En 1999, Jeph Loeb y Tim Sale presentaron una nueva miniserie de Batman en trece capítulos, “Victoria Oscura”, que cierra el arco de los primeros años del personaje como justiciero de Gotham comenzado por Frank Miller en “Año Uno” (1987) y continuado por el dúo indicado en “El Largo Halloween” (1996) – y que, a su vez, proporcionó la base para el “Batman Begins”” (2005) cinematográfico de Christopher Nolan-.
“Victoria Oscura” no tiene una entidad propia, sino que ha de leerse como última parte de esa trilogía oficiosa. Mientras que la primera obra narraba el origen de Batman y el impacto inicial de su regreso a Gotham en el mundo criminal y policial; y la segunda mostraba el ocaso de las familias mafiosas “tradicionales” ante la llegada de una nueva forma de criminales, “Victoria Oscura” cuenta la muerte del elemento gangsteril de Gotham tras el último e infructuoso intento del crimen organizado de sobrevivir a la marea de villanos locos que los terminarán engulliendo.
Por tanto, el comic continúa directamente los acontecimientos narrados en “El Largo Halloween”, en el segundo año de Batman como justiciero de Gotham. Varios meses después de la sangrienta conclusión de aquella historia, la imponente Sofía Falcone –por su envergadura, fuerza física y carácter implacable- toma el control de los negocios delictivos de su padre –que, como se había visto, fue asesinado por Dos Caras-. Mientras tanto, su hermano Alberto, supuestamente el asesino Festivo, es confinado bajo vigilancia electrónica en la mansión familiar en lugar de confinársele en el asilo de Arkham. Los eventos ya vistos en “El Largo Halloween” habían dejado a Sofía en una silla de ruedas mientras que Alberto perdía el uso de una mano.
Una vez más, “Victoria Oscura” se centra en un asesino en serie que comete sus crímenes en días festivos a lo largo del año. Sin embargo, el modus operandi es diferente al de su predecesor: este individuo, conocido como El Verdugo, deja como pista junto a sus víctimas –siempre policías- un papel con un juego del ahorcado parcialmente resuelto. A lo largo de la historia irán apareciendo villanos como el Joker, Mister Hielo o Hiedra Venenosa, que amenazan la supremacía del clan Falcone en el mundo criminal. Mientras tanto, Selina Kyle-Catwoman, inicia un complicado romance con Bruce Wayne. Y, por si fuera poco, se narra también el origen de Dick Grayson-Robin y su asociación con Batman en la lucha contra el crimen.
Quizá lo que más se recuerde de “Victoria Oscura” sea la presentación de Robin. Las ediciones recopilatorias suelen mostrar en sus portadas y de forma prominente al Chico Maravilla a pesar de que éste sólo aparece como tal en el último número y que la subtrama de Dick Grayson sólo se introduce en la segunda mitad de la historia. Sin embargo, la llegada del compañero adolescente de Batman sirve para ilustrar el poco futuro que tiene el reinado de la mafia sobre Gotham. No hay quizá mejor símbolo del género superheroico que la existencia de un compañero juvenil del héroe maduro, así que no es casual que la aparición de Robin coincida con la transformación no sólo del submundo criminal de Gotham sino del propio tono de los casos de Batman, pasando del género negro a la tradicional épica superheroica.
Se ha identificado la aparición de Robin como el evento definitorio de esta miniserie, cuando en realidad no lo es. La relativamente breve presentación que hace Tim Sale de la edición recopilatoria se centra casi exclusivamente en lo difícil que lo tuvo Loeb para convencerle de que dibujara a Robin. El artista tiene razón –al menos en el marco de esta historia- en cuanto a que los brillantes colores del uniforme de Robin no casan en absoluto con el tono noir de lo que se estaba contando paralelamente. La solución del guionista fue reducir el papel de Dick Grayson al de un secundario y no presentar su disfraz hasta el último momento. Así pues, “Victoria Oscura” no es en puridad una historia de origen para Robin sino una historia en la que, además, se presenta a Robin.
Presentación que está muy influida por el capítulo “La Venganza de Robin” (1993), perteneciente a la serie de animación de Batman, hasta el punto de que Tim Sale reproduce los mismos planos que muestran la muerte de los Grayson. Como sucedía en ese episodio, la atención se pone en la cuerda rota más que en los cadáveres, consiguiendo algo mucho más simbólico, más sutil y menos burdo. Tim Sale, por su parte, incluye una brillante doble página que reformula la icónica imagen del niño Bruce junto a los cuerpos de sus padres asesinados, subrayando así las similitudes de ambos personajes. Es un plano perfecto que transmite todo lo que el lector necesita saber.
