14 may 2025

1983- CEREBUS: IGLESIA Y ESTADO – Dave Sim

 

Si “AltaSociedad” había sido un arco muy ambicioso, “Iglesia y Estado” iba a elevar al cubo la apuesta de Dave Sim…rozando –o cayendo, según los gustos- en el ridículo. Mientras que los 25 episodios de “Alta Sociedad” habían conformado la historia más larga publicada en un comic seriado hasta ese momento, “Iglesia y Estado”, tras dos números de desahogo cómico, sumaría 59, superando las 1.200 páginas. Aunque en tiempos más recientes se ha recopilado en dos gruesos volúmenes, esa división es completamente aleatoria y el segundo hereda la paginación del primero, así que lo que tenemos aquí no son dos historias sino una sola extremadamente larga.

 

Bien podríamos decir que “Iglesia y Estado” es la segunda parte de “Alta Sociedad” o, al menos, eso es lo que parece al principio. El resto de la colección de Cerebus y hasta su cierre, se dividirá en dos tipos de historias: aquellas que continúan la gran saga político-religiosa de Estarción (los cuatro volúmenes de “Madres e Hijas”, “La Historia de Ricky”, “Los Últimos Días” y “El Último Día”) y las que desarrollan sobre todo la relación de Cerebus y Jaka introduciendo tangencialmente temas relativos al mundo real que Dave Sim quería abordar (“La Historia de Jaka”, “Melmoth”, “Chicos”, “De Vuelta a Casa” y “Forma y Vacío”). Ambas modalidades, naturalmente, están hasta cierto punto entrelazadas (“La Historia de Ricky”, por ejemplo, no tiene sentido sin “La Historia de Jaka”) pero, a grandes rasgos, puede leerse el primer tipo de historias y comprender la evolución política general, mientras que el segundo es mucho más modesto en cuanto a la escala que adopta. Más adelante en la serie, Sim irá alternando unas y otras, pero en estas primeras etapas claramente su interés reside en abarcar cada vez más, en inflar paulatinamente la épica. Así que Cerebus no sólo recupera su cargo de Primer Ministro, sino que va un paso más allá y se convierte en Papa.

 

En primer lugar, para comprender “Iglesia y Estado” es necesario aportar un poco de contexto. Cuando comenzó este arco –en el número 55- se anunció la separación de Dave Sim y Deni Loubert, su esposa y editora de “Cerebus”. Supuestamente, fue un proceso amistoso y Loubert continuó encargándose de publicar el comic al frente de Aardvark-Vanaheim hasta el número 77, pero el que dos números después de producirse la ruptura Sim hiciera que Cerebus se encontrara atrapado en un matrimonio no deseado (con Red Sofía, la parodia de Red Sonja presentada en los primeros números de la colección) del que deseaba desesperadamente escapar, sugiere que, al menos para Sim, la separación no había sido tan limpia como en su momento afirmó la pareja. Y después de que Loubert anunciara que abandonaba la editorial pero antes de que su marcha tuviera lugar, aparece en “Cerebus” una página en la que el protagonista le dice a Red Sofía: “No puedes irte. Eres la señora de Su Santidad. ¡El Gran Cerebus te Necesita!”. “¿De verdad? ¿Para qué? Me refiero a otras cosas (mientras aparta sus manitas ansiosas de sexo con una patada)”.

 

Pero aunque una asociación creativa terminó, otra estaba despegando. A partir del número 65, Sim contó con un valioso colaborador artístico, una figura absolutamente necesaria ahora que él iba a tener que asumir también las funciones editoriales de “Cerebus” además de las creativas. Dave Sim y Gerhard (quien sólo es conocido por su nombre puesto que nunca ha hecho público su apellido) coincidieron en una fiesta en casa del primero y Sim tuvo la oportunidad de ver su trabajo. Gerhard le preguntó si le gustaría colaborar en algunas historias cortas que le había encargado el sello Epic de Marvel. El proyecto salió bien y Sim le propuso entonces sumarse a la serie mensual de “Cerebus”. Y así fue.

 

Gerhard y Sim mantenían una relación creativa bastante inusual. Normalmente, cuando dos artistas trabajan sobre la misma plancha, uno de ellos dibuja a lápiz y luego se la pasa al otro para que la entinte, añadiendo sombras y profundidad. Mucha gente asumió que era así como ambos trabajarían y, de hecho, Gerhard estuvo varias veces nominado a premios al “mejor entintador”. Pero, en realidad, lo que normalmente ocurría era que Sim dibujaba a lápiz y entintaba todas las figuras además de rotular los textos, dejando la totalidad de los fondos a su socio. Sim quizá le aportaría alguna idea de lo que necesitaba en cada viñeta, pero por lo demás Gerhard tenía la misma libertad creativa en lo relativo a su área de trabajo que la que Sim tenía con las figuras.

