(Viene de la entrada anterior)
Conforme el año 1970 llegaba a su fin, pareció que los comic books norteamericanos habían acogido definitivamente y en toda su gloria pulp al subgénero de “Espada y Brujería”. Ya se habían hecho algunas tentativas en esa dirección, como los tres números que en 1969 dedicó la cabecera antológica “Showcase” al personaje de Nightmaster, escrito por Denny O´Neil; o las historias cortas de guerreros fantásticos que Marvel incluyó en sus nuevas cabeceras “Chamber of Darkness” y “Tower of Shadows”. Por fin, esta última editorial fue la que dio el gran salto y presentó en 1970 la colección de “Conan el Bárbaro”, traslación a las viñetas de las aventuras del que quizá sea el personaje más icónico del subgénero, creado por Robert E.Howard en los años treinta.
En noviembre de ese mismo año, la colección, de cadencia bimensual, se hallaba en su tercer número y su guionista y editor, Roy Thomas –el cual había luchado duramente por conseguir los derechos del personaje- probablemente ya estaba pensando en ampliar la plantilla de bárbaros con otro héroe creado por Howard: el Rey Kull. Su entusiasmo por el género acabó filtrándose a otros guiones que por entonces también escribía y que, en principio, poco o nada tenían que ver con la Espada y Brujería. Uno de ellos fue el nº 84 de “Los Vengadores” (enero 71).
Ya el mismo título nos da una pista de por dónde van a discurrir las cosas en esta aventura: “La Espada y la Hechicera”. La primera página es una gran viñeta magníficamente dibujada por John Buscema y Tom Palmer y que también remite inequívocamente al género fantástico: el Caballero Negro montando su corcel alado y volando sobre un paisaje nocturno de fiera desolación.
Recordemos que este personaje, Dane Whitman, era el tercero de Marvel en llevar el nombre de Caballero Negro. Lo presentó Roy Thomas tres años antes, en el nº 47, y desde entonces había aparecido varias veces como aliado ocasional de los Vengadores hasta recibir su estatus de miembro oficial en el nº 71, si bien, como su residencia familiar estaba en Gran Bretaña, no participaba en el día a día del grupo.
Lo que está buscando aquí el Caballero es nada menos que el Pozo en el Centro del Tiempo, un nombre muy evocador que, de acuerdo con declaraciones del propio Thomas unos meses después en la sección de cartas de los lectores, le fue inspirado por los títulos de dos obras clásicas de la Fantasía: “El Pozo en el Fin del Mundo” (1897), de William Morris; y la obra teatral “En el Pozo del Halcón” (1916), de William Butler Yeats. Algunos lectores del momento, sin embargo, dándose cuenta de que las “aguas místicas” del pozo parecían más bien lava fundida y que lo que pretendía hacer allí el personaje era arrojar su espada mágica, se preguntaron si Thomas no se habría inspirado más bien en otro clásico muy en boga por entonces, “El Señor de los Anillos”, concretamente en la escena en la que Frodo intenta tirar el Anillo Único a la Grieta del Destino. Pero, según los comentarios de Thomas en el correo de lectores de “Vengadores” nº 89, la tóxica relación de Dane Whitman y su espada estaba modelada de acuerdo a la de otro guerrero muy famoso del género. Volveré sobre eso en un momento.
Incapaz de destruir la espada, Whitman ve cómo se aproximan unos guerreros a lomos de una especie de serpientes voladoras y se enfrenta a ellos preguntándose por las razones de la agresión. Y entonces, se une a la batalla el líder de aquéllos, que no es otro que Arkón. Este personaje, presentado en la colección tan solo unos meses antes coincidiendo con el regreso a las filas de los Vengadores de Mercurio y la Bruja Escarlata (nº 75 y 76), fue hijo del interés que por entonces sentía Thomas por el pulp clásico, una mezcla del molde de Conan con los entornos de CF imaginados para “John Carter” por Edgar Rice Burroughs.