Como he comentado, “Victoria Oscura” muestra los últimos estertores del crimen organizado de Gotham, luchando desesperadamente por sobrevivir ante una colección de individuos perturbados y de aspecto grotesco que son particular e innecesariamente crueles, se niegan a cooperar con los mafiosos ya asentados y siembran el caos en contraposición al orden discreto preferido por éstos. En sus últimos días, la familia Falcone se ve obligada a elegir entre la extinción o evolucionar para transformarse en el tipo de villano chiflado que los está reemplazando. Loeb y Sale trazan con este comic una línea divisoria tras la familia Falcone y nos apuntan las primeras muestras del mundo criminal al que se va a enfrentar Batman en el futuro.
Uno puede argumentar que los elementos tradicionales del género negro en Gotham –las familias mafiosas con ramificaciones en otras ciudades, la corrupción policial y política- tenían los días contados desde el instante en que Harvey Dent pasó de ser un respetado fiscal de distrito a villano estrafalario; o la primera vez que Batman se puso su máscara; o incluso la noche en que Thomas y Martha Wayne cayeron abatidos por un atracador. En cualquier caso, ese punto de no retorno tuvo lugar antes de “Victoria Oscura”, pero es aquí donde se produce la aceptación de esa nueva coyuntura.
Al comienzo de la historia, Batman todavía cree que las cosas pueden volver a ser como eran: “Harvey, podrias someterte a cirugía plástica, reconstruir tu vida y…” . Pero para cuando el drama alcanza su clímax, Bruce ya ha comprendido que debe vivir en “un mundo sin Harvey Dent”. La nueva fiscal del distrito, Janet Porter, está condenada desde el momento en que pronuncia las palabras que destilan el mismo optimismo que sentía Batman en “El Largo Halloween”. “Creo en Harvey Dent” es un sentimiento que evoca una Gotham que ya ha quedado en el pasado. A pesar de su inclinación a la teatralidad, sus retorcidos planes y su engañosa aceptación de otros monstruos como él, Harvey todavía aspira a restaurar el orden en Gotham. Su incapacidad para comprender que ese ideal es imposible es lo que lo convierte en una figura todavía más trágica. Al final de la historia, el Joker le dice a Batman: “Al fin y al cabo, ¿qué quería Dos Caras? Librarse de un montón de gangsters. Igual que el viejo Harv. Nunca entendió Gotham como tú y yo, Bat…”. Está claro: Batman y el Joker han dejado de ser un posible futuro de la ciudad para ser el presente. Las únicas alternativas son, o bien asumirlo (de hecho, ese último episodio se titula “Paz”) o marcharse para no tener que enfrentarse a los inevitables cambios.
Y hablando de villanos extravagantes, éstos no escasean en “Victoria Oscura”. No podía ser de otra manera dado son los que aquí se apoderan de Gotham, de la miniserie y del propio universo del personaje. Así, Dos Caras, el Joker, Mr.Hielo, Hidra Venenosa, Acertijo, el Pingüino o el Espantapájaros redoblan sus esfuerzos y se alían para exterminar a las familias mafiosas que se interponen en su camino.
A pesar de su evocador título, “El Largo Halloween” no era tanto espeluznante como misterioso. Como su título sugiere “Victoria Oscura” es más crudo porque los villanos tienen un aspecto más terrorífico y su forma de actuar es escalofriante. El Verdugo ahorca a sus víctimas en lugar de asesinarlas con un limpio disparo; y el Espantapájaros rellena con su gas del miedo muñecas destinadas a venderse en Navidad. Incluso Batman, llevado por la impotencia y la desesperación, despliega unos métodos más brutales que incluyen la violencia en los interrogatorios. Y para completar la atmósfera terrorífica, tenemos el supuesto fantasma de Carmine Falcone que atormenta a su hijo en la vacía mansión en la que se halla encerrado.
Tanto o más que como misterio policiaco, “Victoria Oscura” funciona como retrato psicológico de Batman y el Comisario Gordon. A ambos los vemos más solos que nunca antes en sus respectivas carreras tras la explosiva conclusión de “El Largo Halloween”. A Gordon le han abandonado su mujer y su hijo y el fiasco de Harvey ha dejado su reputación maltrecha. La tragedia de Dent también ha hecho mella en Bruce Wayne, aislado e inseguro acerca de quién confiar. Tal y como se confiesa a Alfred, planeaba revelar su identidad secreta a Harvey para así no sentirse tan solo en su cruzada contra el crimen. Su fiel mayordomo es un apoyo, sin duda, pero Batman necesita alguien que intervenga más directamente en la lucha y que comparta su obsesión. Esa amargura hará imposible que cuaje su relación con Selina Kyle y le alejará de Gordon.