 

La diferencia, una vez que Gerhard sube a bordo, es inmediatamente perceptible. Su maestría en lo que se refiere al dibujo realista en blanco y negro es indiscutible. Su meticuloso trabajo de trama manual, rayado y sombreado le da a Estarción un peso y un realismo del que siempre había carecido anteriormente: ahora sí parece un lugar real, no una serie de espacios en blanco con alguna silla o escritorio colocados aquí y allá. Solamente su representación de la Luna es digna de un Eisner. Las maravillosas texturas que logra crear para imitar la piedra, la tela o el vidrio demuestran una comprensión sobresaliente de la luz, la sombra y la perspectiva. Gerhard, cuyo trabajo jamás pareció verse afectado por las prisas, permanecería en “Cerebus” hasta el final de la colección y a lo largo de los años se aseguraría de que, sin importar cuán extrañas fueran las historias que Sim contaba en ella (y al final lo eran y mucho), el cómic siempre tuviera un aspecto muy cuidado.

 

Además, trabajar con Gerhard obligó a Sim a mejorar para estar a la altura de su colaborador. Los primeros volúmenes de “Cerebus” tienen un dibujo funcional en el mejor de los casos. Aunque Sim a menudo demostraba ser capaz de ofrecer un buen trabajo gráfico (aunque muchas veces imitando el de otros artistas), los plazos de entrega le impedían mantener un nivel de calidad consistente. Es por eso que en “Alta Sociedad” y los primeros números de “Iglesia y Estado” abundan en figuras anatómicamente incorrectas o rostros que parecían dibujados por un principiante. Ya avanzado este arco argumental esto se había corregido por completo y Sim había desarrollado un estilo propio con mucha personalidad que mezclaba los de Eisner, Mort Drucker y Neal Adams, con figuras bien perfiladas con un estilo naturalista que, sin embargo, tenían esas expresiones elásticas y grotescas propias de un dibujo animado de la Warner. Mejora mucho, por ejemplo, su dibujo de las mujeres, que en los volúmenes anteriores había sido uno de sus puntos más débiles. También ofrece diseños de página muy atractivos y su rotulación y tipografía se estilizan.

 

Está generalmente aceptado que “Iglesia y Estado” es el punto culminante de “Cerebus”, el arco argumental que contiene muchos de los momentos y frases más memorables de la serie y en el que, por primera vez, todo encaja gracias a los talentos combinados de Sim y Gerhard, capaces de hacer realidad las ambiciones conceptuales y artísticas del primero, pero todavía lo suficientemente arraigados en el trabajo temprano de éste como para que los aficionados a la primera etapa no hubieran abandonado el barco. (También es un punto en el que la desconcertante ideología política de Sim no había aflorado, pero eso es otra cuestión).

 

Como dije al comienzo, “Iglesia y Estado” es, en buena medida, una continuación de “Alta Sociedad”. Comienza con Cerebus, tras perder el cargo de Primer Ministro de Iest, reducido a un estado de miseria. Viaja a través de Nueva Sepra, escribiendo sus memorias y se queda como invitado en la mansión de la condesa Michelle mientras continúa trabajando en ellas. Es allí donde reaparece Adam Weisshaupt (un intrigante político presentado en la primera etapa que conoce a Michelle desde hace algún tiempo), revelando que ha obtenido el apoyo de las ciudades-estado que bordean el río Feld para unirse en una federación de la que él será presidente. Quiere que Cerebus retome el liderazgo de Iest, pero aquél, comprensiblemente, está más que harto de la política. Debido a una serie de cuestiones, la relación entre Cerebus y Michelle se deteriora y, tras una noche de juerga, se despierta a la mañana siguiente para descubrir que Weisshaupt lo ha drogado y casado con Red Sofía. Como no puede divorciarse de ella sin arriesgar la vida, acepta los términos de Weisshaupt y regresa a Iest para ejercer de primer ministro títere.

