Desde hace ya algunos años, se han puesto de moda las películas con justicieros “maduritos”, quizá respondiendo a los anhelos de la generación que creció con este arquetipo del género de acción durante los 80 y que ahora tienen una edad que no hace aconsejable acometer ciertos excesos físicos, así que experimentan una satisfacción vicaria viendo a estos héroes crepusculares realizando hazañas fuera de su alcance. Ahí tenemos al Liam Neeson de la serie de “Venganza” (2008-2015), Sylvester Stallone y su equipo de viejas glorias en “Los Mercenarios” (2010-2023), Denzel Washington en “The Equalizer” (2014-2023) o Jeff Bridges en la televisiva “The Old Man” (2022).
El protagonista siempre es un individuo entrado en años, puede que incluso jubilado, que cumplió servicio en las fuerzas especiales o alguna agencia de inteligencia y que, voluntaria o accidentalmente, vuelve a la acción. Goza de una de una buena forma física para su edad, pero en su éxito pesa tanto su experiencia y aplomo como su capacidad de combate.
Pues bien, el comic llegó a ese concepto antes que los guionistas cinematográficos, aunque de la mano de un personaje que sí creó alguien familiarizado con el cine: Jean Van Hamme, quien gracias a las series de “XIII” y “Largo Winch” acumulaba una gran experiencia escribiendo personajes de acción que se desenvolvían a las mil maravillas en situaciones comprometidas, utilizando tanto o más su ingenio que sus habilidades físicas.
En 2000 y en compañía del dibujante Christian Denayer crea otro más, “Wayne Shelton”, si bien sólo con el compromiso de escribir los guiones de los dos primeros álbumes –que, como veremos, comprenden una sola historia-, dejando libertad a su asociado para continuar con el personaje si éste tenía éxito.
Wayne Shelton es un antiguo miembro de las fuerzas especiales norteamericanas curtido en operaciones secretas durante la Guerra de Vietnam y que, tras desmovilizarse, no pudo adaptarse a la vida civil y decidió aplicar sus conocimientos y experiencia al peligroso negocio del contrabando en el Próximo y Medio Oriente. Ya en los años 90, que es cuando transcurre la acción de la serie, y entrado en la cincuentena, se pasa a otro campo dentro del turbio mundo de la geopolítica internacional: la de mercenario de élite, especialista en organizar y acometer misiones arriesgadas e ilegales para gente acaudalada.
Así, en el primer arco argumental, compuesto por los álbumes “La Misión” (2001) y “La Traición” (2002), Shelton es contratado por Horace T.Quayle, un empresario tejano con intereses en Francia que ha firmado con la exrepública soviética de Khalakjistán una opción para la posible explotación de una mina de zinc que, sin saberlo el gobierno de esa pequeña nación, contiene germanio, un mineral clave en la tecnología de última generación y, por tanto, muy valioso. Aunque ha conseguido adelantarse a un poderoso competidor sudafricano, Quayle ve ahora peligrar su negocio cuando Francia impone sanciones económicas contra Khalakjistán por la negativa de sus autoridades a liberar a un camionero galo implicado accidentalmente en la muerte del Jefe del Estado Mayor. La misión de Shelton, que además debe completar en un plazo muy corto so pena de que la opción sobre la mina expire, consistirá en liberar de su cautiverio al desgraciado conductor y sacarlo del país, lo que pondrá punto y final a las tensiones entre ambas naciones.
Shelton se pone manos a la obra para reunir su equipo, compuesto por un conjunto de pintorescas personalidades: un noble inglés ávido de adrenalina que se dedica a traficar con armas; un actor en horas bajas al que engaña haciéndole creer que participará en una producción cinematográfica de Spielberg; una atractiva artista de variedades y experta en prestidigitación a la que conoce íntimamente desde hace años (Honesty Goodnes, que se convertirá en personaje recurrente); un experto motorista español y un abogado francés convicto. Naturalmente, surgirán imprevistos que habrán de solucionar sobre la marcha, culminando en un gran final con varios giros sorpresa. No conviene encariñarse con los personajes porque varios de ellos no salen con vida de la misión.
Este primer ciclo de dos álbumes ya describe con precisión las características fundamentales del protagonista: eficaz, circunspecto, seductor, hábil a la hora de moverse tanto por los submundos criminales de cualquier país como nadar entre los tiburones de las finanzas internacionales, profesional en los negocios y serio en el cumplimiento de sus encargos. Quizá su edad ya no le permita las hazañas físicas propias de la juventud, pero sigue estando en una forma física envidiable y lo que no cubre con su fortaleza o velocidad lo hace con experiencia. No es alguien, eso sí, que resulte inmediatamente simpático. No bromea ni sonríe, pero sí tiene un firme sentido del honor quizá inesperado en un mercenario. Esto es algo que se pone de manifiesto en el tercer álbum, “El Contrato” (2003), que es una suerte de epílogo de la aventura precedente y que fue escrito por el guionista sucesor de Van Hamme, Thierry Cailleteau, si bien con la supervisión de aquél.
