Tengo que reconocer que la lectura de “World War Hulk” es algo parecido a un placer culpable. Sin duda en ello tiene que ver el dibujo de John Romita Jr que, entintado por Klaus Janson, está más inspirado que en otros trabajos de la misma época. También la relativa brevedad de la historia, una miniserie de cinco números que resulta más asumible que los ladrillos indigestos de “Casa de M” o “Civil War” que precedieron a “World War Hulk”, o “Invasión Secreta” que apareció a continuación. Además, los números de otras colecciones que enlazan con esta saga no son en absoluto imprescindibles para entender el conjunto. “World War Hulk” está lejos de ser un gran comic, pero sí es una lectura disfrutable escrita por un guionista bien familiarizado con el personaje y un dibujante de narrativa depurada.
Para entender lo que ocurre en “World War Hulk” es
necesaria la lectura previa de la saga “Planeta Hulk”, escrita también por Greg
Pak y que discurrió entre los números 92 y 105 de la serie regular del
personaje. Todo comenzaba allí con la traición de un grupo secreto de
superhéroes conocidos como los Illuminati, que, para salvaguardar la Tierra del
peligro de los arrebatos de rabia de Hulk, lo exilian a un planeta que creen
desierto. Por desgracia, ese mundo, Sakaar, sí está habitado y Hulk termina
esclavizado y luchando como gladiador por su vida. Con el tiempo, reúne en
torno a sí un grupo de fieles seguidores y encuentra la aceptación, la
serenidad interna, un propósito para su existencia e incluso el amor. No sólo
gana su libertad sino que destrona al tirano que gobernaba el planeta y se
convierte él mismo
en una mezcla de líder político y mesías religioso. Pero la
paz a la que han conseguido llegar él y su reino no perdura. En “Hulk” 105, la
nave en la que los Illuminati lo habían exiliado explota, matando a su esposa
embarazada y a casi toda la población de Sakaar. Culpando a sus antiguos
aliados superheroicos de semejante tragedia, regresa a la Tierra al frente de
un grupo de alienígenas dispuesto a cobrarse la venganza.
Y ahí es donde comienza “World War Hulk”. El gigante esmeralda retorna a Manhattan y subyuga a la fuerza a los mayores héroes de la Tierra, sobre todo aquellos que lo exiliaron y a los que culpa de la destrucción de Sakaar, empezando por Rayo Negro y terminando por el Doctor Extraño. Los derrota, pero no los mata, exhibiéndolos públicamente como ejemplos de la corrupción ética de los superhéroes y como advertencia a quien pretenda hacerle daño otra vez.
El final de “World War Hulk” trajo algunos cambios al
personaje. Aunque su objetivo era hacer pagar a los Illuminati por su exilio y
la aniquilación de Sakaar, se entera con horror de que ellos no habían tenido
nada que ver con esto último, sino que el responsable era uno de sus propios
hermanos de sangre alienígenas. El conflicto culmina con una colosal batalla
entre Hulk y el Vigía, el único que podría pararlo. Sin embargo, esta versión
de Hulk es una de las más poderosas que se han visto en el comic y el choque
termina con ambos héroes debilitados y revertidos a sus personalidades humanas
de Bruce Banner y Robert Reynolds respectivamente.
Banner parecía decidido a poner punto y final a la vendetta. Al fin y al cabo, Hulk ya había conseguido su propósito al derrotar a los Illuminati y revelar al mundo quiénes eran y qué habían hecho. Sin embargo, cuando el traidor en sus filas mata a Rick Jones, Hulk regresa y asesina a aquél. Cuando se dispone a destruir la Tierra, Tony Stark lo bombardea con un rayo que anula la radiación gamma y lo devuelve a su versión Banner. Los alienígenas pasan a estar bajo custodia del gobierno y Banner, en coma, es recluido en una base militar.