También a Alfred le asegura que “Batman es infalible”, pero tal y como se desarrollan las cosas, vemos que el héroe está a punto de venirse abajo. Por ejemplo, se muestra crecientemente paranoico. Cuando se da cuenta de que la nueva fiscal no confía en él, dice: “Quizá debería investigarla…”. Para Alfred, la sugerencia de que Batman podría estar equivocado representa “la suma de sus peores miedos”. Aunque quizá la toxina del Espantapájaros está potenciando ese sentimiento, lo cierto es que el aislamiento voluntario de Batman empezó antes de verse expuesto a ella.
Loeb salpica la historia con referencias al “Año Uno” de Frank Miller. Mientras que la anterior colaboración del guionista con Tim Sale en el personaje, “El Largo Halloween”, se había construido sobre los temas y las ideas sembradas por Miller en aquella miniserie seminal, aquí Loeb parece ser mucho más consciente de que su misión es poner un epílogo a ese periodo de origen de Batman. Así, tenemos la recuperación del detective Flass, el policía corrupto que había sido el primer compañero de Gordon tras su llegada a Gotham; incluso hace que otra de las víctimas del asesino en serie sea un anónimo miembro del SWAT que había inventado Miller para “Año Uno”: cuando un policía le pregunta a Batman: “¿No le hiciste atravesar una pared de ladrillo una vez? ¿de un puñetazo?”, se refiere al policía que atrajo la ira del héroe por comportarse cruelmente con un gato. Son pinceladas que añaden sensación de cierre de ciclo, como si todos esos hilos que habían quedado colgando de “Año Uno” fueran resolviéndose.
En esta ocasión, además, Loeb consigue resolver el misterio policiaco razonablemente bien, algo que no había hecho en “El Largo Halloween”, donde llegó incluso a surgir una teoría entre los fans que defendía que había más de un asesino Festivo. No se si dice mucho a su favor que sintiera la necesidad de escribir una secuela tan larga a “El Largo Halloween” para atar todos los cabos sueltos, comenzándola, además, con una primera línea dicha por Batman que quiere aclarar las cosas de una vez por todas: “Alberto Falcone era Festivo”.
Una vez más, “El Padrino” sirve de inspiración directa para muchos de los momentos de esta historia. A veces, fusilando directamente ideas o escenas, como los “detectives privados” con licencia para llevar armas que contratan los mafiosos para proteger a un patriarca de los suyos; el terrorífico momento en el que alguien despierta para notar que no está solo en la cama (en este caso, en vez del cadáver de un caballo, es de un humano); o el evento social (un funeral en lugar de una boda o un bautizo, como en la saga cinematográfica) que sirve para presentar a los gangsters. Está claro que la intención de Loeb es reproducir en “Victoria Oscura” –como ya había hecho en “El Largo Halloween”- la atmósfera de “El Padrino”, evocando una periodo ambiguo pero indudablemente clásico. No hay una indicación temporal precisa acerca de cuándo tiene lugar esta historia (una omisión deliberada quizá, para permanecer coherente con la cronología flexible de un personaje tan longevo como Batman), pero bien podría ser la década de los treinta o cuarenta del siglo pasado.
También se percibe un aire a “Los Intocables de Elliot Ness”, que no desentona por la relevancia que aquí tiene la acción violenta de la policía. De hecho, la trama principal tiene que ver con la persecución de un asesino en serie de policías. Y en relación con esto, otro signo de lo mucho que han cambiado las cosas últimamente en Gotham es que ni siquiera los policías de uniforme están ya a salvo. Estos crímenes hacen cundir la inquietud entre las fuerzas de la ley, haciéndoles desconfiar de Gordon y demostrándoles que las reglas del juego son diferentes a las que conocían. El ex comisario Loeb se lo dice claramente a su sucesor: “Ahora tienes un asesino de policías suelto ahí fuera. Y a la gente no le gusta. Eso les…inquieta”. También con “Los Intocables” están relacionadas varias escenas, como el grupo de agentes honrados reunidos para luchar contra un caso especialmente difícil; o la reunión con un veterano policía de bigote y pelo blanco en un puente engullido por la niebla.
