Tras sus sobresalientes colaboraciones con el guionista Zidrou (“Lydie”, “Los Buenos Veranos”) y el éxito en solitario del poético álbum “Carta Blanca” (2020), el barcelonés Jordi Lafebre vuelve a ilustrar un guion propio muy diferente al que obras anteriores, ambientando por primera vez la acción en el presente e internándose en el género del thriller policiaco con subtexto feminista, pero sin abandonar su característico y pulido estilo narrativo y gráfico.
Eva Rojas es una brillante joven que trabaja como psiquiatra en Barcelona. Pero el día en el que la conocemos no es ella quien recibe a un paciente. Ha sido citada a la consulta de un colega, el doctor Llull, quien debe evaluar su salud mental y redactar un informe del que depende que Eva siga ejerciendo su profesión. La joven sabe cuáles son las preguntas capciosas y a dónde quiere llegar su interlocutor así que miente para proteger sus intereses. Llull le pregunta si toma drogas u otros medicamentos; ella dice que no, aunque lleva una pastilla escondida en el bolsillo, abusa de la bebida y del sexo con extraños y fuma compulsivamente; él le pregunta si oye voces; no, no hay alucinaciones, no hay pérdida del sentido de la realidad, responde empujada por las tres voces de otras tantas mujeres de su familia con un temperamento fuerte, su abuela y dos tías, que susurran en su cabeza que no revele nada sobre ellas.
Después de unas pocas preguntas, Llull le pide que le cuente cómo ha sido su semana con el mayor detalle posible y en orden cronológico. Eva comienza diciendo que el lunes se compró unos zapatos nuevos, pero que no son los que ahora lleva puestos porque la policía se llevó los nuevos debido al cadáver… Y entonces, como un flashback narrado por la propia joven, empieza la verdadera historia.
Aquél lunes, Penélope, una de sus primeras pacientes, una joven a la que había tratado de anorexia y con la que mantenía una relación muy cercana, le pide que la acompañe en la lectura del testamento otorgado por su todavía viva abuela, matriarca de la acaudalada familia de Monturós, que construyó su fortuna con el cava aliándose en su día con la dictadura de Franco. Eva llega a la lujosa finca familiar el día anterior a la reunión, donde tiene la oportunidad de conocer a los tres hermanos que dirigen el negocio y a la hermana de éstos, madre de Penélope. Queda claro enseguida que hay tensiones entre ellos, secretos y puede que incluso trigo poco limpio. Cuando Eva, picada no por el deseo sino por la curiosidad, acude a la cita nocturna que le propone Josep, el hermano con más poder y a quien más temen, lo encuentra muerto.
La policía determina que la causa de la muerte ha sido la ingestión de veneno y dado que Eva tiene formación médica y farmacológica, que ha sido quien ha encontrado el cadáver y que fue vista discutiendo con el difunto horas antes, se convierte automáticamente en una de las sospechosas. Pero ella, lejos de amilanarse, emprende su propia investigación, con sus propios y nada ortodoxos métodos y acompañada por los “fantasmas” de sus antepasadas. Para ello se zambulle en el proceloso mar de la élite económica, un mundo de mentiras, secretos e hipocresías en el que incluso el peor y más traicionero de los bribones parece un sofisticado y amistoso mecenas.
Haciendo uso extensivo de un humor ingenioso e irónico, Lefebre nos ofrece aquí un comic que no puede sino calificarse de feminista. La protagonista es una joven brillante que se niega a plegarse a las expectativas de los demás, de mente rápida, lengua afilada y más impulsiva e insensata que valiente. Tal y como irá revelando ella misma en el curso de su entrevista con el terapeuta, carga con no pocos traumas que condicionan la forma en que ve el mundo e interactúa con él. Mujeres son también las tres antepasadas que la acompañan, advierten y guían; la inspectora encargada del caso y varios de los componentes de la familia Monturós, esenciales en la resolución del crimen.
El ritmo de la historia es muy dinámico gracias a la forma que tiene Lafebre de plantearla y narrarla. Si en “Carta Blanca” había jugado con la narración inversa (esto es, empezar la historia por el final e ir retrocediendo en el tiempo), aquí recurre a una estrategia similar (la primera escena es en realidad el epílogo) pero innova planteando una narración a tres niveles: por una parte, la sesión de Eva con el doctor Llull; por otra, los eventos de la última semana, narrados por la propia Eva en el curso de esa conversación; y, por último, la historia de las mujeres de la familia de la protagonista, inserta en el recuento de Eva. Todos estos niveles van alternándose y fundiéndose, trasladando continuamente al lector del pasado al presente. Esta estructura podría tener el riesgo de confundir o incluso perder al lector por el camino, pero está tan bien equilibrada que se convierte en una herramienta para enriquecer la historia. Ésta avanza exclusivamente de la mano de Eva y sus pesquisas y, poco a poco y a través de los flashbacks a su pasado, podemos echar un vistazo al interior de su mente para comprender, a través de episodios concretos de su caótica juventud, el origen de las heridas emocionales que arrastra y los temores que oculta y, por tanto, cómo y por qué ha llegado a ser quien es.