Posteriormente a esta saga y con Hulk fuera del mapa,
aparece un nuevo monstruo que se llama a sí mismo Hulk Rojo y que,
involuntariamente, libera a Banner. Éste se transforma otra vez en el Hulk
verde tradicional y regresa a la acción. A raíz de la miniserie, la existencia
de los Illuminati se hace pública, jugando un papel relevante en el crossover
“Invasión Secreta”, en el que se descubriría que Rayo Negro había sido siempre
un Skrull. Hulk se llevaría una sorpresa al enterarse de que su esposa en
Sakaar había muerto pero su hijo nació y quedó en el planeta, huérfano de un
padre que se había marchado a la Tierra para buscar venganza. El resentimiento
le llevaría a su vez a perseguir y castigar a su progenitor.
Pak presenta claramente a Hulk como el héroe de la
historia, algo que no debería sorprendernos dado que estos acontecimientos
derivan de lo anteriormente narrado en “Planeta Hulk”. Incluso en sus momentos
de mayor furia, queda claro que Hulk no va a cruzar ciertas líneas con tal de
vengar la pérdida de los que amó. Es una idea interesante esta de darle al
personaje un mayor grado de autocontención del que podría esperarse. Habida
cuenta de la escala de las carnicerías y violencia desatada de la que ha sido
capaz en el pasado sin necesidad de una motivación personal particularmente
intensa, resulta extraño verlo adoptar una actitud relativamente fría a la hora
de ejecutar su venganza.
Esta versión encaja bien no sólo con la evolución que Pak le había dado al personaje en “Planeta Hulk” sino con los diseños y trazos sencillos de Romita y los colores primarios que aplica Christina Strain. “World War Hulk” ofrece un respiro a ese clima de ambigüedad moral que ya se había extendido por el Universo Marvel y bajo el cual encontramos a héroes que asesinan héroes o que se arrestan unos a otros. Podría argüirse que la historia carece de un villano claro (aunque todos los personajes sí tienen sus propias motivaciones), pero lo que sin duda sí tiene son héroes, no justicieros de dudosa y cambiante moral.
Siguiendo con lo ya expuesto en “Planeta Hulk”, Pak
presenta a los superhéroes que exiliaron al gigante verde –los Illuminati: Tony
Stark, Reed Richards, Rayo Negro, el Profesor X y el Doctor Extraño- como los
auténticos monstruos de la historia; una coherente con esa línea de ambigüedad
moral que Brian Michael Bendis había instaurado en los Nuevos Vengadores. “Les
llamáis héroes”, dice Hulk en un momento determinado, “Yo los llamo monstruos”.
De hecho, vemos al Doctor Extraño buscar un “héroe” que luche contra Hulk. Sin
éxito. Ya no quedan auténticos héroes, sólo vigilantes.
Y es que Hulk llega a un mundo muy diferente de aquel del que salió camino de su destierro. La brecha creada por la Civil War es todavía patente y pesa mucho sobre todos los participantes en la misma, incluso en medio de esta nueva crisis. “Crees que tiene que haber bandos”, le dice Hulka a Doc Samson. “El Capi está muerto”, le explica luego Rick Jones, una revelación lo suficientemente sorpresiva como para detener en seco a Hulk. “Han pasado muchas cosas desde que te fuiste”. Mientras Hulk siembra el caos en Nueva York, parece que “todo lo que ve lo enfurece aún más”. No es ya este el mundo sencillo que una vez fue y que, quizá y con todo el pesar que le produjo, añora.
Así, cuando Hulk somete a sus adversarios tras una serie de
impresionantes batallas por todo Manhattan, organiza una pantomima de juicio
para ellos en el Madison Square Garden en la que incluso participan testigos y
víctimas de sus atrocidades. “Mentirosos. Traidores. Y asesinos”, les llama. Y
tal y como están las cosas en ese momento, no le falta razón. En los últimos
años todos esos personajes habían sido culpables de los pecados de los que se
les acusa. De hecho, el Doctor Extraño llega aquí a fundirse con un demonio
extradimensional y arriesgar la propia existencia de la Tierra con tal de
derrotar a Hulk.
