(Viene de la entrada anterior)
En el número 89 de “La Liga de la Justicia de América” (mayo 71), el guionista Mike Friedrich rindió homenaje a uno de sus referentes literarios, el escritor y guionista de ciencia ficción Harlan Ellison, bautizando al personaje central de ese número, precisamente un escritor con el poder de hacer realidad los argumentos que imaginaba, como Harlequin Ellis (Ellison había escrito en 1965 un cuento titulado “¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el Señor Tic-Tac”).
En lo que parece ser una mera coincidencia, aquel mismo mes apareció un número de “Los Vengadores” –el análogo Marvel de la Liga de la Justicia-, el 88, cuya historia había sido imaginada por el auténtico Harlan Ellison (y convertida en un guion por Roy Thomas).
De hecho, esta no fue la primera vez que Ellison había
tenido contacto con el mundo del comic. Siendo todavía un adolescente, vendió
una historia a Al Feldstein, editor de EC Comics, quien la reconvirtió en guion
para ser dibujado por Al Williamson y Roy Krenkel. Apareció en el nº 24 de “Weird
Science-Fantasy” (junio 54) y se tituló “Expulsión”. Más próxima en el tiempo,
atendiendo a una solicitud del editor Jim Warren, Ellison escribió una historia
corta inspirada en una pintura de Frank Frazzeta que fue adaptada al comic por
Neal Adams en el nº 32 (abril 70) de “Creepy”.
Seguramente, Roy Thomas era conocedor, como mínimo, de esta
última colaboración y sabía del intéres de Ellison en los comics gracias a los
textos que éste escribió para el fanzine “Xero” a comienzos de los 60, una
época en la que el propio Thomas ayudó a lanzar los primeros números de otra
revista de aficionados, “Alter Ego”. Como Friedrich y otros guionistas de comic
contemporáneos, había conocido a Ellison en una convención y unos años más
tarde, en 1970, lo incluyó en el grupo selecto de aficionados y profesionales
del género de Fantasía a los que envió pruebas preliminares en blanco y negro
del primer número de “Conan el Bárbaro”, pidiéndoles alguna reseña, una
solicitud a la que Ellison atendió con gusto.
Pues bien, en esta ocasión Thomas fue aún más lejos y se
atrevió a pedirle algo más sustancial y creativo: una historia. Y lo que
recibió fue una sinopsis de unas 1.800 palabras que, con ayuda de varios
dibujantes, adaptó y amplió para llenar dos comic-books: “Los Vengadores” nº 88
(mayo 71) y “El Increíble Hulk” nº 140 (junio 71). Existen fotocopias del
original mecanografiado por Ellison y, de hecho, se han publicado al menos en
dos ocasiones, la primera de ellas en la efímera publicación “Marvelmania
Magazine”, concretamente en su nº 4, aparecido en algún momento de 1970 y
adelantándose, por tanto, unos cuantos meses a la publicación de los comics
propiamente dichos.
Conviene resaltar que, aunque la sinopsis de Ellison ya
incluía a los Vengadores, el autor dejaba claro que, en lo que a él concernía,
se trataba de una historia de Hulk. Así, la mayoría de lo que puede leerse en
el número de los Vengadores es invención de Thomas y, de hecho, podría
argumentarse no sin razón que todo el conjunto habría funcionado mejor como una
historia en solitario de Hulk e, incluso, concentrada en un único episodio.
Quizá la acreditación de Hulk en la cabecera de la primera página es un
reconocimiento de Thomas a esta primacía del coloso verde en la aventura que
nos ocupa. Otro cambio efectuado por Thomas es el del nombre del villano, de
“Syklop” a “Psyklop”, en lo que parece un intento de sonar menos parecido al
héroe de los X-Men. También introdujo en esa primera plancha el cuadro de texto
citando un pasaje de “La Llamada de Cthulhu”, de Lovecraft, probablemente
inspirado en el contexto que Ellison le da al villano. Y, a diferencia de la
conclusión del episodio de Hulk, el guion de Thomas para “Vengadores” nº 88 no
abunda en alusiones a la ciencia ficción de Ellison, aunque sí consigue colar
una. “No Tengo Boca y Debo Gritar” es un cuento publicado originalmente en el
número de marzo de 1967 de la revista “If” y que obtuvo el Premio Hugo del año
siguiente en su categoría.