“Soy Su Silencio” es, en el fondo, la historia de dos familias muy distintas. La primera y en torno a la cual gira el misterio, es la de los Monturós (de cuyo negocio, los viñedos y la elaboración de vino, algo conoce Lafebre gracias a su propio entorno familiar). Desde la recatada Penélope y la bondadosa matriarca Mercé hasta el orgulloso Francesc pasando por el arrogante Joan o el pusilánime Josep, quedan cubiertos todos los extremos y gradaciones del espectro familiar. Por un lado, está la generación más joven, asfixiada bajo el peso de las expectativas generadas por el éxito de la familia en el pasado; por el otro, la generación más mayor, que se niega a renunciar a un poder al que piensan tienen derecho. Eva asocia a los Monturós con los dioses del Olimpo, que miran a los mortales desde lo alto de su montaña de privilegios, influencias y dinero. Pero ese exterior dorado esconde un piélago de infidelidad, corrupción, infelicidad y traumas generacionales.
La segunda familia es la de Eva, que incluye otras tres generaciones: su tía abuela gitana, Dolores, víctima del maltrato de su esposo torero, al que acabó asesinando en un acto de autodefensa; su abuela y tutora legal, una tierna mujer cuya muerte le dejó un vacío irreparable; y su tía abuela, temperamental miliciana que combatió y murió en la guerra civil. Todas ellas están muertas, pero siguen muy presentes en la vida de Eva como alucinaciones. Como si fueran un coro griego, acompañan a la protagonista a todas partes, ofreciendo comentarios ingeniosos y consejos que sólo ella puede escuchar pero que no siempre decide seguir. Dos familias opuestas, por tanto, y cuyos complejos vínculos van desenmarañándose del principio al final de la historia y que constituyen el núcleo de este emotivo relato.
El segundo tema principal de “Soy Su Silencio” es el de la enfermedad mental. Su principal representación, obviamente, son las alucinaciones de Eva, pero también se insinúa a través de otros detalles más sutiles, como la pastilla que siempre lleva en el bolsillo, su rebelde y contestatario estilo de vida y su actitud descarada y antiautoritaria. Su excéntrico comportamiento camufla una fragilidad emocional originada por la pérdida de los seres queridos, a veces por muerte natural y a veces víctimas de la locura.
En cuanto a las visiones, si bien a menudo se utlizan para relajar la tensión y aligerar la oscuridad de la trama, su papel está lejos de ser un mero alivio cómico. Porque cuando sus voces empiezan a ahogar el mundo exterior, aflora el aspecto más duro y real de la enfermedad mental: su impacto en la vida cotidiana. Cuando los acontecimientos en los que se ve envuelta Eva escapan a su control, se verá obligada a enfrentarse a su trauma, teniendo que aceptar su dolencia y aprender a pedir ayuda.
El arte de Lafebre representa muy bien el viaje emocional de la protagonista y, además, de una forma poco habitual. Por lo general, la representación gráfica de los problemas de salud mental suele estar relacionada con un imaginario oscuro, incluso terrorífico, diseñado para abrumar al lector y transmitirle una sensación de opresión y desapego de la realidad. Sin embargo, Lafebre escoge una dirección opuesta y traduce gráficamente estos delicados temas utilizando un estilo tan luminoso y vibrante como la propia ciudad de Barcelona. La paleta de colores es suave y cálida, una elección poco convencional para un thriller, pero igualmente efectiva. Y en este sentido, destaca tanto el intrigante título como la propia portada, que el autor quiso utilizar como una presentación de la heroína: mirándose directamente al espejo y escribiendo en él, con lápiz de labios, el título, “Soy Su Silencio”, indicando tanto la primera persona en que se va narrar la historia como una autoafirmación y reconocimiento de la esquizofrenia que padece.
Aunque la trama y ciertas escenas son indiscutiblemente sórdidas (como un intento de violación o un suicidio), la finura de la línea semirealista de Lafebre, la elegancia con la que dibuja sus figuras y los suaves tonos pastel, atenúan la oscuridad moral de la historia y ofrecen una agradable variación respecto a la nocturnidad y agudos contrastes lúminícos en la que suelen desarrollarse tantos thrillers policiacos. Lefebre se maneja con igual eficacia en los momentos tiernos (como los recuerdos de Eva de la relación que mantuvo con su abuela o el afecto que desarrolla el doctor Llull por la joven al reconocer la vulnerabilidad que oculta bajo la fachada de desvergüenza, descaro y pasotismo).
No hay ni una sola pega que ponerle al dibujo de Lafebre. Domina todos los aspectos del lenguaje del comic: la expresividad facial y corporal de cada uno de sus personajes, perfectamente construidos y diferenciados completamente del resto no sólo en sus cuerpos y rostros sino en las posturas, actitudes, miradas y formas de moverse (los tatuajes de Eva, por ejemplo, tienen su origen en momentos de su pasado que se explican o sugieren en la trama); los fondos están muy bien trabajados sin ahogar a las figuras, localizando con precisión el lugar y momento en el que transcurre cada escena; los momentos de acción están resueltos con la misma brillantez que los de actos cotidianos como ir de compras o almorzar en un bar. La composición de página con las tradicionales rejillas de seis a nueve viñetas puede no parecer rompedora, pero es que la historia, una investigación policial en la Barcelona moderna, tampoco exige piruetas estéticas y sí una narrativa clara que no distraiga la atención de lo que es verdaderamente importante.
“Soy Su Silencio” es una obra impecable. Sobre un misterio planteado de una forma muy convencional (un crimen en el seno de una familia adinerada y un número limitado de sospechosos con posibles móviles para cometerlo), Lafebre nos ofrece una historia absorbente, que mezcla ironía, humor y ternura y se apoya en un reparto de pintorescas personalidades, destacando, por supuesto, la de su protagonista, que se gana la simpatía del lector desde la primera escena.
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