No puedo sino subrayar lo inverosímil que me resulta la actitud de los ciudadanos de a pie, aceptando mayoritaria y fácilmente la enorme destrucción causada por Hulk y alineándose a su lado. Incluso admitiendo la inmoralidad en la que han incurrido los superhéroes, es extraño ver a las multitudes de civiles vitoreando a Hulk entre las ruinas de sus propios hogares. Hay que suspender la incredulidad y recordar que esta es la Nueva York del Universo Marvel, la misma que apoya medidas como el Acta de Registro de Mutantes.
El propio guionista, de todas formas, se siente en la
necesidad de explicar esa excesiva volubilidad de la opinión pública utilizando
para ello al General Ross en un interesante monólogo: “Pasa cada algunos años.
Recuerdo la última vez. Un día Hulk salva a la Tierra de los platillos
volantes, así que el presidente lo amnistía. Hacen una estatua suya de diez
toneladas de puro adamantium. Y el mundo entero lo llama héroe. Y unos meses
después, vuelve a ser un monstruo. Destroza Nueva York, provoca miles de
millones de dólares en destrozos antes de que el Doctor Extraño haga
desaparecer su enorme y verde trasero. La gente siempre tiene excusas para él.
Si hasta yo las tengo. Era Bruce Banner, el científico más brillante que he
conocido… Y mi hija le quería. Si Hulk hacía alguna locura, nunca era culpa de
Banner. Siempre decíamos “¡Apocalipsis lo poseyó!”, o “¡Doc Samson ha separado
a Hulk de Banner!”, o “¡Lo único que quiere es que lo dejen en paz!”. Y lo
perdonábamos. ¡Y a qué han llevado años y años de eso? Mi hija está muerta. Y
ahora Hulk vuelve de unas vacaciones en el espacio con un ejército de
alienígenas, exigiendo la evacuación de Manhattan y amenazando con matar a los
mayores superhéroes del planeta, los mismos payasos disfrazados que esculpieron
esa estúpida estatua. ¿Y me dices que esos idiotas siguen diciendo que es un
héroe?”.
Es por ello sorprendente que Hulk no haya tenido más peso
en el Universo Marvel si tenemos en cuenta lo mucho que su figura deconstruye
la noción de “superhéroe”. Es el ejemplo perfecto de esa ambigüedad moral con
la que Bendis reformularía a Tony Stark y, más tarde, a Norman Osborn. Hulk es
un personaje que en aras de lo que normalmente se toma como un bien mayor,
causa un enorme destrozo. De hecho, Pak yuxtapone las propias inseguridades de
Banner con esa alegoría del superhéroe que creó Bendis en retrocontinuidad, el
Vigía: ambos son seres de incalculable poder, pero al mismo tiempo incómodos
con su posesión e incapaces de canalizarlo adecuadamente. Esta dualidad subyace
en muchos de los personajes que participan en esta saga. Como nos recuerda uno
de ellos: “Dentro de cada uno de nosotros vive el destructor de mundos, que lo
destruye todo, y el Sakaarson, que redime al mundo”. Los superhéroes del
Universo Marvel tienen que decidir qué figura quieren representar y, de hecho,
todo su catálogo de personajes lleva años padeciendo esa psicosis.
Pak apunta esa similitud desde el comienzo de la historia y
la convierte en uno de sus motores narrativos. En sus notas afirmaba que Tony
Stark había aprovechado el “momento de redención” que la historia le ofrecía.
En realidad, Tony justifica y explica aquí su filosofía mejor de lo que lo hizo
en “Civil War” (aunque aquí ayuda el que no colabore con antiguos nazis o
encierre a héroes sin juicio previo). Acepta que su historia reciente abunda en
decisiones cuestionables pero “todo lo que he hecho, todo lo que haré hoy, todo
lo que hago siempre, es para proteger a este mundo”. Y recuerda el mantra de
Spiderman, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” para a
continuación reconocer que “eso normalmente se toma como una lección para
niños, un simple consejo para hacer lo correcto. Pero no tiene nada de simple.