Hay un esfuerzo discernible y deliberado por colocar a Jim Gordon, uno de los personajes más ignorados del universo de Batman, en una posición central. Sin embargo, parece ocupar ésta porque narrativamente no queda otro remedio: su papel como responsable de la policía de Gotham es el nexo por el que han de pasar todos los hilos y subtramas de la historia y, como tal, tiene una presencia superior a la de la mayoría de los otros intervinientes. Con todo, Loeb lo convierte en un personaje muy humano, con un fuerte sentido de la nobleza y la responsabilidad. No puede sino sentirse simpatía por alguien que ha perdido a su mejor amigo (Harvey Dent) y aliado (Batman) y al que su esposa e hijo han abandonado. Se echa la culpa del caos en el que se ha sumido la ciudad y el asesinato de policías –aunque varios fueran corruptos- le afecta especialmente. Es un hombre honrado que quiere proteger a su ciudad, pero que está empezando a preguntarse si la única forma de hacerlo es recurriendo a los métodos sucios de su predecesor.
Puede que Loeb no sea un guionista original, que a veces sus historias tengan mejores planteamientos que desarrollos y conclusiones y que necesite, como en este caso, 400 páginas para narrar algo para lo que eran suficientes 100. Pero ahí está Tim Sale para pulir y dar brillo a las a veces cuestionables elecciones narrativas. Y es que sus páginas son auténticos festines visuales. Ya era un gran artista cuando dibujó tres años antes “El Largo Halloween” y desde entonces no paró de mejorar en su tratamiento de la luz y la sombra. Aunque su pericia en la iluminación de las escenas es sobresaliente y que el comic bien podría haberse publicado en blanco y negro, se agradece el muy acertado coloreado de Gregory Wright, que sin apagar el trabajo de Sale, mejora la atmósfera y potencia el subtexto emocional.
No es arriesgado decir que Tim Sale es la estrella de este comic y que sin su aportación no habría pasado a figurar entre los imprescindibles de Batman según muchos aficionados. Sus imágenes bastan para narrar y transmitir la información y emoción necesarias en muchos momentos de la trama. Volvemos a encontrar unos excelentes y originales diseños para los personajes, a caballo entre lo realista y lo caricaturesco; y una atmósfera más terrorífica que en “El Largo Halloween”, a tono con lo que exige el guion. Utiliza con profusión las páginas-viñeta y sus composiciones son ambiciosas y precisas, alternando primerísimos planos con otros generales así como picados para situar a unos personajes o contrapicados para resaltar la presencia de otros…todo ello consiguiendo el efecto más dramático posible, aunque siempre esquivando el efectismo vacío. Eso sí, todo parece aquí más exagerado que en “El Largo Halloween”: Batman es todavía más grande y musculoso, incluso le han crecido las orejas de su capucha; los villanos son más grotescos y el Joker en particular se ha convertido en un individuo físicamente tan extremo que roza lo ridículo y a punto está de sacar al lector de la historia.
“Victoria Oscura” quizá esté demasiado integrado en la historia de Batman como para merecer el calificativo de obra maestra o clásica por derecho propio. Como introducción al mundo del superhéroe de Gotham, no es tan perfecta ni potente como “Año Uno”; ni tiene un arco emocional tan intenso o una trama tan fresca como “El Largo Halloween”. Tampoco encontramos aquí una tragedia tan importante y con tantas consecuencias para todos los implicados como la caída de Harvey Dent, aunque es verdad que Loeb describe bien el escenario de una ciudad y unos personajes que cambian de ciclo y asumen un nuevo statu quo.
Da la impresión “Victoria Oscura” de marcar el final de un capítulo de la vida de Batman. Sí, un capítulo que muchos otros autores han revisado con frecuencia y bajo todo tipo de enfoques, pero ninguno de ellos ha conseguido transmitir tan certeramente esa sensación de punto y aparte. Aquí, Batman ha dejado de ejercer la influencia transformadora en Gotham que tuvo su debut en “Año Uno”. Los villanos locos han llegado para quedarse y la mafia está muerta y enterrada. Es más, Batman se ha dado cuenta de que, si ésta va a ser la misión de su vida, necesita ayuda, no puede continuar haciéndolo solo. Aunque la propia dinámica de la edición de comic-books obliga a enfrentar a Batman con un interminable río de desafíos, aquí Loeb y Sale consiguen que el personaje parezca que ha alcanzado un equilibrio y, con él, cierta paz. Loeb comentó en una entrevista: “Al final de “El Largo Halloween”, Batman queda vacío; Gordon ha perdido a su mejor amigo; y Harvey Dent ha perdido todo lo que alguna vez amó. Con “Victoria Oscura” tenemos la oportunidad de contar la otra mitad de la historia… empezar con la futilidad y terminar con esperanza una vez más”.
Aunque por sí mismo no sea una maravilla y que su lectura aislada de las otras dos obras indicadas no tenga mucho sentido, “Victoria Oscura” es un comic recomendable para cualquiera mínimamente interesado en Batman, excelentemente dibujado, de lectura absorbente y entretenida.
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