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Tras cerrar el excepcional Ciclo del País Qâ con “Entre Tierra y Luz” y antes de embarcarse en nuevas aventuras encabezadas por Thorgal, Jean Van Hamme decidió darse a sí mismo y a sus lectores un respiro en la misma línea de “El Hijo de las Estrellas”, esto es, una antología de cuentos que nos revela más sobre el pasado y carácter de Thorgal. Fue aquél un álbum singular pero de gran interés por la excelente calidad de sus tres historias y la información que contenían sobre su origen extraterrestre y sus conexiones con el mundo mitológico nórdico. Así que dedicar un álbum similar a Aaricia parecía justificado dado que, como se había ido viendo a lo largo de la saga, ésta se encontraba unida a Thorgal tanto por el destino como por los dioses. El resultado, no obstante, aunque ofrece variedad y talento narrativo por parte tanto de su guionista como de su dibujante, está algo por debajo de “El Hijo de las Estrellas”.
En la primera de las historias, “La Montaña de Odín” (10 páginas), una Aaricia niña se niega a

En “Primeras Nieves” (10 páginas), tras la muerte del caudillo Leif Haraldson, Thorgal, todavía un adolescente, decide abandonar el pueblo en el convencimiento de que Gandalf el Loco se apropiará de todo el patrimonio de su padre adoptivo y se las arreglará para matarlo. Aaricia, para salvarlo, le dice a su padre que Thorgal conoce el lugar donde Leif escondió un tesoro. Y en “Holmganga” (10 páginas), Hierulf, el sabio enviado por el Althing para vigilar a Gandalf, sirve de árbitro de un combate a muerte entre Thorgal y el hijo de aquél, Bjorn. Cuando Aaricia averigua que padre e hijo se proponen hacer trampas y asesinar a su amado, recurre a su astucia y valentía para salvarlo.

En este sentido resulta más afortunada la cuarta y última historia del álbum, “Las Lágrimas de Tjahzi” (20 páginas), en la que Aaricia conoce a Vigrid, un dios menor, poeta y soñador, que viaja a la Tierra para tratar de acometer una hazaña que le asegure la gloria inmortal. Pero tras perder la vista, el joven dios pasa a depender totalmente de Aaricia para que le guíe hasta el Bifrost, la puerta de regreso a Asgard. Thorgal está casi ausente de esta aventura de la que Aaricia es la auténtica protagonista de una aventura claramente inserta en el mundo de la fantasía.
En resumen, un álbum algo irregular que quizá no sea lo que Aaricia merecía pero que es, sin

El decimoquinto álbum de la serie es “El Señor de las Montañas” (1989), una entrega que puede leerse tanto como una algo trillada alegoría sobre el determinismo o como el nuevo capítulo de una saga cuyo autor gusta de jugar con los códigos de la fantasía heroica mezclándolos con los de la ciencia ficción.
Como Aaricia quiere dar a luz a su nuevo hijo en su hogar nativo en el Norte y dado que la caminata hasta allí puede afectar su embarazo, Thorgal decide atravesar las nevadas montañas para conseguir un barco y regresar por mar a recogerla. Tras evitar por poco una avalancha, se refugia en una cabaña en ruinas, donde conoce a un esclavo fugado, Torric. Pero a la mañana siguiente y sin previo aviso, ambos se encuentran transportados al mismo lugar pero décadas en el pasado, cuando la cabaña no había sido devorada por el fuego y en ella vivía una hermosa y valiente joven llamada Vlana. Es la primera de una serie de paradojas que irán

El guión de Van Hamme es sólido aunque quizá alargado un poco más de lo necesario, especialmente en el último tercio, donde se suceden con rapidez nuevos giros y sorpresas. “El Señor de las Montañas” es en el fondo una historia clásica sobre viajes en el tiempo y paradojas temporales que ofrece una aproximación original al transcurrir enteramente en el mismo punto geográfico pero en diferentes momentos del tiempo y estar protagonizado tan solo por tres personajes: Thorgal, Torric y Vlana, esta última una de las mujeres más sensuales que han aparecido en la colección (aunque ya empieza a ser demasiado recurrente la idea de la fémina que cae rendida ante Thorgal a la primera de cambio).
Es este un álbum que, por alguna razón, gráficamente no está a la altura de los últimos de la

Puede que “El Señor de las Montañas” no sea uno de los mejores álbumes de la colección, pero sí constituye una muy recomendable lectura que, además, no requiere del conocimiento previo de los anteriores ya que cuenta una historia autónoma. Su original peripecia (no apta, eso sí,