Cuando me pongo esta armadura, tengo más poder del que se supone ningún humano
debe tener, y quizá más responsabilidad de la que mi corazón puede soportar”.
Más adelante, cuando trata de convencer al Vigía para que intervenga, se
confiesa: “A mí también me asusta, Robert. Todos los días escojo entre cursos
de acción que podrían afectar a millones, miles de millones de vidas. Con tanto
en juego, ¿cómo me atrevo a decidir?. Pero en este momento, no hacer nada es
una decisión en sí misma. No importa lo que hagas o lo que no hagas, miles de
millones podrían morir. Tienes esa responsabilidad, te guste o no. Sé que no
estás preparado para oír esto, Robert. Ninguna persona cuerda lo está. Pero es
hora de jugar a ser Dios”.
Entre los puntos positivos de la miniserie, ya lo mencionaba
al comienzo, está el dibujo de John Romita Jr, aunque reconozco que su estilo
puede no ser del gusto de todo el mundo. En esta ocasión y contando con el
sólido entintado de Klaus Janson, Romita adopta un cierto aire Kirby en esas
escenas espectaculares en las que las musculosas figuras de los héroes se
lanzan unas contra otras desprendiendo un aura palpable de irresistible poder.
No hay muchos artistas capaces de hacer justicia a una historia que consiste
básicamente en cinco números de Hulk atizando a todo el que se le pone por
delante, pero Romita y Janson están a la altura y consiguen que el lector pase
página tras página sin que se aburra ni tenga sensación de repetición.
La miniserie tiene obvios problemas de guion. El más obvio
es el cómodo y soso remate por el que opta Pak para solucionar y explicar todo
en las últimas páginas sin manchar demasiado la aureola de los héroes. Lo cual
es una lástima porque la sólida premisa de la saga queda así seriamente minada
por una revelación de última hora que señala como responsable a un traidor
alienígena. Ello priva a la historia de buena parte de su complejidad moral y
simplifica burdamente todo el asunto. La idea de que los actos de Tony Stark y
sus aliados tengan consecuencias imprevistas y provoquen la muerte de,
suponemos, cientos o miles de inocentes es no solamente poderosa sino una
conclusión lógica de su discurso “Con un gran poder…”. Sin embargo, Pak no
tiene el coraje de llevar esa premisa hasta sus últimas consecuencias, eligiendo
una huida fácil.
Es también llamativo que el único de los Illuminati que Hulk no persigue y derrota en este arco argumental sea Charles Xavier, el líder de los X-Men. En realidad, esa confrontación sí tuvo lugar en uno de los spin-offs (Hulk lo perdonó al enterarse de que no había participado en la votación), pero merece la pena subrayarse que él fuera el único de ese grupo secreto (con la excepción de Namor, que rechazó la propuesta de desterrar a Banner) que esté desaparecido en la saga propiamente dicha; una omisión que ilustra lo mucho que Marvel ha aislado a la franquicia mutante dentro de su propio Universo, hasta el punto de negar a los X-Men una participación a todas luces lógica y coherente dadas las dimensiones de la amenaza. Y ello, me temo, no obedece tanto a que el argumento se hubiera complicado con su aparición, sino a que Marvel, a punto de estrenar por entonces “Iron Man” (2008), estaba marginando en la evolución de su Universo en los comics a aquellos personajes cuyos derechos cinematográficos estaban en posesión de otras compañías.
Otro problema con el que el lector nuevo u ocasional de
superhéroes puede encontrarse en esta obra es que se trata de un producto de su
tiempo. Funcionó muy bien en el momento de su publicación original, pero
alguien que quiera abordar su lectura quince años después va a encontrar
bastantes elementos desconcertantes o que a todas luces requieren de mayor
explicación de la que aporta la propia miniserie. Para empezar, si no se ha
leído previamente “Planeta Hulk”, será imposible entender por qué el personaje
hace lo que hace ni quiénes son los que le acompañan en su venganza. También
está la circunstancia de que la acción tiene lugar tras la Civil War, un
acontecimiento que se deja sentir en varios momentos clave. Y, por último, si
se desconoce quiénes son los Illuminati (presentados en “Los Nuevos Vengadores”
un par de años antes en uno de esos ejercicios de retrocontinuidad que tanto le
gustan a Brian Michael Bendis), va a tener un considerable hueco en la
comprensión global de la historia.
