“StormWatch”, creación de Jim Lee y Brandon Choi, fue uno de los primeros lanzamientos de Image. La colección se inauguró en marzo de 1993 y contaba las aventuras de un equipo de operaciones especiales dirigido desde una estación orbital por Henry Bendix, también conocido como el Hombre del Tiempo, y supervisado por una versión ficticia de las Naciones Unidas. Bendix utilizaba implantes cibernéticos conectados a su cerebro para monitorizar el planeta y a sus agentes sobre el terreno.
El equipo original estaba compuesto por miembros de
diversas nacionalidades: Jackson King era un telequinético estadounidense
conocido como Battalion y desempeñaba el rol de líder táctico; Hellstrike, un
exoficial de policía irlandés convertido en un ser de energía; Winter, un antiguo
comando de la Spetznaz rusas con la habilidad de absorber energía; Fuji, un
joven japonés transformado en un ser de energía atrapado en una armadura de
contención; y Diva, una joven italiana con poderes sónicos.
Lo cierto es que no tengo mucho bueno que decir de la
primera etapa de esta colección. Fue un producto de su tiempo, principalmente
para lo malo. Algunos calificarán su dibujo de dinámico y espectacular, pero a
mí me parece una amalgama de excesos ridículos que ejemplifica los peores vicios de la Image primigenia: personajes hipermusculados, pistolones enormes,
mujeres de anatomías imposibles… La acción desbordante y el impacto visual eran
la prioridad por encima de cualquier otro elemento.
El concepto de equipo de superhéroes operando bajo la
supervisión de la ONU ofrecía un marco interesante, prometiendo historias de
alcance global y una capa de realismo político que lo diferenciaba de otras
series del género. Pero, al menos al principio, todo se quedó en eso: promesas.
Los primeros guionistas se centraron en arcos de acción trepidante en los que
continuamente se presentaban nuevos personajes y amenazas, pero estaba claro
que no sabían qué hacer con ellos. Aunque visualmente impactantes, los
protagonistas eran tan planos psicológicamente y tan arquetípicos que era
imposible que conectaran con el lector a un nivel más profundo que el meramente
superficial. Puede que hubiera quien encontrara las tramas entretenidas, pero
en realidad no eran más que un encadenamiento de fórmulas predecibles. En
resumen, que carecía de la originalidad y personalidad propia necesarias para
conseguir lo que inicialmente se propusieron sus creadores: subvertir el modelo
de superhéroes convencionales.
Hubo que esperar hasta 1996 para que se publicara el gran evento Wildstorm/Image de ese año, titulado “Fuego del Cielo" y del que se derivaron consecuencias perdurables para el universo salido de la imaginación de Jim Lee. La historia traía a la Tierra al malvado alienígena Damocles, que junto a un grupo de cazarrecompensas libraban una feroz batalla contra los principales héroes Wildstorm. Durante el crossover, que abarcó todos los títulos del sello con fecha de portada abril y mayo, Deathblow es asesinado, DV8 enviados a su primera misión y Stormwatch descubre que su miembro Flashpoint es un traidor.
Tras el evento, uno de los cambios más relevantes que
experimentó el sello consistió en la asunción de las labores de guionista de “StormWatch”
por el guionista inglés Warren Ellis a partir del número 37 (julio de 1996).
Bajo una portada que rendía homenaje al número 1 de "La Liga de la
Justicia Internacional" de 1987, Ellis presentaba un nuevo statu quo para
el equipo. Incorporaba a los nuevos miembros Jenny Sparks, Rose Tattoo y Jack
H. Hawksmoore, y enfrentaba a la nueva formación a un asesino en serie
superpoderoso y admirador de Nietzsche.