Antes de pasar a la historia propiamente dicha, anotemos
aquí que esta fue una de las primeras veces que Sal Buscema dibujó a Hulk, un
personaje al que luego representaría innumerables veces, primero en “Los
Defensores” durante varios años antes de convertirse en dibujante regular de la
colección nominal de aquél durante nueve años y medio.
¿Y cómo exactamente se encontró Hulk metido en esta aventura? Pues no se sabe. La sinopsis de Ellison dice que había sido “atraído” a la Presa Boulder sin especificar cómo. El guion de Thomas, por su parte, tampoco profundiza en ello. Parece una omisión muy extraña considerando que Thomas era por entonces el guionista regular tanto de la colección de Hulk como de la de Los Vengadores. Sin embargo, “Hulk” nº 139 había concluido con el gigante esmeralda vagando libre por el norte del estado de Nueva York. Ahora, al comienzo de “Vengadores” nº 88 lo encontramos víctima de una trampa orquestada por Reed Richards y Charles Xavier.
Podemos preguntarnos qué hace Xavier, un experto en
mutaciones genéticas, involucrado en un proyecto como éste. Sí, había
demostrado talento para diseñar equipos avanzados (ahí está Cerebro o la Sala
de Peligro), pero esto parece estirar demasiado la cuerda, especialmente
teniendo en cuenta que Richards se refiere a él solamente como profesor de una
escuela y no como líder de los X-Men. Me inclino a pensar que Ellison lo
incluyó en este complot militar contra Hulk simplemente porque en 1971 era uno
de los principales genios intelectuales del Universo Marvel actuando de parte
de los superhéroes y Thomas decidió dejar las cosas tal y como las había
planteado su invitado.
Así es como los Vengadores hacen su entrada en la sinopsis de Ellison:
“Los Vengadores, tras
la pista de una amenaza tan grande que ni siquiera pueden pronunciar su nombre
sin aterrorizarse, están acechando en un pantano envuelto en niebla, inquietante,
cautivador… en un atolón sin nombre cerca de la Isla de Pascua. Buscan un ídolo
decrépito y antiguo de una civilización perdida que es la clave para encontrar
una fortaleza subterránea del diezmador, cuya existencia en el planeta es más
mortal que mil bombas de hidrógeno”.
Ellison no identifica por su nombre a ninguno de los Vengadores (y, de hecho, ubica a Tony Stark en la escena con Richards y Xavier en la Presa de Boulder en lugar de aquí, en su identidad de Iron Man). Tampoco proporciona ninguna información sobre por qué el grupo ha llegado a ese lugar y con qué propósito. Esa tarea le corresponde a Thomas, que dedicará buena parte del resto del número a ir llenando tales huecos.
Comenzando por el Capitán América que recuerda para sí cómo,
apenas unas horas antes, él y su nuevo compañero, el Halcón, habían utilizado
un quinjet de los Vengadores para viajar hasta Nueva Orleans y averiguar por
qué un amigo de este último, Ralph, no se había presentado a una cita (hay que
aclarar que el Halcón no solo no era en este punto un Vengador, sino que ni
siquiera había sido presentado al equipo). Se enteran de que ese individuo
había sido visto “como en trance, yendo
hacia los pantanos”. No parece una pista muy sólida pero aparentemente basta
para el heroico dúo, ya que, no mucho después de adentrarse en los alrededores
pantanosos de Nueva Orleans, se topan con una ceremonia vudú cuyos celebrantes,
al ser descubiertos, les atacan. Las probabilidades están en contra del Capitán
y el Halcón, pero, afortunadamente, la policía local aparece antes de que las
cosas se pongan difíciles.
El hechicero al frente del grupo resulta ser nada menos que
el tipo que iban buscando, el cual, como en trance, murmura unas coordenadas.