Por su parte, Christian Denayer es un dibujante de estilo realista, línea limpia, narrativa muy clara y una extraordinaria atención por el detalle, algo que logra recurriendo a una profusa documentación. Aunque su registro en lo que se refiere a la expresividad facial de los personajes no es muy amplio (rasgo éste que comparte con otros dibujantes con los que Van Hamme ha colaborado en series de este mismo corte, como Vance o Franq), lo compensa sobradamente por su capacidad para, en todos y cada uno de los álbumes, sumergir al lector en una variedad inmensa de escenarios y, además, hacerlo de forma completamente verosímil, ya sean las montañas de Asia Central, las calles de Nueva York, los bajos fondos de Yakarta, la sabana africana, los monasterios europeos, pueblos de Argentina o Irán o el desierto iraquí. Dibuja con precisión casi fotográfica vehículos terrestres, aéreos o navales, militares o civiles (lo que no es de extrañar dado que empezó como diseñador gráfico en la editorial Lombard destacando en el campo de los automóviles e incluso haciendo anuncios de diferentes marcas), edificios, despachos, armas, calles…
Tras perder a varios de sus compañeros en la misión anterior, en “El Contrato”, Shelton se dispone a cumplir sus últimas voluntades y repartir la parte correspondiente de la recompensa entre los parientes de aquéllos o quienes designaran expresamente para tal circunstancia. Pero mientras se encuentra en la república sudamericana de Caparaguas haciendo entrega de 500.000 dólares al hermano de uno de los fallecidos, un par de siniestros alemanes con traje oscuro tratan de matarlo. En la persecución subsiguiente interviene una atractiva agente de la Interpol que le informa de que está siguiendo la pista de una recompensa que se ha ofrecido en un foro clandestino de internet para asesinarlo. Aparecen más sicarios utilizando distintos métodos, y Shelton debe sobrevivir a sus ataques al tiempo que esquivar las incómodas indagaciones de la policía y averiguar quién ha puesto precio a su cabeza y por qué.
Los dos siguientes álbumes, “El Superviviente” (2004) y “La Venganza” (2006), conforman un arco argumental único que nos permite echar un vistazo al pasado de Shelton y aprender algo más sobre su personalidad. Mientras ejerce de auditor de seguridad para un senador norteamericano durante una recepción, irrumpe un intruso buscándole y afirmando haber cumplido condena en una prisión indonesia en la que encontró a alguien que decía ser su hijo. Shelton está convencido de que es imposible, pero lo que le lleva a seguir la pista es que ese misterioso convicto asegura tener información sobre el paradero de un tal Hooker.
Lo que viene a continuación es un largo flashback que nos retrotrae al periodo que Shelton pasó en la Guerra de Vietnam como teniente al frente de una unidad especial. Durante una misión para determinar la posible presencia de guerrilleros del Vietcong en una aldea, resulta traicionado por uno de sus propios hombres, Hooker, recién incorporado a su pelotón. Éste asesina a todos los aldeanos, sus compañeros soldados y dos agentes de la CIA que estaban en el poblado para cerrar una transacción con heroína. El objetivo de Hooker, claro, era hacerse con el dinero, y deja malherido a Shelton dándolo por muerto.
Pero éste sobrevive y pasa un tiempo siguiendo la pista de Hooker hasta que ésta se pierde. Ahora, décadas después, tiene la oportunidad de terminar el trabajo que dejó inconcluso, cobrarse venganza y hacer justicia. Para ello, deberá averiguar la auténtica identidad de quien dice ser su hijo, lo que le llevará a mezclarse en una turbia intriga con centro en Yakarta que involucra a dos compañías japonesas competidoras en el campo de la informática, la banda de piratas que dirige Hooker y la compañía de Seguros Lloyd´s. Para ello contará con la ayuda de su “amiga especial”, Honesty Goodness, y del eficaz, sardónico y circunspecto Larkin, ambos heredados del primer ciclo de la serie.
Otra aventura rebosante de acción, suspense e intriga internacional, pero en la que también se reserva algo de tiempo para que el protagonista desvele algo más no sólo de su pasado sino también de su mundo interior. Más allá del sentido de la lealtad y el deber que había demostrado en álbumes anteriores, le vemos demostrar un afecto especial hacia Honesty, un sentimiento que supera la camaradería y que se conforma como una relación entre ambos que, según se dice, aunque intermitente, se remonta a varios años atrás. Por otra parte, la muerte de uno de los personajes le causa un momento de profundo pesar, no tanto porque ambos estuvieran muy unidos como porque toma conciencia de que la vida nómada que ha llevado, dedicándose a negocios peligrosos y violentos y relacionándose con los peores elementos de los países más conflictivos, le ha endurecido tanto que ya no puede expresar emociones.