Cuando Ellis empezó a escribir “StormWatch, no era todavía
la estrella que sería al cierre de esa colección para ser relanzada como “The
Authority”. Había escrito un cómic estupendo de “Hellstorm”, algunos números
decentes pero recargados de “Doom 2099”, estaba comenzando a encargarse de “Excalibur”
y otros personajes de los X-Men (una miniserie de “Tormenta”), firmó una
pequeña historia sobre Thor, un divertido arco argumental de “Leyendas del
Caballero Oscuro” y alguna otra cosa menor. Incluso en esta primera fase de su
carrera, Ellis ya había empezado a experimentar con ciertos temas que luego retomaría
y ampliaría (en “Hellstorm”, por ejemplo, escribió sobre un bar donde uno podía
destruir su alma, idea que también aparece en “StormWatch” nº 46).
Su trabajo para “StormWatch” lo liberó. En sus primeros guiones ya había demostrado ser perfectamente capaz de incorporar en ellos el Universo Marvel sin sacrificarse al mismo y perder carisma, pero también quedó claro que no le interesaba demasiado hacerlo. A mitad de su etapa en “StormWatch”, comenzó “Transmetropolitan” para el sello Helix de DC, completando su evolución hasta el autor que hoy reconocemos. Dejando aparte este último título, “StormWatch” fue el comic más destacado de los que realizó durante ese par de años (1996 y 1997) en los que pasó de ser un mercenario algo peculiar a un autor célebre y con una personalidad indiscutible. No es la única razón por la que “StormWatch” es un buen comic, pero desde luego sí es una de ellas.
“StormWatch” y la inmediatamente posterior “The Authority”
representan la última palabra de Ellis sobre los superhéroes convencionales. Su
visión de los mismos no es particularmente singular (Alan Moore hizo algo
parecido en “Miracleman” una década antes), pero lo interesante de Ellis es que
nunca convierte a sus superhéroes en divinidades ni éstos olvidan por quién
luchan. Sus héroes son enormemente imperfectos, lo que nos recuerda
continuamente lo difícil que es vivir a la altura de los ideales y al tiempo lo
importante que es tenerlos. Sus defectos a menudo les hacen ciegos al mal que
acecha justo delante de ellos, algo que Ellis aprovecha para establecer una
dicotomía entre los superhéroes ingenuos —no es casualidad que Nikolas (Winter)
y Lauren (Fahrenheit), el ruso y la estadounidense que crecieron durante la
Guerra Fría creyendo en el bien y el mal bien diferenciados, sean los dos miembros
más idealistas y confiados del grupo— y las brutales realidades del "mundo
real"… tan real como puede serlo el universo de WildStorm, por supuesto.
Pero ojo, porque aunque estos personajes puedan parecer
superhéroes, en realidad no lo son. Bendix, por ejemplo, describe a Stormwatch
Rojo como "armas humanas", y no anda desencaminado: "Stormwatch Rojo estará compuesto por
aquellos miembros con la mayor capacidad destructiva para actos de disuasión y
represalia". Y, de simétrica pero inversa manera, los enemigos del
equipo no son simples supervillanos. El segundo número presenta un "acto
de guerra" cometido contra Stormwatch por el presidente de los Estados
Unidos. Ellis incluso le otorga cierta complejidad a Kaizen Gamorra,
relativamente superficial y peligroso en su encarnación original pero que ahora,
bajo su visión, se transforma en una figura no muy distinta a la del coronel
Gadafi, entonces de plena actualidad. Gamorra se parapeta tras su estatus de
líder político de una nación soberana y amenaza con la tormenta que caería
sobre las Naciones Unidas si trataran de juzgarle: "Si intentas procesarme, todo saldrá a la luz", amenaza.
Ellis siente una especial predilección por los villanos que
quieren mejorar el mundo, pero que escogen el camino equivocado. El primero, Padre,
es un mejorado genéticamente que cree que su misión es elevar a la Humanidad a
un estadio de perfección, lo que desafortunadamente significa aniquilar a buena
parte de ella. Mientras muere, murmura "Todo lo que quería hacer era cambiar el mundo", que es el tema
principal de toda esta etapa. Los superhéroes de Ellis quieren cambiar el
mundo; también los supervillanos, pero utilizando métodos violentos que afectan
a gente inocente; otros adversarios, por el contrario, pretenden impedir tal
cambio.