Rápidamente, el Capitán y el Halcón vuelan de regreso a Nueva York y ponen al
corriente a los Vengadores. El Capitán tiene la sensación de que está
ocurriendo algo importante en los pantanos de Luisiana y su criterio es
aceptado por Iron Man, Thor y Goliath, dispuestos a acompañarlo a él y al
Halcón a la isla del Pacífico a la que corresponden las antedichas coordenadas.
Pantera Negra, después de lo revelado en el último número, debe regresar a su
país y no sabe cuándo volverá. Por su parte, Mercurio, la Bruja Escarlata y
Visión se quedan en la Mansión para vigilar el Edificio Baxter para los Cuatro
Fantásticos, un hilo que se desarrollará en el siguiente episodio dando inicio
a la guerra Kree Skrull cuando el Capitán Marvel escape de la Zona Negativa a
través del portal a esa dimensión localizado en el edificio.
Lo que encuentran los cuatro Vengadores y el Halcón en la isla del Pacífico es una colosal estatua representando un monstruo cuyo rostro evoca la máscara vudú que portaba el amigo del Halcón.
Tanto la sinopsis de Ellison como el guion de Thomas
aprovechan la oportunidad para cortar aquí y retomar el escenario de la Presa
Boulder. Antes de que Mister Fantástico y Xavier puedan introducir en una
cripta especial a Hulk, éste, todavía inconsciente por la trampa eléctrica que
le habían preparado, es teleportado a la guarida de un ser llamado Psyklop, que
necesita de su energía para revivir a su pueblo del sueño eterno en el que fue
sumido por los Dioses Oscuros que veneraba.
La sinopsis de Ellison no incluye una descripción física detallada del villano, “mitad humano, mitad criatura de una raza que murió hace mucho tiempo”, más allá de breves referencias al “horror sobrenatural de su único ojo de rubí facetado como el de una abeja” y “su cuerpo de extraña estructura”. Estoy bastante seguro, sin embargo, de que en su cabeza tenía algo bastante más espeluznante e inspirado por el terror lovecraftiano que el funcional y soso diseño que acabó ofreciendo Sal Buscema.
Una vez que la historia llega al cubil del villano, se
detiene. Ya no pasa nada verdaderamente importante dado que esto lo reservaban
Ellison y Thomas para Hulk. Thomas ya había insertado unas cuantas páginas de
suspense y acción ambientadas en los pantanos de Nueva Orleans, pero no eran
suficientes para llenar el número de los Vengadores, los cuales ya no pintaban
nada en la peripecia de Hulk. Así que, como era de esperar, lo que tenemos es
una superflua secuencia de acción entre el equipo y una babosa gigante que
custodia el acceso al templo en el que se cuentra Psyklop. Derrotada la
criatura, encuentran la entrada… que resulta ser un homenaje explícito a un
viejo comic muy apreciado por Thomas: un pasillo flanqueado por estatuas
representando monstruos y ante el cual Iron Man dice: “La última vez que vi un diseño así fue en un comic.. Al final de un
túnel de metro abandonado, nada menos”.
No era esta la primera vez que Roy Thomas aludía a la
historia de origen del Capitán Marvel (el personaje de Fawcett Comics, muchos
años después incorporado al catálogo de DC). En fecha entonces tan reciente
como 1969, lo había vuelto a apuntar en “Capitán Marvel” nº 17. Esta referencia
en “Los Vengadores” no obedece a propósito alguno en la narración y parece más
bien un guiño al cariño que tanto él como Ellison compartían por aquél
superhéroe.
Los Vengadores interrumpen a Psyklop mientras éste reduce de
tamaño a Hulk para poder estudiarlo más fácilmente, pero el proceso se
descontrola y éste acaba pasando a una dimensión microscópica, desapareciendo
de la vista. El enfurecido villano se vuelve contra los invasores y,
demostrando una inusual resistencia tanto al martillo de Thor como a los rayos
repulsores de Iron Man, utiliza una máquina para teleportarlos de regreso a Nueva
York borrando de paso todos los recuerdos recientes referentes a su
encuentro.