Ciertos aspectos de Arkón y su mundo (en particular, las criaturas voladoras y el cielo alienígena) derivan claramente del subgénero de la Ciencia Ficción denominado “romance planetario”, cuyo mejor representante fue el mencionado John Carter. Según Thomas, tanto él como Stan Lee quedaron tan impresionados con la visualización de John Buscema que éste se convirtió en su primera opción para dibujar a Conan cuando Marvel finalmente obtuvo la licencia de los derechos del bárbaro. Por razones que ya comenté en la serie de artículos dedicados a Conan, esto no pudo materializarse en primera instancia y Buscema debería esperar aún unos pocos años para convertirse en el artista más asociado al personaje en el ámbito del comic.
A todo esto, en la Mansión, Wanda tiene una pesadilla o, más bien, una visión, del enfrentamiento entre el Caballero Negro y Arkón y sus guerreros. Deseando comprobar si hay algo de verdad en ese sueño, telefonean al castillo de Whitman en Inglaterra, pero su mayordomo les dice que ha desaparecido. Comprensiblemente alarmados y habida cuenta de los problemas que ya les causó Arkón en el pasado, deciden viajar a su dimensión y averiguar qué es lo que ocurre. Como necesitan el martillo de Thor para trasladarse hasta allí, envían a Pantera Negra a encontrarlo.
Mientras tanto, el Caballero Negro ha caído prisionero de Arkón, quien está acompañado nada menos que por la Encantadora, que se había esfumado en el número anterior tras fracasar su complot contra los Vengadores. Arkón acusa al Caballero de espiar para sus camaradas de la Tierra y la hechicera asgardiana se sirve de uno de sus besos para obligarle a contar por qué había viajado hasta el Pozo. Whitman confiesa cómo la Espada de Ébano (o Espada Negra, como todavía la llamaba aquí) casi le obligó matar a unos ladrones de joyas en Londres.
La Espada de Ébano había sido un regalo de Merlín a su antepasado, Sir Percy (en “Caballero Negro” nº 1, mayo 55). En esas viejas historias (cinco en total), Stan Lee y Joe Maneely contaron que el mago de Camelot encantó la espada que ya portaba el caballero, tornándola negra en el proceso. El origen de la espada se cambiaría luego haciéndola provenir del metal negro de un meteorito. Pero, de cualquier modo, ese objeto no demostró tener ningún tipo de influencia siniestra sobre el comportamiento de Sir Percy en su colección de los años 50 o en las primeras apariciones de Dane Whitman con el arma en varios números de “Doctor Extraño” y “Los Vengadores”. En algún momento por esta época, quizá durante su periodo de coqueteo con la Espada y Brujería, Thomas descubrió las novelas de Elric de Melniboné, firmadas por el autor británico Michael Moorcock.
Ese personaje, presentado en el cuento “La Ciudad de los Sueños” (1961) empuña una espada mágica de color negro llamada “Portadora de Tormentas” (Stormbringer). El arma le proporciona a Elric, un albino delgado y enfermizo, una vitalidad sobrenatural, pero para ello le obliga a matar a sus adversarios, consumiendo simultáneamente sus almas. Siendo un ser inteligente que se alimenta de energía espiritual, impele a Elric a matar, aumentando su sed de sangre y haciéndole sentir enfermo y débil cuando no se cobra ninguna víctima.
Era una idea muy potente que interesó a Thomas lo suficientemente como para adaptarla al contexto del Caballero Negro (un año después incluso incluiría a Elric en una aventura de “Conan el Bárbaro”, en el nº 14 de la colección). Esto mejora la calidad de su drama personal, pero también plantea otras preguntas: si Sir Percy era consciente del “poder maligno inherente a (su) antigua espada” (de hecho, confiesa en un momento determinado que conocía esa característica pero que había esperado que el paso de los siglos la hiciera desaparecer), ¿por qué razón no advirtió a su descendiente cuando le dio el arma (en “Marvel Super-Heroes” nº 17)? Obviamente, si no estamos dispuestos a aceptar esa premisa, no podremos disfrutar de esta historia, ni, de hecho, de muchas de las protagonizadas en el futuro por el Caballero Negro de Marvel.
Preocupado por la influencia que el arma estaba ejerciendo sobre él, Whitman, tras invocar al espíritu de sir Percy y seguir sus instrucciones, viaja hasta Stonehenge, donde una bruja lo transporta hasta la dimensión donde se localiza el Pozo, el único lugar donde quizá podría destruir el arma o, al menos, comprobar si ésta se lo impedía confirmando así su propia autoconsciencia. Arkón no le cree y piensa que no es más que la avanzadilla de un ataque de los Vengadores. Obviamente, la Encantadora está utilizando sutilmente su magia para acrecentar su ira.