No es sorprendente que Ellis culmine su primera etapa en “StormWatch” con el arco argumental "Cambiar o Morir”, en la que el villano resulta ser Henry Bendix, el Hombre del Tiempo y líder del grupo, mientras lucha contra John Cumberland y su grupo de héroes, entre los que militan las primeras encarnaciones del Doctor y el Ingeniero, porque éstos quieren actuar a su propia manera, según Bendix demasiado caótica como para que la gente común pueda asimilarla. Ellis es un firme defensor del hombre de la calle y, como he dicho, sus villanos son quienes están dispuestos a cambiar el mundo a toda costa, lo que suele implicar ignorar a los ciudadanos. Ellis no acepta tal postura y por eso Bendix es un villano tan malvado: no confía ni en John Cumberland ni en Jenny Sparks, y por eso intenta destruirlos aunque puedan ayudarlo en su propósito.
Este tema, como he dicho, es recurrente en todo el trabajo
de Ellis para la colección. Ya mencioné a Padre, que aparece en el nº 37. En el
nº 38, presenta un conflicto entre el gobierno de los Estados Unidos y
StormWatch, organización que opera bajo la supervisión de Naciones Unidas. Esto
resurge en el nº 39, cuando el grupo se encuentra con unos policías
superpoderosos que se saltan a la torera los derechos civiles de los ciudadanos
de una población americana. Uno de esos agentes expresa la idea contra la que
Ellis se posiciona en este comic: “¿Sabes
para que nos reclutaron? Para que las cosas sigan igual. El cambio no es bueno”.
Este episodio también introduce la idea de un “activador” una persona como
Christine Trelane, de StormWatch, que puede despertar poderes latentes en otras
personas. Es también el caso de Wish, que trabaja con John Cumberland y que
resulta no estar precisamente en la mejor sintonía moral con la misión de
aquél.
En el número 40, Ellis presenta al “auténtico” Kaizen
Gamorra (el personaje original del mismo nombre creado por Brandon Choi y Jim
Lee resultó ser John Colt), que afirma que la “vocación” del país que lidera es
el terrorismo. Una vez más, Ellis relaciona el Mal con el gobierno estadounidense cuando Kaizen le dice a Bendix que compró “factor gen” –material
mutagénico que puede transformar a la gente en superhumanos- al “complejo militar-industrial americano”. A
Bendix esto no le importa tanto como que Gamorra esté siguiendo su propia
agenda y ordena a Rose Tattoo, uno de sus nuevos agentes de StormWatch, que
asesine a 233 gamorranos, el mismo número de víctimas que provocó el atentado
terrorista de Kaizen. A estas alturas, Bendix ya no se anda con paños calientes
cuando se trata de mantener el mundo a salvo, pero, una vez más, lo hace de
acuerdo a sus propios valores. También una vez más, Fahrenheit y Flint expresan
dos posturas encontradas al respecto: Lauren, como estadounidense, cree en la
justicia y piensa que lo que hace Bendix es horrible, mientras que Victoria,
criada en Kenia, aunque no le guste la masacre que ordena su jefe, coincide con
él en que a veces el mal debe ser extirpado sin contemplaciones. Ellis entiende
que, contando con personajes que provienen de diferentes entornos y que han
tenido experiencias vitales muy distintas, difícilmente coincidirán todos en la
misma visión maniquea del mundo tan habitual en el género superheroico.
El nº 41 se centra en Christine en su papel de “activadora”
y en el 42, Ellis recupera el tema de los villanos que tratan de cambiar el
mundo de la forma “incorrecta”. En este caso se trata de un líder religioso
japonés que quiere empujar a su país a rearmarse y recuperar su papel de potencia
militar. Raifu Waaku utiliza la nueva tecnología del universo WildStorm, el
“factor gen”, para, podríamos decir, retroceder en el tiempo, puesto que el
mundo ya cambió en el pasado, tras la Segunda Guerra Mundial, hacia un estadio
que él rechaza. Para él, Fuji encarna todo lo que está mal en el nuevo mundo
dado que el agente de StormWatch pone el bien de la Humanidad por encima de su
nacionalidad, mientras que Raifu está dispuesto a matar a muchos de sus
compatriotas tan solo para que su amorfa idea de "país" recupere su
antigua gloria. Este episodio también le sirve a Ellis para explorar algo que
parece fascinarle especialmente: la cultura del Japón de posguerra, que
volvería a retomar en uno de los primeros episodios de “Planetary”.