El resto de los personajes no tienen una auténtica caracterización, estando perfilados lo justo para desempeñar su rol en la trama. El villano en particular, Hooker, parece sacado de una película mala de acción de los años 80: cruel hasta el sadismo, traidor con propios y extraños, violento y físicamente desagradable; incluso cuenta con el tópico lugarteniente que se encarga del trabajo sucio y al que el lector quiere ver muerto de la forma más sangrienta posible: Yoon, una mujer de retorcidas perversiones sexuales. Tanto Honesty Goodness como Larkin o Buchmeister son meros compañeros y facilitadores de la trama, hábiles en las tareas requeridas para ir solucionando los problemas que el protagonista en solitario no podría afrontar.
La elección del lugar donde transcurre la aventura no es casual, porque las aguas que rodean Indonesia eran entonces -como hoy- muy peligrosas por el elevadísimo número de ataques piratas. De hecho, en 2004, más o menos cuando aparecieron estos álbumes, fue el país con la mayor tasa de asaltos a navíos mercantes -quedando en segundo lugar a partir de 2008 superado por Nigeria-. Claramente, el guionista de estos dos álbumes, Thierry Cailleteau, se inspiró en las noticias que aparecían al respecto en los periódicos.
Y lo mismo puede decirse del siguiente álbum, “El Rehén” (2007), en el que Cailleteau también figura como escritor y que lleva al protagonista a meterse de lleno de uno de esos golpes de Estado que sufre periódicamente el continente africano, concretamente en la esfera de influencia francesa. Aunque sus intervenciones militares en países ajenos recibir menos cobertura mediática que las norteamericanas, Francia lleva décadas enviando sus tropas a diversas naciones bien para proteger tanto a sus ciudadanos como los intereses de sus empresas en caso de tumultos político-sociales; o bien salvaguardar los acuerdos comerciales con algún gobierno afín a punto de ser derrocado.
Es en un país imaginario, Bamago, donde acontece uno de estos cambios violentos de poder. Las tropas francesas defienden en esta ocasión al golpista y pone en marcha la búsqueda y captura del presidente depuesto, que se ha llevado consigo el oro de las reservas nacionales y un grupo de soldados leales. Shelton no tiene interés alguno en el asunto, pero Honesty le suplica que se infiltre y rescate a quien fue su primer amor, un periodista retenido como rehén por los prófugos. Shelton se niega al comienzo, pero, prueba de que sus sentimientos por Honesty son más profundos de lo que él mismo está dispuesto a admitir, accede finalmente pese a los grandes riesgos que implica entrar subrepticiamente en un país en guerra civil. Para ello recluta la ayuda de un antiguo conocido suyo en la zona, un aviador tan hábil como suicida, que será quien, volando a ras del suelo para evitar los radares franceses -que vigilan el espacio aéreo para evitar que su presa se evada en helicóptero-, le facilitará entrar en Bamago. Sin embargo, nada sale como estaba previsto. La avioneta resulta derribada de la manera más tonta y Shelton deberá improvisar no ya para cumplir su misión, sino para permanecer con vida.
Es esta una aventura de ritmo firme que mantiene el suspense desde el principio hasta el final y que incluye una severa crítica a todas las partes implicadas en este tipo de conflictos: los líderes locales ávidos de poder y carentes de la mínima consideración hacia sus compatriotas; el ejército francés, que interviene solo para salvaguardar los intereses de su nación, permaneciendo insensible a las atrocidades que se cometen a su alrededor; y, en la figura del periodista cautivo, contra la prensa más manipuladora y sedienta de atención.
Por otra parte, tenemos la oportunidad de descubrir otro interesante rasgo de Shelton. Aunque tiene su código de honor y su sentido de la lealtad, sabe distinguir muy bien cómo y con quién aplicarlo. Tras prometerle a un despreciable sujeto que no lo mataría si confesaba una información que necesita, lo entrega a continuación a los soldados franceses, quienes sin duda lo juzgarán por crímenes de guerra. Tal y como le dice a su compañero con total naturalidad: “A veces hay que saber ser el primero en traicionar”, una lección sin duda aprendida hace mucho tiempo en el curso de su larga carrera profesional. Por otra parte, en la conclusión de la historia vuelve a dar pruebas de sus sentimientos hacia Honesty, ocultándole una información que sin duda la habría lastimado profundamente.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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