Los guerreros alienígenas que acompañan al gigante
esmeralda eran ya conocidos de “Planeta Hulk”, una variopinta selección de
razas de Sakaar que ayudaron a derrocar al Rey Rojo, sobrevivieron al
cataclismo que destruyó el planeta y viajaron con Hulk a la Tierra para… nada
en realidad. Porque el guion no les da prácticamente nada que hacer. Aparecen
de fondo, algunas veces ayudan cuando los superhéroes de segunda atacan a Hulk,
pero la mayor parte del tiempo se limitan a figurar. Ciertamente, “World War
Hulk” no versa sobre ellos, pero hay muchos momentos en estos cinco números que
les hubieran permitido brillar más en lugar de tenerlos simplemente como
convidados de piedra para recordarnos que la historia deriva de “Planeta Hulk”.
Problemas similares le encuentro a Rick Jones. Éste fue el catalizador de la creación de Hulk allá por los años sesenta, cuando Bruce Banner lo salvó de la explosión de una bomba gamma experimental a costa de recibir el impacto y transformarse en el monstruo verde. En “World War Hulk”, Greg Pak lo recupera para que devuelva algo de cordura a su antiguo amigo, pero sin éxito. Los alienígenas lo cogen prisionero, pero no hacen nada con él. Hulk, enfurecido al máximo, opta por ignorarlo… Así que cuando resulta gravemente herido al final del comic, la situación parece superflua. Jones es uno de esos personajes secundarios pero importantes en el Universo Marvel, que nunca ha recibido demasiado crédito ni atención, y esta historia repite esos mismos pecados.
Por el contrario, Pak acierta en el uso que le da al Vigía.
Éste es uno de los héroes más poderosos de Marvel y su relación con Hulk es,
cuando menos, extraña. La energía que irradia calma a Hulk, una habilidad que
lo convierte en el as en la manga de Tony Stark… de no ser porque sus problemas
psicológicos le impiden involucrarse en el conflicto hasta que la situación ha
tocado fondo. Y es que el Vigía es un agorafóbico y esquizofrénico profundo
que, lógicamente, siempre teme perder el control. Y cuando finalmente se une a
la refriega, disfruta desatando sus poderes contra un enemigo que puede
soportarlos, dejando que aflore su lado oscuro hasta tal punto que es Hulk
quien tiene que tranquilizarlo.
Otro de los problemas de la miniserie, ya lo he apuntado, es la ausencia clara de un villano. He comentado más arriba la ambigüedad moral de los Illuminati, pero al fin y al cabo ellos creían estar haciendo el bien y ello no les convierte automáticamente en villanos. Como he dicho, en el desenlace se descubre la existencia de un traidor que fue el auténtico catalizador de la tragedia, primero de la destrucción de Sakaar y luego de la batalla en la Tierra. Pero durante buena parte de la historia el lector tiene difícil alinearse con uno u otro bando.
“World War Hulk” es una miniserie entretenida cuyos
problemas de guion quedan compensados por su dibujo y la contundencia de las
escenas de acción. Es una lectura asumible que da lo que promete y brinda la
oportunidad de disfrutar de un Hulk desatado como nunca antes se había visto,
una auténtica fuerza de la Naturaleza que arrolla a todo superhéroe que se le
pone por delante. No hay nada de malo en recrearse con ello. Un placer
culpable, como decía al principio. Además, puede considerarse “World War Hulk”
como uno de los principales hitos en la larga trayectoria de este personaje.
Desde luego, quienes busquen algo más profundo y sofisticado, deberán encontrarlo en otra parte, pero como historia de superhéroes con la que pasar el rato sin que el lector sienta a su término que le han tomado el pelo, esta es una buena elección.
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