Ellis sigue jugando con la idea de los pecados nacionales en
el número 43, en el que Jack Hawksmoor tiene que detener al hijo ilegítimo, demente
y sifilítico de John Kennedy, que anda por ahí matando gente y obligando al
Servicio Secreto a encubrirlo. Puede que haya quien considere este episodio el
más ridículo de la colección, una burda invectiva de Ellis contra el abuso de
poder, pero lo cierto es que encaja perfectamente con el tema del pasado que
acecha al presente y cómo algunas personas —los "villanos" de estos
números— no pueden superarlo. Es más, me parece maravilloso que Ellis se
saliera con la suya a la hora de plantear una idea tan subversiva. El
presidente progenitor del asesino chiflado no se nombra explícitamente, pero no
hace falta. El criminal deja mensajes sobre sus víctimas como “Soy Neoyorquino”, se nos dice que su
padre fue “uno de sus presidentes más
queridos" y es ayudado por una agente del Servicio Secreto que se ha
sometido a cirugía plástica para parecerse a Marilyn Monroe: "Es la única cara a la que realmente responde",
comenta. Me cuesta creer que este número, publicado durante los noventa, cuando
la industria del comic norteamericano se encontraba en uno de sus momentos
álgidos, lograra pasar desapercibido para los abogados de la compañía. Claro que,
seguramente, muchos de quienes compraban comics por entonces no lo hacían para
leerlos… En cualquier caso, otro ejemplo del retorcido y provocador sentido del
humor de Ellis y su disposición a asumir riesgos.
En el brillante nº 44, Ellis recorre la vida de Jenny
Sparks en diferentes momentos del siglo XX (cuyo espíritu, recordemos, ella
encarna) y averigua algunas duras realidades sobre el poder y su abuso. Aquí es
donde aparece por primera vez Albión, la Gran Bretaña alternativa que Ellis
recuperará para “The Authority”, pero también es donde muestra su vena más
cínica cuando un sueño superheróico al estilo de los que imaginaba Jack Kirby
en los 60 resulta destruido durante un incidente parecido al del concierto de
Altamont en 1969, mientras que la perturbadora parodia de “Watchmen” con la que
representa la época de los 80 (previamente había hecho guiños a la Edad de Oro,
el Spirit de Will Eisner, los comics underground de los 60…) muestra las
consecuencias de tener superhéroes incapaces de controlar su poder. Ellis
finaliza con una nota positiva, pero sigue siendo un número tan brillante como
deprimente y sienta las bases para "Cambiar o Morir”. El número 45 es más
de lo mismo: Jackson King es secuestrado por supremacistas blancos que quieren
que Estados Unidos salga de las Naciones Unidas.
Por fin, en el número 46, Ellis prepara el terreno para su
arco final desvelando la conspiración de John Cumberland, Bendix y Rose Tattoo
para tomar el poder y “cambiar el mundo” mientras el resto del equipo se va de
copas. Aquí es donde Ellis recupera su idea de un lugar que destruye las almas
utilizando armas nucleares, y aprovecha la oportunidad y su buen oído para los
diálogos para humanizar al equipo antes de que se vean obligados a luchar
contra su superior y quienes se alinean junto a él. Tras el número 47 –casi un
episodio de relleno a pesar de la bienvenida intervención de Jim Lee como
dibujante invitado-, Ellis ya estaba preparado para recopilar todos los temas
que había indo introduciendo en su estancia en la colección y finalizar su
etapa con una explosión.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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