 

Durante su mandato, Cerebus es invitado a presencia del Pontífice de la Iglesia Oriental de Tarim, quien es asesinado ante sus ojos, aparentemente por ser cirinista. El obispo Powers exige que Weisshaupt le presente un candidato para ser el próximo pontífice, pero ambos hombres se odian. El político se muestra reacio a abordar la cuestión, así que el religioso se ve obligado a actuar y nomina para el puesto –que tiene más poder e influencia y menos responsabilidades que el de Primer Ministro- a Cerebus.

 

Normalmente, el pontífice de la Iglesia Oriental residiría en la Ciudad Alta de Iest, pero Cerebus tiene otros planes y se establece en un hotel en la pared de la inmensa montaña rocosa sobre la que se asienta la ciudad alta. Comienza a referirse a sí mismo como "Su Santidad”, contrata a un par de guardaespaldas y se emborracha de poder, un gusto adquirido en sus días como Primer Ministro, y una cualidad que lo lleva de pintoresco cascarrabias a monstruo reprensible.

 

Regularmente, sube al tejado de su hotel para dirigirse a sus seguidores diciéndoles que Tarim no está contento con ellos y amenazándoles con que, si no le llevan todo su oro, el dios destruirá el mundo. Sus amenazas funcionan a la perfección y acaba amasando una enorme riqueza. Pretendiendo dar lecciones de vida a la multitud, en una ocasión aplasta a un bebé contra el suelo y en otra arroja a ancianos desde la azotea. Hastiada por semejante comportamiento, Red Sofía lo abandona y Cerebus llama a Jaka, que ahora no sólo está casada sino embarazada. Intenta convencerla para huir juntos, pero ella se niega aduciendo el deber hacia su hijo y su marido. Cuando ella regresa a la Ciudad Baja, le informan a Cerebus de que Weisshaupt está agonizando producto de las heridas causadas en una anterior batalla entre los dos. Acude a verlo sólo para enterarse de su boca que existen otros dos osos hormigueros inteligentes en Estarción…

 

“Iglesia y Estado” es donde Sim implementa su estrategia de hablar de cosas, lugares, temas o acontecimientos de lo que no ha explicado nada previamente. En concreto, la mayoría de los detalles relativos a las iglesias y políticas en conflicto nunca se aclaran, pero las referencias a ciertos eventos de las mismas (el "Éxodo Interno", por ejemplo) nos indican que, probablemente, Sim sí conocía todos los detalles (en ese caso en particular, explicó ese éxodo en un chat con el grupo de discusión de Cerebus en Yahoo!. Y, como sucedía a menudo, la información que aportó resultó menos interesante que lo que muchos lectores habían imaginado). Esa estrategia también consigue que el mundo de Cerebus adquiera un grado adicional de realismo: cuando uno lee un periódico, éste no le informa sobre los antecedentes del ISIS o la situación de Ucrania, la teología de la iglesia católica o cualquier otro tema que uno pueda pensar. De la misma manera, leer “Cerebus” es como leer un periódico, recibiendo informes dispersos de otro mundo con su propia historia, política y teología, obligando al lector a prestar una atención especial e intentar hilar esos fragmentos de información.

 

En historias posteriores, esta diferenciación entre Estarción y el mundo real iría difuminándose hasta el punto de que en una de ellas la dedicó Sim casi enteramente a discutir sobre la Biblia. El autor parecía estar escribiendo la prehistoria de nuestro propio mundo, como si fuera una especie de discípulo de Tolkien. Y aunque el mundo ficticio de Sim no está ni de lejos tan bien pensado como el de aquél, durante un tiempo él así lo creyó.

 

Pero Sim tenía en mente para “Cerebus” un propósito mucho más allá de crear un mundo de ficción. Aunque a menudo declaró cosas contradictorias respecto a ello, parece que la colección era el vehículo que había elegido para encontrar la Verdad. Para decirlo de la forma más sencilla posible, Sim creía que, si se pasaba veintiséis años intentando crear una obra de arte única y coherente, sin volver jamás a revisarla, y vertiendo en ella todas las ideas que se le iban ocurriendo de la forma más honesta posible, ese proceso lo llevaría a “La Verdad”. Tal y como declaró en una entrevista en 1996: “Lo que estoy tratando de hacer es, a través del acto de creación, tratar de entender y desarrollar algún nivel de comprensión sobre qué es esa gran cosa de ahí arriba: el muffin cósmico, Dios, la Fuerza Vital, como sea que quieras llamarlo. Pasé varios años intentando seguirle la pista o averiguar si era solo una vocecita extraña en mi cabeza o algo así. De eso hablaba en los clímax de “Iglesia y Estado” y “Madres e Hijas”.