En Nueva York, Pantera encuentra a Thor y ambos se acercan a la Mansión. Esta historia se publicó durante la época en la que los “Tres Grandes” Vengadores, Thor, Iron Man y el Capitán América, estaban con un pie fuera y otro dentro del equipo. Años antes, Stan Lee había ordenado a Roy Thomas que esos tres héroes, todos ellos con sus propias colecciones, solo podrían aparecer en “Los Vengadores” como ocasionales “estrellas invitadas”. Ya hablé en entradas anteriores de las razones que le llevaron a tomar esa medida. Thomas, obediente, había cumplido escrupulosamente con la directriz, pero no tardó en verse bastante limitado. Marvel no contaba entonces con un gran catálogo de personajes entre los que elegir a posibles miembros de los Vengadores. No pocos de ellos ya pertenecían a algún equipo (Cuatro Fantásticos, X-Men) y otros eran agentes libres (Spiderman, Doctor Extraño, Daredevil) que no encajaban bien en las dinámicas de grupo. Asi que, a partir del número 66 y cada vez con mayor frecuencia, Thomas empezó a incluir en las aventuras uno o dos de los tres mencionados, sobre todo el Capitán América. Cuando eso ocurría, lo anunciaba llamativamente en la portada del número correspondiente para llamar la atención de los lectores. Ello podría explicar el peso que Thor tiene en la cubierta de este número 84 cuando en realidad el punto focal de la historia es el Caballero Negro, que ni siquiera aparece incluido en esa ilustración. Habría de transcurrir otro año para que la presencia del trio en Los Vengadores se normalizara por completo.
Nada más llegar Pantera y Thor a la Mansión, el edificio desaparece y una visión de la Encantadora les advierte de que se mantengan alejados de la dimensión de Arkón… que es precisamente donde ha sido trasladada la Mansión con quienes en ese momento estaban en su interior. Goliath, Visión, Mercurio y la Bruja Escarlata son reducidos por el ejército de Arkón y la magia de la asgardiana. Como ya había hecho en su primer encuentro, Arkón propone a Wanda ser su reina, pero cuando ésta lo rechaza, aquél sentencia a muerte a los Vengadores. Es entonces cuando aparecen Thor y Pantera Negra, liberan a sus camaradas y dan un vuelco a la situación. Tras las consabidas peleas (resueltas por Buscema con no mucho acierto en unas abigarradas páginas de nueve viñetas demasiado pequeñas, probablemente por una mala planificación del guion), la Encantadora huye una vez más (volverá en el nº 100, aunque antes aparecerá en “Hulk” nº 142, donde utilizará de nuevo la identidad de Valkiria inventada en el episodio anterior); la Espada de Ébano cae al pozo y aparentemente se destruye; y Arkón, libre ya de la influencia de la Encantadora, se da cuenta de su error, detiene la batalla y los Vengadores se marchan a casa.
El siguiente plan de Arkon consistirá en enfrentar a la Tierra, una Tierra alternativa y la Quinta Dimensión en una guerra nuclear y se narrará en “Cuatro Fantásticos” nº 160 a 163 (julio a octubre 1975). El Caballero Negro volverá a aparecer en el siguiente número de “Los Vengadores”, pero sólo porque enlaza directamente con lo contado aquí. Habrá que esperar al número 100 para verlo participar plenamente en una aventura del equipo. Podría pensarse que, dado que la Espada de Ébano había quedado destruida, Whitman tendría que recurrir de nuevo a artefactos tecnológicos en su lucha contra el crimen, por ejemplo, la lanza con rayos que portaba su directo antecesor. Sin embargo, en ese intervalo de dieciséis meses, Roy Thomas debió reconsiderar su decisión de privar al Caballero de su espada mágica y así, en el mencionado número 100, descubriremos que la hoja no había sido destruida, sino que el Pozo la había trasladado al Olimpo, la dimensión en la que habitan las deidades griegas. Pero de eso hablaremos cuando llegue el momento.
(Continúa en la próxima entrada)
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