En “Loba” (1990), encontramos a Thorgal, Jolan y la embarazada Aaricia viajando por fin hacia las tierras norteñas, pero su barco se cruza con el de Wor el Magnífico, aspirante al trono de rey de los vikingos. Éste, un individuo intrigante y lleno de arrogancia, pretende que Thorgal se una a él en una nueva expedición, pero cuando se niega, requisa su embarcación y deja al trío en tierra para que cubran a pie el camino que les resta. Dado el estado de Aaricia, Thorgal decide dejarlos acampados un par de días en el bosque mientras él se adelanta hasta el poblado y se hace con una carreta.
Sin embargo, cuando por la noche y discretamente llega a su destino y se encuentra con Solveig, antigua amiga de Aaricia, y Hierulf, el anciano consejero del fallecido rey Gandalf, se entera de que en realidad Wor es un disidente que ha tomado el pueblo por la fuerza y pretende asesinar a cualquiera que pueda reclamar derechos legítimos sobre la jefatura vikinga, en concreto los herederos de Leif Haraldson y

Efectivamente, con Thorgal ausente, Wor captura a Jolan y persigue a Aaricia, que se escabulle a duras penas y se prepara para dar a luz en una madriguera que ha de compartir con una loba en su misma situación. Mientras tanto, en el exterior, un jorobado al que Wor mutiló cruelmente, empieza a vengarse asesinando uno a uno a sus hombres.
“Loba” es un álbum excelente que prescinde de los elementos fantásticos y de CF para narrar en paralelo dos historias rebosantes de suspense y violencia. Por una parte, los esfuerzos de Thorgal por recuperar a su familia de las garras del brutal Wor; por otra, el trance por el que pasa Aaricia para dar a luz a su hija, a la que bautizará, precisamente, Loba.
De nuevo, Van Hamme aborda la cuestión del transcurso del tiempo en la serie. Por una parte, está el asunto del liderazgo de los vikingos, una cuestión sobre la que se volverá en el siguiente álbum, “La Guardiana de las Llaves” y que

El paso del tiempo queda implícito también en el hecho de la ampliación de la familia de Thorgal con una nueva hija. Desde que comenzó la serie, el protagonista pasó de ser un héroe solitario a tener una esposa, luego ambos se convirtieron en padres de un niño y, cuando éste ya ha crecido, de una niña. Esta evolución y las nuevas responsabilidades que conlleva no han hecho sino acentuar cada vez más lo que ya era un rasgo de la personalidad de Thorgal: su aversión a la violencia (en todo caso, la utiliza sólo para administrar justicia o protegerse a sí mismo y a los suyos) y, en consecuencia, su alejamiento de los hombres. En una escena de este álbum lo vemos explicando su postura a Jolan cuando éste, tras ver cómo Wor les arrebata su barco, le pregunta a su padre por qué no quiere pelear: “Porque no quiero matar a nadie sin razón, Jolan. Yo peleo sólo cuando me veo obligado a ello”. Y a continuación, hace una

Sin embargo y como para su desgracia comprueban los hombres de Wor, cuando se ve obligado por las circunstancias, Thorgal demuestra ser un guerrero feroz, diestro y decidido. La originalidad básica de este héroe es, precisamente, que a pesar de ser un excelente luchador detesta la violencia; una filosofía pacifista que permea discretamente toda la saga. Aun cuando Van Hamme escribe un tipo de historias muy clásicas, con narraciones lineales, personajes arquetípicos, giros propios del género y uso de clichés (el héroe varonil, noble y valiente; los villanos repulsivos; las mujeres hermosas…), consigue hacer de Thorgal un héroe de carne y hueso con el que resulta fácil simpatizar.

Y, de nuevo, hay que resaltar al personaje de Aaricia, que en esta ocasión recibe un tratamiento particularmente bueno –mejor, incluso, que el que habíamos visto en su propio álbum, dos entregas antes-. Aquí demuestra una valentía y fortaleza dignas de su herencia vikinga. De hecho, el título no sólo hace referencia a la hija que aquí alumbra o al animal salvaje con el que comparte el trance del parto, sino a la esencia, no siempre evidente, de su propio carácter y que aquí aflora a la superficie.
El trabajo de Rosinski vuelve a ser extraordinario, desde la espectacular portada hasta el juego de sombras (el bosque por la noche, los relámpagos de la tormenta, el fuego de un hogar) así como el acierto a la hora de utilizar el entorno natural para acentuar el dramatismo y el suspense, construyendo una perfecta atmósfera grisácea en la que pueden sentirse el frío y la humedad

“Loba” puede contarse entre los mejores álbumes de la colección, lo cual es decir mucho tratándose de Thorgal. Es una historia realista, un thriller violento e intenso que, además, culmina en un momento de gran emotividad e importancia en la vida de los protagonistas.
(Continúa en la siguiente entrada)
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