 

Como es a menudo el caso con Sim, los medios que utilizó para alcanzar esa iluminación estaban muy en línea con la sensibilidad del rock de los 70, aunque más adelante se inclinaría por la vertiente religiosa. En un hilo en el foro de discusión de “Cerebus”, diría en relación a sus influencias: “Estoy bastante seguro si hago referencia a "Stairway to Heaven" de Led Zeppelin. La idea de que el cielo está "allá arriba" y que hay una escalera o algún un medio para ascender al cielo, ya sea Jesús al final del Evangelio de San Marcos o el Viaje Nocturno de Mahoma”.

 

Y así, Sim estructuró la colección para que, más o menos en sus números 100, 200 y 300, el protagonista realizara algún tipo de ascenso a los cielos en los que se encararía con La Verdad –o, al menos, una versión de la misma-. En “Iglesia y Estado”, esto ocurre cuando Cerebus llega a la Luna tras un breve encuentro con Flaming Carrot (un personaje creado por Bob Burden en 1979 y por entonces publicado por Aardvark-Vanaheim). Allí encuentra al Juez, una combinación del Vigilante de Marvel (los personajes de esa editorial formaban parte del paisaje mental de Dave Sim, como lo demuestra el chiste continuo que hace sobre las Sagradas Guerras Secretas) y el actor Lou Jacobi en su papel de juez en la película “Little Murders” (1971), dirigida por Jules Feiffer. Éste le cuenta la verdadera historia del universo…o al menos una de ellas cuyo comienzo es un acto de violación.

 

En la actualidad, a Sim le gusta presentar todo esto como una lectura “feminista”, asegurando que, en el momento en que concibió la idea, él mismo era un ultrafeminista. Pero es llamativo que una de las mayores polémicas que causó la colección fuera la de una escena en la que el propio Cerebus comete una violación (concretamente a Astoria, mientras ésta se halla encadenada). Ojo, ese momento se presenta como algo profundamente desagradable. Pero es que, como he dicho antes, en este mismo arco argumental, Cerebus es también responsable de un asesinato en masa, el de un bebé a sangre fría y múltiples atropellos contra inocentes. Puede que Cerebus sea el protagonista de la serie, pero de ningún modo es un héroe.

 

Sea como sea, en este punto, mucho antes de que su imagen pública se deteriorara para acabar tachado de misógino lunático, el universo que imagina Sim es el producto de un Big Bang que no es sino una violación; una violación que huele sospechosamente a humor negro por mucho que se presente como un momento de horror cósmico. Tarim, el dios masculino en la cosmología descrita por el Juez a Cerebus en la Luna, es un vacío que quiere fusionarse con la luz femenina de la diosa Terim. Él entra en ella a la fuerza y ésta explota, convirtiéndose en las estrellas y los planetas, mientras él queda como el espacio entre ellos. Como cualquier violador, Tarim culpa a su víctima y, cuando descubre que el universo se está contrayendo y, por tanto, un día Terim volverá a estar completa, nos dice el Juez: “Parte del vacío planea su reunión... parte del vacío... trama su venganza".

 

El mensaje de “Iglesia y Estado” –o, al menos, uno de ellos, dado que se trata de la culminación de diez años de trama y una historia que se había prolongado durante casi cinco- parece ser que los hombres son destructivos. Si tomamos a Cerebus como un macho –y no hay razón para pensar que no lo es- podemos ver, tanto en su microcosmos como en el macrocosmos que habita, que las mujeres, lo femenino, es una fuerza creativa y nutridora, mientras que lo masculino es una que, esclava de su libido, solo ansia destruir cualquier cosa hermosa que no pueda poseer.

 

El Juez prosigue describiendo el futuro, o al menos un futuro posible (porque si bien ese enigmático personaje es presentado como omnisciente, tal cualidad se ve contradicha por sus propias palabras). Cerebus vivirá tan sólo unos cuantos años más; nunca conquistará más territorio del que ya posee; y morirá solo, sin amor y sin ser llorado por nadie. Dentro de seis mil años, los hombres visitarán esa parte de la Luna donde se encuentran ahora, “penetrando su cuerpo con fajos de metal”. El Juez continúa mencionando los hechos más significativos de la civilización dominada por los hombres: el destino del programa Apollo, el desastre del Challenger, la Iniciativa de Defensa Estratégica de Estados Unidos, el desarrollo de armas orbitales y, finalmente, el apocalipsis y la extinción de la vida por un holocausto nuclear. Difícilmente puede ofrecerse una visión del futuro más pesimista. No es de extrañar que más adelante Sim renegara de ella en favor de un enfoque más religioso sobre la Verdad del universo.

