir de forma coherente: las intrigas entre
facciones religiosas (en las que se profundizará en el arco “Madres e Hijas”);
las parodias de personajes de comic (Cucabezno, poseído por el espíritu de
Chris Claremont; el Hombre Cosa y la Cosa del Pantano) o personalidades del
m
undo real (Mick Jagger y Keith Richards, Alan Moore); las cuitas
erótico-amorosas con Red Sofía y la intromisión de su terrorífica madre; la asociación
y luego enemistad de Cerebus con Weishaupt; la obsesión con expoliar al pueblo
de su oro; su combate contra Thrunk, su viejo enemigo, por el trono papal; las
manipulaciones de Astoria, encarcelada por asesinar a otro Papa…
El problema de
“Iglesia y Estado” es, en primer lugar, su extensión: 1.220 páginas. Son
muchas, pero es que, además, Sim no parecía tener una estructura definida sino
ir improvisando sobre la marcha. Esto da lugar a abundantes desviaciones de la
trama general que no llevan a ninguna parte; personajes y situaciones que se
presentan, inician algún hilo argumental y luego desaparecen sin más; y una
narración descomprimida que puede tener su sentido en comics más breves, pero
que aquí no hacen sino engordar la historia con relleno insustancial.
Por ejemplo, el personaje de Sir Gerrik, se presenta en los primeros episodios con la clara intención de ser un misterio que cobrará importancia más tarde, pero su subtrama se abandona sin volver a recuperarla. Ocurre lo mismo con la Condesa, que se introduce salida de la nada y cuyo papel apunta a ser muy relevante en el gran esquema, pero que finalmente no vuelve a aparecer tras la finalización de “Iglesia y Estado” (posiblemente porque Sim tuvo una bronca con su inspiración en el mundo real, Karen McKiel, ayudante editorial en Aardvark-Vanaheim). Parece que Sim tenía una idea muy general de hacia dónde quería ir, pero también que descartaba o posponía tramas iniciadas cuando se le ocurría alguna otra idea, muy a menudo olvidándolas o retrasándolas tanto que ya no tenía sentido volver sobre ellas.
Por supuesto, lo que para algunos son defectos, otros pueden degustar como virtudes y habrá quien verá esta forma de abordar el comic como algo original que aporta un bienvenido grado de impredecibilidad.
En arcos
posteriores, Sim iría todavía más lejos en términos de ambición conceptual y
experimentación estilística, pero al llegar el nº 111 de “Cerebus”, el final de
“Iglesia y Estado”, él y Gerhard se habían convertido en uno de los mejores
equipos creativos del comic book estadounidense. Por otra parte, fue también el
último arco de la colección acerca del cual coincide la mayoría de la crítica,
especializada o no. Las siguientes historias fueron mucho más divisivas, pero
“Iglesia y Estado” contiene todo aquello que lo convirtió en un referente del
comic norteamericano: bien dibujado, divertido, irreverente, personal, caótico…
No es poco mérito que Sim consiguiera mantener el interés de tantos lectores
por un personaje antipático y al que sobre todo aquí, le vemos cometer tantas
atrocidades.
Pero, sobre
todo, fue un comic muy personal en el que, gracias a su absoluta autonomía, Dave
Sim pudo hacer lo que quiso y como quiso, complaciera o no al lector. “Cerebus”
fue un comic mucho más osado y rompedor no ya que prácticamente cualquier cosa
que saliera de las factorías Marvel o DC, sino incluso de los sellos
independientes que proliferaron en los 80. ¿Y hoy? El comic ha ganado
visibilidad y respeto como forma de arte, sí, pero muchísimos autores de
talento siguen prefiriendo trabajar para las grandes editoriales y, si pueden,
llamar la atención de Hollywood u alguna plataforma de streaming que les compre
los derechos de sus personajes o colecciones. Y eso jamás pasará si se les
ocurre invertir su talento y ejercitar su libertad haciendo algo tan fuera de
lo convencional como “Cerebus”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario