(Viene de la entrada anterior)
En la viñeta final de “Los Vengadores” nº 99, un iracundo Thor, al frente de sus compañeros dispuestos a rescatar a su secuestrado camarada Hércules, prometía que “En este día, en esta hora, ¡¡Los Vengadores invadirán los sagrados salones del Olimpo!!”. Así que, naturalmente, cabría esperar que el siguiente número comenzara con una escena que reflejara tal acción o, en su defecto, otra que mostrara algo sucediendo simultáneamente a esa prometida invasión con la que prolongar un poco más el suspense.
Pero eso no es lo que sucede en las seis primeras páginas
del nº 100 (junio 72),
dedicadas “simplemente” a narrar la reunión de todos los
Vengadores presentes y pasados, para el asalto al hogar de los dioses griegos.
Esta demora tiene cierta justificación: después de todo, se necesita algo de
tiempo para reunir a todos los personajes que aparecen en la portada,
convertida desde su primera publicación en un clásico instantáneo y firmada por
Barry Windsor-Smith. En ella aparecen, en una imagen sin precedentes, todos los
personajes de Marvel que alguna vez, hasta marzo de 1972 (cuando el comic se
puso a la venta) habían militado en las filas del grupo. Su espectacularidad,
sin embargo, contrastaba con la imagen de la primera plancha, una página-viñeta
en la que aparecía solo el Caballero Negro, cuya última aparición había sido
hacía más de un año, en Vengadores n.º 84.
Barry Windsor-Smith se encargó tanto de la tinta como del
lápiz de esta magnífica viñeta inicial, así como de las cinco páginas
siguientes, igualmente sobresalientes. Por desgracia, a continuación, el
apartado gráfico se desploma varios enteros hasta caer, ya en las páginas
finales, en la peor mediocridad. Joe Sinnott se encargaría del entintado de las
páginas 7 a 14, y Syd S
hores de la 15 a la 23. Es difícil repartir las
responsabilidades de este “desastre”, como lo calificó el propio Windsor-Smith
en una entrevista de 1998 para la revista “Comic Book Artist”, especialmente
porque Sinnott era un profesional consumado que solía mejorar el trabajo a
lápiz del dibujante que le tocara en suerte. Así que entra dentro de lo posible
que el propio Windsor-Smith, tras las primeras planchas en las que pudo jugar más
con el tono melancólico que le interesaba –y que luego sería el dominante de
muchos de sus trabajos de ilustración-, perdió el interés por la parte
superheroica de la aventura y se limitó a entregar bocetos muy poco trabajados
con los que los entintadores poco podían hacer.
Entrando en la historia, el Caballero Negro convoca a los Vengadores en su castillo inglés y hasta allí acuden el Capitán América, Ojo de Halcón, la Bruja Escarlata, Pantera Negra, el Hombre Hormiga (Henry Pym recuperando su traje y poderes primigenios), la Avispa, Thor, Mercurio, Iron Man, la Visión e incluso Hulk.
El Caballero les conduce hasta el Brasero de la Verdad, en
los sótanos de s
u castillo familiar, donde el fantasma de su antepasado sir
Percy pone al día a sus invitados. Resulta que Ares se ha apoderado de la legendaria
Espada de Ébano del Caballero Negro, un giro argumental que Roy Thomas se saca
de la chistera. Esa arma de poder místico y su actual propietario, el Caballero,
habían sido vistos por última vez en el mencionado nº 84 sin que nada entonces
apuntara a que iban a ser separados. Pero ahora, la Espada aparece de la nada en
el Olimpo y se clava en el tronco de un árbol cercano a donde Ares se encuentra
rumiando su rencor. Sus esfuerzos por arrancarla de la madera problemente recuerde
a muchos lectores el motivo artúrico de la Espada en la Piedra; pero también
existe otra historia en la mitología nórdica, algo menos conocida, sobre una “espada
en el árbol”. Ocho años después, para una historia de Thor, Roy Thomas se
inspiraría más directamente en esta última leyenda, pero parece probable que
también la tuviera presente aquí.
Una vez en poder de la Espada, se materializa junto a él la
asgardiana Encantadora, sugiriéndose en una línea de diálogo que ambos f
ueron
aliados en el pasado. Ares no explica las circunstancias en las que se produjo
tal asociación y como Thomas no se molestó en incluir una nota al pie, estoy
seguro de que muchos lectores pensaron que la palabra “antaño” pronunciada por
el dios griego hacía referencia a un pasado mítico y lejano. Pero, en realidad,
Ares y la Encantadora sí habían compartido una historia relativamente reciente
en el Universo Marvel; como se mostró “Vengadores” nº 38, donde habían unido fuerzas
para poner en dificultades tanto a Hércules como a los Vengadores. Aquella fue
la aparición más destacada de Ares hasta el momento que ahora nos ocupa.
La aparición de la Encantadora en el Olimpo se produce después de su último enfrentamiento con los Vengadores en el mencionado número 84, al final del cual, aparentemente, huyó de la escena justo antes de que la Espada de Ébano desapareciera en el Pozo del Centro del Tiempo. Evidentemente, siguió el rastro de la espada a través de múltiples dimensiones, hasta su destino final (aunque también encontró tiempo y oportunidad para fastidiar brevemente a Hulk en el nº 142 (agosto 71) de su colección).
En cuanto a por qué su cabello cambió repentinamente de rubio a blanco, y el color predominante de su atuendo de verde a rojo, supongo que la respuesta es, simplemente, que el colorista, cuyo nombre no se menciona, no conocía al personaje y estaba improvisando. Pero si se busca una explicación dentro del universo de la serie, podríamos suponer que los cambios fueron un efecto secundario accidental de su periplo interdimensional. O, tal vez, la dama simplemente quiso regalarse un cambio de imagen.
En cualquier caso, ambos se aprestan a vengarse de sus
respectivos reino
s. Ares quiere gobernar el Olimpo para luego arrasar la Tierra
y Asgard; y la Encantadora se muestra más que dispuesta a ayudarle en esa
tarea.
Mientras tanto, en otra parte del Olimpo, Hércules disfruta entrenándose con un combate amistoso contra su colega divino, Fobos, organizado para el entretenimiento de un grupo de espectadores, entre los que se encuentra su hastiado padre Zeus. Por supuesto, ninguno de ellos sospecha lo más mínimo del desastre que está a punto de ocurrir (parece que nunca hay un oráculo cuando se le necesita): cuando Ares asesina al guardián de la llama eterna de Prometeo y la sofoca, todos los dioses se convierten en cristal (en el caso de Fobos, justo cuando Hércules le propina un golpe, lo que provoca su muerte). Esta transformación no afecta ni a Hércules, dada su naturaleza de semidios; ni a Ares, que blande la Espada de Ébano.
Apar
ecen entonces dos titanes que luchan contra él y lo
doblegan. Aunque parezca increíble, esta es la segunda aparición de esa
particular variedad de dios grecorromano conocido como “Titán de Cresta
Amarilla”, uno de cuyos semejantes ya había luchado contra Hércules en “Thor”
nº 129 (junio 66). Roy Thomas quedó tan impresionado por esta creación de Stan
Lee y Jack Kirby que no pudo resistirse a traerlo de vuelta (y por partida
doble).
Siguiendo las órdenes de Ares, los Titanes arrojan a Hércules al vacío entre mundos mientras el dios de la guerra pronuncia la profecía que se le quedó grabada en la memoria y que sería lo único que recordaría cuando, tras días cayendo, llegó a la Tierra amnésico a causa de trauma. El espíritu del Caballero Negro original, Sir Percy, concluye con un breve resumen en una sola viñeta de los principales acontecimientos narrados en “Vengadores” n.º 98 y 99. A continuación volvemos al presente.
Es ahora cuando se les une el Espadachín (visto por última
vez en el nº 79), invoc
ando su derecho a ser incluido en la misión dado que,
durante un par de viñetas del nº 20, fue también Vengador oficial hasta que su
mascarada fue descubierta. Se diría que los Vengadores se están conteniendo
bastante con él, considerando todos los problemas que les causó en el pasado, sin
mencionar que es un prófugo de la ley evadido de prisión. Por otro lado, el
destino del mundo está en juego y el tiempo apremia, así que supongo que
deciden pasar todo esto por alto con tal de tener un guerrero más en sus filas.
Es para hacer frente a la amenaza de Ares que el Caballero
Negro ha convocado a los Vengadores; lo cual, por otra parte, no tiene mucho
que ver con la urgencia con la que Thor animaba a sus compañeros a invadir el
Olimpo sólo un mes antes. Y hablando de tiempo, uno podría preguntarse,
llegados a este punto, si Thomas y Windsor-Smith van a tener tiempo y espacio,
para terminar su historia antes de que el comic llegue a su fin. Al fin y al
cabo, ya llevamos trece páginas sin que los Vengadores se hayan puesto en
marcha, por lo que solo disponen de otras diez para
desarrollar y resolver una
crisis que involucra a múltiples personajes y tres mundos.
Thor se lleva consigo a Hulk, Iron Man, Visión y el Caballero Negro, viajando al Olimpo para rescatar a Hércules y derrotar a Ares y la Hechicera. Los Vengadores restantes (Hombre Hormiga, Pantera Negra, Ojo de Halcón, Mercurio, Rick Jones, Bruja Escarlata, Avispa y el Espadachín), liderados por el Capitán América, permanecen en la Tierra para enfrentarse al ejército de Ares.
En el Olimpo, un centauro derriba a Iron Man antes de ser rápidamente neutralizado por la lanza de poder del Caballero Negro; pero entonces, a su vez, Dane Whitman es atacado por un par de hombres bestia, dejando solos a Thor y la Visión para continuar hacia el lugar donde Hércules se encuentra cautivo y vigilado por la Encantadora, Kratos y Bia. (Si os preguntáis qué le ha pasado entretanto a Hulk, enseguida llegaremos a eso).
Visión intercepta con su cuerpo un hechizo de la Encantadora
pensado especialm
ente para aniquilar a Thor. Como él es un androide, aunque lo
deja fuera de combate, sobrevive. ¿Recordáis todo el revuelo que se montó en el
número anterior cuando la Visión se negó a enfrentarse a Kratos y Bia mientras
los dos Titanes se preparaban para huir con Hércules, optando en cambio por
atender a la aturdida pero ilesa Bruja Escarlata? Aquel episodio terminó con
casi todos los Vengadores, incluida Wanda, decepcionados y furiosos con su
compañero androide. Pero como aquel desgraciado asunto no vuelve a mencionarse
después de esta escena, tendremos que suponer que Thor les informará más tarde a
sus camaradas del heroísmo demostrado por la Visión, poniendo fin a cualquier
recriminación ulterior o posibles desconfianzas. Considerando la intensidad
dramática que Thomas y Windsor-Smith habían volcado en aquella crisis, es
difícil no calificar esta resolución como apresurada, ramplona y superficial;
una consecuencia, probablemente, de querer abarcar más en este capítulo final
de la "Trilogía del Olimpo" de lo que podían manejar cómodamente los
autores dentro del número de páginas establecido.
Pues bien, ahora nos enteramos de que todo el movimiento de los
Halcones de la Guerra organ
izado por Ares en el nº 98, tenía el objetivo de
provocar un holocausto nuclear mundial con el que abrir un portal hacia Asgard.
En contraste, en una trama paralela a esta que se estaba desarrollando en la colección
de “Thor”, el dios grecorromano del inframundo, Plutón, llegaba a Asgard
simplemente… navegando a bordo de un gran barco. (Sí, en ese momento, Asgard
viajaba entre dimensiones, lo que supongo que pudo haber facilitado el acceso…
pero aún así…). Entre eso y el tono informal del entonces guionista de Thor,
Gerry Conway, dotando al villano divino de secuaces mitológicamente inapropiados
(Plutón es atendido por trolls, que son figuras nórdicas, en lugar de sátiros,
centauros, titanes, etc.), parece claro que el editor no estaba prestando la
debida atención a la coherencia de las diferentes colecciones. No es de
extrañar. Stan Lee ya tenia puesta su atención en otras cosas y dejó el puesto
de editor en agosto de 1972 (le sucedió Roy Thomas) para asumir el de
Publisher, esto es, el máximo responsable ejecutivo de la parte editorial y
comercial de la empresa, entre cuyas funciones no se encontraba la de
supervisar de cerca el contenido de cada número. De hecho, en este episodio de Los
Vengadores comienza una breve etapa en la que se usará en el encabezamiento la
frase “Stan Lee Presenta” en lugar de acreditarlo como “editor”. En el número
103, Roy Thomas ya asumirá sus funciones de editor de Marvel, pero se mantendría
el mismo encabezamiento.
El caso es que Ares ha desechado su antiguo plan y ahora
busca otro m
edio para alcanzar el mismo objetivo: un ataque directo de las
huestes olímpicas contra la Tierra, entrando en nuestro plano dimensional a
través de Londres. Puede que esta explicación la asumiera sin demasiados
problemas un adolescente de catorce años, pero un lector más veterano se dará
cuenta enseguida de que esta “solución” es tan vaga e insatisfactoria como la
resolución de la “cobardía” de la Visión un par de páginas antes. De nuevo, el
problema parece ser la escasez de páginas para desarrollar las ideas.
Mientras Thor vuela en ayuda del Caballero Negro contra uno de los Titanes, la Hechicera huye de la escena. Ares intenta hacer lo mismo, pero Dane Whitman y Thor lo persiguen. Mientras tanto, Hulk, que había quedado encandilado por la música de un grupo de sátiros, entra en acción cuando parte del ejército olímpico invasor de la Tierra se bate en retirada, aunque su pelea sólo ocupa una viñeta.
Un Ares derrotado por Thor y el Caballero Negro, le devuelve
a este último su espada, mientras dice: “Y
ahora, Olímpico, la Espada, por favor…Esa espada que es tu fuerza y mi
maldición”. Quizás fue una mera coincidencia que Thomas y Windsor-Smith
acabaran de terminar los números 14 y 15 de “Conan el Bárbaro”, en los que el
invitado especial había sido Elric de Melniboné, el héroe de espada y brujería
creado en la
literatura por Michael Moorcock y cuya relación con su propia
espada negra maldita, Portadora de Tormentas, inspiró la historia del arma del
Caballero Negro forjada por Merlín. O quizás fuera deliberado. En cualquier
caso, Thomas y Windsor-Smith acertaron al pensar que Dane Whitman era un
personaje mucho más interesante empuñando la Espada de Ébano que blandiendo una
lanza de alta tecnología, así que se la devolvieron.
Thor y Hércules destruyen el portal de Londres y el semidios griego se queda en el Olimpo. Y así llega a su fin “Todos los Dioses Que Haya” en la página 23, dos páginas más de lo habitual en Marvel en 1972. Y, aún así, la sensación es la de un comic mal estructurado, que trata de encajar demasiadas ideas y una escala épica en un espacio que no le brinda oportunidades para ello y en el que la mayoría de los Vengadores son meros figurantes. Además de los apresurados giros argumentales y la insuficiente información para dotar de coherencia a la historia, queda dolorosamente claro que Barry Windsor-Smith necesitaba más páginas para desarrollar la segunda mitad de la historia. Como resultado de esta narrativa tan comprimida, la batalla que tiene lugar en Londres entre los héroes y los ejércitos del Olimpo no causa impacto alguno en el lector y termina prácticamente antes de empezar.
Un lector actual podría preguntarse por qué la editorial no
se limitó a publicar u
n Giant-Size de “Los Vengadores” conmemorando la ocasión.
Al fin y al cabo, así es como hoy, y desde hace bastante tiempo, se celebran
los hitos numéricos de las colecciones de comic-books. Pero no era así como se
hacían las cosas entonces, probablemente porque el modelo de distribución en
quioscos prefería la previsibilidad: si el n.º 99 tenía 32 páginas y costaba 20
centavos, entonces el n.º 100 debería tener la misma extensión y el mismo
precio. (Sí, Marvel, unos ocho meses antes, había publicado un número de Los
Vengadores de 48 páginas por 25 centavos. Pero aquel número 93 estaba pensado
como el inicio de un nuevo formato para la serie que nunca llegó a cuajar, convirtiéndose
en cambio en una anomalía editorial).
Por alguna razón y durante un tiempo, Marvel no volvería a
publicar números dobles. Lanzó números especiales “Giant-Size” entre 1974 y
1975, y recuperó los anuales en 1976, pero ninguna de sus series mensuales
volvería a incluir un número doble hasta 1978. En una entrevista, Marv Wolfman
explicó cómo tuvo que luchar con la alta dirección para conseguir que “Los Cuatro
Fantásticos” nº 200 (noviembre 78) tuviera ese formato, pero gracias a su éxito
de ventas, en 1979 fueron ta
mbién dobles el “Conan” nº 100 y “Amazing Spiderman”
nº 200. Por supuesto, ya en los 80, esa modalidad dejó de ser una excepción.
Aun así, entender por qué este número salió como lo hizo, no impide que uno desee que las cosas hubieran sido un poco diferentes, si los autores hubieran dispuesto de más tiempo y espacio para desarrollar una historia con gran potencial. Y aunque hubiera sido así, seguirían existiendo otros problemas de base.
Tal vez era inevitable que, tarde o temprano, la otrora
impenetrable barrera entre la Tierra y los mundos de fantasía de Marvel, como
Asgard y el Olimpo, se rompiera, pero eso no la convertía necesariamente en una
buena idea. Sí, existían algunos precedentes (Lee y Kirby lo hicieron un par de
veces durante su etapa en "Thor", sobre todo cuando la novia del dios
del trueno, Jane Foster, solicitó ascender a divinidad en el nº 136, enero 67),
pero éstas eran ocasiones muy excepcionales. En "Los Vengadores" nº
100, Roy Thomas rompió otra
barrera que abriría el camino a nuevas posibilidades
narrativas, pero esta vez cometió un error. Al permitir que un grupo de
Vengadores mortales asaltara el Olimpo como si nada, facilitó que cualquier
personaje del Universo Marvel (incluso Spiderman y Hulka), en un momento u
otro, se paseara por regiones cuya credibilidad ante los lectores era, en el
mejor de los casos, extremadamente frágil.