 

Pero todo esto supone poner mucho énfasis en el final, que, naturalmente, no es tal dado que, después del monólogo del Juez –que se prolonga 5 números, 88 páginas- aún quedarían otros 189 episodios para llegar a la auténtica conclusión. En “Iglesia y Estado” es tan importante el viaje como el destino, aunque aquél sea prácticamente imposible de resumir de forma coherente: las intrigas entre facciones religiosas (en las que se profundizará en el arco “Madres e Hijas”); las parodias de personajes de comic (Cucabezno, poseído por el espíritu de Chris Claremont; el Hombre Cosa y la Cosa del Pantano) o personalidades del mundo real (Mick Jagger y Keith Richards, Alan Moore); las cuitas erótico-amorosas con Red Sofía y la intromisión de su terrorífica madre; la asociación y luego enemistad de Cerebus con Weishaupt; la obsesión con expoliar al pueblo de su oro; su combate contra Thrunk, su viejo enemigo, por el trono papal; las manipulaciones de Astoria, encarcelada por asesinar a otro Papa…

 

El problema de “Iglesia y Estado” es, en primer lugar, su extensión: 1.220 páginas. Son muchas, pero es que, además, Sim no parecía tener una estructura definida sino ir improvisando sobre la marcha. Esto da lugar a abundantes desviaciones de la trama general que no llevan a ninguna parte; personajes y situaciones que se presentan, inician algún hilo argumental y luego desaparecen sin más; y una narración descomprimida que puede tener su sentido en comics más breves, pero que aquí no hacen sino engordar la historia con relleno insustancial.

 

Por ejemplo, el personaje de Sir Gerrik, se presenta en los primeros episodios con la clara intención de ser un misterio que cobrará importancia más tarde, pero su subtrama se abandona sin volver a recuperarla. Ocurre lo mismo con la Condesa, que se introduce salida de la nada y cuyo papel apunta a ser muy relevante en el gran esquema, pero que finalmente no vuelve a aparecer tras la finalización de “Iglesia y Estado” (posiblemente porque Sim tuvo una bronca con su inspiración en el mundo real, Karen McKiel, ayudante editorial en Aardvark-Vanaheim). Parece que Sim tenía una idea muy general de hacia dónde quería ir, pero también que descartaba o posponía tramas iniciadas cuando se le ocurría alguna otra idea, muy a menudo olvidándolas o retrasándolas tanto que ya no tenía sentido volver sobre ellas.

 

Por supuesto, lo que para algunos son defectos, otros pueden degustar como virtudes y habrá quien verá esta forma de abordar el comic como algo original que aporta un bienvenido grado de impredecibilidad.  

 

En arcos posteriores, Sim iría todavía más lejos en términos de ambición conceptual y experimentación estilística, pero al llegar el nº 111 de “Cerebus”, el final de “Iglesia y Estado”, él y Gerhard se habían convertido en uno de los mejores equipos creativos del comic book estadounidense. Por otra parte, fue también el último arco de la colección acerca del cual coincide la mayoría de la crítica, especializada o no. Las siguientes historias fueron mucho más divisivas, pero “Iglesia y Estado” contiene todo aquello que lo convirtió en un referente del comic norteamericano: bien dibujado, divertido, irreverente, personal, caótico… No es poco mérito que Sim consiguiera mantener el interés de tantos lectores por un personaje antipático y al que sobre todo aquí, le vemos cometer tantas atrocidades.

 

Pero, sobre todo, fue un comic muy personal en el que, gracias a su absoluta autonomía, Dave Sim pudo hacer lo que quiso y como quiso, complaciera o no al lector. “Cerebus” fue un comic mucho más osado y rompedor no ya que prácticamente cualquier cosa que saliera de las factorías Marvel o DC, sino incluso de los sellos independientes que proliferaron en los 80. ¿Y hoy? El comic ha ganado visibilidad y respeto como forma de arte, sí, pero muchísimos autores de talento siguen prefiriendo trabajar para las grandes editoriales y, si pueden, llamar la atención de Hollywood u alguna plataforma de streaming que les compre los derechos de sus personajes o colecciones. Y eso jamás pasará si se les ocurre invertir su talento y ejercitar su libertad haciendo algo tan fuera de lo convencional como “Cerebus”.

 


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