Este número, por mucho que tenga asociado el nombre de Harlan Ellison, no puede sino resultar insatisfactorio. Y ello nada menos que por cuatro razones. En primer lugar, porque sin duda el escritor tenía en mente una atmósfera más cercana a la obra de Lovecraft, un ambiente malsano, vagamente amenazador y con pistas espeluznantes que desembocaban en una revelación final enloquecedora. Pero para conseguir ese efecto en un comic se hubiera requerido un desarrollo más prolongado, de tensión creciente, del que aquí no se dispone.
En segundo lugar, es claramente una historia de los
Vengadores… en la que los Vengadores sobran. Como dije antes, el personaje que
verdaderamente le importaba a Ellison era Hulk y el auténtico drama, con él de
protagonista, llegaría en la continuación un mes después en el nº 140 de “Incredible
Hulk”, que narraría su descenso al micromundo de K´ai, donde se enamoraría de
su gobernante, la bella Jarella (de todo esto hablé en su respectiva entrada,
por lo que a ella me remito). De hecho, que los Vengadores terminen esta
aventura con los recuerdos de la misma borrados, hace que toda ella carezca de
importancia en su trayectoria y su presencia es prácticamente superflua en la
historia de Ellison. El único impacto real que tienen sobre la trama es la
distracción que le provocan a Psyklop cuando está encogiendo a Hulk, lo que
hace que el Goliat Verde se reduzca mucho más de lo que pretendía el villano.
En tercer lugar, es un guion con demasiados agujeros y cabos
sueltos, incluso para el perfil de los que Roy Thomas solía escribir entonces. ¿Por
qué Ralph, en trance, murmura las coordenadas precisas del cuartel general
secreto de Psyklop? Es de suponer que Ralph y sus compañeros practicantes de
vudú adoran los mismos Dioses Oscuros a los que servía Psyklop (un concepto que
es en sí mismo algo problemático desde una perspectiva contemporánea y que
implica reconocer al vudú como una tradición religiosa legítima), pero ¿qué
estaban tramando exactamente y qué relación (si es que había alguna) tenían con
los planes del villano? Y, por último, ¿en qué momento se borran los recuerdos
del Capitán América y el Halcón? Porque, si todavía recuerdan haber ido a
Luisiana para averiguar el paradero de Ralph, no hay razón alguna para que no
regresaran al Pacífico Sur y verificar una vez más esas crípticas coordenadas; y
si les han borrado también esos recuerdos, seguiría quedando pendiente el
misterio de la desaparición de Ralph.
Por supuesto, no se puede culpar a Harlan Ellison de ninguno
de esos cabos sueltos porque en su sinopsis ni siquiera llegó a insinuar una conexión
entre Luisiana y su Syklop. Pero no se puede decir lo mismo de toda la
secuencia de la Presa de Boulder con Reed Richards y Charles Xavier, que no
solo no tiene nada que ver con Psyklop o los Vengadores, sino que (hasta donde
yo sé) nunca volvería a ser mencionado en ninguna otra parte, ni siquiera en el
propio cómic de Hulk. Éste se encontraba allí por la sencilla razón de que tenía
que estar haciendo algo antes de que Psyklop lo atrapara, y Ellison no estaba
interesado en encajar el comienzo de su historia con las tramas ya en curso que
Roy Thomas había ido tejiendo en la cabecera de Hulk, o, quizá, no se le dio la
opción de hacerlo.
Y, por último, Sal Buscema era un dibujante muy poco apropiado para representar el ambiente sofocante de misterio y suspense espeluznante que puede adivinarse tanto en la sinopsis de Ellison como en el guion de Thomas. El suyo es un estilo funcional y en absoluto atmosférico que lo aleja de otros candidatos más idóneos (aunque no estuvieran disponibles entonces) que uno podría imaginar, como Bernie Wrightson, Alfredo Alcalá, Gene Colan o Mike Ploog. Basta comprobarlo en secuencias como la de la ceremonia vudú o el diseño del propio Psyklop, que en lugar de un ser lovecraftiano parece un alienígena ramplón sacado de la portada de una revista pulp de los años 40.
(Continúa en la siguiente entrada)
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