Desde el principio, Asgard y el Olimpo se habían presentado como el hogar de los dioses, lugares que combinaban maravillas científicas como naves espaciales y cañones de rayos (que formaban parte del arsenal militar de Odín) con magia y objetos y seres que solo podían existir en la mitología. ¿Cómo explicar Asgard, representada como una isla flotante en el espacio, conectada a la Tierra por un puente arcoíris? ¿O el Monte Olimpo, desde donde Hércules podía llegar a la Tierra simplemente bajando por su ladera? Conceptos así no resistían un análisis demasiado profundo, so pena de que la suspensión de incredulidad exigida a los lectores (y la sensación de grandeza que Lee y Kirby les habían dado) se desmoronara. Para preservar su coherencia, misterio y sentido de lo maravilloso, Lee y Odín estuvieron más que acertados prohibiendo la entrada a Asgard a cualquier mortal... hasta que llegaron los Vengadores de Thomas.
Por otro la
do, si los Vengadores tenían que visitar un lugar
tan fantástico como el Olimpo, ¿quién mejor que Barry Windsor-Smith para
dibujarlo? Pues resultó que no fue tan buena idea. El artista se había incorporado
al equipo creativo en el número 98, y lo más interesante de esta su segunda
etapa dibujando a “Los Vengadores” fue la forma en que plasmó a los personajes tras
el cambio radical de estilo que había experimentado su dibujo desde su anterior
trabajo en la serie. Lejos ya de sus inicios inspirados por Kirby, su nuevo
estilo, aunque perfecto para títulos de fantasía como "Conan" y
"Ka-Zar", no terminaba de combinar bien con el género superheroico.
La imponente presencia que se exigía a los personajes superheroicos
parecía ahora entrar en colisión con el nuevo estilo de Windsor-Smith, en cuyas
manos los Vengadores y sus adversarios perdieron músculo, dinamismo y porte,
llegando algunos incluso a calificarlos de “afeminados”. Tampoco su retrato del
Olimpo está a la altura de las imágenes que el nombre suscita en la
imaginación. Parece más bien un parque público mal cuidado, un lugar genérico
vagamente perfilado y que ni siquiera a
parece en los fondos de la mayoría de
las viñetas.
Parte de la responsabilidad podría quizá achacarse a los entintadores que trabajaron con Windsor-Smith en la serie (Sal Buscema en el nº 98, Tom Sutton en el 99 y Joe Sinnott y Syd Shores en este número), porque en las seis primeras páginas del nº 100, que, como ya he mencionado las entintó él mismo, hizo un excelente trabajo con los personajes (el mejor, sin duda, fue el Caballero Negro, que, no por casualidad, es más una figura de fantasía que un superhéroe al uso).
Contando con todos los héroes que alguna vez fueron Vengadores, este número, a pesar de sus defectos, fue un broche de oro para casi diez años de emoción, épica y personajes que acabarían teniendo un larguísimo recorrido en la editorial. Lamentablemente, poco después, la calidad de la serie decayó rápidamente y, en pocos números, se unió a las crecientes filas de títulos fundadores del Universo Marvel que salieron del punto de mira sustituidos por los nuevos personajes y colecciones surgidos del hirviente caldero de ideas que era la Marvel de los 70.
En cuanto a la trayectoria posterior de algunos de los
personajes que aquí aparecen, el Espadachín comienza en este número su camino a
la redención. Cuando regrese en el nº 112, militará ya del lado de
los héroes. Ares
continuará con sus fechorías en “Sub-Mariner” nº 57 (enero 73), pero, después
de mucho tiempo, seguirá los pasos del Espadachín y se convertirá en Vengador,
al menos por un tiempo. Hércules disfrutará de una larga etapa en “Thor”, desde
el nº 221 (marzo 74, con Ares de nuevo como adversario) al nº 239 (septiembre
75), antes de convertirse en miembro fundador de los Campeones (octubre 75). Pantera
Negra visitará Nueva York en “Daredevil” nº 92 (octubre 72), justo antes de
regresar a las filas de los Vengadores a partir del nº 105. El Hombre Hormiga y
la Avispa aparecerán poco después en “Hulk” nº154-155 (agosto-septiembre 72),
antes de protagonizar su propio serial en la cabecera genérica “Marvel Feature”,
reemplazando a “Los Defensores” en el nº 4 (julio 72). Rick Jones reaparecerá brevemente
en el nº 103 para abandonar el grupo y reiniciar la serie del “Capitán Marvel” con
el nº 22.
(Continúa en la siguiente entrada)

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